El paro agrario. Una guerra de carácter nacional


Por Beba C.Balvé especial para Villa Crespo Digital

 

15 de abril del 2008

Según el materialismo histórico, para analizar los procesos sociales se debe construir una escala que abarque todo un período marcando el comienzo y el final del mismo a partir de hechos que tengan significación política y social y produzca dentro del período, una torsión por medio de un enfrentamiento social que cambie la correlación de fuerzas e inicie un nuevo período.


Desde esta perspectiva nosotros analizamos la historia contemporánea partiendo de 1955 llegando a marzo de 2008. Se define como período revolucionario para todas las clases sociales desde 1955 a 1976, caracterizado por ser un momento ascendente de la lucha de clases y por ello de las alianzas políticas. A partir de 1976 intervienen “los hombres prácticos de lucha”, es decir las FFAA, cuyo propósito es derrotar a la subversión que implica un cambio de orden para imponer otro orden y realizado este propósito comienza el período de la contrarrevolución basado en la restauración “democrática” y en donde los cuadros y funcionarios del nuevo régimen, para mantener la gobernabilidad, oscilan entre el temor a las masas y el temor a las fuerzas armadas, de donde a partir de 1983 se inaugura un período contrarrevolucionario en donde con Alfonsin desaparece el concepto de pueblo reemplazado por gente y con Kirchner por “consumidor”.


Pregunta ¿Cuáles son los atributos de la contrarrevolución? Que el pueblo se encuentra disgregado en tantas partes impedido de constituir la totalidad y los cuadros políticos e intelectuales, que acompañaron las luchas obreras y populares, se encuentran segregados pasando al campo del liberalismo. Esta es la manifestación de que hubo una guerra y que vivimos el momento de la contrarrevolución.


¿Cómo debe entenderse en esta conceptualización de los períodos, la indisciplina social de la Argentina profunda cuyos protagonistas son la burguesía agraria y los pueblos del interior del país a quienes se los privó del ferrocarril aislando a las economías regionales? Recordar que el desmantelamiento de los ferrocarriles fue una política impuesta desde el proyecto Larkin que se inició con Frondizi y continuó durante décadas hasta su concesión en los ‘90, de donde al no ser del estado dejó de cumplir su función social y en algunas provincias como Entre Ríos y Córdoba los colectivos de larga distancia, en cierto momento, cubren las necesidades de la población rural, parando en todos los pueblos.


Este proyecto fue el eje de toda una política de desarticulación nacional. Pero ahora el gobierno que surgió del 2003, en las antípodas del desarrollo industrial, representa fundamentalmente los intereses de la renta, particularmente la petrolera. Para el proyecto de desarrollo nacional se requiere la articulación de todas las ramas de la producción conformando un sistema productivo. Ahora somos dependientes del petróleo en el marco de un superávit fiscal que garantice la deuda externa. Esto explica la política hacia las actividades agropecuarias y su reacción. Para el caso específico de las actividades agropecuarias, el gobierno aplica fuertes retenciones para las exportaciones que impiden que el productor, no importa el tamaño, no pueda manejar su propia empresa y deba vivir de las dádivas que le otorga el gobierno central (subsidios) ya sea para el pago de las hipotecas o para el gas-oil, en la medida que se ajusten a los dictados del gobierno nacional.


Prácticamente aparece como una lucha por los recursos tratando de agudizar la contradicción campo-ciudad convertida en una antinomia.


El agravante de todo esto es que el gobierno no cumple con la Ley de Coparticipación Federal profundizándose el hambre y la miseria en todos los pueblos del interior del país, por tanto el intendente o el gobernador tampoco disponen de recursos propios afectando la producción, la salud, la educación etc. La pregunta sería. Si la economía marcha a todo vapor y uno de los beneficiarios es el productor rural –no importa tamaño- ¿Por qué reaccionaron? ¿Por qué se unificaron todos? ¿Cómo lograron articular una alianza entre ellos y fracciones de burguesía y pequeña burguesía urbana? Primer punto a aclarar es que no son los productores solos sino todos los enlazados por esa rama productiva según división social del trabajo. Hace a la división social del trabajo de un sistema productivo. Este hecho social, en donde el protagonista principal aparece como el productor rural, encubre dos cosas: 1) que no es sólo el productor rural, sino toda la organización social de ese sistema productivo y 2) que no es la rentabilidad lo que explica este fenómeno, aunque se haga mención a ella, sino un hecho más profundo que implica toda esa estructura social y su superestructura política, ideológica.


La política del engaño y la firma de acuerdos que nunca se cumplen y se hace solo a los efectos de ganar tiempo es un mecanismo de la guerra social cuyo objetivo es desorganizar a esa fuerza social y esto se explica porque han sido anuladas las relaciones políticas.


Un pueblo sin relaciones políticas sólo le queda sublevarse, lo que nos lleva al comienzo de nuestro criterio de periodización en el sentido de que la contrarrevolución tiene un límite y un tiempo. Todos los cuadros políticos que cumplieron la función de gobierno a partir de 1983, engañaron al pueblo.
El cinismo tiene su encanto, pero también su limitación. El mundo real, sin imágenes ni signos, orquestado por los medios y la televisión según directivas del gobierno, se ha hecho presente. Ahora está en el escenario la discusión histórica social, ideológica, etc, para los que creían que la Argentina empezaba en 1983 (y más aún, algunos creen que empezó en el 2003) que lo anterior no existía. Les vuelve la historia (no la memoria) y con la historia la recuperación de las relaciones políticas y un proyecto de país que tiene que ver con nuestra historia y que se resiste a ser colonia.


Es lo más parecido a los hechos de 1969,(rosariazo-cordobazo-rosariazo) por su significación y efectos sobre la sociedad y lo es porque tiene la virtud de producir una torsión en la lucha de clases emergiendo el problema de la cuestión nacional. Si tuviéramos que periodizar las luchas agrarias en la Argentina deberíamos partir de “El Grito de Alcorta” -1912-, los enfrentamientos de 1934 a 1936 en Chaco, protagonizados por los productores agrarios del algodón, las desmotadoras, los peones rurales, los hacheros y demás participantes de ese modo productivo. Enfrentamientos dirigidos por el Consejo de la producción con asiento en Rosario conducidos por socialistas y comunistas y reprimidos por las fuerzas armadas. Este hecho social influyó en todo el país, en su lucha contra los monopolios y los exportadores (Dreyfus, Bunge y Born, etc) exigiendo que toda la producción Argentina no se procese y elabore en el extranjero sino que se desarrolle la industria nacional. Las tres banderas que surgen de este movimiento, “Independencia económica, soberanía política y libertad”, fueron tomadas por Perón en 1946, reemplazando libertad por Justicia Social.

 

En esta acción Perón, acompañada por la sanción del Estatuto del Peón Rural, logró articular un movimiento nacional interpretando el sentir de los pueblos del interior lo que lo llevó a iniciar el proceso de industrialización. Con estas medidas de política económica social y la creación del IAPI, se inicia el momento ascendente de la lucha de clases que culmina en 1976. No es que Perón hablaba sino que hacía, y construía alianzas de clases, no con ideas sino con un proyecto de país que enlazaba al conjunto nacional.


A la vez las Ligas Agrarias de 1970-77 que organizaron los hijos de productores agrarios, que ocuparon la dirección de esas empresas también en el marco de un proyecto nacional y que fueron reprimidos a partir de 1976 y ahora, en marzo de 2008, “El Grito de la Argentina Profunda” cuyo valor político es haber construido un programa y se sabe que el programa brota no sólo de los enfrentamientos sociales sino de una alianza de clases.

 

La cosmovisión ideológica de la pequeña burguesía, que entiende que es la oligarquía vacuna, cuando se sabe que ha desaparecido y ese lugar lo ocupan los terratenientes extranjeros; que la Sociedad Rural Argentina es la oligarquía, imponiendo ideas caducas desde hace muchos años y que no son producto de un análisis político; que hay que cortar la lucha rural entre los pequeños y los grandes en un intento por romper esa alianza de clases; que son los gorilas, lo que demuestra que nunca entendieron ni al peronismo ni al antiperonismo. Esto abona el discurso oficial y está en defensa del régimen. Es decir toda lucha que se libre en la Argentina en el medio rural o en el medio urbano, siempre es denostada y se pretende demostrar que carece de sentido. Este discurso se encuentra en el momento contrarrevolucionario.


Ahora ¿cuál es la radicalidad de este movimiento que al igual que en 1969 y como consecuencia que ha tomado forma una alianza de clases que articula campo-ciudad, constituye un punto de inflexión realineando el campo del pueblo en dos grandes fuerzas? Y que a la vez, este hecho social ha tenido la capacidad de quebrar el proceso contrarrevolucionario haciendo emerger la identidad nacional, la historia nacional a punto tal y como un indicador mas, se retoman las luchas históricas de Argentina de 1912, se discute su desarrollo, no su crecimiento vuelven las relaciones políticas y con ella la identificación de pueblo y de ciudadano.


La historia argentina, es la historia del movimiento social hegemonizado por momentos, por el proletariado industrial, por los productores agrarios del interior lo que hace que se subsuma 1912, 1934-36, 1946 y 1973-76, enlazando historia, economía, producción, ideología a los efectos de la reconstrucción de la Argentina.


No es al gobierno al que hay que exigirle que implemente este programa, ya que está exactamente en lo contrario. Son ciertos sectores de la pequeña burguesía urbana, aliados al gobierno, los que deben tratar de no imponer la antinomia peronismo-antiperonismo, porque ahora la cuestión es otra.
Como en 1969, la sociedad se corta en dos y cada uno debe asumir su alineamiento en alguna de las dos fuerzas. Sin estereotipos, objetivamente.
Hay que recordar además que el pueblo, en su sentido más general, incluye a todas las clases y fracciones sociales. Ante un enfrentamiento de esta naturaleza se plantean dos proyectos y dos alianzas de clases. Debemos dejar el ideologismo que no conduce a un proyecto nacional y alinearnos según que tipo de país se quiere, eso es lo que está en discusión hoy.


La contradicción que ha emergido con fuerza hoy es imperialismo-nación. Se combina la lucha intercapitalista con la interimperialista entendiendo que el mercado mundial, se divide en cinco territorios controlado cada uno por un cartel que fija los precios y la apropiación de la renta. Desde el siglo XIX se encuentran bajo el mismo comando y son los que guían el mundo capitalista, entre los cuales se encuentran Dreyfus, Bunge y Born entre otros.
Los territorios son el del petróleo, acero, granos, carbón y laboratorios. Argentina perteneció hasta 1983 al territorio del acero y hoy nos encontramos en el territorio del petróleo.


La lucha está entablada por la apropiación de la renta donde los principales beneficiarios son los fondos de inversión. En este marco se encuentra la lucha de los productores del campo y sus pueblos. Expresa la lucha de La Argentina Profunda, la del interior, la que construyó el Estado-Nación y para resolver el problema de la nación se debe apoyar la alianza de clases que la expresa.
El mercado mundial que expresa en última instancia los intereses de las grandes corporaciones transnacionalizadas, influye sobre la legislación del Estado de manera burocrática (por simples decretos del Poder Ejecutivo y por fuera del Parlamento) para apropiarse, en un mayor grado de esta renta. La lucha es en su fundamento intercapitalista. Es por ello que la contradicción principal imperialismo-nación aparece en el fragor del combate bajo la forma subordinada de campo-ciudad.


La técnica de la “gobernabilidad” que impone el gobierno y cuyo poder radica en distorsionar, engañar y sojuzgar a la Argentina productiva se asemeja al gobierno bonapartista y su “movimiento 10 de diciembre”.


Discutir la personificación de los que dirigen y participan en esta rebelión agraria es buscar chivos expiatorios que oculta una apreciación política de los hechos. Por lo tanto desde el punto de vista político, debemos recuperar la democracia política en tanto representación de los intereses del pueblo y las instituciones del estado.


Se puede demorar el desenlace pero la guerra civil no es inminente pero sí irreversible. De los hechos del 2001, dejando de lado las fábulas que se han creado alrededor de estos hechos, lo que se dejó de percibir es que el 2001 estuvo compuesto por grandes enfrentamientos sociales que constituían alianzas de clases (Rosario, Casilda, Entre Ríos, El Alto Valle, (Río Negro), Tucumán, Mendoza etc, que son el antecedente de la lucha agraria hoy día en donde este no es un hecho aislado sino que es la continuidad de un proceso por su forma y contenido.


La huelga agraria y movilización del campo crea las condiciones de la recuperación de la argentina independiente y soberana pero, debemos recordar que este proceso se inició en el 2001 creando las condiciones de la sublevación agraria actual la que con su programa indica alianzas de clases y proyecto político.


El reconocimiento de la lucha de sectores de este pueblo implica también el conocimiento de las leyes que rigen la lucha de clases. Tratar de fracturar un frente social con el argumento de defender a los productores chicos no solo es reaccionario sino antiargentino.

Buenos Aires 30 de Marzo de 2008

 

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