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LAS
ÚLTIMAS HUELGAS FERROVIARIAS
1991 - 1992
1a Parte
"La
huelga suspende la vida;
es el momento en que la clase obrera
deja de ser arena: se cuaja en roca".
Rafael Barret:
Si eso no ocurre,
la arena
es roca degradada.
Juan Carlos Cena
Por Juan Carlos Cena* especial
para Villa Crespo Digital
4 de febrero del 2008
Hace 17 años estallaban las
últimas huelgas ferroviarias. Recordarlas es un acto memorioso, todo
un retroceso que se le ocasiona al olvido. Debemos apelar a la memoria
para extraer del hecho recordado sus más ricas enseñanzas
El olvido es una herramienta de la clase dominante. La memoria es
un proceso social. Despojados de su memoria, los pueblos se opacan,
mueren. Y suelen morir en medio de la algarabía de imaginar que el
pasado no interesa, aturdidos por voces que los llaman a no recordar,
apalabrados por ilusionistas que susurran que hoy todo empieza de
nuevo.
Porque 'La memoria es la vida. Siempre reside en grupos de personas
que viven y, por tanto, se halla en permanente evolución… A veces
permanece latente durante largos períodos, para luego revivir súbitamente.
La historia es la siempre incompleta y problemática reconstrucción
de lo que ya no está. La memoria pertenece siempre a nuestra época
y constituye un lazo vivido con el pasado eterno". Pierre Nora,
1984.
"Las representaciones del pasado reciente influyen decididamente
en el destino de los procesos políticos. ¿En que medida el uso público
de la historia puede contribuir en la representación de un pasado,
que nos permita transformar las prácticas del presente y pretender
un futuro mejor? Enzo Casá - Ferroviario de Rosario - Memorias del
Ausente.
Las huelgas ferroviarias de 1991 y 1992 fueron los últimos grandes
paros ferroviarios del siglo pasado, otra vez, en defensa de los ferrocarriles.
Se cerraba todo un círculo encadenado de resistencias, pugnas y rebeldías.
La anterior, la de 1961, duró 42 días, también en salvaguarda del
ferrocarril: contra la aplicación del Plan Larkin; el primer intento
de tupacamarización del sistema de transporte ferroviario, por mandato
del Banco Mundial. Y en ésta, treinta años después, resistieron a
ese mismo mandamiento en 45 largas jornadas; todo un círculo anudado
por eslabones de tercas obstinaciones ferroviarias.
Treinta años, con períodos signados por las botas, los más. Del '61
al '91, y del '61 para atrás otro círculo se anilla. Resistencia y
resistencias. Retrocediendo desde Frondizi, la
Libertadora, Perón, sí, también a él; antes del '40,
y así hasta la sangrienta de 1917 y la de 52 días en 1912, y más atrás,
la primera en 1888, y la primera huelga general ferroviaria en 1896
protagonizada por los trabajadores de todo el país, acción que se
inicia en Tolosa. Más de 100 años, un siglo y un tantito de luchas.
Entre Agosto y Noviembre de 1896, se produjo una huelga de características
desconocidas para la época. El alto nivel de adhesión logrado entre
los obreros de diversos gremios; su alcance geográfico y su prolongada
duración la convierten en la primera huelga de carácter general de
la historia del movimiento obrero argentino.
A medianoche del día 6 de enero de 1912, La Fraternidad, Sociedad
de Maquinistas y Foguistas de Locomotoras, con casi 7.000 afiliados
pertenecientes a 18 líneas férreas, se declara en Huelga. Uniendo
eslabones anteriores de fracasos, pequeños triunfos, marchas y contramarchas
de organización, derrotas, pero sin desfallecer, comienza el primer
gran círculo ferroviario forjado entre el 1896 y 1912. El primer hito
que marca a fuego las conductas por venir.
A más de cien años, esta vez en un día de febrero, los hijos de esos
hijos, hijos con otros hijos, que quizás son nietos o bisnietos de
esos ferroviarios, se declaran en huelga. Casi por las mismas motivaciones:
La dignidad. En todos los acaecimientos huelguísticos predominó la
unidad. La unidad fue cuidada como una gema preciosa. Fue el momento
en que la arena se cuajaba en roca.
Dos anillos encadenados, y uno que abarca todo. Lucha que se inicia
en 1896 contra las empresas extranjeras en expansión. Hoy contra el
Gobierno que ostenta la misma ideología de quién los nacionalizó,
y los integró al paquete de los bienes del estado que conformaron
el patrimonio nacional. Momento de venta vil de nuestro patrimonio
nacional, donde los trabajadores se oponen a esa traición a la
Patria. Los vende patrias y cipayos culminaban su
labor iniciada con el golpe de estado de 1955.
De nuevo los Fraternales en la trinchera en esta reiterada batalla
del riel. En la del '61 estuvimos todos, la burocracia nos acompañó
a los empujones. En ésta, ellos junto a señaleros y un sector de compañeros
de la Unión Ferroviaria
apechugan las andanadas del Gobierno y de los jerarcas sindicales.
Un gigantesco remolino abarca todo ese tiempo, conteniendo todos los
hechos de ese período histórico ferruca. Están todos ahí. Girando
y girando cuajados como una roca.
Recuerdo: En algunos de esos viví "la unidad de las vidas
de los hombres", dijera Pablo Neruda, en otros "ví la huelga"
de cerca. Este remolino reciente aún guarda los olores de las barricadas
de Haedo, o las del Puente Pueyrredón, las voces roncas de los jóvenes
oradores de las asambleas sin tiempos; el vapor de los alientos, las
ganas de orinar y de dormir, tan sólo un cachito; está todo lo pequeño
y lo grande, todo está fresco. Me traspolo y regreso a los lugares,
escucho y me vienen ganas de comparar con la que Yo viví, tan grande
como ésta, la del '61, pero me resisto.
Las dos fueron luchas de la resistencia. Las dos distintas. Las dos
cojonudas, que duda cabe. Las dos traicionadas. Pero esta última fue
la más, como ninguna. En ambas había jóvenes. En la anterior más,
éramos más. Aquí y ahora solo un montón. ¡Que montón! ¡Valeroso montón!
Estos que componían el montón-valeroso, eran los nuevos dirigentes.
Como brotes nuevos después de la dictadura se aprestan a resistir.
Llenos de frescura, tenacidad y decisión asumen las viejas tradiciones
que les venían de generación tras generación desde más atrás de ese
1896. Dirigen y protagonizan hoy la Primera Huelga Nacional dirigida por Las Bases (las
seccionales), con una fe inquebrantable en sus propias fuerzas. Así
de redondo se desprende este recuerdo que alimenta mi memoria, fresco
y lozano del remolino ferroviario.
¡Ah! Si estuviera el Panito del Mestre, el que redactó el Boletín
de Huelga del año '61, de La
Fraternidad, que no diría, como les cantaría. Reclamaría
un Homero y su pluma. Que ríos de palabras.... No quiero ni pensar
las que utilizaría para con los traidores, ni pensar. Con los traidores
contemporáneos, que recuerdan esta gesta festivamente, cuando fueron
delatores, señalando compañeros a la patronal estatal.
Escribo esta nota con pasión. Es que viví este remolino ferroviario
desde el año '50, cuando ingresé al ferrocarril de pantalones cortos.
Ese fue mi lugar donde me contaron cosas de más atrás, y ya, casi
al final de mi pequeño remolino enrielado, veo y siento su efecto
succionador. Me arrimo con respeto, y observo a los nuevos actores
de esta renovada batalla del riel, y digo lo que ya dije en El Ferrocidio:
"No será fácil contar y luego escribir esta historia, nuestra
historia que es una historia de lucha. Que es la historia de los ferroviarios
y la empresa (sujeto y objeto). Contaremos la historia de este lado,
del costado de los descarrilados, una visión distinta a la de los
que la boicotearon, es decir, los descarriladores, que habitaron dentro
de la empresa y sus socios externos. Debemos proceder al rescate,
primero de nosotros mismos y rescatar luego a los otros compañeros
para reemprender la lucha. No será fácil. Porque fuera de expulsarnos
se nos destruyó ese objeto que era el ferrocarril y nos contenía a
todos en esa relación social diaria.". Juan Carlos Cena "El
Ferrocidio"
La Huelga
comienza en medio de la bacanal traicionera del cipayo Menem. La lucha
se centraliza y concentra, el eje de esa resistencia ferroviaria se
desplaza a Buenos Aires. El interior reaccionaba en forma dispar y
con lentitud. Aquí se estaban dando las batallas más duras, lideradas
por este mocerío y algunos veteranos. Lo más combativo estaba aquí,
en este lugar, rompiendo esquemas sindicales verticales; reverdeciendo
viejas modalidades democráticas: la de la consulta al otro, el respeto
a las ideas del otro, y al protagonismo colectivo de los otros. Aquí,
se volvía la mirada al otro y a las maneras horizontales de funcionamiento,
a la pluralidad de las ideas y a la alteralidad de los cargos. Es
decir, a la democracia obrera.
La Huelga
no fue espontánea ni improvisada. Venía con escaramuzas y aprontes,
como las de 1888, 1896, 1912, 1917, 1961 y 1969. Esta se fue leudando
despacio entre los ferroviarios.
Las amenazas represivas referidas por el gobierno en el año '89 son
seguidas por otras palabras, extrañas, distintas a esas que habían
envuelto a la ilusión; se hacen presente, y producen las primeras
extrañezas. Era una demostración sincera de que las palabras pronunciadas
por Menem en Laguna Paiva y en la sede de la
Unión Ferroviaria eran sólo un engaño. Que el descuartizamiento
del sistema ferroviario era un hecho. Todo esto produce paralización
y confusión; y la turbación en el seno de los ferroviarios que aún
portaban la identidad peronista.
Menem no solo se olvidó de las palabras pronunciadas, sino que le
creció el Carlitos Represor. Ante esa amenaza, los compañeros de la Comisión de Enlace
ni se inmutan. Ni un pestañeo. El Ministerio declara al conflicto:
ilegal. Asambleas de nuevo, concentraciones parciales, movilizaciones
aquí y más allá.
Menem contesta con más tozudez a la tenacidad de los ferroviarios.
Erman González -Ministro de Defensa-, interpreta los deseos de su
jefe y amigo, y nos recuerda que los militares están habilitados para
conducir cualquier tipo de vehículo. Este recuerdo-amenaza nos dice
que nada aprendieron cuando intentaron los mismos procedimientos por
las décadas del '50 (gobierno peronista), '6l, en el '69, y en los
'70, así les fue; por nombrar solo algunas fechas.
La primera marcha ferroviaria es convocada por el Plenario de Presidentes
de nuestro gremio APDFA, Asociación del Personal de Dirección, la
de los Técnicos. Fue decretada por la premura y la sombra de un destino
incierto a 1.500 compañeros enviados a la
DGI, antes de que se desencadenara la Huelga. Todos técnicos, profesionales e idóneos
capacitados en nuestras aulas y en el extranjero, se descerebraba
al ferrocarril. La marcha transcurre desde el Congreso, donde tiempos
recientes presenciamos y oímos el desgañite de diputados peronistas
defendiendo la Soberanía Nacional,
como el hermano del presidente de la Nación, hasta la Casa Rosada donde habita
el Inesperado Riojano. Una concurrencia apreciable se presentó, y
entre ellos, el activismo sindical ferroviario.
Muchos habían sido miembros de las viejas coordinadoras que actuaron
en plena dictadura en la clandestinidad, y del Movimiento Interseccional
Ferroviario (MIF), que encarnaron las luchas contra el Plan Terragno.
Primer intento descuartizador después de la dictadura. Asumiendo esa
resistencia ante la ausencia de las conducciones nacionales. El gremio
del personal de dirección había reaccionado con fuerza. Eran los aprontes
de una ofensiva, que apuntaba, primero, a los recursos humanos.
Primer disparo. Advertencia y desconfianza. Se realizan actos en las
estaciones, oficinas centrales, corte de transito en la avenida del
Libertador, asambleas por edificios, fueron las reacciones primarias;
apuntaban bien, luego seguirían los demás. Varios de los concurrentes
a la marcha, ese once de enero, comenzaron a diseñar un nuevo organismo
por fuera de las direcciones nacionales. Tenía que ver con las seccionales,
ése era el nivel. Superar a las viejas coordinadoras, apropiándose
de ese rico bagaje histórico. Todo cambiaba, los métodos de luchas
también debían variar, había que posicionarse en forma inteligente
y creativa. Prevalecía, en este nuevo agrupamiento, el hacer todo
con la gente. No fue fácil su concreción.
Los ferroviarios de los cuatro gremios que estaban en plenas conversaciones
organizativas, convocan y se movilizan para la marcha del 22 de enero;
el día 25 toma cuerpo la formación de la Coordinadora Interseccional
y de Bases Ferroviarias. Todo un avance. Alrededor de ellas nos agrupamos
casi todos. Fraternales, Señaleros, la Seccional Organismo
Central de la Apdfa,
nuestra seccional, que jugará un papel importante; más tarde Haedo-Sarmiento,
Oficinas Centrales del Belgrano.
Este agrupamiento parió a estos jóvenes, era el vientre generoso,
y que ahí no más, nonatos, fueron hacedores de esta nueva organización,
y la preñaron de nuevo, y así, generosamente.
No todo era color de rosa. De tiempos anteriores, asomaban puntas
llenas de sectarismos: La descalificación al otro por su manera diferente
de pensar. Aparecieron poseedores de verdades absolutas, vendedores
de cielos, y que sólo con ellos se alcanzarían los infinitos espacios
siderales. En realidad era la intolerancia del costado izquierdo que
se asomaba con un recetario de laboratorio, de no creer, acusaba su
presencia. Todo esto crecía y se tornaba insoportable; no podía ser
de otra manera. Aunque no lo aceptáramos, pertenecíamos a un país
de una cultura intolerante. No es cosa aparte. Esas categorías larvadas,
tienen más tarde un comportamiento jodido. Crisis que se anuncian,
no imaginadas. Entre los que se asomaban aparecían unos narcisos de
discursos amorosos, barbudos imberbes, de una izquierda que improvisa
y se divide, y no entienden algunas cuestiones del entramado de los
trabajadores, ni su mundo. El infantilismo de una pequeña burguesía
ilustrada crecía como una mala hierba, toda una comedia, hasta hoy,
que se repite como tragedia.
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