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EL
FERROCARRIL UNA CUESTIÓN NACIONAL LAS HUELGAS FERROVIARIAS DE 1991 Y 1992
Por Armando A. Vivas
* especial para Villa Crespo Digital Julio del 2004 Los años ’90, sin
duda, serán recordados como la década que con mayor saña y decisión,
los eternos enemigos de los trabajadores y el país, concentraron fuerzas
para vaciar, destruir, desguazar, y por último concesionar las -otrora
motivo de orgullo nacional- empresas públicas. Entre estas 26 empresas, que durante esos años
llegaron a acaparar el 56,8% de todas las ganancias empresarias, Ferrocarriles
Argentinos es la que, por su característica integradora del territorio
nacional y porque su historia es en gran medida la historia de la
construcción de nuestro país, tuvo mayor importancia. Efectivamente, es cada vez más frecuente escuchar,
ver y leer en distintos medios a los más variados personajes hablar
y opinar efusivamente sobre el tema, y esto no deja de ser en alguna
medida positivo, pues recoloca en la mesa de la discusión nacional,
la cuestión ferroviaria en toda su dimensión. Pero, también, es bueno señalar que en medio de
tantas declaraciones, solicitadas y documentos, aparecen varios nombres
y organizaciones que diez años atrás no tuvieron empacho en sentarse
al festín de las privatizaciones que ofrecía el gobierno menemista.
Para ayudar a despejar la maleza del buen trigo,
es necesario que aquellos a quienes nos tocó protagonizar momentos
decisivos de esta infeliz historia, tomemos la palabra para que no
nos distorsionen la memoria, y para ayudar a realizar el saludable
ejercicio de extraer, de las experiencias pasadas, conclusiones que
puedan ser útiles para la lucha presente. Lo que sigue es solamente un punto de vista, un
aporte a la discusión de uno de esos protagonistas. Habrá otros y
es de esperar que también se expresen para realizar esta tarea entre
todos. Se tensan las fuerzas Lo primero que es necesario subrayar, es que este
gigantesco “Ferrocidio”
–magnífica definición del compañero Juan Carlos Cena, y que da título
a su último libro- no fue gratuito para el gobierno de Menem, ni
mucho menos pacífico: 45 días de huelga, ininterrumpida, en 1991
y 37 días en 1992, son evidencia generosa de que los trabajadores
del riel supieron vender cara su derrota. ¿Qué había sucedido durante los meses previos a
este proceso de resistencia?. En el campo de los trabajadores se venía produciendo
un amplio recambio de las direcciones de base en varias seccionales
ferroviarias. Este fenómeno se manifestó en los cuatro gremios ferroviarios,
aunque fue particularmente fuerte en las seccionales de Por el lado de los trabajadores, entonces, se acumulaba
bronca, se tensaban las fuerzas y se preparaban y moldeaban las armas
que se utilizarían en la confrontación, que se avecinaba inevitable.
Por el lado del gobierno, los empresarios y políticos
que apostaban a obtener jugosas ganancias, si finalmente se privatizaba,
a los que rápidamente se sumaron los jerarcas sindicales de los gremios
ferroviarios, entre todos se fue conformando una Alianza que iba delineando
su proyecto y presentándolo en sociedad. Apuntaban a ganar la opinión
mayoritaria de la sociedad, y para ello utilizaron todos los medios
a su alcance: desde el vaciamiento de la empresa -incluyendo actos
de sabotaje directos- hasta la nada sutil propaganda envenenada de
periodistas mercenarios como Neustadt, Grondona, y otros. Una campaña
sistemática destinada a convencer sobre la ineficiencia de las empresas
publicas, desmoralizar a sus propios trabajadores, y preparar el terreno
para la entrega, que poco a poco iba logrando su objetivo. La huelga
En el caluroso febrero de 1991 estalla la huelga,
votada en vibrantes asambleas de un puñado de seccionales, para extenderse,
rápidamente, a muchas otras. Sus reclamos: elevar el básico de convenio a 2.000.000
de australes, ajustable según el costo de vida y un anticipo de urgencia
de 1.500.000. Esto representaba
un aumento de más del 100 %. La apuesta era fuerte y muchas las ganas
de pelear por los derechos y la dignidad perdidos. La huelga se apoyaba en dos pilares importantísimos:
La democracia de asamblea y el Plenario de Seccionales. Se
trataba de un mecanismo muy simple y a la vez muy contundente: todo
se discutía y se votaba en asambleas absolutamente democráticas, en
las que también se designaban delegados con mandato para representarlas
en el Plenario, que se realizaba periódicamente en un lugar rotativo
de reunión. Además, se había nombrado una Mesa de Enlace, responsable
de llevar adelante las negociaciones y las relaciones con otros gremios
y organizaciones. Esta Mesa estaba obligada a informar, exhaustivamente,
sobre todas sus actividades, y sus miembros eran revocables por simple
mayoría de votos en asamblea. Simple y contundente, rescatando lo
mejor de la tradición obrera. En la mayoría de los comunicados de prensa, circulares
y volantes de la huelga se podía leer la siguiente frase al pie: “
Esta vez no habrá traición, esta vez dirigen las bases”. No es difícil imaginar como crispaba los nervios
de los burócratas semejante exhibición de democracia obrera. Todo
esto representaba un real peligro para sus privilegios y había que
eliminarlo. De tanto atacar e injuriar a los huelguistas, sin quererlo,
un directivo de Estos trabajadores habían comprendido ya que era
mucho lo que estaba en juego y de aquí en adelante todo dependería
de sus propias decisiones y acciones... el destino de esta lucha estaba
en sus manos. Y no alcanzaría un libro entero para describir la energía,
abnegación y voluntad de lucha desplegada durante esos días. Las tareas asumidas fueron innumerables: Impulsar
el Fondo de Huelga con alcancías en puertas de fábricas, empresas
y universidades, recolectar víveres y alimentos, editar y distribuir
volantes y comunicados, garantizar la asistencia a asambleas y plenarios,
organizar los piquetes de convencimiento para desalentar posibles
“carnereadas” ,etc.,etc.,etc. Pero sobre todo la gran tarea era vigilar y cuidar
que nadie se atreviera a tomar una sola decisión sin consultarlos,
ni se apartara un milímetro de lo que se había votado en la asamblea.
Para eso los más activos se organizaban con micros y vehículos y viajaban
varios kilómetros para acompañar al delegado que los representaba
en el Plenario, constituyendo una ruidosa barra que con bombos cantos
y silbatos alentaba. Y controlaba. No nos vamos a cansar de insistir lo que fue esta
formidable práctica de democracia obrera, una de las armas fundamentales
que impidieron al gobierno lograr su objetivo de aplastar a los huelguistas
en esta primera batalla. Y eso que lo intentaron todo: Enviaron telegramas
de despido a mansalva, amenazaron con militarizar a los ferroviarios
como en 1961 y con cerrar los ramales que adhirieran al paro, organizaron
carneros –algunos bastardos que se animaron con custodia policial
a circular algunos trenes- intentaron sobornar a los dirigentes, y
otras cosas por el estilo. La burocracia por su parte aportó lo suyo:
se jugó entera para impedir que el paro se extendiera a todo el ferrocarril
y se convirtiera en paro nacional, objetivo que finalmente logró y
fue una carta importantísima para el gobierno. Pero parecía que nada, nada podía intimidar a los
porfiados ferroviarios. Luego de 45 largos e intensos días, finalmente
se consigue arrancarle al gobierno un importante aumento salarial
y la reincorporación de todos los cesantes. A primera vista se podía decir que se había alcanzado
un triunfo formidable y en toda la línea. Sin embargo la realidad
era bastante más compleja. Si
bien al gobierno no le quedó más remedio que realizar estas concesiones,
nunca abandonó su proyecto y mantuvo la decisión política de llevarlo
adelante. Era cuestión de tiempo. MOVIMIENTO NACIONAL
POR MoNaReFA |
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