"Las
mujeres padecen dos opresiones: la de clase y la de género", Elena Luz
González Bazán
Por Mariana Marcaletti
de ANRed - Sur
10 de mayo del 2008
En una charla con ANRed, la historiadora, docente y
periodista Elena Luz González Bazán presentó su nuevo libro titulado
"Mujer, Sociedad y Política". Analiza, en un recorrido histórico, la
evolución de la sociedad y los cambios en el papel de la mujer que desembocaron
en el actual patriarcado y monogamia. Luego de una ardua labor de recopilación
histórica de datos y de relevamiento de trabajo de campo, trae a la luz
historias de mujeres trabajadoras y luchadoras.
"Desde hace ocho años investigo el tema de la mujer, desde una perspectiva
de clase y género", cuenta a ANRed Elena Luz
González Bazán. Su intensiva labor de investigación le permitió recopilar más
de 100 testimonios de lo que ella denomina "historias anónimas" de
mujeres luchadoras del campo popular, biografías ocultadas por la historia
oficial que Elena recupera del olvido.
Su experiencia como historiadora, periodista y docente le permitió enmarcar un
extenso trabajo de campo en un estado de situación estructural que se
caracteriza por la división de clases y la dominación de un grupo sobre otro.
Partiendo de esta premisa teórica, la autora analiza históricamente el rol de
la mujer y extrae consecuencias sobre el papel femenino en la actualidad:
"en una sociedad monogámica y patriarcal", sostiene Elena.
La escritora, motivada por un profundo interés personal y por los consejos de
compañeros de militancia, confiesa que empezó a escribir su obra porque le
propusieron investigar sobre la relación de la mujer y la política para
realizar un artículo destinado a la escuela sindical de Córdoba.
A partir de este impulso inicial, Elena se lanzó por completo en la elaboración
del escrito que terminó tomando la forma de un libro: histórico y actual, sobre
la mujer y su influencia en la familia, que plantea el tema del género pero no
desde una postura feminista y que analiza diversos períodos problematizando
el sojuzgamiento de las clases populares por un sistema de opresión en el que
"las clases dominantes entendieron muy bien lo que hacían al utilizar al
Estado como una herramienta al servicio de su sector y ejerciendo la coerción
sobre las mujeres de la clase baja", explica Elena.
El trabajo se nutre de numerosas citas bibliográficas, tanto de autores
teóricos como de fragmentos de textos literarios, periodísticos y culturales,
censos y encuestas, observación participante, entrevistas en profundidad y
análisis de la cuestión social y política. Los sectores indagados son las
mujeres luchadoras provenientes de sectores populares, como las de "barrio
Rivadavia, villa 11 en Bajo Flores, piqueteras de
Mosconi, ligas agrarias de Chaco, Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, Gremio
Gráfico, meretrices… en fin, mujeres trabajadoras que luchan por sus derechos
de una manera bravísima", afirma Elena.
Focalizó su atención en las mujeres que tomaron conciencia de su rol por la
liberación del género, lo que según la escritora significa también "la
liberación de la humanidad en su conjunto". Particularizó cada recorrido
particular de cada una de ellas para homenajearlas y contribuir a que- con la
dilucidación de la verdadera historia- se pueda construir una realidad
diferente.
Estas mujeres se vieron obligadas a actuar por el cumplimiento de sus diversas
demandas. Elena analiza varias problemáticas: desde las militantes y activistas
que bregan por la dignidad de las mujeres de las tomas, recorriendo el caso de
constantes intimidaciones, amenazas y delitos cometidos a las comunidades
originarias mapuches y a las mujeres mineras bolivianas, pasando por la
rebelión de las escobas en los conventillos a principios del siglo XX para
rebelarse contra los dueños oligarcas que querían desalojarlas y las sometían
al trabajo sudor (arduos labores textiles domiciliarios), llegando a recordar a
quienes durante la última dictadura militar en
Un centenar de historias diferentes y complejas pero que se unen en una
característica en común: todas son mujeres y luchadoras, trabajadoras,
discriminadas, blanco de la violencia y de todas las "formas inimaginadas
de exclusión", comenta Elena. Asimismo, advierte que "no es una historia
acabada, este signo deshonroso y aberrante continúa".
La historiadora diferencia a su postura esbozada en el libro del feminismo.
"No soy feminista", aclara. "El planteo parte de la clase y el
género. El feminismo tiene un problema serio en cuanto cree en una disputa
entre el hombre y la mujer. Yo no estoy de acuerdo". Para ejemplificar a
lo que se refiere con su enfoque, analiza el tema del aborto: "no es lo
mismo que una chica de clase alta que se hace un aborto con todos los cuidados
que una joven pobre que no posee recursos y termina muriendo por una operación
mal realizada". De lo antedicho se desprende que "todas tenemos un
mismo problema que es el biológico pero la resolución difiere en cuanto a la
clase".
Otra situación particular en la que se evidencia claramente la opresión de las
clases dominantes sobre las dominadas es la de las amas de leche. "En
nuestro país a fines del siglo XIX, principios del siglo XX las familias
burguesas contrataban a mujeres nodrizas o amas de leche para dar de mamar a los
niños ricos". ¿Cuál era la razón por la que sucedía esto?: "las
madres ricas que vestían la moda del corset no
querían estropear su cuerpo y, por ello, contrataban a otras madres sustitutas,
provenientes de los sectores populares, para que den el pecho a sus niños".
El problema de fondo de esta forma de comprar un cuerpo es que "esa ama de
leche es madre de su propio hijo al mismo tiempo. De esta manera, tenía que
alimentar a su niño y al rico". Por si esto fuera poco, la actitud del
Gobierno se inclinaba a favorecer a los sectores adinerados, cómo Elena
demuestra históricamente que siempre sucedió así: "los controles oficiales
se les hacían al ama de leche y no al niño. Quién terminaba más perjudicado era
el bebé pobre porque su alimentación no era la suficiente. La legislación sólo
procuraba garantizar la alimentación adecuada de los chicos de las clases
altas", agrega Elena.
La autora concluye que "en este contexto, las mujeres vivían una situación
de esclavitud y sometimiento. Primero eran las negras y después las inmigrantes
pobres. Este proceso de super explotación perjudicó a
las familias populares: en este periodo se puede visualizar claramente las
diferentas de clase en el modo de vender su cuerpo propio para darle de mamar a
un bebé ajeno."
Al mismo tiempo, en este caso se puede comprender el rol del Estado que Elena
cuestiona. Su papel de defensor de las clases poderosas, la coerción y
represión de los sectores populares y la violencia continua
ejercida sobre la mujer y su entorno. La autora afirma que "el Estado en
realidad no es un mero árbitro entre los sectores en pugna sino que protege los
intereses de las clases dominantes y mantiene sometidas a todas las clases
subordinadas".
Elena plantea que "para entender el rol de la mujer en la actualidad es
necesario remontarse a los albores de las sociedades". Aclara que "si
bien ahora es cierto de que existe el patriarcado en un momento existió el
matriarcado, en dónde la mujer ocupaba un lugar central en la comunidad y se
encargaba no sólo de la reproducción de la prole sino de la producción de la
vida material".
Con la división social del trabajo y el paulatino relegamiento
de la mujer a la esfera privada, lograda lentamente desde el esclavismo, el
feudalismo y el actual modo de producción capitalista, se instauró un tipo de
sociedad patriarcal. Este modo de vivir social de caracteriza por el
"sojuzgamiento de la mujer por parte del hombre, la monogamia para a mujer
pero la poligamia para el hombre".
Caracteriza a esta forma de habitar la existencia "una imposición social
que se fortalece con la política oficial y con metáforas y consignas que
culpabilizan a la mujer si se escapa de su rol estipulado por el sistema".
Asimismo, el patriarcado es sostenido como tal no sólo por los hombres sino
también por las "mujeres de la clase alta".
Las consecuencias negativas del papel subalterno asignado a la mujer no sólo afecta a ellas. "La pérdida de la mujer implica un
efecto perjudicial tanto para la familia como para la comunidad entera."
Al ser la mujer calificada como "buen ama de casa" es recluida al
espacio privado e "intenta atrapar a su familia aquí", sostiene
Elena. "La división del trabajo escindió al hombre y a la mujer: él como
perteneciente al espacio publico y ella al ámbito privado, lo que genera una
contradicción" Lo antedicho se corrobora en la desmovilización y
despolitización popular actual: "el hombre arrastrado por convicción
propia y conciencia a luchar contra las injusticias es arrastrado por la mujer
hacia dentro para que no se comprometa".
La autora añade que "esta realidad fue aprovechada por las clases
dominantes", que se beneficiaron con este modo patriarcal que "no
sólo perjudicó a la mujer sino a su prole". Ante el panorama actual,
signado por la desocupación y la constante crisis económica, la mujer
"tuvo que malvender su fuerza de trabajo en el mercado, entrar en
competencia con el hombre". Pero, además, en los casos en que participa en
la lucha queda subordinada al ser alejada de las posiciones de dirección y conducción
de movimientos. En cambio, "cuando la mujer toma conciencia y arranca la
lucha, ésta mueve a la familia".
Al mismo tiempo, Elena demuestra que las experiencias de lucha encaradas por
mujeres en el campo popular no conforman una anomalía en América Latina sino
una constante, que es real aunque sea "acallada por los discursos del
poder, como los reinantes en los medios masivos de comunicación", mantiene
Elena en su libro.
En la lucha, la periodista afirma que la mujer "asume conciencia de que
ella no es sólo un cuerpo funcional apto para criar hijos y mantener el hogar,
sino que es parte de una realidad más grande". Mencionando a Federico
Engels, Elena sostiene que el "trabajo la conecta con otro mundo, aumenta
su conocimiento sobre ella misma y se da cuenta de que puede ocupar otro lugar.
En ese momento, ella asume y desarrolla su rol"
En
Las variables que se suman en el padecimiento de la mujer del campo popular son
las siguientes: "trabajo, explotación, sentimiento de culpa, mal pago,
explotación de sus hijos", añade. "Esto es lo que el sistema
interioriza en nosotros. Y la práctica, la lucha, la conciencia, tiene que
darse cuenta de este estado de cosas".
Elena cita en su libro a Federico Engels: "El derrocamiento del derecho
materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El
hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada,
convertida en servidora, en un simple instrumento de reproducción". Elena
propone que, ante esta situación de subordinación, la "lucha de la mujer
por su liberación es la disputa por un territorio y un espacio que le
corresponde, sabiendo que detrás de esa liberación estaba y está la liberación
integral del ser humano".
En este sentido ella argumenta que la sociedad, con sus constantes cambios y
transformaciones, dilapidó ese rol dirigente que alguna vez tuvo la mujer. Ante
esto "ella no debe admitir las desigualdades, tenemos que asumir y exigir
planos de igualdad frente al otro género. Es parte de la lucha de la mujer en
el seno de esta sociedad machista. Si la mujer no lucha, este proceso
continuará subsumiéndola, porque nada le será regalado".
Continúa explicando que "el trato descarnado, vejatorio, humillante y
despectivo sobre la mujer es justificado por la sociedad patriarcal. Todo
esto es parte de una política del Estado que criminaliza a las mujeres pobres.
Esta es una misión afanosa y persistente del sistema". Plantea que las
mujeres y la sociedad hagan frente a esta situación y colabora con los testimonios
presentes en su escrito para que se fomente la creación de una "memoria
colectiva".