HISTORIA                                

Otro hombre de Villa Crespo: la militancia, el exilio y los niños y niñas

 

Conventillo de La Paloma

 

Por Elena Luz González Bazán especial para Villa Crespo Digital

 

El conventillo de la Paloma no puede ser rematado…
 
DEFENDER EL PATRIMONIO CULTURAL DE VILLA CRESPO
 
12 de enero del 2006
 
El patrimonio cultural de Villa Crespo, en nuestra europeizante y despreocupada Buenos Aires, sigue su curso de remate indiscriminado del patrimonio histórico, de nuestra memoria, de la identidad como barriada popular, de su nacimiento surcada por fábricas, talleres, textiles, un arroyo Maldonado con las vísceras abiertas, mostrándose tal como era, inundando, cubierto de vegetación, peligroso y bravío cuando llegaban las lluvias. Un aspecto inusual y no pensado para una Capital que hoy está repleta de hierro, cemento y cal…
 
Hacia 1886, fecha determinada, 3 de junio es, en el calendario, el momento fundacional de nuestro barrio. Por esos momentos se inaugura la Fábrica Nacional del Calzado, una sucursal de la fábrica Wattine y Compañía. Con sede en la calle Balcarce, por entonces Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo, que busca su forma de expansión, llega hasta el actual Villa Crespo y entre las calles: Padilla, Gurruchaga, Murillo y Acevedo se instala la fábrica, que llegó a tener 1.200 trabajadores. Sobre Serrano 152 al 158 y Thames 145 al 149, entre Murillo y Muñecas se encuentra el Conventillo El Nacional, donde van a vivir los obreros de la fábrica y sus familias.
 
En este conventillo al igual que los 2.835 que había en la Capital, convivían familias de distintas nacionalidades, idiosincrasias, que llegaron de Europa, eran pobladores nativos, soñaban con un trabajo, una vida digna y un lugar donde dormir. En aquella historia de existencias duras e injustas se conocieron las camas calientes, esas que eran abandonadas por unos para ser ocupadas, rápidamente, por otros. Así vivían nuestras clases populares. Sin política de estado, sin condiciones humanas esenciales, expuestos a todos los males y epidemias.
 
Ese conventillo junto a otros inquilinatos, hoteles o formas diferentes de albergue muestran las condiciones de amplios sectores que formaron familias, trabajaban durante largas jornadas y dejaron reflejadas sus historias personales y la historia de parte de nuestra Buenos Aires. Como si se tratara de una vergüenza se voltea, se remata o se malvende para negocios inmobiliarios. Sin ningún tipo de participación, ni defensa de los organismos públicos.
 
Por otro lado la cifra de base es cinco veces menor al valor del edificio y mucho menor al valor que tiene como patrimonio histórico y cultural. Pero esto es, para jueces, administradores estatales y desaprensivos ciudadanos un hecho menor…
 
El próximo 22 de abril en la calle Talcahuano 479, sin horario estipulado, será puesto a remate el Conventillo de la Paloma, de donde se nutriera Alberto Vacarezza para realizar su Sainete: El Conventillo de la Paloma. Obra estrenada en 1928 en el teatro El Nacional por la compañía de Pascual Carcavallo, y la interpretación de la primera actriz Libertad Lamarque. El escritor Leopoldo Marechal nacido en 1900 y muerto en 1970 situó su obra teatral La Batalla de José Luna en el conventillo.
 
En la actualidad viven 16 familias, al Conventillo le quitaron una parte de su fachada para entregarla a una fábrica de alimentos para catering llamada Food Service, después vino Natural Service que parece haber sido proveedora del estado porteño, usurpando la mitad del predio de 1953,25 metros cuadrados, valuado en 1.200.000 dólares. Ahora la jueza María Sira Beneventano ordenó el remate, sin pensar en otro valor… el testimonial.
 
Si todo sigue su curso, el conventillo dejará de ser uno de los 90 sitios turísticos de la ciudad autónoma de Buenos Aires, y nos preguntamos, lo voltearán para edificar otra torre de cemento, como se hizo con el predio de la vieja curtiembre, dejando al barrio sin espacios verdes… eso sí, luego los funcionarios irán a la televisión a darse golpes de pecho…
 
El octogenario dueño no aparece, hace un par de años no cobra los alquileres, las familias no han pagado más, puede que haya deudas hacia otros, aún, más ancianos acreedores, también pueden haber defraudaciones, como la que se adjudica a Martha Susana Destoc, supuesta novia del propietario Leonardo Roitman y la abogada Miriam Amalia Arri, que tienen en su haber una treintena de defraudaciones, según los vecinos, y que tendrían orden de captura. Pero todo esto son datos.
 
Las emblemáticas 112 piezas tienen una historia para contar.
 
Sus mayólicas originales mucho más…
 
Faltan apenas unas horas, media una decisión política del gobierno de la ciudad, o se remata el predio y se dejan en la calle a 16 familias, y se consolida un nuevo atropello a la historia de la humanidad o se privilegian los padecimientos y avatares de estas 16 familias y se priorizan los valores de nuestra historia, nuestra memoria y la identidad cultural y política de nuestro barrio.
 
O nos olvidamos de esas pequeñas y grandes historias escondidas en cada ladrillo del Conventillo, o dejamos que la topadora neoliberal nos robe nuestra historia.
 
Los inquilinos del Conventillo están dispuestos a resistir el desalojo, han pasado información errónea a los posibles compradores, ¿qué debemos hacer nosotros?. Protestar, acompañar, exigir que no se consuma este nuevo atropello.
 
No es casual que en los últimos años todos y cada uno de los emblemas del barrio fueran tirados a pico y pala, demolidos, perdidos entre torres inhóspitas, arrancados sus espacios verdes, demolidas sus chimeneas, endeudados sus edificios antiguos, sus cafés centenarios… ahora vienen por el Conventillo.
 
Como si la historia pasara por ocultar nuestro nacimiento, nuestras tradiciones, sus hombres y mujeres, esos anónimos parecen no merecer ni un pequeño espacio que lleve sus nombres. Porque es mejor llenar revistas, diarios, periódicos con los nombres de ¨famosos¨, venden, son la publicidad de estos tiempos, la noticia y el negocio de la información.
 
Algo más para reflexionar, ciudades, países azotados por la dependencia y los aires demoníacos del neoliberalismo, a pesar de eso cuidan su patrimonio cultural. México y Perú se enseñorean en nuestro continente con sus ruinas, monumentos, moles de piedra, grabados y pinturas, cerámicas y ornamentaciones, testimonio elocuente de la sangre de sus antepasados. Los guardan, los custodian, los exponen, son de ellos y de la humanidad. Estos países defienden su identidad. Aquí las destruimos y nos despreocupamos, no reparamos en nuestros sucesivos errores. Por eso las dictaduras incendiaron, destruyeron y ocultaron, para preservar su futuro.
 
No debemos permitirlo…
 
NOTA: Esta nota fue publicada el 20 de abril del 2004 en la edición impresa de Villa Crespo, Mi Barrio
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