MEDIOS DE TRANSPORTE       

Ferrocarriles: El paso de las zorritas

 

Quemú - Quemú

 

Por Mario Morales especial para Villa Crespo Digital

 

El tiro al blanco, certero, tiene que ser éste

 
10 de febrero del 2009
 
El sábado 18 de octubre del corriente año el andén de la estación de mi pueblo, Quemú–Quemú, recibió dos símbolos de una época pasada, y gloriosa, además. Eran las 18:30 horas cuando dos “zorritas” hicieron su aparición llegando desde la localidad de Miguel Cané, distante (por ruta) 13 kilómetros. Parte de la hazaña no está en esto, sino que radica en que estos admirables hombres, tras un ideal en común, buscando en cada andén apoyo, habían iniciado su viaje, días antes, en Bahía Blanca. Nada menos.
Tuve el placer de conversar con ellos, de decirles que soy uno más de los tantos que debe de haber diseminados por estas tierras mal manejadas, que buscan y quieren, desean de corazón, que el tren de pasajeros vuelva a pitar sobre la traza de rieles de nuestro país, fijada aún sobre la tierra, permitiendo esto no ser víctima del vandalismo cruel e indiscriminado como ocurrió con demás elementos que hacían la vida del ferrocarril. (Llevarse las vías implica un trabajo por demás de forzado).
El domingo 19 de octubre, por la mañana, fui testigo de la partida de estas zorritas. A las ocho en punto partieron con rumbo a General Pico. La hazaña en su totalidad: llegar a San Juan. Bahía Blanca–San Juan, recorrido que hacía el llamado tren “blanco”, el diésel, el que reemplazó a las locomotoras a vapor.
Decía, esa mañana fui partícipe de su partida. Emoción fuerte me produjo ver a estos hombres emprender el viaje. No bajé mi vista hasta que borrosa se me hizo la imagen. Me quedé en el andén despidiéndome de otra gente que los acompañaba en su itinerario, con la esperanza de volver a hacerlo (estar en el andén) algún día no muy lejano, por el simple hecho de ir a mirar al tren como otrora se hacía como pasatiempo en los pueblos.
Hoy estos hombres cumplieron su cometido; llegaron a San Juan y a esta altura cada uno de ellos está en su casa.
Quise rescatar en estas pocas palabras la lucha de algunos sectores por hacer que el tren vuelva a rodar por la “telaraña metálica” —como llamó a la traza de vías el autor de Historia de los Ferrocarriles Argentinos, Raúl Scalabrini Ortiz—, interponiéndose en justa razón con ciertas ideas de hacer que este país, en una especie de imitación o deseo de igualdad absurda con países llamados del Primer Mundo, haga circular al tren bala. ¡Por favor! Empecemos primero por restaurar lo que tenemos (o lo que quedó, pero lo tenemos), sigamos con volver a dar vida a los pueblos (hay pueblos en vías de extinción por no contar con ferrocarril), y trabajo a los hombres (Mechita, un ejemplo: de 1500 empleados en sus talleres de locomotoras, hoy, luego de la calamidad menemista de 1992, quedan sólo 50 empleados. También, por la misma calamidad: de 46.000 kilómetros de vía que se usaban, el kilometraje bajó a 27.000). ¡Éste tiene que ser el balazo!
Luego de aventurarnos en empresas a las que a gran parte de los argentinos les cuesta (a los que gobiernan, al menos), sí pensemos en parecernos a uno de los países del Primer Mundo. Con seguridad uno de los pasos para pertenecer a ese Primer Mundo sea recuperar los nuestro, cuidarlo, y no profanar sus arcas para el enriquecimiento propio. Tal vez un escalón para llegar al Primer Mundo sea ir, como nuestros padres hacían, al andén de las estaciones de ferrocarril a esperar al tren.
 
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