MEDIOS DE TRANSPORTE 

FERROCARRILES

 

EJEMPLO LATINOAMERICANO II

 

Juan Carlos Cena * especial para Villa Crespo Digital 

 

El ferrocarril es una cuestión nacional. Camino al Bicentenario sin ferrocarriles
 
EJEMPLO LATINOAMERICANO
 
3 de febrero del 2010
 
Ferrocarriles uruguayos. "Vamos a tener un ferrocarril que ande a 40 kilómetros por hora. Ahora no llega a andar ni a 20 y con peligro de descarrilar. Pero vamos a dar un primer salto y después, dentro de tres años, tal vez podamos lograr que ande a 60 kilómetros por hora", señaló Mujica.
 
Esta narración la elaboré allá por 1988, a nuestro regreso de Uruguay, viajamos de la Seccional Organismo Central de APDFA, donde era Secretario General, a solidarizarnos con nuestros compañeros ferroviarios uruguayos, trabajo que se tituló: Las enseñanzas uruguayas. La pregunta sería ¿Por qué la repito? Porque es una enseñanza, que tiene que ver con la terquedad de las utopías. Así de sencillo.
 
Cuando llegamos, los compañeros Toledo, presidente de la Unión Ferroviaria Uruguaya, y Walter Caulia, secretario general, nos informaron de todo. No nos sentíamos extraños ante tanta tibieza, nada ceremonial.
Aquí, en la hermana orilla, los compañeros de todos los gremios y los partidos políticos populares movilizaban al pueblo; allí, en Argentina era una toma y daca por debajo de la mesa: la conciliación era la esencia de todas las cosas. Que todo se puede negociar. Presiono y negocio; pero cada vez presiono menos, y negocio más.
 
La globalización del desguace ferroviario tenía que ver con la crisis de la industria automotor, en el mundo capitalista, que la descargaba sobre los países dependientes. Clausurar los ferrocarriles era la condición necesaria para que se instale la industria del transporte automotor.
 
El sindicato ferroviario uruguayo era todo movimiento, como un tren. Vecinos, compañeros de otros gremios, pobladores más pobladores se apiñaban afuera a medida que la hora de la manifestación se acercaba. La solidaridad hecha provisión, especies y elementos de primeros auxilios. Lo más importante era la presencia de los pobladores, de la ciudadanía toda, se agolpaba frente al sindicato ferroviarios trayendo su solidaridad con todo su cuerpo.
Los ferroviarios estaban rodeados, apretados, era un entorno con voces, alientos y paquetes.
La marcha se inició en los Talleres Peñarol pasadas las 8,30 horas, desplazándose hasta la Estación Central. A medida que marchaban se acoplaban como ramilletes distintas delegaciones de pueblos y sindicatos.
Salimos a su encuentro. Cruzamos algunas calles solitarias, desoladas. Ni un alma, ni perro husmeando basura. Nada. Todo se esfumó mucho antes de la hora del paro. A lo lejos, la música y el rumor de que algo, más allá, se aproximaba, como un sordo trueno vivaz, no marcial. Vimos la columna principal al doblar la esquina. Tenía la forma de un animal ondulante, vivo, que serpenteaba y en ese movimiento cambiaba, mutaba, y tomaba otras formas. Su cabeza no era feroz, era tronadora, musical. Conjuntos candomberos batían sus instrumentos de percusión y ese ritmo contagioso marcaba el andar y el flamear de los carteles de los otros gremios. Ningún partido político llevó las de ellos. Respeto, mucho respeto. Nada de clientelismo.
Todo era color, música. Una alegría difícil de describir, contagiosa. Era la alegría de la lucha y de la naciente terquedad que asomaba, todo un empecinamiento popular. Encolumnados por propia voluntad vecinos, barriadas, pueblos, trabajadores, y repito, la ausencia de los carteles de los partidos políticos.
 
De repente apareció la cabeza principal de la marcha. Sobria, encadenados por los codos. Compactos y cantando. Banderas del PIT-CNT, de los ferroviarios; el color de nuevo, los redoblantes percusionados en una cadencia incitadora, a mover la osamenta...los redoblantes no marciales.
 
Nos fuimos arrimando despacio. Nos acercábamos más. El compañero Toledo, presidente de la Unión Ferroviaria uruguaya, nos tomó del el brazo y encaró a la cabeza de la manifestación. Ésta se detuvo. Los compañeros de seguridad se abrieron, nos cedieron el paso. Nosotros petrificados. Se soltaron los codos, como cerrojos que se abren y nos ofrecen integrar la cabeza de esa bestia llena de ojos que nos mira -sabe que somos del otro lado, argentinos-, y al abrir la inmensa fauces nos engancharon con los codos, nos atraparon, nos hicieron de ellos, nos engulleron. Nos expropiaron la nacionalidad, nos hicieron uruguayos. ¡Tremendo honor! ¿Las emociones? No, ya las tenía cuando los vi asomarse, ésta era otra cosa, no sé, al día de hoy como describirlas. Al Flaco, mi compañero lo veía de rabo de ojo a un costado, lo llevaban levitando, amarrado, duro, lleno de emoción, él también. Pero digo yo, como no te vas emocionar ¡qué joder!
 
Ya encolumnados anunciaron nuestra presencia: ferroviarios argentinos encabezan la marcha. Los vivas, los aplausos por la presencia solidaria. ¡Qué corcoveo! Se nos desataban sin riendas las emociones, respiro como un asmático, éramos una piltrafa. Nosotros los valientes ferroviarios, los más machos, nos llevaban, no caminábamos. Lo miré a mi compañero, era como mirarme. Estaba más alto y con su rostro indescriptible ¿estaré igual? Las quijadas y el cuello duro, tenso, creía que me resquebrajaba.
Ese día, Montevideo, después del mediodía se silenció. Sólo la serpenteante la columna de la manifestación que se movía, y por todo su cuerpo desprendía un vaho caliente. Como una inmensa lampalagua musical se desplazaba invadiendo los silencios montevideanos. Avanzaba, avanzaba, cubría su recorrido y se engrosaba engullendo cada vez más pueblo. Todos, en ese mediodía caliente, deseaban ser engullidos. La marcha era una anaconda gigante, mágica, sagrada; había nacido de las entrañas de los pobladores.
 
Luego de marchar un buen trecho, llegamos. Por pedido de los compañeros del PIT-CNT nos invitaron a subir al palco central. Frente a 200.000 yorugas, nuevamente, anunciaron que ferroviarios argentinos portando solidaridades estaban ahí ¡Pa’ morirse hermano, pa’l desmaye maestro! El cuero no aguantaba tanto estire, de nuevo sobarlo para que se rellene de emociones, vivencias, es que hay un límite. Todo un empache. Un empache machazo, que ni la curandera más mejor en asuntos de tiraditas de cuero. Nunca, ni la más embrujada me pudo sacar este empacho...
 
Dije, como más de 200.000 compañeros venidos de todas partes del país. La familia de los ferroviarios, gente de los pueblos; que si se aplicaba el Plan serían fantasmas. Se movilizaron en camiones, viejos ómnibus, catraminas añosas, cafeteras que eran una reliquia, cualquier medio, la cuestión era la presencia, estar. Se debía ese día, estar. Así estuvieron más de 200.000 uruguayos tenaces.
 
Iban a comenzar los discursos, se demoraban, seguían llegando delegaciones de poblaciones como Pan de Azúcar, Juan Lacaze. Rivera, Soriano, Mercedes, y en toda la consigna principal: Por el país y su gente, salvemos al ferrocarril.
Avanzaban y avanzaban los pobladores con sus botijas y sus cansancios, no desfallecían; alegres y preocupados a la vez.
 
Fervorosos discursos comenzaron a pronunciarse a favor del ferrocarril. Las referencias al pensamiento artiguista estaba en cada exposición: ‘No venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad’.
Pedro Toledo, presidente de los ferroviarios dijo: ‘Quieren transformar a nuestros pueblos en pueblos fantasmas. Denunciamos desde esta tribuna las mentiras del presidente Sanguinetti. Esas mentiras han sido refutadas por las claras ventajas que ofrece el ferrocarril’.
 
La figura de Pedro, de baja estatura, se agrandaba en cada palabra, párrafo, en cada andanada de verdades que aplastaban las mentiras batidas a todo parche por todos los medios cómplices. Seguía el Pedro: ‘La mayoría de nuestros pueblos surgieron junto a las estaciones y es el único medio de transporte que permite conectarlos. Hoy, por irresponsabilidad del gobierno se amplió la zona de incomunicación entre ellos. La crecida de bañados, cañadas, arroyos produjo la separación entre ellos, y sin el ferrocarril, esto no tiene solución inmediata’.
 
Nos invitaron hacer uso de la palabra. Lo miré a mi compañero. Se negó a puro gestos, estaba mudo. Me dejó solo, quedé desguarnecido. Me dieron el micrófono, lo tomé y miré que miles de ojos me miraban, yo callado. Estaba pétreo. Arranque con formalidades, y dije cosas que ya no me acuerdo, sólo se que nos vivaban a los ferroviarios argentinos. Entregue el micrófono, estaba endurecido.
 
En los discursos se mencionaba el mismo modo de nacer de los pueblos, a la vera de las estaciones, y hoy, lo por venir, la misma desintegración territorial por el levantamiento de ramales en la época de militares. Un calco, aquí y allá.
 
Luego Daniel Martínez en nombre de la central obrera PIT- CNT, que manifiesta entre otras cosas: ‘Se nos acusaba hace tres años cuando denunciamos un plan elaborado por los centros de poder económico y financiero internacional, destinados a destruir nuestro patrimonio nacional, a entregar, mejor dicho, a regalar todo lo que el Uruguay y su pueblo como nación fue construyendo a lo largo de la historia. Fuimos acusados de alarmistas, de querer detener el progreso del país....cada frase que nos tocaba cerca, una de esas fue más que cerca:...incluso muchos trabajadores no creyeron que se fuera a privatizar o eliminar industrias.
 
Dura piña al mentón. Las palabras del compañero Martínez nos incluía; más que un discurso uruguayo era rioplatense, contenía a ambas orillas...a ellos no les importa, total, los que sufren el cierre de los servicios de AFE (Ferrocarriles) son gente del pueblo, son trabajadores, son pequeños y medianos productores. No hay ningún apellido ilustre que sufra.
 
¡Qué desprecio por nuestra gente!
¡Qué desprecio por nuestro pueblo!
¡Qué desprecio a todo lo uruguayo!’
 
Prosigue el compañero Martínez denunciando, demostrando didácticamente como si fuera un maestro, dando pautas, sin gritar pero con voz firme, proponiendo a toda la concurrencia medidas de resistencia y solución al problema.
 
Terminó el acto pasado el medio día. Ese día comenzó la terquedad militante de los uruguayos para recuperar los ferrocarriles, los hicieron retroceder, resistieron, se reordenaron y volvieron a avanzar en forma empecinada hasta los anuncios del Pepe Mujica, el nuevo presidente elegido por esa obcecación.
 
 El sol montevideano caía como una plomada. El sol calentaba la calentura de la gente. La inmensa lampalagua se disgregaba ordenadamente. Todo estaba previsto. Por delegación se agrupaban y eran guiados a distintos lugares para darles de comer, refrescar a niños, madres, habitantes de los pueblo, reponer fuerzas. Nos invitaron a comer. Los dirigentes nacionales debían servir a los que vinieron del interior. Aceptamos, con el compañero Toledo nos encaminamos al Taller Peñarol. Con mi compañero nos planteamos que queríamos ser uno más de ellos. Nos aceptaron gustosos. A laburar de pinches de cocina. Me dieron una inmensa mortadela, debía cortarla en daditos. Castigo de preso. Le di al corte charlando, escuchando la música semiclandestina de la época de los ¨milicos uruguayos¨, de nuevo Zitarroza, Viglietti, Falta y Resto. Nos explicaban sus vidas y sus cantos. Decía, laburamos como presos; ni que hablar de lo que nos reímos. Eso sí, la cerveza era buena, el tinto regular para abajo, pero como uno no es delicado ni despreciativo, tragamos como una grieta. Se dio de comer a los pobladores. Nosotros apenas. La pasión por el chamuyo pudo más; desde el fútbol hasta la sublimación.
Empezaba a caer la tarde. La gente se fue despidiendo. Bajo la sombra de los árboles mateamos hasta que nos separamos con dificultad. Fue un día de esos que valen años.
Nos esperaban los compañeros del PIT-CNT como última actividad, luego recorrer Montevideo. Al final recalamos en un viejo Bar.
Con el compañero aún no cambiábamos impresiones; los dos teníamos ganas de contarnos, pero el proceso rumiante no terminaba. Es qué todo así, de golpe, en un día, no era cuestión.
¿Qué nos dejaban estas enseñanzas uruguayas? Desde el punto de vista emocional nos sacudieron. Pero lo otro: las palabras, las palabras de los discursos; la convocatoria de los dirigentes, el comportamiento masivo del pueblo como contestación a esa convocatoria: todo el cuerpo social uruguayo se movilizaba como un inmenso animal enardecido. El pueblo no aislaba a los ferroviarios, es que los ferroviarios nunca se aislaron.
Recién montados en el ómnibus al regresar llegó el intercambio de impresiones.
Después, mucho tiempo después y siempre, nos acordábamos de ese día montevideano. Ese vendaval anunciado, nauseabundo, finalmente cruzó por las tierras charrúas, atravesó el Río de La Plata al poco tiempo. No se lo pudo detener, las defensas no alcanzaron. No habíamos cavado ni una mísera trinchera.
Dos cosas quedaron prendidas de esos tiempos y retumban aún las palabras del compañero Toledo: los pueblos fantasmas y el desprecio por sus habitantes, dos cuestiones asociadas. Ese día, lo repito, se echó a andar la terquedad de la esperanza, el empecinamiento se hizo carne y voz, nunca se detuvo. Los sectarismos, la intolerancia, la discriminación fueron expulsados, costó trabajo, pero se logró.
 
Siempre hablamos entre los ferroviarios argentinos de las enseñanzas uruguayas, del Uruguay premonitorio. No lo debemos olvidar. Las esperanzas se cristalizan si se lucha.
 
             
* Juan Carlos Cena es miembro fundador del Mo.Na.Re.FA  (Movimiento Nacional por la Recuperación de los Ferrocarriles Argentinos)
- Autor de:
- El Guardapalabras (memorias de un ferroviario)
- El Cordobazo, una rebelión popular.
- El Ferrocidio 1ª edición (agotada)
- El Ferrocidio. 2da edición (ampliada y corregida)
- Crónicas del Terraplén.
- Ferroviarios, una sinfonía de acero y lucha
- Personal técnico especializado en Planeamiento y Control de Gestión
- Ex secretario general del Personal de dirección (APDFA) de Capital Federal
 
Mujica con los trabajadores del riel
 
Caracteres: 13.995
contador

 

my widget for counting
contador