LA
INJUSTICIA, LOS NIÑOS Y LA POBREZA
PALABRAS
DE TERESA QUINTELA
|
Producción Periodística Haydeé Dessal especial
para Villa Crespo Digital
29 de
abril del 2011
Palabras
de Teresita Quintela, senadora de La Rioja, cuando se trató el
tema en el senado de Argentina:
"Tratemos
de analizar un ejemplo cercano, ya que, si bien he visto cosas aberrantes
en mi provincia, tal vez resulten un poco lejanas como para entenderlas
de un modo cabal.
Una niña
que vive en alguna villa de esta ciudad, en condiciones de promiscuidad
y pobreza, es abusada por su padre, su padrastro o su tío, ante
la mirada indiferente de su madre.
El bebé
no deseado producto de esa violación padecerá hambre y
violencia desde antes de nacer.
A los
pocos años, el niño saldrá a la calle, apurado
por satisfacer sus necesidades humanas básicas de alimento, compañía
de sus pares, zapatillas o abrigo, y se encontrará cara a cara
con las drogas, la delincuencia, la prostitución, la trata de
personas y con diversas formas modernas de esclavitud.
Este niño
no concurrirá a la escuela, o desertará de ella prontamente,
porque la escuela argentina lo excluirá, dado que no está
preparada para contener afectivamente, ni enseñar oficios, ni
impartir contenidos funcionales a la realidad de los niños en
condición de riesgo que habitan las ciudades de hoy.
La que
sí se encargará de él es la televisión,
omnipresente en cada villa, en cada asentamiento, por pobre que sea.
Y allí
aprenderá que todo el rencor, la perversión, el resentimiento,
la crueldad, la estupidez y la banalidad que podamos imaginar, son nada
comparados con los modelos que ofrecen esas oscuras usinas ideológicas
que nos atontan con aberraciones para que consumamos más y más
publicidad.
Así
que nuestro niño no será un escolar.
Ya no
aprenderá la historia del renacimiento europeo, pero sí
a manejar armas, a robar, a consumir drogas, a venderse por sexo o lo
que sea.
Todo eso
se lo enseñarán adultos, en la calle o por televisión,
en las series o en los noticieros, que se regodean en este tipo de enseñanza
gratuita.
Tendrá
suerte si los adultos no lo usan de mula, y le llenan las entrañas
con cápsulas de drogas para atravesar alguna frontera.
Tendrá
suerte si los adultos no lo secuestran para quitarle sus órganos,
si no lo obligan a prostituirse.
Tendrá
suerte si la policía no lo mata en alguna circunstancia confusa.
De seguir
con vida, queda el mayor peligro de todos, el paco. Si el paco lo alcanza,
este niño ya tiene fecha de vencimiento.
Padecerá
un deterioro cerebral que lo matará en medio año, más
o menos.
El paco
no es un duende malo que sale a la siesta.
Es un
producto de laboratorio que le vendemos a ese niño los adultos.
A los
14 años, nuestro niño ya sabe que matar o robar son cosas
penadas por la ley.
Lo sabe
muy bien porque no habla de otra cosa.
En realidad,
su vida se limita al trato con delincuentes, o policías, porque
tal vez ya está viviendo en la calle.
Su madre
ha tenido seis hijos más de diferentes padres y aspira a llegar
a siete, para cobrar alguna pensión miserable, o ser beneficiaria
de algún plan. Ya no hay lugar para él.
Nuestro
niño duerme bajo un puente de la avenida Juan B. Justo, con otros
vagabundos precoces. Mendiga, o roba para comer, pero quiere ir por
más.
Ahora
conoce las comisarías, porque a veces lo detienen, y ya entiende
los códigos de la calle.
Un día
consigue una pistola 9 milímetros . Es bastante improbable que
la haya comprado él. Lo más posible es que se la haya
dado un adulto. ¿Se la dá porque sí, por hacerle
un favor?
El día
que el niño usa el arma y mata a un adulto -sea porque lo mandaron
a hacerlo, o porque está drogado, hambriento o enloquecido- todos
los adultos ponemos el grito en el cielo, como si fuera una calamidad
imprevista, como si una fiera anduviera suelta en la ciudad y hubiera
que cazarla como sea.
Eso, señores,
se llama hipocresía.
Por más
cara de inocentes que podamos poner, sabemos perfectamente que no hay
arreglo posible para esta situación si no se destinan fondos
en la prevención de la delincuencia precoz, lo que equivale a
decir afecto, alimentos, abrigo y educación para todos por igual.
Para todos
por igual.
Bueno,
los niños ricos siempre tendrán más de todo eso,
pero debe haber un promedio aceptable para todos los demás.
Si para
conseguir que todos nuestros niños tengan acceso a los bienes
y servicios esenciales, tuviéramos que invertir hasta el último
peso, y poner a trabajar hasta el último agente capacitado para
monitorear la gigantesca operación nacional que hace falta para
ello: señores, hay que hacerlo.
Todo lo
demás son buenas intenciones.
El infierno
está empedrado con buenas intenciones.
Y con
un Estado ausente, abandónico, indiferente y en algunos casos
torturador, vamos rumbo a vivir en un infierno.
¿Es
este proyecto que hoy tratamos el primer paso en la dirección
correcta?
¿Cuándo
se juzgue a un niño en juicio oral y público se hablará
de todas estas cosas que hemos dicho recién?
Y sobre
todo: si el niño paga su delito como si fuera adulto, ¿los
adultos le pagaremos la inmensa deuda social que hemos contraído
con él, y con miles de otros niños como él, rehabilitándolo
para una vida digna?
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