Diciembre
del 2001 no significó un quiebre del poder político
y económico…
Por
Elena Luz González Bazán especial para Villa Crespo
Digital
29
de diciembre del 2011
Los
días de diciembre del 2001, desde el 18 hasta el 20 y todos
los sucesos posteriores convocaron a miles de ciudadanos de todo
el país. Los vecinos, los pobladores, esencialmente, de las
grandes urbes se dieron cita en formas asamblearías, se juntaron
en las esquinas de los barrios, se mostraron como vecinos, se reconocieron
como habitantes de un espacio común.
La
cacerola fue un artefacto que se utilizó para protestar,
la calle fue un lugar ocupado, las plazas fueron espacios de reunión,
la Plaza de Mayo fue visitada en esos meses más que otros
períodos.
En
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires nacieron más de
200 asambleas barriales, los vecinos y también las distintas
formas partidarias se dieron cita en estas reuniones que se hacían
en esquinas donde se ocupaba el espacio y luego del 20 de diciembre
fueron hasta soportadas por las autoridades policiales pertinentes.
Aquellos
días de diciembre comenzaron con un gran movimiento impulsado
desde los estamentos políticos partidarios e incentivados
por la desastrosa administración nacional, la ausente figura
presidencial y el caos económico que incautó a los
más pequeños, o sea, a los sectores medios, no relacionados
con los grandes poderes económicos, acarreo descontento en
alza, mientras los grandes no sufrían incautaciones. Estos,
por supuesto, a la hora de la apropiación por parte de la
política de Domingo Cavallo, habían hecho emigrar
sus grandes depósitos al exterior.
Las
oleadas de pobladores pidiendo comida y confiscando cuanto supermercado
se puso a tiro fue un desencadenante, las imágenes recorrieron
el mundo, la desocupación en aquellos años rondaba
el cincuenta por ciento de la masa laboral activa, la pobreza e
indigencia trepaba al 57 por ciento, más 20 millones de habitantes
de este país eran pobres o indigentes. A esto se sumaba una
situación laboral precaria, en negro, contratos basura, que
no sólo estaban en el ámbito privado, reinaban en
la administración pública nacional, provinciales e
intendencias.
En
tal sentido, habían aflorado los Movimientos de Trabajadores
Desocupados, porque la pobreza, el hambre, la desazón eran
carne de cultivo para la explosión. Mientras tanto la primera
dama pensaba en el vestuario que llevaría a Holanda para
el casamiento de Máxima, la hija de un responsable directo
de la última dictadura militar.
El
19 ante el estado de sitio, decretado por el gobierno de Fernando
De la Rúa, el espontáneo retorcer de cacerolas volvió
a ganar la calle y el 20 la Plaza ya estaba ocupada. El estado de
sitio se volvía a instaurar de la mano de un gobierno radical,
el entonces presidente De la Rúa creyó, junto a muchos
colaboradores, que con esta medida se calmaría todo, evidentemente,
no tenía un buen análisis de la situación,
la explosión fue infernal.
El
20 de diciembre el escenario de la Plaza fue fantasmagórico,
en medio de la humareda desplegada por los gases lacrimógenos,
los tiros de itakas, balas de plomo, los gases pimienta, mostaza
y otros, más la represión durante horas, no hizo retroceder
a los cientos, miles de personas que se movilizaron hacia la Plaza
de Mayo participando activamente contra la represión estatal.
Adentro,
en Casa Rosada, había un presidente que ya no podía
ordenar la Nación, no tenía elementos contundentes
para encabezar un desandar de esa explosión social que estaba
arrasando su gobierno.
Pero,
la situación reinante tenía íntima relación
con el dinero atrapado en el famoso corralito, el dinero decomisado
por el mismo capitalismo, porque el socialismo, por lo menos hasta
aquí, brillaba por su ausencia. Es más, los principios
de la propiedad privada estaban siendo violados por los poderes
políticos y económicos dominantes, la clase media
estaba siendo quebrantada por ellos, eso sí, la reacción
recién ocurría porque hasta ese momento quienes tenían
trabajo vapuleaban a los que estaban desocupados, de solidaridad
ni que hablar…
A
diferencia de muchos que nos hablan del Argentinazo, queremos con
respeto y en medio del debate. decir que no coincidimos, hubo un
momento donde se pensó en dicho Argentinazo, fue en otro
momento histórico, luego del 1º Rosariazo, el Cordobazo,
el 2º Rosariazo y todas las expresiones y sublevaciones organizadas
que hubo en la década del sesenta y setenta, las condiciones
eran otras, y el Argentinazo no se hizo, no pudo cuajar, a pesar
de tener el Movimiento Obrero organizado más importante de
América Latina, faltó la unidad, primaron otros aspectos
históricos que no desarrollaremos aquí, lo que podemos
afirmar es que el Cordobazo tiró por tabla rasa a un ministro
del riñón del poder económico que fue Krieger
Vasena y un año después a Juan Carlos Onganía.
Esta
protesta del 2001 que dejó, como siempre, el saldo doloroso
de muertes, fueron 38 en el territorio nacional, no fue ni significó
más que el cambio de un gobierno, la alternancia de varios
otros hasta la llegada de Eduardo Duhalde a la presidencia de la
Nación.
El
poder económico quedó intacto, es más, salió
favorecido de aquellos días, los depósitos expropiados
fueron de la clase media, que apenas volvió a recibir sus
dinerillos se sumergier en su mundo de consumo e individualismo.
De todo este proceso, lo que realmente es rescatable, además
del recuerdo por tantos jóvenes, esencialmente, que entregaron
sus vidas, es el gran movimiento asambleario que subsistió
en estos años.
De
aquellas 200 asambleas perduran unas 40, en la actualidad muchas
menos, es más, se han reciclado y hasta han perdido su papel
sustancial que fue, contra la irrupción de los partidos políticos,
la actividad política social sin banderas partidarias. Estas,
llevaron adelante el trabajo orientado por activos militantes sociales
que quisieron ser fieles a la consigna: QUE SE VAYAN TODOS, emplazada
hacia los políticos de turno. Estas asambleas tuvieron durante
esos meses, fundamentalmente al comienzo, una larga lucha contra
estructuras políticas partidarias que intentaron imponer
sus puntos de vista partidarias en este contexto del 2001. Muchas
de ellas también desaparecieron, fueron agotándose
con discursos y confrontaciones partidistas, socavaron el espíritu
vecinal y social que congregaba a los vecinos.
A
esta situación se sumó que, a medida que se daban
soluciones para liberar los depósitos de los ahorristas,
estos, iban abandonando el espacio de participación. Muchos
de estos perjudicados ahorristas, durante un tiempo sumergieron
sus dineros en los colchones ya no de lana, y con el tiempo recompusieron
su nueva amistad comercial con los bancos, los clientes perdidos
en aquellos días fueron nuevamente conquistados. Más
del 75 por ciento de los depósitos regresaron a las casas
matrices de los bancos privados nacionales, extranjeros, estatales,
cooperativos y nuevamente aparecieron las líneas de crédito,
los depósitos en dólares y pesos y la captura del
ahorro de la clase media, necesaria, aunque no totalmente esencial
para los grandes bancos.
En
aquel tiempo reverdeció la participación popular,
esencialmente, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el
Parque Centenario, sin rejas, fue escenario domingo a domingo, durante
aquellos ventosos, tórridos y calurosos días de verano
del 2002 de miles de hombres, mujeres, familias que se llegaron
con mandatos de sus respectivas asambleas, las cuales funcionaban
en la calle, deliberaban en medio de bocinazos y familias cartoneras
transitando y buscando trabajo y alimentos. Estos, los vecinos estaban
para encontrar formas organizativas, tratando de buscar un lugar
de participación.
En
estas reflexiones y asambleas multitudinarias llegaron los comedores,
las ollas populares, la confraternidad con quienes estaban arrojados
del sistema hacía mucho tiempo.
Se
buscaron las mejores esquinas, los mejores espacios para poder debatir
y resolver cuestiones de acercamiento, el conocimiento humano entre
vecinos afloró, reverdeció el reconocerse en una esquina,
comprando en el comercio del barrio, debatiendo sobre las problemáticas
políticas y sociales.
Se juntaron en jornadas de todo un día, de medio día,
o de horas haciendo múltiples actividades, los referentes
barriales, desconocidos hasta ese momento, pero fieles a la siempre
participación fueron convocados y se dieron cita en el trabajo
de las Asambleas barriales.
Los
debates fueron variados y múltiples, todos los aspectos sirvieron
para encontrar formas de análisis y reflexión a lo
pasado y la salida necesaria y posible.
Las temáticas rondaron desde fechas simbólicas, el
papel de los medios de comunicación, las problemáticas
sociales, la desocupación, pobreza, los chicos en la calle
y tanto más.
En
el Parque Centenario los días domingo por la tarde llegaron
a congregar más de cinco mil personas, organizadas medianamente
en sus asambleas, en sus nuevos espacios de colaboración.
Se votaba a mano levantada, se hacían propuestas, se acertaba
y se equivocaba, pero con una matriz preferencial, empezar a elegir
como vivir, como trabajar, como soñar que era posible una
realidad diferente y digna.
El
tiempo fue transcurriendo, el 28 de enero de aquel 2002, una impresionante
masa de desocupados encabezados por la Corriente Clasista y Combativa
y por la Federación de Tierra y Trabajo, Juan Carlos Alderete
y Luís D´Elia al frente, movilizaron miles de familias
desde La Matanza, sumándose más y más en el
trayecto de 38 kilómetros hasta la Plaza de Mayo, en la entrada
a Capital Federal, en Liniers, los esperaban la Asamblea Popular
de Liniers, una de las asambleas que perduró por largo tiempo…
Aquel
día de calor agobiante, la algarabía y la confraternidad
era primera, pero ese escenario demudaría prontamente.
Lo que estuvo ausente, en esa rebelión popular, fue la organización,
y lo que ella conlleva que es alcanzar otros niveles de conciencia
que trabajen en función de la solidaridad, la participación
y el entendimiento del momento político, histórico
y económico.
La
prosecución de recuperar los ahorros fue el vértice,
quienes quedaron fueron los activistas sociales que colaboraron
con la organización de las asambleas, pero pronto apareció
el reverdecer más fuerte y consolidado de la clase dominante.
A
pesar de quienes lean este trabajo no coincidan sobre el tema del
Argentinazo, simplemente, para quien cubrió aquellos momentos,
con el intento de comprender y comparar los momentos históricos,
decir esto, al no existir quiebre en el poder económico y
político, tan solo una remoción de gobierno, todo
el estatus quo anterior volvió fortalecido e hizo desandar
el camino de la participación de aquellas inmensas mayorías,
siendo ensalzable la actitud de quienes se mantuvieron en objetivos
comunes y prestos de participación, organización,
solidaridad y conciencia. Porque, además, fueron resolviendo
los nuevos lugares donde funcionar: locales abandonados, espacios
municipales que se fueron transformando, porque el frío llegó
y era urgente otro lugar donde reunirse y desarrollar las tareas
cotidianas. Los que perduraron en sus convicciones fueron remodelando
cada espacio conquistado y hasta los que alquilaron los locales
de funcionamiento han podido, en estos años, sostener los
mismos con la participación de muchos vecinos y amigos de
la zona o barrio. Evidentemente primó un nivel de conciencia
y compromiso.
El
recuerdo para quienes dieron sus vidas, esas placas, que en el caso
del centro porteño, nos refrescan, permanentemente, sus nombres.
Aquellos que siguieron manteniendo que esta clase política
se debía ir, los acontecimientos políticos ulteriores
demostraron que era correcta; pero esto no se logra con espontaneismo,
ni con el simple ruido de las cacerolas porque el objetivo meramente
economicista, de recuperar ahorros atrapados, no se transforma en
organización que lleve a los cambios de las estructuras políticas
o económicas, o ambas a la vez.
Para
que ello ocurra tiene que haber un condimento fundamental de conciencia,
organización y salto en calidad para luchar por esa vida
digna y justa, merecida y deseada que afloró, pero que no
fue una novedad del 2001, miles de momentos históricos de
confrontación anterior lo refrendan.
Lo
que sucede es que los procesos históricos existen, tienen
relación, pero cada uno debe ser analizado en su justo espacio,
no vale el voluntarismo, el espontaneismo, los grandes cambios de
la humanidad fueron a partir de una planificación que tuvo
y necesita de la participación popular que es la que conduce
y provoca los cambios y los consolida posteriormente.
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