PRIMERA
HUELGA GENERAL FERROVIARIA
TOLOSA
10 DE AGOSTO DE 1896
|
Por
Juan Carlos Cena y Mario Gasparri * especial para Villa Crespo Digital
6 de
marzo del 2011
UNA
LUCHA EPICA MEMORABLE
Fue la primera huelga de carácter general y se inició en los talleres
ferroviarios de Tolosa; se luchaba por la jornada de 8 horas de labor,
la supresión del trabajo a destajo y otras reivindicaciones inmediatas.
La huelga declarada el 10 de agosto de 1896 por los trabajadores de
los talleres de las empresas ferroviarias británicas, fue, sin duda,
la más importante registrada hasta entonces. Una lucha épica memorable
Como antecedente histórico podemos decir que corresponde a La Fraternidad
el honor de haber sostenido, en 1888, la primera huelga en la línea
del entonces ferrocarril Buenos Aires – Rosario, que en ese momento
era F.C. Central Argentino y luego sería la Línea Mitre. El origen
de dicho conflicto fue la detención arbitraria de un compañero maquinista
de la citada empresa con motivo de un accidente en el que perdió la
vida una persona en la localidad de San Martín.
Al influjo
de las luchas que sacudían el país e influyeron en el ánimo colectivo,
los obreros de Tolosa reclamaban en agosto de 1896 la implantación
de las ocho horas de trabajo, sin modificación de los salarios, la
supresión del trabajo por pieza o, a contrata; la anulación del trabajo
en los días domingos, y el pago doble de las horas extraordinarias
que, por otra parte, sólo serían realizadas en casos excepcionales
o de fuerza mayor.
Debemos
tener en cuenta lo que ocurría en aquellos tiempos, en que los directorios
ferroviarios obraban en este país como si estuvieran en dominios de
la corona británica. Es factible reconocer que llenábamos los requisitos
de colonia como país económicamente dependiente, y que estos empresarios
ingleses operaban como colonizadores. El circuito de dependencia se
activó formalmente por las leyes concesivas otorgadas por los gobiernos
pro oligárquico funcionales a la clase burguesa dominante y a los
designios imperiales. Cuando hoy se las analiza, se percibe el rol
que cumplían los ferrocarriles en este circuito comercial que integraba
regiones para la explotación dependiente con fundamento en la ganancia
sobre el sacrificio de la clase proletaria, sumida en la miseria y
la expoliación.
Corría
el año 1896 y por primera vez en la historia de las luchas obreras
por la conquista de un mundo más humano, un movimiento de carácter
general sacudió a la Nación al paralizarse el trabajo en los talleres
ferroviarios de Tolosa considerados, junto a los talleres Sola, de
Barracas al Norte, los de mayor importancia en el país. A esta gesta
habrían de sumarse otros compañeros ferroviarios de otros departamentos
y líneas ferroviarias que, en una acción que los enaltece, adhirieron
en forma solidaria a esa protesta y participaron en la lucha por la
dignificación de la causa obrera. Era la respuesta clasista del movimiento
obrero ferroviario a la prepotencia colonial, a diferencia de los
gobiernos cipayos que administraban el Estado Nacional.
En agosto de ese año, los obreros de los Talleres Tolosa (entonces
pertenecientes al ferrocarril del Oeste), presentaron un pliego de
mejoras a la empresa. Motorizó la petición una organización llamada
La Sociedad de Mejoramiento Social de Trabajadores, constituida por
varios centenares de obreros de Talleres Tolosa.
El petitorio
elevado a la empresa con las reivindicaciones demandadas le daba un
plazo prudencial a la empresa para responder a las peticiones. La
respuesta fue una rotunda negativa.
La actitud patronal recibió una inmediata y digna sanción por parte
de los trabajadores. El 10 de agosto estalló la Huelga en los talleres
de Tolosa. Setecientos operarios y peones pararon a primera hora.
Un inusitado despliegue de fuerzas policiales fue la contestación
de los empresarios colonialistas británicos ferroviarios.
A las 9 horas del día citado los obreros abandonaron el trabajo y
en número aproximado de setecientos se dirigieron al local social
de su organismo, situado en la calle 1, entre 35 y 36. Allí se llevó
a cabo una entusiasta asamblea que acordó en forma unánime mantener
la lucha en defensa del derecho obrero concretado en el petitorio
elevado a la empresa. Además, se solicitaría la ayuda solidaria de
los compañeros de todos los talleres ferroviarios de la República.
Los ajustadores de los talleres de Caballito siguieron el ejemplo
y adhirieron al paro.
Tres
días después de la declaración de la Huelga por los trabajadores de
Tolosa, mil compañeros de los talleres de Sola, F.C. Sud., se reunieron
en el viejo local de la calle Australia 1135 y resolvieron elevar
a la empresa un pliego de condiciones idéntico al formulado por los
compañeros en huelga. En esa asamblea de los operarios ferroviarios
hablaron el emblemático Adrián Patroni y el estudiante de medicina
José Ingenieros. En este contexto de huelga y asambleas, aparecieron
las disputas territoriales de anarquistas y socialistas. Los anarquistas
eran activistas que pretendían llevar el paro hasta las últimas consecuencias
y discrepaban con los socialistas, más orgánicos y
aparentemente mayoritarios en este proceso. La Fraternidad no adhirió
al movimiento aunque se comprometió a sostener pecuniariamente a los
huelguistas. Esta actitud de los maquinistas dejó un sentimiento de
frustración entre los huelguistas. En estas instancias aparecen acciones
que revelan la potencialidad de las agrupaciones obreras. Nos referimos
al acatamiento del conjunto de los trabajadores de las decisiones
de las asambleas más allá de algunas discrepancias; el nombramiento
de delegados portavoces para desplegar las consignas en todas las
direcciones e inducir a los compañeros para ampliar la protesta y
lograr mayor efectividad.
La negativa
de la compañía británica provocó el paro del personal ferroviario
de Sola. Al poco tiempo, el conflicto se extendió a los talleres de
los ferrocarriles Sur, Oeste, Buenos Aires y Ensenada, Central Argentino,
Buenos Aires y Rosario, Rosario y Pacífico, Santafesino, Central Norte
y Córdoba. Se solidarizaron los ferroviarios de talleres Quilmes,
Junín y Rosario; los de los talleres particulares de Basch, Shaw y
Fénix, fundiciones que hacían trabajos para los ferrocarriles; el
personal de cambistas de La Plata y Tolosa y cuadrillas volantes de
esta localidad. También adhirieron los obreros de la Fábrica La Negra
y los Astilleros La Platense. El 15 de agosto la huelga siguió propagándose
y allí estaban los trabajadores de la fábrica de alpargatas de la
calle Defensa en la Capital Federal junto a operarios de los talleres
de tranvías, los carboneros de Almirante Brown, Casa Amarilla y Constitución.
Las Asambleas determinaban petitorios y designaban comisiones para
conectarse con todos los sectores. Las patronales comenzaron a preocuparse
y requirieron del gobierno una actitud más dura porque el circuito
de producción y comercialización estaba siendo alterado por la protesta
proletaria.
En Tolosa, Quilmes, Barracas, Campana, Caballito, Junín, Victoria,
Rosario y otros talleres se sostenía firmemente la posición de clase.
Veinte mil trabajadores se lanzaron a la huelga general, fue el primer
intento de ese carácter, tratando de vencer la intransigencia de los
empresarios colonialistas británicos y la del Estado cómplice conducido
por Roca, que aunque no era presidente manejaba la política nacional
desde la jefatura del PAN. Toda esta movilización se concretó sin
tener aún una organización nacional que coordinara las fuerzas.
El 21
de agosto el diario La Nación analizaba el conflicto y señalaba que
la huelga de 1891 de los talleres Sola, que había durado 54 días,
quedaba empañada por la trascendencia de ésta pues se propagaba a
establecimientos de mucha significación y además hombres y mujeres
estaban juntos en la lucha. Los operarios de Tolosa tenían de delegado
general a un mecánico catalán que pasó por Córdoba y Rosario, donde
300
obreros avanzaron sobre el puerto para paralizar las actividades.
En el fragor de la protesta, los huelguistas de Tolosa comenzaron
a combatir a los carneros y a hacer sabotaje. Los representantes de
la oligarquía vacuna no tardaron en expresar, a través de sus funcionarios
como el juez Ringuelet y el jefe de policía Lozano, que la agresividad
de unos pocos activistas asustaba al resto de sus compañeros que se
plegaban por miedo. Por eso las autoridades les garantizaban seguridad
con tal de que concurrieran al taller. Sin embargo guardaseñales,
cambistas, enganchadores y algunos guardavías pararon, como fue el
caso del que controlaba el paso en calle 5 y diagonal 80 y generó
algunos problemas para los carruajes y transeúntes. El jefe de la
estación La Plata, el señor Rojas, colocó empleados administrativos
para cubrir esos vacíos y se impuso un servicio especial de policía
en el trayecto entre Tolosa y Ringuelet. Mientras tanto seguía la
lucha y los obreros de Bragado, Burzaco, estación Las Flores y la
fundición El Carmen adhirieron. En este marco las cosas se complicaron
para los patrones por la huelga de las mujeres alpargateras de la
fábrica La Argentina, que estaban en asamblea permanente. En Barracas
al Norte, las “principales fábricas han apagado sus fuegos” por no
tener un solo hombre que les trabaje. Algunos empresarios como el
señor Gibelli, propietario de una fundición de hierro, cedieron ante
las demandas y mejoraron las condiciones laborales.
Carentes
de vinculación entre sí, las escasas organizaciones sindicales constituidas
de ferroviarios, existentes por ese entonces, procuraron establecer
relaciones entre ellos tendientes a unificar y dirigir el conflicto,
a fin de asegurar el triunfo de las justísimas reivindicaciones que
se defendían. Los compañeros en huelga crearon un Comité Mixto integrado
por huelguistas de los diferentes talleres.
Al mes
y medio de lucha, en septiembre de ese año, se realizó una reunión
del citado comité, en el cual se sancionó la resolución siguiente:
“No se reanudará el trabajo hasta que las empresas accedan a los pedidos
formulados. No se aceptará arreglo parcial alguno. Toda propuesta
de arreglo será considerada por la asamblea de delegados, la que informará
después a las asambleas generales”.
La huelga se extendió por varios meses de duras alternativas y angustiosa
espera. La resistencia duró, para esos tiempos de organización del
movimiento obrero, mucho tiempo. En algunos casos fue cediendo, pero
de cualquier manera fue heroica.
El movimiento siguió en pie sostenido por los obreros de los Talleres
de Sola, Tolosa y Junín. La carencia de recursos, la miseria que abrumaba
a los compañeros y a sus familias y la implacable persecución de las
policías bravas, al servicio incondicional de los magnates británicos
ferroviarios, quebraron al fin la enérgica firmeza de los huelguistas,
auténticos héroes del movimiento obrero.
La huelga
quedó circunscripta, en último término, a los compañeros de Sola.
Estos debieron arriar el pabellón de la lucha, no como vencidos, sino,
como una derrota circunstancial; años después los ferroviarios lo
volvieron a desplegar haciéndolo flamear en innumerables batallas.
Hay que destacar la presión que empresarios y Estado ejercieron en
su contra. “Durante el desarrollo de la huelga, el gobierno mandó
mecánicos de la armada para sustituir a los obreros, pero como tal
medida no surte efecto, la empresa encarga a un capitán de nombre
Bruzza, de Génova, el reclutamiento “en Italia de personal para reemplazar
a los huelguistas, logrando con promesas engañosas, remitir como ganados
a poco más de 700 obreros de aquel país”.
En el
transcurso de este conflicto se produjo una interesante y significativa
manifestación de solidaridad internacional. La Cámara del Trabajo
de Génova hizo saber al Comité de Huelga, que los ferrocarriles del
Sur y Oeste (Roca y Sarmiento en la actualidad) habían despachado
a aquella ciudad reclutadores de krumiros (rompe huelgas), pero los
trabajadores genoveses conocedores del conflicto, habían rechazado
la oferta de trabajo.
Se debe
consignar en la historia, como un homenaje a esos valientes genoveses,
que al enterarse de que se los traía para traicionar a otros trabajadores
en huelga formularon declaraciones de solidaridad con los compañeros
argentinos. Esta relación con organizaciones internacionales hermanas
se intensificó a principios del siglo 20 y las centrales locales (FORA
y UGT) exhortaban a los explotados europeos para no caer en la trampa
que les tendía la burguesía argentina con sus falsas promesas de un
mundo mejor.
La represión se hizo presente en todo momento. En los campos de Pereyra
la policía sableó a los huelguistas de Sola que intentaban reunirse
allí para deliberar sobre la marcha del movimiento huelguístico. Fueron
perseguidos hasta en sus casas donde se refugiaron para librarse de
la furiosa represión. Naturalmente, los sectores patronales dejaron
de lado sus diferencias y se dieron a la tarea de conformar un frente
antiobrero y fue significativa la prédica de los dueños de fundiciones,
que agrupados en un comité, le solicitaron al gobierno que sancione
una ley para reprimir y expulsar al elemento extranjero que producía
estos levantamientos. Fue importante para la burguesía la decisión
de crear una comisión auspiciada por la Unión Industrial cuyo objeto
era trabajar en conjunto con las empresas ferroviarias para contrarrestar
la huelga que afectaba a muchos establecimientos mecánicos y fundiciones,
nucleados en la Sociedad Industrial Metalúrgica. Entre estos patrones
decididos a no otorgar la mínima concesión a los obreros figuraban
Basch, Vasena y Mihanovich. Además proponían boicotear a las empresas
de sus pares que cedieran al petitorio de los trabajadores. Llegaron
a publicar un informe en el que registraron los emprendimientos que
otorgaron mejoras a sus obreros. Se creó un fondo de reserva de $
50.000 para traer obreros europeos y resarcir a los colegas de las
pérdidas sufridas durante el conflicto. En una visita al Ministro
del Interior, el Dr. Quirno Costa, el jefe de la Unión Industrial
Argentina, Ventura Martínez Campos, sostuvo la necesidad de sancionar
una ley de extranjeros que impidiera el “desarrollo de ideas impropias
en un país nuevo y rico donde todo hombre laborioso pueda labrase
un porvenir”. El gobierno consideraba subversivo el movimiento huelguístico
aunque los patrones se quejaron de la ineficiencia policial. Esta
ofensiva del empresariado sería resuelta seis años más tarde con la
sanción de la ley 4144, de Residencia.
En las
provincias el movimiento fue prontamente neutralizado y los trabajadores
volvieron al taller, “defraudadas sus esperanzas de horario y la supresión
del tan combatido trabajo que se ajusta por pieza”.
La persecución y la imposibilidad material de proseguir la lucha,
a causa de la tremenda y angustiosa situación creada en cada uno de
sus hogares después de tres meses de resistencia, influyeron fatalmente
en el ánimo de los obreros ferroviarios, hasta debilitar su espíritu
y agotar la capacidad de resistencia. Frente a ellos los incontables
recursos materiales y políticos de las empresas ferroviarias británicas,
y un Estado que respondió como todo Estado colonizado, con obsecuencia
y diligencia, decidieron implacablemente la suerte de la protesta.
La resistencia cedió en Junín el 29 de octubre y en los primeros días
de noviembre en Tolosa.
El último
reducto, los talleres Sola, sostenía la lucha y los obreros junto
a sus familias concentraban sus fuerzas, que llegaban a 3.500 personas,
para impedir el ingreso de rompehuelgas. Más la sombra de la inminente
llegada de 500 obreros italianos contribuyó a debilitarlos. El Ferrocarril
Sud era el contratante de esos obreros italianos que llegaban al país
disfrazados de inmigrantes y su director era el Ingeniero White, amigo
del general Roca.
La empresa apeló a falsas promesas como la de mejorar los salarios,
los precios de los trabajos a destajo y la de no sancionar a los huelguistas
que se reincorporen al trabajo. Todo eso mermó la combatividad de
los trabajadores ferroviarios.
La entrega de estos compañeros sobrepasa todo cuanto se piense en
materia de espíritu de lucha y de sacrificio. Ni la presión policial,
ni el hambre en sus hogares, ni las perspectiva de represalias podían
doblegar su energía y su firme sentir solidario. Finalmente, agotados
todos los recursos, próximos al límite de su resistencia y ante la
amenaza de la llegada de los rompehuelgas de Italia, la medida de
fuerza se dio también por terminada en los talleres de Sola.
La burguesía
celebró la derrota y afirmó que las exigencias desproporcionadas de
los agitadores sin conciencia llevaron al movimiento a ese resultado,
esperando que en adelante, “la lección les sea provechosa”.
Los tres largos meses de épica resistencia evidencian cuan arraigado
se hallaba ya por aquel entonces el sentimiento de solidaridad y el
generoso anhelo de conquistar un mundo mejor para la clase obrera.
Las empresas británicas parieron, contra natura, trabajadores con
un linaje anticolonial y patriota que enorgullece a la clase obrera
nacional. Posteriormente los ferroviarios consolidarían su modelo
sindical de contención y lucha.
El operario
que hizo sonar el silbato, José Bedetti, fue conducido preso a la
comisaría 19. El Golpe fracasó, pues no salieron a la calle todos
los operarios que se habían puesto de acuerdo para declararse en huelga
si sus reclamaciones no recibían una contestación favorable. Agentes
de la sección 19 cuidaron el establecimiento del señor Freisz y C,
y no dejaron formar grupos de obreros.
Efectivamente,
400 operarios europeos llegaron directamente a Bahía Blanca, lugar
en el que la empresa pensaba trasladar los talleres. Citado en La
Nación del 30 de noviembre de 1896- La Nación, 30 de noviembre de
1896. La huelga en los talleres Sola terminó el 29 de noviembre.
De la
usina del Sr. Rufino Varela, fue ayer despedido un obrero que se había
presentado con un pliego de condiciones solicitando la jornada de
8 horas y todo lo demás pedido por los trabajadores de los ferrocarriles.
Sus camaradas, no obstante haberse puesto de acuerdo para declararse
en huelga si el comisionado no volvía con respuesta favorable, permanecieron
en sus puestos.
Ayer llegó el representante de los huelguistas levantados en Burzaco,
e informó a la comisión que sus colegas habían hecho el propósito
de mantenerse así hasta que fuesen atendidos en sus gestiones. Los
operarios del establecimiento del señor Vasena se reunirán esta mañana
a las 8 en la calle Comercio entre Deán Funes y Catamarca para constituir
una comisión directiva mientras dure la huelga.
Debido
al mal tiempo, los huelguistas alpargateros no efectuaron la reunión
que se había anunciado para ayer. Si el tiempo no dispone otra cosa
se realizará en la tarde, pero no ya en la calle Olavaria 996, sino
en Suárez 1426, adonde no tendrán entrada los hombres, excepción hecha
de los que trabajan en la fábrica a que pertenecen las muchachas y
siempre que sean huelguistas. Los obreros de los ferrocarriles han
lanzado un manifiesto explicando los motivos de la huelga que vienen
sosteniendo. Es una protesta contra el trabajo a destajo, la segunda
base, después de la jornada de 8 horas, que más oposición encuentra
de parte de los patrones y de los gerentes de las empresas.
Circula
otro manifiesto de la sociedad de mejoramiento social entre obreros
mecánicos, fundidores, caldereros, maquinistas y anexos. Incitando
a la huelga general en todos los talleres del ramo. De paso llama
a los obreros a que concurran a la secretaría, Perú 1051, a buscar
la solicitud que deberán presentar a los patrones, a quienes sólo
se les solicitará el horario de 8 horas y la abolición del trabajo
por piezas.
Del reconocimiento y la conmemoración se impone la vieja proclama:
Al movimiento obrero argentino, ¡Salud!
En las
zonas fabriles de la Capital Federal, además de los mecánicos, se
habían incorporado espontáneamente a la huelga los obreros de los
talleres de fundición, los tipógrafos, los zapateros, los panaderos,
las alpargateras, los telefonistas, los carpinteros, los albañiles,
los sastres, los constructores de carros, los obreros del Puerto Madero,
los de las usinas de gas y muchos más. Según informó el diario La
Prensa del 7 de Septiembre, estos gremios estaban “aferrados más que
nunca en no trabajar si no se les concede las ocho horas a algunos
y a los demás el aumento de sueldo por entender que es muy escaso
el que disfrutan”.
Entre
los trabajadores que se sumaron a la huelga es importante destacar
que también lo hicieron las obreras alpargateras de la fábrica “La
Argentina” siendo ésta la primera vez en la historia de nuestro país
que las mujeres asalariadas abandonaban sus tareas. Las crónicas diarias
de la huelga también registraron una activa presencia de las mujeres
en las asambleas destacándose, entre otras, Faustina Cardalda y Vitalina
Pacheco.
Entre
tanto, en el interior del país el conflicto se fue expandiendo siguiendo
las vías del ferrocarril hacia Junín, Campana, Zárate, Rosario, Córdoba,
Tucumán, y Mendoza. En Zarate, por ejemplo, no serían sólo los obreros
ferroviarios los que se sumarían a la huelga sino que también lo harían
los casi 600 trabajadores de la Fabrica de Papel . En la ciudad de
Rosario casi la totalidad de las actividades laborales se paralizó
durante dos días debido a que la mayoría de los gremios apoyaron los
reclamos laborales de los ferroviarios.
Frente a la generalización de la huelga, las fuerzas gubernamentales
responderán ordenando una desmesurada reacción policial. En Rosario
el centro de la huelga estuvo situado en los alrededores del ferrocarril
y de la Refinería Argentina del Azúcar, donde además existían numerosos
establecimientos industriales, pero será en las proximidades del local
de la “Sociedad de la Federación Obrera”, ubicado en la calle Urquiza,
donde se desarrollaron escenas de suma violencia. El jueves 20 de
Agosto el clima de tensión era enorme. Durante toda la noche patrullas
de policías a caballo recorrieron las calles de la ciudad. Como consecuencia
de la huelga, la población había amanecido sin agua corriente ni luz
eléctrica. A la tarde cuando frente al local de la Federación se realizaba
una concurrida asamblea, apareció repentinamente el jefe político
de la ciudad, Octavio Grandoli, acompañado por varios policías armados
“arremetiendo contra la multitud a bastonazos y ordenando a los vigilantes
que arrollaran a culatazos, con gritos y ademanes irritados.”. Estos
hechos intimidatorios que duraron más de dos horas provocaron finalmente
la derrota de más de 4.000 trabajadoras que se habían sumado a la
huelga. Sin dudas estos acontecimientos adquieren particular significación
si consideramos que ellos dan cuenta sobre el modo en que se irán
configurando los comportamientos de los distintos actores sociales
en los próximos conflictos. Es importante recordar que en 1901 Octavio
Grandoli será uno de los principales responsables de la muerte de
Cosme Budislavich, el primer obrero muerto en Argentina a causa de
la represión policial.
En Campana,
a los pocos días de haberse declarado en huelga los casi trescientos
obreros mecánicos de los talleres ferroviarios, el gerente de la empresa
solicitó al jefe de policía de la provincia el envió de refuerzos
policiales. Rápidamente el comisario inspector Pedro Duffau, al mando
de un grupo de treinta policías, fue destinado a esta localidad con
la expresa orden de ocupar y proteger las instalaciones ferroviarias.
En la noche del 24 de Septiembre este comisario y sus secuaces, tal
como se demostró después, provocaron un atentado en la casa del superintendente
de los talleres con el sólo fin de poder justificar el arresto de
los principales dirigentes obreros acusándolos de anarquistas. Pero
fue en la mañana del lunes 12 de Octubre que la hostilidad policial
que se vivía en el pueblo llegó a su máxima expresión. A horas tempranas,
un numeroso grupo de trabajadores se acercó a las inmediaciones de
los talleres con el fin de confirmar las versiones que circulaban
sobre la inminente contratación de 200 mecánicos para reemplazar a
los huelguistas. Aunque esta versión resultó ser falsa, varios trabajadores
retornaron a los talleres ante el temor de perder sus puestos de trabajo.
Los huelguistas intentaron convencerlos sobre la necesidad de continuar
la lucha y mantenerse unidos originándose un violento intercambio
de opiniones hasta que de pronto la policía intervino dispersando
a tiros y sablazos a los trabajadores. En la refriega resulto herido
el obrero Antonio Brasich y más de veinte huelguistas fueron detenidos.
En Sola
la policía impidió una reunión que los huelguistas que iban a llevar
a cabo persiguiéndolos a sablazos. En Junín y en Tolosa la represión
policial también se haría sentir con toda su fuerza.
Al día siguiente se realizó en el Teatro Rivadavia de esta localidad
una numerosa asamblea donde además de hablar “los compañeros Mollo,
Molino y Patroni, tomó la palabra una compañera de Campana, quien
con gran energía, incitó a proseguir en la lucha sin temor a nada
ni a nadie” Sucesos de similares características volverán a repetirse
en Campana durante la huelga de los estibadores en 1902.
*Investigación
realizada por Juan Carlos Cena y Mario Gasparri.
En el marco del Proyecto Memoria y Trabajo, año 2006
Dos ejes que se integran dirigido por Susana Ure
Bibliografía
consultada:
*Gremialismo proletario argentino”, Jacinto Oddone
*La clase trabajadora argentina”, Hobart Spalding
*Historia de la Unión Ferroviaria”, José Fernàndez
*El Movimiento Sindical Argentino”, Sebastián Marotta
* Publicaciones La Organización Obrera, Nº 8, año 1, agosto de 1901.
Incorporado
al libro FERROVIARIOS, SINFONÍA DE ACERO Y LUCHA por Juan Carlos Cena
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