Producción
de Villa Crespo Digital
1º
de octubre del 2011
La
iniciativa tiene apoyo estatal
Profesión:
palpadora
Centros
de salud en Alemania están utilizando el servicio de mujeres
ciegas para detectar cáncer de mama.
Los
dedos avanzan lentamente sobre la piel de la paciente. Centímetro
a centímetro palpan, paran, vuelven a palpar. La joven cuyos
dedos parecen tener una vida propia mantiene los ojos cerrados.
Bajo la manga de su camiseta se asoma un tatuaje con la huella de
un perro y el nombre ‘Moritz’.
Mientras
tanto, la paciente reposa boca arriba sobre una camilla y observa
los movimientos con atención. Ha venido del otro lado de
la ciudad para que una persona que nunca ha visto en su vida le
examine los senos. Cada día, cuatro mujeres visitan este
consultorio en el este de Hamburgo, Alemania —algunas viajan
cientos de kilómetros— para que la mujer de los ojos
cerrados y el tatuaje les haga el examen.
Pia Hemmerling ha convertido su mayor debilidad en un talento profesional.
La pelirroja de 24 años es alegre, simpática y, desde
su nacimiento, prácticamente ciega. Su discapacidad le ha
permitido desarrollar un excelente sentido del tacto que hace dos
años la ayudó a encontrar trabajo. Desde entonces
se dedica a la palpación de senos.
Hemmerling
es una de las 13 palpadoras ciegas profesionales que hay en Alemania.
En 2007, en la ciudad de Duisburgo, al noroccidente del país,
el ginecólogo Frank Hoffmann tuvo la idea de darles a mujeres
ciegas la oportunidad de especializarse en el examen de mama. En
ese tiempo, el gobierno alemán había reformado el
programa de detección temprana de cáncer de seno,
financiando la mamografía sólo a mujeres entre los
50 y los 69 años.
“Así,
para las más jóvenes y para las mayores la palpación
de senos se convirtió en el único examen de prevención
cubierto por las arcas del Estado”, dice Frank Hoffmann. El
ginecólogo está convencido de que el mejor remedio
para este mal, que mundialmente cobra 458.000 víctimas mortales
al año, es detectar un tumor lo más temprano posible.
En sus primeros estados todavía es pequeño y se puede
curar. Sin embargo, en el trajín del día a día
casi ningún médico tiene tiempo para hacer una palpación
minuciosa.
Fue así como Hoffmann llegó a la idea de contratar
especialistas ciegas. Se enteró del caso de una enfermera
que se había quedado desempleada después de perder
la vista. A sabiendas de que los ciegos superdesarrollan sus otros
sentidos, Hoffmann se reunió con la enfermera y le enseñó
las técnicas de palpación. El experimento fue todo
un éxito.
Hoy, cuatro centros de rehabilitación ofrecen la especialización.
La formación, única en el mundo, ha sido certificada
por la Asociación Alemana de Médicos y ya tres compañías
semiestatales de salud cubren los gastos. Y si el seguro no paga,
la consulta no es muy costosa: 30 euros (aproximadamente $75 mil).
Pia
Hemmerling es una de las más recientes graduadas en esta
especialización. Después del bachillerato se había
quedado sin perspectivas. Para ella, la posibilidad de formarse
como palpadora profesional ha sido una fortuna. Se siente feliz.
“¡Sin trabajo me moriría del aburrimiento!”,
dice. En Alemania, sólo el 30% de los discapacitados visuales
tienen trabajo. De lunes a viernes, Hemmerling se desempeña
como palpadora y los fines de semana trabaja con su novio, también
ciego, quien es el cocinero del famoso Unsichtbar, un lugar sin
luz con meseros invidentes.
De
vuelta en el consultorio de Hamburgo, Hemmerling acaba de terminar
el último examen del día. Con una sonrisita traviesa
le dice a su paciente: “No encontré nada en el lugar
equivocado”. Luego, cuidadosamente, le quita la cinta roja
y blanca con las marcas en lenguaje braille que usa para dividir
cada seno en zonas. “Las cintas me sirven para indicarle al
médico exactamente dónde tengo la sensación
de haber hallado algo”, explica Hemmerling. En ese caso, el
ginecólogo revisa el resultado con un ultrasonido.
“Aquí
la responsabilidad es del médico”, dice Hoffmann. “La
palpadora no lo reemplaza, sólo lo asiste”. Y, así,
ambas partes ganan: Pia Hemmerling obtiene su salario y, por contratar
a un discapacitado, el Estado alemán le da dinero a Hoffmann
para su consultorio.
Hemmerling
dice que puede sentir tumores que miden pocos milímetros.
No siempre es cáncer, pero si lo es la paciente todavía
está a tiempo de curarse. Hoy no encontró nada sospechoso.
Es hora de irse a casa. Allí, la esperan su novio el cocinero
y Moritz, el perro de ciegos de la familia.
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