EL MAÍZ NO ES SOLAMENTE ALIMENTO PARA POLLOS
Producción
de Villa Crespo Digital
16
de agosto del 2012
La
seguridad alimentaria con soberanía sigue siendo un reto
de difícil consecución. Sólo en el continente
americano más del 9% de su población (aproximadamente
53 millones de personas) padece hambre crónica y son los
sectores rurales los que presentan una mayor vulnerabilidad.
En
Bolivia, si bien se abastece actualmente la demanda de productos
alimenticios catalogados de primera necesidad (azúcar, carne,
arroz, pan, papa, entre otros), garantizar de forma sostenible la
accesibilidad a alimentos sanos, adecuados, nutritivos y en cantidad
suficiente sigue siendo un desafío. Recordemos que hace un
año, el desabastecimiento y alza de precios golpeaban la
economía familiar con fuerza y provocaban una mayor importación
de alimentos, destacando las compras de maíz.
Cuando
se visualiza el valor y aporte del maíz en la alimentación
de la población boliviana, se tiende solamente a reconocer
su influencia en el precio y producción de la carne de aves
y otros animales de granja. Se volvió común identificar
al maíz como un “alimento de pollos”. Sin negar
que el maíz tiene importancia en la alimentación animal,
en una reciente investigación realizada por el Centro de
Investigación y Promoción del Campesinado CIPCA, se
puede evidenciar que la variedad de maíces sigue siendo importante
para el consumo humano; infinidad de platillos y bebidas a base
de este cereal son elaborados de forma artesanal o industrial. También,
se habría incrementado el consumo en mote, choclo, pipocas,
api, y otros productos con mayor reconocimiento en los mercados
nacionales y con alta demanda en el área urbana y rural.
En el área urbana son requeridos como alimentos listos para
el consumo, esto hace que muchas familias generen sus ingresos económicos
diarios por la preparación y venta de dichos productos.
En
el área rural, principalmente de los Valles y el Chaco, se
estima un consumo percápita de 50 kilos por año. Las
formas de preparación y consumo se mantienen vigentes, y
el rubro está ligado a sus rituales sagrados, leyendas, costumbres,
en fin, es parte de su identidad cultural.
En
este complejo “mundo de maíz”, se encuentran
más de un centenar de variedades denominadas tradicionales
que pese a su rol en la alimentación humana y su alto potencial
comercial, se encuentran eclipsadas por las estadísticas
del maíz amarillo duro usado con preferencia para la alimentación
de animales. Preocupa que sean escasas las investigaciones sobre
estas variedades nativas, especialmente en la preservación
y recuperación de estos materiales; que su producción
esté estancada y con riesgo de disminuir por la ampliación
del monocultivo propio de la agricultura extensiva y el poco fomento
a la agricultura familiar indígena-campesina, que trabaja
y mantiene la diversidad de maíces. También hay que
advertir que en muchas comunidades rurales se está desplazando
las semillas nativas por variedades mejoradas y que responden más
–en muchos casos sólo- al mercado que a la alimentación.
Una adecuada combinación y diversificación podría
sentar bases más sólidas para la seguridad alimentaria.
(*)
Ana Isabel Ortíz es Docente Investigadora de la Universidad
Autónoma Gabriel René Moreno
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