Por Correpi especial para Villa Crespo Digital
2 de marzo
del 2012
¿Tragedia?
No, crimen social
El 22
de febrero, en la estación terminal de Once del ferrocarril Sarmiento,
se desató el horror que muchos venían denunciando que
iba a ocurrir. El choque del tren que dejó como saldo 51 muertos
y más de 700 heridos. Los medios caracterizaron como “Tragedia
de Once” lo que fue otro crimen social, perpetrado por la triple
alianza antiobrera de la patronal, el Estado y la burocracia sindical,
con la actuación especial, que nunca falta, de la policía.
Mostrando su desprecio por el pueblo, ni siquiera se preocuparon en
revisar el tren completamente para constatar que no hubiera más
víctimas atrapadas, lo que, de todos modos, no impidió
que la ministra de seguridad Nilda Garré los felicitara por las
tareas de rescate.
Cuando
se desencadenó la furia popular, luego de que finalmente se encontrara
el cuerpo sin vida de Lucas Menghini Rey, desaparecido por casi tres
días, la represión no se hizo esperar, ya que para ello
sí son expertos. Desalojaron con gases lacrimógenos y
palazos a todos los que estaban en la estación expresando su
bronca, la bronca que siente el pueblo, que es el que siempre pone los
muertos.
Cualquiera
que viaje regularmente en los trenes urbanos de Buenos Aires, sobre
todo los de la línea Sarmiento, puede dar fe del estrado desastroso
en el que están las formaciones, donde millones de personas todos
los días viajan hacinadas. La empresa que tiene la concesión,
TBA, hoy intervenida, recibe desde hace años subsidios millonarios.
Nada invierten, los trenes son el material sobrante y obsoleto que descarta
Europa y acá el grupo Cirigliano los presenta como si fueran
el lujo y el confort.
Las denuncias
de los trabajadores ferroviarios sobre el estado de las formaciones,
las vías, la mala señalización y un largo etcétera,
sólo tienen como respuestas la persecución y la represión,
como el caso del Pollo Sobrero, encarcelado por orden del gobierno,
o los tercerizados de la línea Roca, reprimidos por la burocracia
asesina de Pedraza, hoy procesado por el asesinato de Mariano Ferreyra.
El actor
infaltable en esto que parece una película de terror, pero que
es la realidad que padece el pueblo, es el Estado. Lo primero que hubo
que tolerar fue la bochornosa conferencia de prensa del secretario de
transporte, Juan Pablo Schiavi, que pretendió echarle la culpa
a los trabajadores que viajaban en el tren por estar en los primeros
vagones, y banalizó el asunto, asegurando que si hubiese ocurrido
el día anterior, que fue feriado, no hubiese sido tan grave.
Luego le tocó el turno a Nilda Garré, a quien parece que
el destino le jugó una mala pasada al día siguiente que
felicitara a la policía y los bomberos por las tareas de rescate.
Ninguno
se hace cargo, y no sólo eso, sino que el Estado se presentó
pretendiendo ser querellante en la causa, como si fuera otra víctima,
y no uno de los victimarios, con la clara intención de entorpecer
la investigación, que, de todos modos, sabemos que no va a llegar
hasta todos los culpables, sino que, como siempre, tratará de
cortar el hilo por lo más delgado. Se cambiará algún
engranaje prescindible y la maquinaria seguirá andando, como
los trenes de la línea Sarmiento.
No debemos
confundirnos y debemos llamar a las cosas por su nombre: este fue un
crimen social. La empresa se dedica a robar sistemáticamente
al pueblo, en asociación con el Estado, que no controla y participa
del reparto del botín, junto con la burocracia sindical, que
en lugar de representar a los trabajadores, aplican la represión
que el Estado terceriza a través de ellos. Total, la vida de
los trabajadores que viajan y de los trabajadores del tren, es prescindible
para este sistema.
FUENTE:
CORREPI
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