EN
HOMENAJE A SALVADOR ALLENDE - GOLPE DE ESTADO DEL 11 DE SEPTIEMBRE
DEL 1973 EN LA REPÚBLICA DE CHILE
Producción
periodística de Villa Crespo Digital
11
de Septiembre de 2012. Actualizado el 13 de septiembre del 2016
EL
LEGADO DE SALVADOR ALLENDE:
“de
los trabajadores es la victoria”
Presidente
de Chile Salvador Allende.
Este
11 de septiembre se cumplen 39 años del golpe de estado fascista
que terminó con el gobierno legítimamente constituido
del doctor Salvador Allende (1908-1973) y que abortó, los
procesos democráticos y revolucionarios, emprendidos en Chile
durante su mandato.
Allende
llegó al poder mediante una amplia coalición de partidos
políticos y fuerzas sociales, que elaboraron de forma conjunta
lo que se denominó el programa de gobierno de la Unidad Popular.
Entre estas vigorosas expresiones políticas se encontraban
los partidos siguientes: Comunista, Socialista, Radical y Social
Demócrata, el Movimiento de Acción Popular Unitaria
y la Acción Independiente.
Tres
años duró el titánico esfuerzo del gobierno
de izquierda chileno por emprender las transformaciones que urgían
en la nación suramericana, hasta que un 11 de septiembre
de 1973, las fuerzas de la reacción nacional y el imperialismo
norteamericano, rompieron el orden constitucional, perpetrando el
sanguinario golpe de estado que llevó a Allende a su inmolación,
a su sacrificio heroico y revolucionario, siendo fiel a su juramento
presidencial hasta sus últimos momentos.
Las
palabras finales del presidente, a través de Radio Magallanes,
fueron proféticas ese 11 de septiembre, cuando los militares
chilenos, comandados por el genocida Augusto Pinochet, iniciaron
el brutal ataque aéreo y el posterior asalto al Palacio de
la Moneda.
Allende profetizó que un día, más temprano
que tarde, la democracia avanzaría en América Latina,
y que se “abrirían las amplias alamedas”, para
un ser humano nuevo, constructor de un orden distinto.
La
vía chilena hacia el socialismo, como se denominó
la experiencia de ese pueblo y de ese gobierno suramericano, a diferencia
del resto de los procesos electorales ganados por la izquierda democrática
latinoamericana y arrebatados, en esa década y en las anteriores
(en nuestro caso, el fraude electoral y la imposición militar
de 1972 y 1977) por las derechas y las castas militares incondicionales
al poder, significó un hecho inédito en Latinoamérica.
Por primera vez, una izquierda como la chilena, llegaba al ejercicio
del ejecutivo.
Allende,
al igual que su homólogo, el presidente guatemalteco Jacobo
Árbenz (forzado a renunciar en junio de 1954), fueron víctimas
de la conspiración antipopular, amparada por la CIA y que
tuvo como su punta de lanza, la traición de las fuerzas armadas
a la constitución y al estado de derecho. El ejército
cumplió entonces, el papel asignado por el poder: ser el
custodio de los intereses minoritarios y el carnicero del pueblo
indefenso.
Desgraciadamente
estos mismos procesos se repiten, salvando los contextos históricos
y sus características. El fascismo emerge en su rostro más
monstruoso, como el instrumento de los grupos financieros nacionales
y trasnacionales. Emerge con el pasado golpe de estado en contra
del presidente hondureño Manuel Zelaya. Emerge con los intentos
fallidos de desestabilización a los proyectos democráticos
del cono sur. Emerge con las políticas de crudo neoliberalismo
aplicadas a nuestra región centroamericana, que nos endeudan
cada día, hipotecando nuestra soberanía nacional.
Emerge con el lenguaje seductor del populismo de derecha, que a
nadie engaña, en el presente ámbito nacional.
En
el caso del Chile de Allende, de la Guatemala de Árbenz,
de la Honduras de Zelaya, o de los intentos golpistas en la Venezuela
del presidente Chávez, estos procesos han tenido como escenario
previo, un clima de inestabilidad política, social y económica,
auspiciado por la derecha y su espectro de partidos políticos,
en contubernio con sus recursos ideológicos: los medios de
comunicación masiva, las iglesias, las gremiales privadas
y las organizaciones fantasmas.
Allende
y el proceso chileno constituyen un legado democrático, para
América Latina. El pensamiento del presidente Allende y la
experiencia chilena, deben ser leídos y analizados, en el
escenario del siglo XXI. Su testimonio constituye una fuente inagotable
que puede iluminar nuestra actual realidad nacional, regional y
latinoamericana.
Allende
representó un modelo de conducta política, basada
en la honestidad, la ética, y en una profunda convicción
de los lazos indisolubles entre gobierno y pueblo. Dos realidades
que son insoslayables en la construcción y en el ejercicio
del poder popular.
Vivimos
en El Salvador, una experiencia inédita y compleja. Los escenarios,
sin lugar a dudas, son otros. El capitalismo internacional vive
una severa crisis que nos golpea, y que representa una variable
determinante en los procesos políticos, sociales y económicos
de un gobierno empeñado en cumplir con su oferta electoral.
Sin embargo, y pese a todos los problemas, se han llevado a cabo
en estos años, verdaderos avances en una política
social que ha paleado, en la medida de las posibilidades, una nefasta
herencia dejada por los años de gobiernos areneros. Continuar
con los cambios y empoderar al pueblo en un próximo gobierno
es una imperiosa necesidad.
Sólo
siendo fieles al mandato popular, podremos escuchar y valorar, a
través de la historia, las palabras del presidente Salvador
Allende, en esa salutación, en ese compromiso con los trabajadores
y trabajadoras, que deben ser siempre el punto de partida y de llegada,
de todo gobierno que se precie de ser gobierno por la voluntad,
por la confianza, por la esperanza popular:
“De
los trabajadores es la victoria. Del pueblo sufrido que soportó,
por siglo y medio, bajo el nombre de Independencia, la explotación
de una clase dominante incapaz de asegurar el progreso y de hecho
desentendida de él. La verdad, lo sabemos todos, es que el
atraso, la ignorancia, el hambre de nuestro pueblo y de todos los
pueblos del tercer mundo, existen y persisten porque resultan lucrativos
para unos pocos privilegiados. Pero ha llegado, por fin, el día
de decir basta. Basta a la explotación económica.
Basta a la desigualdad social. Basta a la opresión política.
Hoy con la inspiración de los héroes de nuestra patria,
nos reunimos aquí para conmemorar nuestra victoria de Chile
y también para señalar el comienzo de la liberación.
El pueblo al fin hecho Gobierno asume la dirección de los
destinos nacionales”. (*)
(*)
Fragmento del Discurso inaugural. Estadio Nacional, Santiago de
Chile, 5 de junio de 1970. Tomado de: “Salvador Allende, la
vía chilena hacia el socialismo”, Editorial Fundamentos
Madrid, España, 1971.
"...Maniobras
con la Marina norteamericana suspendidas...flota de guerra chilena
regresa a Valparaíso...posibilidad de golpe de estado..."
(Cables de Radio Magallanes y Radio Corporación- 11.09.73)
CHE SALVADOR
Recuerdo,
ya de niño,
me hablaban de un país
estriado hacia el pacífico,
me decían que Chile era un perfil
de cara a la esperanza,
que su gente andaba sin apuro
forcejeándole al sol
cada mañana.
Luego,
cuando los años
se nos vinieron del oeste,
supe que Chile era un hermano nuevo,
original y hermoso,
que Chile era un silencio
y un murmullo,
una costa infinita
de este lado del mundo
y un motivo de lucha
de este lado del triunfo.
Y había un hombre
(que era decir un pueblo),
con su traje de calle
y sus ojos de abuelo,
un hombre salvador,
un che
de saco y de chaleco,
un revolucionario
con bolas y pellejo
que supo ir a la muerte
como quien descubre un sueño
y se llenó de Chile,
ese país que es nuestro.
Yo se que estás peleando,
che Salvador, eterno.
Eduardo Mazo
FUENTE:
Trabajo sobre Allende: Álvaro Darío Lara Escritor/Poeta
/Colaborador de Trazos Culturales
Caracteres:
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