EN
EL BOSQUE
Por
María Cristina Díaz
En
la espesura se oyen los bramidos de los árboles, que agonizando
van cayendo exánimes sobre una tierra húmeda que dolorosa
los recibe.
La
tala es cruel y a veces innecesaria, el bosque sufre las pérdidas
y deja de serlo para convertirse en la nada.
Los
pájaros emigran buscando otras ramas, un nuevo ecosistema
los alberga y así se renueva un ciclo de la cadena biológica.
Un
leñador en su descanso se sienta sobre un tronco inerte tiene
la camisa frisada a cuadros totalmente empapada, seca su frente
el sudor resbala por sus ojos. A su lado se yergue un enorme pino
que erecto y lastimado espera su calvario.
Juan
reposa agotado por tanto trabajo, en su somnolencia observa la quietud,
solo se escuchan los motores de las sierras a lo lejos, de pronto
unas gotas abundantes mojan sus cabellos se reanima y alza sus ojos
hacia el pino, quien inclina su penacho verde y se agita; el leñador
se da cuenta y se pone de pié con los brazos abiertos sabiendo
que algo viene hacia él, un grito como un trueno corto pero
sublime; una gota gigante lo cubre por completo está atrapado,
Juan siente la asfixia la gota lo ha inmovilizado.
Sabe
que no tiene salvación jamás podrá salir de
ésta burbuja salada, que solo es una lágrima del árbol
herido; entonces Juan se entrega juntando sus manos y reza, la gota
se rompe y lo libera, entonces el hombre pronuncia un perdón
ya concedido.