PRÓLOGO
EXTRAÑAS
AVENTURAS DE UNO MISMO
Por
María Cristina Díaz
La
vida es un viaje inédito que creemos previsible y cuando
comenzamos a transitar el camino, sabemos que hay un ramo de vivencias
esperándonos, son las flores que alguien cortó en
un jardín que lleva nuestro nombre.
Caminamos
lento a veces, y otras somos ráfagas avasallantes. Siempre
hay un resuello y es ahí, donde al detenernos, comenzamos
a observar; luego pensamos, después decimos en voces o en
letras plasmando una remota idea, algo etéreo flotando en
la nebulosa de una pujante realidad o el nacimiento de lo imposible.
Lo cierto que la prosa narrativa va pintando paisajes, y llegamos
a la conclusión:
“No hay nada malo que no tenga algo de bueno”. El mensaje
se instala, hay que buscarlo en las tinieblas de la emoción;
la luz se enciende y hallamos la claridad.
La mente un misterio, la mano un arma y el alma defendiendo la conducta;
sorpresas, finales trágicos o felices, vileza, ambición,
muerte, vida de resurrección.
La
fantasía al servicio del texto alimentando la expectativa
de un lector apasionado.
Estos personajes, perfectos culpables o héroes, enarbolando
la bandera de la moraleja.
El
amor se presenta, surge valiente y osado venciendo adversarios,
conquistando valores para guardar en el cofre de la dignidad.
Toda
esta riqueza administrada con preclara inteligencia se desliza en
cada página, en cada imagen, bajo el trazo de una pluma inquieta,
“lo dice todo sin decir nada”.
Sugiere lo oculto en la superficie de lo tangible: La aventura complicada
y extraña de conocerse uno mismo.