ORGANIZACIÓN
MUNDIAL DE LA SALUD
VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
Producción
de Villa Crespo Digital
30
de enero del 2014
El
siguiente es un informe elaborado por la Organización Mundial
de la Salud (OMS) sobre violencia de pareja y violencia sexual contra
la mujer.
Introducción
Las
Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer como "todo
acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como
resultado un daño físico, sexual o psicológico
para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción
o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen
en la vida pública como en la privada".
La
violencia de pareja se refiere al comportamiento de la pareja o
ex pareja que causa daño físico, sexual o psicológico,
incluidas la agresión física, la coacción sexual,
el maltrato psicológico y las conductas de control.
La
violencia sexual es cualquier acto sexual, la tentativa de consumar
un acto sexual u otro acto dirigido contra la sexualidad de una
persona mediante coacción por otra persona, independientemente
de su relación con la víctima, en cualquier ámbito.
Comprende la violación, que se define como la penetración,
mediante coerción física o de otra índole,
de la vagina o el ano con el pene, otra parte del cuerpo o un objeto.
Alcance del problema
Las
estimaciones más precisas de la prevalencia de la violencia
de pareja y la violencia sexual en entornos sin conflictos son las
proporcionadas por encuestas poblacionales basadas en el testimonio
de las víctimas. En un estudio de la OMS sobre la salud de
la mujer y la violencia doméstica contra la mujer (WHO multi-country
study on women’s health and domestic violence against women)
realizado en 10 países, en su mayoría en desarrollo,
se observó que en las mujeres de 15 a 49 años:
entre
el 15% de ellas en el Japón y el 70% en Etiopía y
el Perú referían haber sufrido a lo largo de su vida
violencia física o sexual perpetrada por su pareja;
entre un 0,3% y un 11,5% referían haber sufrido violencia
sexual perpetrada por alguien que no era su pareja después
de cumplidos 15 años;
la primera experiencia sexual había sido forzada en muchos
casos (17% en la Tanzanía rural, 24% en el Perú rural,
y 30% en zonas rurales de Bangladesh).
La
violencia de pareja y la violencia sexual son perpetradas en su
mayoría por hombres contra mujeres y niñas. El abuso
sexual infantil afecta a niños y niñas. En los estudios
internacionales realizados, aproximadamente el 20% de las mujeres
y el 5%-10% de los hombres refieren haber sido víctimas de
violencia sexual en la infancia.
Los
estudios poblacionales sobre la violencia en las relaciones entre
los jóvenes («violencia en el noviazgo») indican
que este problema afecta a una proporción considerable de
la población joven. Por ejemplo, en un estudio realizado
en Sudáfrica entre personas de 13 a 23 años, el 42%
de las mujeres y el 38% de los hombres refirieron haber sido víctimas
de violencia física en el noviazgo.
Factores
de riesgo
Los
factores de riesgo de violencia de pareja y violencia sexual son
de carácter individual, familiar, comunitario y social. Algunos
se asocian a la comisión de actos de violencia, otros a su
padecimiento, y otros a ambos. Entre los factores de riesgo de ambas,
violencia de pareja y violencia sexual, se encuentran los siguientes:
un bajo nivel de instrucción (autores de violencia sexual
y víctimas de violencia sexual);
la exposición al maltrato infantil (autores y víctimas);
la experiencia de violencia familiar (autores y víctimas);
el trastorno de personalidad antisocial (autores);
el uso nocivo del alcohol (autores y víctimas);
el hecho de tener muchas parejas o de inspirar sospechas de infidelidad
en la pareja (autores);
las actitudes de aceptación de la violencia (autores y víctimas).
Entre
los factores asociados específicamente a la violencia de
pareja cabe citar:
los antecedentes de violencia (autores y víctimas);
la discordia e insatisfacción marital (autores y víctimas).
Y
entre los factores asociados específicamente a la violencia
sexual destacan:
la creencia en el honor de la familia y la pureza sexual;
las ideologías que consagran los privilegios sexuales del
hombre, y
la levedad de las sanciones legales contra los actos de violencia
sexual.
La desigualdad de la mujer con respecto al hombre y el uso normativo
de la violencia para resolver los conflictos están estrechamente
asociados tanto a la violencia de pareja como a la violencia sexual
ejercida por cualquier persona.
Consecuencias
para la salud
La
violencia de pareja y la violencia sexual producen a las víctimas
supervivientes y a sus hijos graves problemas físicos, psicológicos,
sexuales y reproductivos a corto y a largo plazo, y tienen un elevado
costo económico y social.
Entre
los efectos en la salud física se encuentran las cefaleas,
lumbalgias, dolores abdominales, fibromialgia, trastornos gastrointestinales,
limitaciones de la movilidad y mala salud general. En algunos casos
se producen traumatismos, a veces mortales.
La
violencia de pareja y la violencia sexual pueden ocasionar embarazos
no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos,
e infecciones de transmisión sexual, entre ellas la infección
por VIH. La violencia de pareja durante el embarazo también
aumenta la probabilidad de aborto espontáneo, muerte prenatal,
parto prematuro y bajo peso al nacer.
Estas
formas de violencia pueden ser causa de depresión, trastorno
de estrés postraumático, insomnio, trastornos alimentarios,
sufrimiento emocional e intento de suicidio.
La
violencia sexual, sobre todo en la infancia, también puede
incrementar el consumo de tabaco, alcohol y drogas, así como
las prácticas sexuales de riesgo en fases posteriores de
la vida. Asimismo se asocia a la comisión (en el hombre)
y el padecimiento (en la mujer) de actos de violencia.
Repercusión
en los niños
Los niños que crecen en familias en las que hay violencia
pueden sufrir diversos trastornos conductuales y emocionales. Estos
trastornos pueden asociarse también a la comisión
o el padecimiento de actos de violencia en fases posteriores de
su vida.
La
violencia de pareja también se ha asociado a mayores tasas
de mortalidad y morbilidad en los menores de 5 años (por
ejemplo, por enfermedades diarreicas y malnutrición).
Costos
sociales y económicos
Los
costos sociales y económicos de este problema son enormes
y repercuten en toda la sociedad. Las mujeres pueden llegar a encontrarse
aisladas e incapacitadas para trabajar, perder su sueldo, dejar
de participar en actividades cotidianas y ver menguadas sus fuerzas
para cuidar de sí mismas y de sus hijos.
Prevención
y respuesta
En
la actualidad hay pocas intervenciones cuya eficacia se haya demostrado
mediante estudios bien diseñados. Son necesarios más
recursos para reforzar la prevención de la violencia de pareja
y la violencia sexual, sobre todo la prevención primaria,
es decir, para impedir que se produzca el primer episodio.
Respecto
a la prevención primaria, hay algunos datos correspondientes
a países de ingresos altos que sugieren que los programas
escolares de prevención de la violencia en las relaciones
de noviazgo son eficaces. No obstante, todavía no se ha evaluado
su posible eficacia en entornos con recursos escasos. Otras estrategias
de prevención primaria que se han revelado prometedoras pero
deberían ser evaluadas más a fondo son por ejemplo
las que combinan la microfinanciación con la formación
en materia de igualdad de género, las que fomentan la comunicación
y las relaciones interpersonales dentro de la comunidad, las que
reducen el acceso al alcohol y su uso nocivo, y las que tratan de
cambiar las normas culturales en materia de género.
Para
propiciar cambios duraderos, es importante que se promulguen leyes
y se formulen políticas que protejan a la mujer; que combatan
la discriminación de la mujer y fomenten la igualdad de género,
y que ayuden a adoptar normas culturales más pacíficas.
Una
respuesta adecuada del sector de la salud puede ser de gran ayuda
para la prevención de la violencia contra la mujer y la respuesta
consiguiente. La sensibilización y la formación de
los prestadores de servicios de salud y de otro tipo constituyen
por tanto otra estrategia importante. Para abordar de forma integral
las consecuencias de la violencia y las necesidades de las víctimas
y supervivientes se requiere una respuesta multisectorial.
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