EN
EL CENTENARIO DE SU DECLARACIÓN
TRABAJO
DE LA MUJER: INFORMALIDAD Y MENORES SALARIOS. UNA IGUALDAD INEXISTENTE
Por
Elena Luz González Bazán * especial para Villa Crespo
Digital
8
de marzo del 2014 *
Un
informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT.)
sostiene que el trabajo de las mujeres aumenta y los salarios son
menores que los de los hombres.
En nuestro país, del total de la masa laboral, un 45 por
ciento son mujeres y de ese total la informalidad es más
del doble y en materia de salarios hay una brecha media del 30 por
ciento menos, entre lo que reciben las mujeres relacionado con los
hombres.
En
marzo del 2007, la Argentina se situaba como el país de la
región con mayores brechas salariales entre mujeres y varones.
En ese estudio, también de la OIT, la Argentina era considerado
el país con mayores brechas salariales de la región
sudamericana por razones de sexo.
La
desigualdad de salarios rondaba en un 39 por ciento menos, comparado
con los hombres.
Por otro lado, el Informe sostenía que la igualdad entre
hombres y mujeres era una utopía. Además que las mujeres
tenían grandes dificultades para acceder a los cargos directivos.
En
dicho informe, no muy diferente a las últimas cifras, sostenía
que las mujeres representaban el 42 por ciento de la población
ocupada y aportaban, tomando el promedio medio, un 30 por ciento
menos a los ingresos familiares.
La
OIT desnudaba que los avances registrados en la última década
por parte de los gobiernos para reducir la brecha ¨han sido
prácticamente nulos¨.
Además
del tema de la maternidad, hay otros elementos a la hora de observar
las causas de la desigualdad: el Informe de SEL Consultores afirma
que la mujer está en mayor medida en la economía informal
en el empleo privado.
El trabajo en la economía sumergida entre los hombres se
sitúa en torno al 37 por ciento mientras que entre la población
femenina supera el 49 por ciento.
Las
mujeres están, en su gran mayoría, como empleadas
domésticas en casas particulares, es una economía
informal, sin proyección, sin futuro, a esto debemos sumar
la esclavización de la mano de obra en los talleres clandestinos,
en las economías desprotegidas, en comercios y otros lugares
laborales donde reina el negro. Los salarios son bajos, el despido
es la única realidad palpable y clara. No hay indemnizaciones,
ni cargas sociales, ni vacaciones, ni jubilación u obra social.
Si
bien es más elevado el nivel de empleo femenino en la administración
pública un 17 por ciento contra un 11 por ciento de los varones.
El salario o ingreso total es menor con respecto a los varones:
un 16 por ciento contra un 27 por ciento de los hombres.
En
otro informe, en este caso en del ELA para el trienio 2005-2008,
la informalidad no tuvo variaciones. El Equipo Latinoamericano de
Justicia y Género de Argentina informaba sobre las desigualdades
en las cifras de desempleo, la subcontratación y la brecha
salarial existente entre mujeres y varones.
En
materia de desempleo la variación es casi el doble.
Asimismo,
la inserción de muchas mujeres en el mercado laboral continúa
siendo inestable e informal. El trabajo doméstico representa
el 31 por ciento del trabajo femenino en el sector privado.
Esta cifra es superior en las provincias del Noreste Argentina,
trepa a más del 40 por ciento.
En este informe también acuerdan que la media de diferencia
para los ingresos del 2006 entre mujeres y hombres es un 30 por
ciento menos. Si el hombre gana 100, la mujer tiene un salario de
70.
Por su lado:
El INDEC del 2006, revela que la desocupación entre las mujeres
llegaba al 15 por ciento contra el 8.7 por ciento de los varones.
El 55 por ciento de las mujeres trabajaban o trabajan en el sector
informal contra el 46 por ciento de los varones.
En
el caso de los hogares más pobres:
En la franja del 30 por ciento de los hogares más pobres:
El 77 por ciento de las mujeres se encuentra en situación
de vulnerabilidad laboral, esto quiere decir: sin trabajo, con empleo
precario o con programas de asistencia social.
En
las regiones del NEA y NOA
El porcentaje de mujeres ocupadas que están en situación
de pobreza es mayor al 20 por ciento, en el Gran Buenos Aires más
del 11 por ciento y en la región Patagónica el 6 por
ciento.
Trabajo
doméstico
El 31 por ciento en el sector privado
En el NEA el 41 por ciento
El empleo no registrado al 2006: 82 por ciento del empleo doméstico.
De
acuerdo con datos del Ministerio de Trabajo, las mujeres constituyen
el 60 por ciento de las víctimas de violencia (sexual, psicológica
o física) en el ámbito laboral.
"Más
de una década desde la adopción por parte de la 4ª
Conferencia Mundial sobre las Mujeres de Pekín de una ambiciosa
plataforma de acción (...), los prejuicios de género
siguen fuertemente anclados en la sociedad y en el mercado laboral",
subraya el informe.
Así,
pese a algunos avances, "se mantienen fuertes disparidades
en términos de posibilidades de empleo y de calidad de empleo",
añade el documento titulado "Las mujeres en el mercado
laboral: medir los progresos e identificar los desafíos".
Entre
los progresos, la Oficina Internacional del Trabajo (OIT) señala
que la tasa de participación de las mujeres en el mercado
laboral aumentó del 50,2 por ciento al 51,7 por ciento entre
1980 y 2008 con una progresión más sensible en los
años 1980 y principios de los 90.
Como
conclusión
Estos
guarismos son mujeres, estas injusticias son mujeres, estos oprobios
los sufren mujeres, las mujeres de un país colonizado, de
un país dependiente, sin proyección de Nación.
La mujer sufre estas encarnizadas diferencias porque hay responsables:
el hombre colabora con su estructura cultural y mental para que
la mujer soporte la injusticia, la mujer machista educa hombres
con estas características.
La mujer es el eslabón de una cadena, la más débil,
por eso la violencia familiar y laboral ha crecido considerablemente.
Hay otros que ganan con este contexto político y social de
esta Argentina mediocre, donde la televisión muestra la vergonzante
mujer sin principios que hace cualquier cosa para ser primera figura
de programas lacerantes de la mujer, como si esas mujeres representaran
el espíritu verdadero de Clara Zetkin.
Otras,
quienes están en la función pública hacen la
vista gorda, obvian estas barrabasadas televisivas, la ley de medios
no llega para estas ¨puerilidades¨.
El cansancio que provoca el trabajo es igual para todos, igualmente
cuando los niveles de explotación se profundizan. A esto
se suma los pésimos medios de transporte, porque las mujeres
laboriosas no viajan en helicóptero o aviones privados o
alquilados.
Por
otro lado, al cansancio de una larga jornada se suma la vida familiar
que sigue pesando sobre las manos y las espaldas femeninas.
A
esto se suma que las injusticias y la desigualdad no se ha mitigado,
eso sí, se han escuchado muchos discursos en función
del problema de género que supuestamente tienen algunas mujeres
en nuestro país, con la diferencia que nada saben de estas
realidades tan injustas.
En
la Argentina actual, la del Bicentenario, estas cifras de los organismos
internacionales y organizaciones privadas, se corresponden con las
cifras del actual INDEC, acusan la desigualdad, las diferencias
salariales, la precariedad y la desocupación en ascenso y
sin posibilidad de reversión de estas condiciones.
Si
el INDEC da estos guarismos, sospechamos con total certeza que los
mismos son mayores: tanto la desocupación femenina, como
la brecha entre salarios de los hombres y mujeres, la informalidad
laboral y además agregar que nada se dice de las largas jornadas
que la precariedad exige sin ningún tipo de contemplaciones.
Porque una cosa es el trabajo en blanco, con certezas y responsabilidades
y otro muy distinto es trabajar en negro o en la informalidad.
Además,
podemos escarbar todos los años de este siglo y nos encontraremos
con esta situación similar, algún punto más
o menos, pero igual, sin modificaciones. Las únicas escenografías
que cambian son las del disparate, esas abundan.
La
Argentina tiene una deuda en este Bicentenario, en primer lugar
debiera transformarse en una Nación en serio y no en este
escaparate vergonzante, y luego con políticas de Estado,
ejecutado por verdaderos hombres y mujeres de Estado y un pueblo
con una cabeza más amplia, abierta y pensante para resolver
las inequidades que hay con respecto a la mujer.
Las causas de esta inequidad no están absorbidas en una sola
situación: la situación de preñez y futura
maternidad, eso es querer ver la paja en el ojo ajeno y no mirar
la viga en el propio, y que viga.
Porque
la inequidad entre géneros no es producto sólo de
la debilidad o fortaleza de unos y otros.
Como
en la revolución industrial, la mano de obra femenina sirvió
para bajar los costos de producción de los industriales capitalistas
y de esa manera extorsionar la mano de obra masculina, dos mujeres
hacían el trabajo de un hombre y ganaban el salario de un
hombre. Cuatro niños hacían el trabajo de un hombre
o de dos mujeres.
En
la actualidad la precariedad le deja ganancias a alguien, son muchos
o muchas las que pierden, pero hay algunos que se embolsan las riquezas
de esa sobre explotación. Porque una colonia, un país
dependiente que no apuesta a la industria, al desarrollo con justicia
social, tiene una clase dirigente prebendaria que apuesta al juego,
a las concesiones y a vivir de las inversiones y la usura.
En
la denominada clase política, el oficialismo está
en su propia estratosfera y la oposición se sumerge en su
microclima, este contexto social y familiar es acuciante, y si nos
alejamos de la ciudad Capital de Argentina, ni hablar. Las cifras
de la inequidad trepan y todos miran hacia la cámara, porque
tienen una enfermedad, que es la de pertenecer.
A
esto podemos agregar que la mujer que se pone de pie y lucha por
sus necesidades, por sus derechos, contra la violencia, las injusticias,
por una jornada de trabajo digna, por salarios dignos es doblemente
perseguida.
Los
hombres cuestionan a las mujeres que pelean, le exigen que ocupe
su lugar en la casa, con los hijos, la reputa de mala madre. Los
conflictos aumentan en estos hogares y a pesar de todo esto, miles
resuelven y siguen la lucha por la justicia.
A
las inequidades, una de las más sangrantes es la de la salud,
las mujeres laboriosas en este ámbito se debaten entre la
vida y la muerte, son las más combativas a la hora de protestar,
viven vertiginosamente ese debate real y doloroso.
Estos
tiempos son los momentos de pensar y reflexionar, pero fundamentalmente
podemos mirar hacia aquellas mujeres que dejaron un camino abonado:
esas luchadoras anónimas y no, que afianzaron el camino y
lo impregnaron con olor y perfume de mujer.
Esas
mujeres que hicieron la Independencia
Que pelearon contra los conquistadores y se transformaron en Cacicas.
A las mujeres que no dudaron y pelearon por jornadas de trabajo
decorosas y fueron quemadas, torturadas o violadas.
A las que desafiaron las pautas culturales y fueron delegadas, representantes
y luchadoras.
A
las miles de trabajadoras que pasaron por las mazmorras dictatoriales.
Es un día de enseñanza. Pero esencialmente es un día
de recordación para que esa memoria nos acompañe en
los momentos más duros de esta existencia actual, pero sin
perder jamás la ternura.
FUENTES:
OIT, SEL Consultores, INDEC y fuentes propias.
Producción
compartida con Haydeé Dessal
*
Primera versión en el 2010.
Caracteres:
8584