MANUAL
DE ZONCERAS ARGENTINAS
MANUAL
DE ZONCERAS: ARTURO JAURETCHE
13 DE NOVIEMBRE
Producción
periodística Villa Crespo Digital
30
de diciembre del 2015
"¿Los
argentinos somos zonzos...?". "Las zonceras que voy
a tratar consisten en principios introducidos en nuestra formación
intelectual desde la más tierna infancia -y en dosis
para adultos con la apariencia de axiomas, para impedimos pensar
las cosas del país por la simple aplicación del
buen sentido... A medida que usted vaya leyendo algunas, se
irá sorprendiendo, como yo oportunamente, de haberlas
oído, y hasta repetido, innumerables veces, sin reflexionar
sobre ellas y, lo que es peor, pensando desde ellas."
"Basta detenerse un instante en su análisis para
que la zoncera resulte obvia, pero ocurre que lo obvio pasa
con frecuencia inadvertido, precisamente por serlo".
"Su fuerza no está en la argumentación. Simplemente
excluyen la argumentación actuando dogmáticamente
mediante un axioma introducido en la inteligencia -que sirve
de premisa- y su eficacia no depende, por lo tanto de la habilidad
en la discusión como de que no haya discusión.
Porque en cuanto el zonzo analiza la zoncera -como ya se ha
dicho- deja de ser zonzo".
"Para hacerlo sólo se requiere no ser zonzo por
naturaleza...; simplemente, estar solamente azonzado, que así
viene a ser cosa transitoria, como lo señala el verbo".
"Tampoco son zonzos congénitos los difusores de
la pedagogía colonialista. Muchos son excesivamente vivos
porque ése es su oficio y conocen perfectamente los fines
de las zonceras que administran: otros no tienen ese propósito
avieso sin ser zonzos congénitos: lo que les ocurre es
que cuando las zonceras se ponen en evidencia no quieren enterarse;
es una actitud defensiva porque comprenden que con la zoncera
se derrumba la base de su pretendida sabiduría y, sobre
todo, su prestigio".
"Las zonceras son principios introducidos en nuestra formación
intelectual desde la más tierna infancia -y en dosis
para adultos- con la apariencia de axiomas, para impedirnos
pensar las cosas del país por la simple aplicación
del buen sentido".
"Las zonceras no se enseñan como una asignatura.
Están dispersamente introducidas en todas y hay que irlas
entresacando... se apoyan y se complementan unas con otras,
pues la pedagogía colonialista no es otra cosa que un
puzzle de zonceras. ...de la comprobación aislada de
cada zoncera llegaremos por inducción -del fenómeno
a la ley que lo rige- a comprobar que se trata de un sistema,
de elementos de una pedagogía, destinada a impedir que
el pensamiento nacional se elabore desde los hechos, es decir
desde las comprobaciones del buen sentido".
"Civilización y barbarie, esa zoncera madre que
las parió a todas: Todo hecho propio por serlo, era bárbaro
y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar,
pues, consistió en desnacionalizar."
"Descubrir las zonceras que llevamos adentro es un acto
de liberación: es como sacar un entripado valiéndose
de un antiácido, pues hay cierta analogía entre
la indigestión alimenticia y la intelectual. Es algo
así como confesarse o someterse al psicoanálisis
-que son modos de vomitar entripados-, y siendo uno el propio
confesor o sicoanalista".
DÍA
DEL PENSAMIENTO NACIONAL
En homenaje al nacimiento del pensador y escritor Arturo Jauretche
(1901-1974)
El
13 de Noviembre de 1901 nace Arturo.
Se inicia el siglo con la definitiva instalación del
modelo oligárquico y antinacional. Roca se apresta a
entregar el gobierno a Manuel Quintana, abogado de las empresas
inglesas.
El otro país, el país integral social y territorialmente
aparece definitivamente derrotado y oculto por la pedagogía
de la colonización, se sostiene.
Esta
es la cuna en la que nace Arturo Martín Jauretche, en
Lincoln, provincia de Buenos Aires, gigantesco patio rural bonaerense
en el que comenzará a forjar la estructura de su pensamiento,
a caballo entre las letras cultas de la escuela oficial y la
realidad polvorienta y salobre del país real.
La
Familia
Jauretche nació en el seno de una familia de clase media
que, si bien no era terrateniente, se encontraba estrechamente
vinculada pos razón social y actividad económica
a la oligarquía lugareña.
"Eramos
diez hermanos. Yo era el mayor.
"Fui
un chico bastante lector, no se si por precoz o porque entre
los cuatro y los cinco años no pude correr a la par de
los otros y tuve, en cambio, mucha cama y lectura, y bebí
mucha leche y barba de choclo. Me quedó afición
a las dos primeras. La afición a la leche me creó
verdaderos problemas, de hombre, en Buenos Aires, porque en
mi juventud era mal visto que un varón la bebiese...entraba
a las Martonas mirando a todos lados... No sé cuál
fue mi enfermedad, que supongo de origen renal porque se manifestaba
en un edema de las piernas... La larga temporada en cama a tan
temprana edad provocó que mi madre me enseñara
a leer de chiquito... teníamos en casa la colección
encuadernada de una revista de Barcelona, La Ilustración
Artística, que además de las noticias traía
abundante material fotográfico... se me embarullan la
Guerra de Cuba y la de Filipinas y la boer... la ruso-japonesa...
una enorme lesión para la Pax Britannica que reposaba
sobre el principio de la supremacía en todos los terrenos
del hombre blanco..."
¨Mi
madre me enseñó a leer de chiquito. Aprendí
de inmediato y se me despertó la afición por la
lectura. Pero también recuerdo que me enseñaba
algo una criolla vieja, doña Santos, cuentos de fantasmas
y luces malas de loq que tuve noticias luego, cuando volví
a oírlos en los fogones y en las ruedas de mate".
Mi madre me enseñó a leer de chiquito. Aprendí
de inmediato y se me despertó la afición por la
lectura. Pero también recuerdo que me enseñaba
algo una criolla vieja, doña Santos, cuentos de fantasmas
y luces malas de lo que tuve noticias luego, cuando volví
a oírlos en los fogones y en las ruedas de mate".
"En
esta atmósfera intelectual se empezaron a formar las
ideas políticas, sociales y económicas de un niño
presuntuoso infatuado por la vanidad de ser precoz".
La
Escuela
La escuela de la década del "centenario" se
había estructurado sobre el divorcio absoluto con el
país real. La realidad diaria, las razones de la vida
de los hombres y mujeres del país no se explicaban en
esa escuela. Ni la pobreza, ni la forma del trabajo, ni el atraso
ni la estratificación social, ni la injusticia, ni el
desprecio y denotación de todo lo nacional aparecían
en la pedagogía oficial de la Argentina.
"La
campana que llamaba a clase era un cotidiano corte entre dos
mundos y la formación intelectual tuvo así que
andar por dos carriles distintos a la vez, como en la rayuela,
con las piernas abiertas entre los cuadros".
La
escuela no continuaba la vida sino que abría en ella
un paréntesis diario. La empírica del niño,
su conocimiento vital recogido en el hogar y en su contorno,
todo eso era aporte despreciable."
"Sabíamos
del ornitorrinco por la escuela y del baobab por Salgari, pero
nada de baguales, ni de vacunos guampudos e ignorábamos
el chañar, que fue la designación del pueblo hasta
que le pusieron el nombre suficientemente culto de Lincoln¨.
Si
lo propio no tiene historia, la historia no tiene realidad
"El pueblo se llamaba Lincoln y sabíamos de tal
prócer, nada en cambio de los gauchos junineros, de los
milicos de la frontera, del mismo coronel Borges, que comandaba
la frontera de Junín...Es que ese coronel, los milicos,
los ranqueles, los bichos, los pastos, los ríos, eran
indignos de la ' cultura', según la entendía la
' intelligentzia'.
¿Es
que ningún héroe argentino ha tenido dolores de
muela, ni se ha calentado con una china, ni ha jugado una onza
a una carta?
Enseñan
una guerra del Paraguay entre militares santos y soldaditos
de plomo en prados de esmeralda, y luego se encuentra, en la
plaza del pueblo, con veteranos que lo ilustrran acerca de la
recluta forzosa y la impopularidad de esa guerra, o le recitan
Heroico Paysandú de Gabino Ezeiza.
Lo
que no se lee en los libros
Lincoln aledaña a la zona rural y vive de las actividades
del campo. La desigualdad social, sus razones y sinrazones se
clavan como abrojo en la memoria de Arturo.
Nosotros
éramos chicos de pueblo, no gauchitos...Por entonces
conocí la otra cara de la vida de los boyeritos, como
mi amigo Silverio Ávila que desde los seis años,
como tantos, trabajaba con unos vascos tamberos, quien llegaba
a la escuela después de largas horas de dura jornada
y a veces se dormía en el pupitre.
"Tengo
en la memoria la cosecha del maíz y los chiquilines en
las orillas del pueblo que iban con sus padres a trabajar en
la junta, trabajo duro, a destajo, que se pagaba por bolsa juntada.
Es inseparable el recuerdo de las manos tajeadas e hinchadas
de los chicos que volvían de la junta".
"El
mundo se dividía entre paisanos y "los otros"
, mis padres, mis hermanos, yo, éramos de "los otros".
También lo era toda la gente importante del pueblo, y
también muchos no importantes, porque entraban el panadero
y el maestro de pala y el oficial, el constructor, el albañil,
el almacenero y el gallego del mostrador, y la maestra y el
guarda de ferrocarril. "Los otros" podíamos
ser criollos o gringos, ricos o pobres, pero constituíamos
un nivel bien definido hasta en las vestimentas: los hombres
usaban pantalones y las mujeres batones o vestidos variados.
El otro nivel usaba bombachas, y percal las mujeres. También
era distinto en los chicos, sobre todo en el calzado: botines,
o alpargatas, cuando no "pata lisa".
"Un
paisano podía ser alfabeto y "leido", pero
nunca culto; el hombre de pantalones podía ser analfabeto,
pero si lo disimulaba, era "culto" por el simple hecho
de usarlos. Los dos estilos de vida, el urbano y el rural, contribuían
a separar los estratos, y el escolar que era yo, no podía
poner en la misma línea a un extranjero analfabeto con
un paisano en igual condición, porque el analfabetismo
de uno era una falla excepcional mientras que el del otro era
una calidad casi intrínseca. Lo conservaba aunque hubiese
aprendido a leer".
Las
nacionalidades también determinaban estatus. "Los
vascos, como se sabe, son inferiores a los ingleses, escandinavos
o germanos, y también a los franceses. Pero muy superiores
a los españoles y mucho más a los italianos, y
mucho más aún a judíos, turcos o rusos.
Una noche, en un allanamiento a una timba, la policía
detuvo a tres hombres. El comisario los interrogó:
-
Vos, preguntó al que tenía más cerca, ¿cómo
te llamás?
- Martín Echanagucía, contestó el interpelado.
- ¿Vasco español?, Buena gente, agregó
el comisario. Y tocó salida.
Llamó al próximo y le preguntó el nombre.
- Juan Caracotche, contestó. Y el comisario comentó:
- vasco francés, buena gente. Y ordenó la libertad.
Se adelantó el tercero y se presentó:
- José Travallini, vasco italiano...
Vaciló el comisario, sonrió y lo puso en libertad
por gracioso, no por racismo".
Don
o Míster: "...tratamiento que marcaba diferencias
sociales y culturales con los extranjeros provenientes de la
Europa Meridional. En lo más alto de la escala estaban
los ingleses pero en el pueblo conocí solamente uno:
el ingeniero del Ferrocarril". También eran Don
"algunos criollos viejos, si además eran hacendados,
y excepcionalmente los paisanos reputados por sus hazañas
de cuchillo o por sus habilidades de troperos". "...el
vasco también lograba el Don, aunque fuera lechero, hornero
o fondero"
Los
libros...las lecturas
...las letras...las ideas
"Se practicaba el desprecio a la realidad presente
en función del futuro y la extirpación de todas
las características propias para adoptar las prestigiadas
afuera... una enseñanza que subvertía el orden
natural de las cosas... Cuando ingresé a la Escuela Normal
y aprendí los principios pestalocianos, a pesar que mi
sentido crítico estaba embotado por esta formación,
percibí la contradicción que había con
aquello de pasar de lo particular a lo general, de lo simple
a lo compuesto y de lo sencillo a lo complejo y lo que se practicaba,
pues se proponían los objetivos antes de estudiarse las
condiciones que podían o no corresponder a ello y se
invertía así el razonamiento... Ya en la pubertad
el chiquilín político que había en mí,
empezó a tener perplejidades como ésas... La enseñanza
y el periodismo... y mamá, como maestra que era, las
ayudaba... ayudaba también el desarrollo de un pensamiento
individualista... esa literatura que muestra que sólo
se llega a millonario si se han vendido diarios en la infancia...
llegar a millonario es la prueba máxima de la capacidad
humana. Sí leí bastante, y el niño lector
tuvo que desdoblarse".
No
es fácil rastrear las "influencias" en Jauretche.
Es que su inteligencia independiente y escrutadora paseó
por todas las cepas literarias sólo para mejorar sus
propios vinos.
"Mi
principal proveedora de lecturas fue la Biblioteca Popular,
fundada en 1893, que debía tener fácilmente dos
mil volúmenes... se le agregó la Biblioteca de
La Nación que, con mueble y todo, tenía en mi
dormitorio. No me faltaron Walter Scott, Dumas, Salgari, Conan
Doyle, y todos los libros de aventuras entre los que incluyo
Búfalo Bill y Nick Carter, Fenimnore Cooper, Bret Hart
y David Copperfield, entreverados con Balzac, Víctor
Hugo, Flaubert y Eugenio Sue, Xavier de Montepin y Julio Verne.
Lecturas que consolidaban el individualismo: Samuel Smiles:
"Ayúdate", "El ahorro", "El
carácter". Orison Swett Marden, especie de Reader
Digest de la época. Homero, Virgilio no me movían
un pelo. Shakespeare, Racine, Corneille, Moliere no me apasionaron.
"En cambio El Quijote y la novela picaresca española
me cautivaron de entrada... devoré los Episodios Nacionales
de Benito Pérez Galdós... me dieron satisfacciones
Varela, Pereda, Palacios Valdés, Unamuno, Azorín,
Baroja, Valle Inclán... desde luego leí el teatro
de la época con Benavente, los Alvarez Quintero... también
algunos poetas: Espronceda, Núñez de Arce, Bécquer,
Machado que vino mucho después y de los contemporáneos
nuestros Lugones y Herrera y Reisig casi conjuntamente con Darío.
Recitábamos Ghiraldo, Almafuerte, Carriego, Díaz
Mirón, Dios Peza y desde luego Flores. Nunca me pudieron
hacer aceptar a Vargas Vila con sus libros rosados... en escenas
escabrosas prefería en Joaquín Belda y Felipe
Trigo que entraban en materia más que Alfredo de Mussett,
que me impresionó. A los nueve años me reglaron
"El hombre y la tierra" de Eliseo Reclus... a pesar
de mi corta edad y sobre todo por mi individualismo, liberal
y egocéntrico,, o tal vez por eso, identificaba al anarquismo
sin mucha hostilidad; al poco tiempo posaría de nietzscheano...
Darwinismo... Fui devoto de Agustín Álvarez ("Herencia
moral de los pueblos hispanoamericanos" y "Adónde
vamos", Editorial La Cultura Argentina) y no lo perdono
por haberme abierto la puerta a José Ingenieros, Ramos
Mejía, Bilbao y otros izquierdistas pretensiosos que
cultivaban la idea sarmientina racista y neocolonialista".
El
Campo
"Además de dimensiones geológicas tenía
un regusto áspero esa pampa, que era la de mi infancia...
Por momentos me parecía dominar el espacio y por momentos
sentirme chiquitito, prisionero de la distancia, que me ceñía
como una cárcel paradojal".
"Puedo
precisar que variaba esa alterna sensación de debilidad
y fuerza frente a la naturaleza, según estuviese a caballo
o a pie... a caballo se estaba sobre la pampa; a pie se estaba
en la pampa; subjetivamente se sentía uno fuerte o desvalido
según fuera jinete o peatón porque sólo
montado uno la dominaba; a pie había una sensación
de impotencia frente a la lejanía".
"La
pampa hirsuta, áspera, hasta casi doler la mirada; la
pampa indómita... Ya la peinaban los alambrados y, muy
de distancia en distancia, aparecían las poblaciones
con sus montes todavía nuevos... pampa amarilla, ocre,
pastos bajos reemplazando a los pajonales y después de
cada golpe de leguas los cuadros verdes o terrosos de las colonias
agrícolas y también de los alfalfares... las lagunas
pobres...".
Doña
Santos
Una criolla vieja algo renga "por una fractura mal arreglada".
"Hacía de aya, junto a mi cama".
Y
le contaba cuentos de fantasmas, aparecidos y luces malas. Lenguaje
e imaginación que sin duda están en el origen
de su estilo coloquial, polémico, con fino sentido del
humor, lleno de desmesuras: mamó la herencia criollista
y el rico anecdotario rural, desde aquellos tiempos en que su
salud faltona le impedía andar por las calles a la par
de los otros chicos.
Vi
un automóvil
El siglo XX abre los ojos a otro tiempo en el pueblo de Lincoln.
El choque de las dos realidades, presente y futuro sorprende
la mirada niña de Jauretche.
"Un
Mercedes colorado, enorme, a cadena, adornado profusamente con
bronces lustrosos faroles, bocinas y otras cosas más.
Estábamos con mi tía Ceferina, cuando vimos aparecer
a uno de mis primos que venía lonja y lonja sobre el
petiso; se tiró junto a nosotros con el cuerito que le
servía de montura pegado a los fundillos, gritando: "¡Mama,
mama!. ¡el tren se ha salido de la vía y se viene
para acá!"
Del
defecto a la virtud
La claridad coloquial de la pluma de Jauretche tiene dos orígenes.
El uno la propia claridad de su pensamiento. El otro una impericia
que arrastraba desde la infancia.
Jauretche
carecía de toda virtud con su motricidad fina (como se
diría ahora). Por lo que sus construcciones literarias
eran dictadas, de tal suerte de conservar lo mejor de la sintaxis
coloquial. Un buen narrador, un buen conversador un pensador
agudo y preciso que no se mareaba con las palabras, aunque en
ellas apalabras cobran un espesor y una certeza raramente lograda
por otros.
"Porque
mi debilidad por las herramientas está en relación
inversa a mi capacidad para manejarlas. Tengo esta incapacidad
manual desde la más tierna infancia. Me obligó
a ser espectador en muchos juegos de mis compañeros".
"Nunca
pude tener un cuaderno de deberes medianamente presentable ni
recuerdo haber usado jamás un tiralíneas sin hacer
un borrón. Las maestras se pasaban la voz: "Jauretche
no lleva cuaderno de deberes". Tratamiento de excepción
para trabajos manuales de la Escuela Normal. "Así
fui siendo excluido de las clases dedicadas a "educar la
mano", según los principios pestalocianos. Esta
incapacidad manual y el privilegio que la consolidó se
tradujo fatalmente en mi letra".
Incapacidad
y privilegio tuvieron, ya no fatal sino afortunadamente, otro
resultado. Muchos intelectuales de la Argentina han aprendido
a pensar y a expresar esos pensamientos propios de la mano en
este caso firme de Arturo Jauretche.
El
Cautivo
La frontera con el indio marca otra frontera, la que separaba
a los hombres de principio de siglo de su historia real.
"Un
día una partida de ranqueles sorprendió, lejos
del foso que rodeaba las casas, a Laurens padre con su hijo
menor, también Luís. Escaparon, y el padre -mejor
montado- intentó saltar el foso y cayó adentro.
Allí lo lancearon hasta que mi bisabuela doña
Adela y algunos peones hicieron unos tiros de Remington. Dispararon
además un cañoncito, cuyo estampido avisaba a
los fortines y a las estancias la presencia de malones. Y así
fue como apareció por Santa Brígida -tarde ya-
la tribu mansa de Coliqueo, establecida en la Tapera de Díaz,
después "Los Toldos", acudiendo a la defensa.
No
había sido un malón, pues ya no los había;
apenas una partida de ranqueles remisa, por pagos ya perdidos
para ellos.
Se
fueron enseguida, pero llevaron al hijo menor del matrimonio,
Luís chico, que después sería "El
Cautivo". Tenía once años, y no había
intentado saltar la zanja por chico o por montar petiso; no
por gringuito, porque era nacido allí y criado entre
gauchos.
La
madre, que no debía ser de arriar con las riendas -y
no podía serlo en ese lugar y en aquel tiempo- se quedó
en el campo -joven, viuda y... pobladora-. Después trajo
de Francia a su padre, León Besenzette, mi tatarabuelo,
y a sus hermanos. Juntos poblaron otro campo, hoy San Martín
de Duggan, para un tal señor Furst.
(De
todas estas noticias las que más me interesaban eran
las que se referían al chiquilín que desapareció
en el desierto. Iba reconstruyendo ese pasado oyendo, mientras
dormitaba, en charlas como de bueyes perdidos. Los mayores eran
reticentes, como si no quisieran que las criaturas supiéramos
de ese ayer próximo. Después fui comprendiendo
que para ellos ese pasado "bárbaro" no vestía,
y que había un pacto tácito, del hogar "culto"
a la escuela, para ignorarlo o disimularlo como un pecado).
Muy
de tarde en tarde llegaban de Junín a Santa Brígida
las provisiones, alimentos, armas, herramientas, materiales
de construcción, etc. Venía lectura, y lo más
atrayente de todo: los diarios de Buenos Aires que envolvían
"la provista". En uno encontraron un aviso del consulado
argentino en Anguil, Chile, con la noticia de que allí
había sido rescatado por el cónsul -a cambio de
yerba y azúcar- un mozo cautivo que chapurreaba un idioma
entre Francés, ranquel y español, del cual entresacaban
que había sido capturado cerca de Junin y otros datos,
uno de los cuales era el nombre de su hermana mayor, Josefina,
mi abuela.
Lo
trajeron y hubo en Junín una gran fiesta para celebrar
el rescate.
(Oí
decir que anduvo dando vueltas por los asados buscando el que
quería, y no lo encontró, porque entre los indios
había aprendido a comer yegüerizo... Es el mismo
paisano rubión y barbudo que, cuento en Los Profetas
del Odio, nos daba en los bancos de la plaza una noticia de
indios que no habíamos oído mentar en la escuela,
que nos hablaba de todo el mundo pero no mencionaba ni por causalidad
la geografía, la botánica y la humanidad original
del pago. El Cautivo volvió en 1882, había estado
once años en cautiverio y cumplía 22 años
de edad: no tendría más de 50 cuando lo conocí...
yo lo veía y lo veo, muy viejo. En realidad lo que era
viejo ya, más que nada por deliberado olvido, era el
tiempo de los indios, que se decía como si habláramos
de épocas remotas)".
Los
afectos y sus efectos
El tono de reprimenda que Jauretche carga en su estilo tiene
raíces en un modo muy argentino, diferenciado deliberadamente
de los modos europeos.
"Aun
el amor marital -y las simples expresiones de ternura- debía
carecer de exhibición: eran cosas íntimas. Ni
un beso. Mi padre: ¡Esas cosas no deben hacerse en público!
Vaya y pase que la mujer de un beso, pero el hombre... debía
ser poco hombre".
"No
se trataba de moral; la exhibición era cosa fea, indecorosa,
una debilidad... El amor era eso: una debilidad y lo correcto
era disimularlo... La actitud de mi padre no obedecía
a la pudibundez de la época. Nunca lo vi besar a mi madre...
tampoco nos besó mucho a nosotros... consideraba una
debilidad la demostración de los afectos -típicamente
criollo-, que consideraba cosa de gringos.
Tampoco
me felicitó por algún éxito escolar...
El hombre debía tener cara de poker y lo mismo que en
el juego había que administrar las exteriorizaciones
de la alegría y el pesar... Es que en todas las casas
criollas consideraba se signo de masculinidad nativa el contraste
con las exteriorizaciones de los extranjeros".
El
carácter de Jauretche es como una marca. Un hombre en
el que se presentían potenciales brusquedades. Pero todo
ese "carácter" siempre fue fundamentalmente
parte de su estilo argentino, radicado en su infancia.
"Hasta
el dulce en las comidas debía restringirse. Las comidas
nocturnas debían ser exclusivamente lácteas: grandes
fuentones de arroz con leche, chuño, tapioca, crema de
chocolate o de vainilla, mazamorra. Mi padre advertía:
"Con tanto dulce los vas a sacar maricones". Lo dulce
no conjugaba con lo de "hacete duro, muchacho".
"Eso
de "hacete hombre", acompañado de un chirlo,
sintetizaba una educación".
"El
arreglo de las casas y la decoración "también
eran sobrias. Muchos colorinches y detalles se consideraban
cosas de napolitanos o turcos. El mobiliario, aunque fuera importado,
era a base muebles altos, rectos, grandes y no abundaban los
sillones de muelles confortables, pues los más eran de
mimbre a los que solía agregarse almohadones de confección
doméstica. En general se rehuía el confort más
que buscarlo, aún entre los que pasaban por ricos, porque
predominaba el criterio de que la comodidad "ablanda".
Así se rechazaba la calefacción en las habitaciones
enormes y llenas de chiflones, pues se prefería adquirir
las pulmonías a domicilio antes de "pasmarse"
en la calle al salir de un ambiente caldeado".
"Dejarse
simplemente abochornar sin reaccionar importaba en aquellos
tiempos una capitis diminutio. El uso de armas era lícito
y, además, necesario, máxime el cuchillo, imprescindible
para el trabajo, la comida y hasta para viajar, pues siempre
había que cortar alguna soga. Para la legítima
defensa bastaba con la simple provocación; eso sí,
sacando para defenderse había que usar, pues criaba fama
de compadrón el que simplemente amagaba. Así lo
entendían los jueces también, hasta que la justicia
porteña fue invadiendo la campaña...Una reputación
de flojo hacía que lo tomaran para la cachetada y hasta
el más infeliz se servía de usted."
Mirar
el país para ver la realidad
Pajueranos y padentranos. Las palabras nunca son inocentes.
Jauretche es un gran desentrañador de las tramas que,
desde el idioma, también se le tienden al país.
"Un
día uno va a la estación del Ferrocarril Oeste
y le pregunta al primer paisano que encuentra a mano: -Dígame,
¿a qué hora llega el tren de Buenos Aires? El
hombre pregunta como para asegurarse: -¿El de adentro?...
Ese llega a las cinco. No, se le responde, el de adentro no.
El de afuera, el de Buenos Aires. -Pero mi amigo, dirá
el paisano con cierto enfado, Usted me pregunta por el de adentro
y el de adentro es el que viene de Buenos Aires. El que viene
de allá -y señala para el rumbo profundo de la
pampa- es el que viene de afuera". Hasta aquí Osvaldo
Guglielmino. Es donde yo me pregunto por qué al que viene
de adentro del país se lo llama pajuerano y al que viene
de afuera del país no. El que viene de adentro es, en
realidad, "padentrano"... El que viene de afuera aparece
como viniendo de adentro. El que baja de Italia e Inglaterra
en el puerto de Buenos Aires es el "padentrano", y
es pajuerano el que viene de la pampa o de San Luís...
Antes, cuando se iba hacia los indios, es decir hacia la pampa,
hacia la cordillera, se iba "tierra adentro". Fue
después que empezó a ser "campo afuera"
el campo de adentro".
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