CARTA
DEL GENERAL VALLE ANTES DE SER FUSILADO
12
DE JUNIO DE 1956
Producción periodística
de Villa Crespo Digital
28 de junio del 2015
“Dentro
de pocas horas usted tendrá la satisfacción de
haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración fidedigna
de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de
militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos
responsables de lo acaecido.
”Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos
al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos
faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.
”Así se explica que nos esperaran en los cuarteles,
apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los
tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que
capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos
en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba.
Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse
la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los
sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas
al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar
una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible
y monstruosa ola de asesinatos.
”Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía.
Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas
verán en mí un idealista sacrificado por la causa
del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán
asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si
les sonríen y los besan será para disimular el
terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas
les seguirán a cualquier rincón del mundo donde
pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y
sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque
ningún derecho, ni natural ni divino, justificará
jamás tantas ejecuciones.
”La palabra ‘monstruos’ brota incontenida
de cada argentino a cada paso que da.
”Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso
material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es
una expresión más de la indignación incontenible
de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado.
Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista
y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra
proclama radial comenzó por exigir respeto a las instituciones
y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos
un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con
todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de
Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos.
Sólo buscábamos la justicia y la libertad del
95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido
político, sin garantías constitucionales, sin
derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún
hombre ni de ningún partido.
”Es asombroso que ustedes, los más beneficiados
por el régimen depuesto, y sus más fervorosos
aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria.
Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están
imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica,
en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un
liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro
país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos
la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo.
Como tienen ustedes los días contados, para librarse
del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente.
Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer
aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras
la dramática realidad argentina por más que tengan
toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
”Como cristiano me presento ante Dios, que murió
ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo
mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y
la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas.
Espero que el pueblo conozca un día esta carta y la proclama
revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable.
Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo
de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno
trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos
sucias en sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir
a los argentinos.
Viva
la patria”.
Juan
José Valle. Buenos Aires, 12 de junio de 1956.