FRANCISCO
NARCISO DE LAPRIDA / EL VERDADERO 9 DE JULIO DE 1816
Producción
de Villa Crespo Digital
11
de julio del 2015 *
En
la Argentina actual, convertida en una factoría que es
depredada por intereses extranjeros, burguesías nacionales
y políticos venales, bueno es recordar los aspectos desconocidos
del 9 de julio de 1816.
Era
una época difícil para estos tiempos de quienes
querían independizarse. La política a nivel europeo
estaba dirigida por el capitalismo inglés y la restauración
de las monarquías absolutistas en Europa. La causa de
la Revolución de Mayo de 1810 había sufrido derrotas
militares por el refuerzo de tropas españolas en Venezuela
y la recuperación por los realistas de la Capitanía
de Chile. Entre 1813 y 1815 se habían producido derrotas
el lbertador Simón Bolívar debía refugiarse
en Jamaica desde donde iba a dictar su famoso manifiesto por
la liberación americana.
La
llama de la revolución sólo quedó encendida
en Buenos Aires y en la Banda Oriental, recuperada de manos
extranjeras. San Martín preparaba su ejército
en el Plumerillo, Mendoza, dentro de la estrategia militar de
la Logia Lautaro, cuyo fin era trasponer los Andes, liberar
a Chile, subir por mar y tierra por la zona andina a liberar
el Perú, y reunirse con las fuerzas que batallaban en
Venezuela junto a Bolívar.
El
Libertador San Martín dio dos instrucciones. Al salteño
Martín de Güemes para que iniciara la guerra de
guerrillas, a fin de parar a los realistas utilizando todos
los medios y sublevando a la población gauchos, indígenas,
negros yotros. La otra insistencia de San Martín que
se canalizó a través del diputado mendocino Tomás
Godoy Cruz (1791 - 1852), Francisco Narciso de Laprida (1780
- 1829) y otros políticos fue la necesidad de declarar
la Independencia.
La
situación política
Laprida que salvó un monumento en Jachal, San Juan y
una calle en Buenos Aires sólo es recordado en la Argentina
por una marca de cuadernos escolares.
El
Congreso de 1816 que reunió a una treintena de diputados
se congregó en las condiciones más difíciles
internacionales y nacionales latinoamericanas. Estaba dominado
por la Logia Lautaro y por un conjunto de diputados pertenecientes
a la masonería, expresión del liberalismo revolucionario
de la época, a ellos se unieron sacerdotes católicos
sublevados contra el Vaticano como el insigne Fray Justo Santa
María de Oro (1772 - 1836) que fue uno de los más
ardorosos defensores del sistema republicano de gobierno. Lo
que no fue poco porque había sectores que defendían
la idea de una monarquía constitucional, de origen incaico
y también operaban los carlotistas.
En
el Congreso de Tucumán, en la casa ofrecida por Francisca
Bazán de Laguna, la treintena de diputados estaban recorridos
por dos tensiones políticas.
La
primera fue que ese Congreso declaró no sólo la
Independencia de la Argentina porque su ideal era la liberación
revolucionaria continental del yugo español, que era
la concepción de Mariano Moreno, Julián Álvarez,
San Martín y Bolívar. No hay que olvidar que varios
diputados procedían del Alto Perú es decir Bolivia
cuya Universidad de Chuquisaca irradió el ideal iluminista
de la Revolución Francesa y las concepciones sobre tiranicidio
y resistencia a la opresión de John Locke y los jesuitas
Mariana y Suárez.
La
otra tensión era el debate entre formas de estado y formas
de gobierno, los partidarios de la monarquía constitucional
lo hacían impresionados por la restauración reaccionaria
en Europa (entre ellos figuraban San Martín y Belgrano).
Después de la caída de Napoleón Bonaparte,
derrotado por los imperialistas ingleses, la Santa Alianza impuso
gobiernos despóticos en todo el Viejo Continente especialmente
en España con la restauración del absolutista
Fernando VII (1784 - 1833) que quería recuperar los territorios
americanos.
El
verdadero Laprida
Laprida jugó un papel muy singular. Había una
presidencia rotativa en el Congreso de Tucumán, las provincias
o regiones elegían a su representante y San Juan lo instituyó
al abogado Laprida. En realidad, había algunos indecisos
como algún diputado de Tucumán, sobre la necesidad
de declarar la Independencia. Porque ello iba a significar sangre,
dolor y lagrimas para los americanos, ante la reacción
mundial. Gran Bretaña había tomado una posición
de prescindencia en 1816, el Vaticano apoyaba a España
y toda la vieja Europa quería cortarles la cabeza a los
'jacobinos' americanos.
Los
liberales españoles fueron doblegados, acusándoselos
de afrancesados, pero lo cierto es que ayudaron mucho a nuestra
Independencia como cuando el General Riego (Rafael del Riego
y Núñez, 1785 - 1823) se sublevó en Cabezas
de San Juan, España (1820), impidiendo así que
los ejércitos españoles de relevo vinieran a América
a sofocar la Revolución. El masón Riego fue ejecutado
por orden de Fernando VII y lamentablemente, en toda América
Latina no hay un monumento en su memoria. De todas maneras su
nombre ha sido inmortalizado por el himno de la Segunda República
española (1931 - 1939).
Unitarios
y Federales se unieron en 1816 dejando de lado sus banderías
políticas y declararon la Independencia. Las voces de
Laprida, Godoy Cruz y Santa María de Oro fueron decisivas
como también los representantes bolivianos (Alto Perú).
Es
interesante rescatar que en la declaración escrita por
Laprida del diputado Pedro A. Medrano (1764 - 1840) que hizo
agregar a la Declaración de la Independencia respecto
de España la frase: 'y de toda otra dominación
extranjera'. Medrano federal dorreguista colaboró con
el gobierno del Brigadier General Juan Manuel de Rosas.
Laprida
murió asesinado en San Juan. El cura Aldao ordenó
que fuera degollado 'ese doctorcito', como lo llamaba despectivamente.
Sus restos desaparecieron y no tiene una tumba. Bueno sería
recordar la historia como fue para sacar conclusiones sobre
la Argentina actual, repleta de filisteos y ladrones gobernantes,
necesitada de ejemplos éticos y decisiones políticas
valientes como la de aquellos hombres del 9 de julio de 1816.
FUENTES:
varias.
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Primera versión corregida y actualizada el 4 de julio
del 2010
Caracteres: 7133