JUAN
GREGORIO DE LAS HERAS
Producción
de Villa Crespo Digital
4
de julio del 2015 *
Juan
Gualberto Gregorio de Las Heras nació el 11 de julio
de 1780 en Buenos Aires y fallece el 6 de febrero de 1866 en
Santiago de Chile. Hijo a su vez de don Francisco Plácido
Gregorio y de doña Catalina García de Las Heras.
Don Bernardo unió el apellido paterno con el segundo
de su madre y así lo hizo también el colaborador
del general San Martín.
El
25 de Mayo de 1810 fue designado Capitán de las Milicias
Provinciales y, a partir de allí, tuvo destacada participación
en las guerras de la Independencia. Sus biógrafos afirman
que estaba dotado de singulares capacidades, ni siquiera Cancha
Rayada pudo sorprenderlo. "Con gran energía
y pericia, Las Heras salva intacta su división y con
ello la libertad de Chile". En 1824 fue gobernador de la
Provincia de Buenos Aires y encargado del Poder Ejecutivo Nacional.
En 1863 en Lima es designado "fundador de la Independencia
del Perú".
Desde el 20 de octubre de 1906 sus restos mortales descansan
junto a los de San Martín y Guido en la Catedral de la
Ciudad de Buenos Aires.
Concluidos sus estudios en el Real Colegio de San Carlos, se
dedicó al comercio. Este, además de ser comerciante
de desahogada posición, había ocupado importantes
funciones en la capital del Virreinato del Río de la
Plata, entre ellas las de Receptor de Penas de Cámara,
Defensor de Menores, Tesorero de Propios del Cabildo y capitán
de las milicias urbanas.
En
la lucha contra los invasores ingleses, los dos Las Heras combaten
en primera fila. Los negocios esenciales se encontraban en Córdoba,
de tal forma se une a Santiago de Liniers en la lucha por la
reconquista. Se forma el Regimiento de Patricios y él
está a su mando en la provincia mediterránea.
Juan José Castelli comunicó a la Primera Junta
el nombre de Las Heras como el de «uno de los más
decididos patriotas en los que podía confiar».
El 24 de octubre de 1810 la Primera Junta extendió los
despachos de Sargento Mayor y dos años más tarde
fue designado comandante general de milicias de la provincia.
A
principios de 1813 el virrey del Perú envió contra
los patriotas la poderosa expedición que, al mando del
brigadier don Antonio Pareja, ocupó Talcahuano y Concepción.
El gobierno chileno, ante las perspectivas desfavorables de
la campaña, solicitó ayuda y la Junta dispuso
el envío de los famosos Auxiliares Argentinos, bravos
soldados reclutados en Córdoba y Mendoza, que al mando
de Las Heras cruzaron la cordillera. Estos Auxiliares tuvieron
brillante actuación en la campaña de 1813-1814.
En cuanto a Las Heras cabe destacar su heroico comportamiento
en Quechereguas, y en Membrillar, donde obtuvo su ascenso a
teniente coronel, y en Cucha Cucha, donde regresó al
campamento «entre las aclamaciones de la tropa hermana»,
según comenta uno de sus biógrafos.
En
mayo de 1814 se firmaron los convenios de Licay, por los cuales
los chilenos reconocían su lealtad a España a
cambio de una amplia autonomía. Fueron mal recibidos
y provocaron un golpe militar que puso al frente de Chile al
general José Miguel Carrera, lo cual provocó la
lucha civil entre partidarios de O'Higgins y de Carrera. Las
Heras, que estaba con sus Auxiliares Argentinos en Santiago,
«procede -escribe Nocetti Fasolino- como San
Martín lo haría más tarde y adopta prescindente
actitud en la guerra civil». Ello le valió la admonición
de Carrera: «Usted no puede ser neutral». «Sindicato
ayer de parcialidad a V. E. y notado hoy por V. E. de adhesión
a una parcialidad contraria -replicó dignamente Las Heras-
nadie ha debido ofenderse de la neutralidad con que, pronto
a todo servicio del Estado sólo ha tratado de prescindir
de sus cuestiones domésticas». Las «cuestiones
domésticas» a que se refería malograron
los heroicos esfuerzos realizados por los patriotas chilenos
para lograr su independencia. Debilitados por las disensiones
internas fueron deshechos por las fuerzas realistas al mando
de Ossorio en el combate de Rancagua. Clausuró este desastre
la primera etapa de la lucha por la libertad de Chile. La segunda
comenzaría casi tres años más tarde al
entrar en escena San Martín, y el papel desempeñado
por Gregorio de Las Heras.
En
Cuyo, tras las disensiones entre Carrera y O'Higgins, ejercía
las funciones de gobernador-intendente el general José
de San Martín, dedicado entonces a la preparación
de aquel Plan Continental cuya ejecución daría
la definitiva libertad a América. Consistía en
atacar el poderío militar realista en su baluarte mismo:
el Virreinato del Perú. Para ello era menester cruzar
los Andes, libertar a Chile y, desde esta nación hermana,
emprender la campaña contra el Perú enviando tropas
por el Pacífico. Plan genial que en aquellos momentos
parecía risible a quien tuviese en cuenta los escasos
elementos de que se disponía. Pero San Martín
tenía a su favor los fundamentos: su genio militar y
el patriotismo de su pueblo.
En
aquellas jornadas iniciales, Las Heras fue su más entusiasta
colaborador. Mitre, en su Historia de San Martín y de
la emancipación sudamericana, afirmará rotundamente:
«El batallón en esqueleto de los Auxiliares
de Las Heras es el primer contingente humano, el verdadero génesis
de la milicia que se organiza en Mendoza».
Personalmente
se le confió la formación de un fuerte regimiento
de infantería, el número 11 (que actualmente lleva
el nombre de su glorioso fundador). Al iniciar San Martín
su expedición libertadora de Chile, Las Heras, al mando
de la infantería, cruzó por Uspallata realizando
matemáticamente la marcha de su división, comenzada
el 18 de enero.
En
territorio chileno libró los primeros encuentros en Potrerillos
y Putaendo, que le fueron favorables, y marchó a incorporarse
al grueso de las tropas que el 12 de febrero de 1817 obtuvieron
el triunfo de la cuesta de Chacabuco.
Los
realistas, concentrados en el Sur, esperaban refuerzos del Perú
para reunirse en Concepción. Las Heras es enviado con
una división de las tres armas. Era su antagonista el
más capaz y sobre todo el más valiente de los
jefes españoles en Chile: el bravo José Ordóñez,
antiguo compañero de armas de San Martín y verdadero
héroe de la defensa del Caserío de Espejo en la
batalla de Maipú.
El
4 de abril de 1817 Las Heras fue atacado en Curapaligüe
y sostuvo la arremetida hasta rechazar a Ordóñez
con grandes pérdidas; contraatacando luego, Concepción
cayó en su poder y Ordóñez se replegó
sobre Talcahuano, donde recibió una ayuda de 1.500 veteranos
con los que decidió atacar el campamento de Las Heras
en Cerro Gavilán (6 de mayor de 1817). Nuevamente éste
resistió con éxito e hizo suyo el triunfo obligando
al bravo Ordóñez a atrincherarse nuevamente en
Talcahuano.
El
general O'Higgins no valoró adecuadamente las acciones
realizadas por Las Heras y salió personalmente al frente
de un poderoso ejército a «terminar de una
vez con esta demorada campaña del Sur». Aconsejado
por el general francés Brayer, que había preparado
el plan del sitio y ataque a Talcahuano, decidió asaltar
la plaza. Rechazado en toda la línea con enormes pérdidas,
tocó a Las Heras atacar uno de los más fuertes
baluartes, El Morro, siendo también rechazado. Por informes
que le hizo llegar José Bernáldez Polledo, militar
argentino prisionero en la fortaleza de El Callao, supo San
Martín que los españoles pensaban aniquilar a
las fuerzas de O'Higgins y Las Heras sobre Talcahuano; marchar
por mar desde esta plaza hasta Valparaíso y de aquí
por tierra hasta Santiago. Cifraban el éxito en la sorpresa
y en el empleo de la máxima fuerza disponible en cada
ataque principal. En consecuencia las tropas del Sur, cumpliendo
órdenes de San Martín levantaron el sitio y se
dirigieron hacia el norte. Lograda la unión de la fuerzas
sobrevino la desastrosa jornada de Cancha Rayada, donde prácticamente
la serenidad y el valor de Las Heras salvaron al ejército
patriota. Mitre dice que «Las Heras salvaría la
revolución americana en el día de su mayor conflicto».
El
19 de marzo encuentra a los ejércitos frente a frente
en la llanura de ese nombre, extenso llano cortado por zanjones
en las márgenes del Lirca. Cae la noche y comienzan a
encenderse los vivaques. El ejército supone que el ataque
se iniciará con la aurora. Pero los jefes realistas,
sobre todo por consejo del impetuoso Ordóñez,
conciben un plan realmente temerario. Al filo de la medianoche,
favorecidos por la oscuridad, se lanzan sobre las tropas argentino-chilenas,
que en medio de una gran confusión terminan estorbándose
y acometiéndose entre sí.
Las
Heras, con hábiles maniobras, logró salvar del
desastre y sacar del campo su poderosa división de casi
tres mil quinientos hombres, con la que pudo retirarse ordenadamente
para conducirla intacta a Santiago de Chile.
Cancha
Rayada pudo ser decisiva para la lucha por la libertad chilena:
pudo ser una nueva Rancagua; afortunadamente las fuerzas
salvadas por Las Heras facilitaron al genio militar de San Martín
la base del ejército de Maipú. En Maipú,
Las Heras condujo el ala derecha del ejército en forma
que San Martín elogió después al Gobierno
Supremo de Chile. Le correspondió el honor de recibir
la espada del valeroso Ordóñez tras su desesperada
resistencia en los edificios y viñedos de la Chacra de
Espejo. Allí donde, como dice el coronel Manuel Alejandro
Pueyrredón: «la resistencia fue tan tenaz que aquello
fue otra batalla».
En
Maipú, Las Heras ganó sus entorchados, galones
de general.
Faltaba
realizar la segunda etapa del Plan Continental sanmartiniano,
la que ha sido llamada «Cruzada Libertadora del Perú».
En ella su colaborador eficaz y acaso el más destacado,
fue el general ascendido en Maipú.
Los
titánicos esfuerzos de San Martín en tierras cuyanas
para organizar el Ejército de los Andes se repitieron
en suelo chileno para preparar la expedición. A mediados
de agosto de 1820 el patriotismo y la tenacidad habían
dado sus frutos y la expedición se hallaba lista. El
20 de dicho mes la escuadra zarpaba de Valparaíso. San
Martín tenía el mando en jefe y Las Heras había
sido designado jefe del Estado Mayor. Fue el primero que pisó
tierra peruana al desembarcar en Pisco. En el Perú alcanzaría
los más altos grados militares, hasta llegar, con el
de mariscal de campo, a la jefatura del ejército sitiador
de El Callao. También ejerció funciones políticas
como consejero de Estado del Protector del Perú.
Cuando
San Martín renunció el gobierno del Perú,
Las Heras resolvió regresar a la patria. Gobernaba entonces
la provincia de Buenos Aires el brigadier Martín Rodríguez,
que encomendó al glorioso guerrero una misión
diplomática ante los jefes realistas en el Alto Perú.
De regreso a su ciudad natal (2 de abril de 1824) la Cámara
de Representantes de Buenos Aires lo eligió gobernador
de la Provincia.
DE
LAS ARMAS A GOBERNAR BUENOS AIRES
En
cumplimiento del gran anhelo de unidad nacional que representó
el Congreso de 1824-1827, le cupo el honor de inaugurarlo.
El
Congreso de 1824-1827 -que como lo destaca Leopoldo R. Ornstein
en su Historia de la democracia argentina, fue iniciativa de
Las Heras-, sancionó importantes leyes, entre ellas la
llamada Ley Fundamental (23 de febrero de 1825), «que
expresamente consagraba la unidad nacional por la representación
de todas las provincias». Las Heras estimaba indispensable
fortalecer ese sentimiento porque amenazaban a nuestras provincias
peligros muy serios. En efecto, la vieja cuestión de
límites entre españoles y portugueses en sus dominios
americanos -litigo que habían heredado sus descendientes
argentinos y brasileños- cobraba actualidad con la ocupación
brasileña de la Banda Oriental, unida al Imperio con
el nombre de Provincia Cisplatina.
El
pueblo repudió la anexión, y el patriota Juan
Antonio Lavalleja acaudilló la famosa expedición
de los Treinta y Tres Orientales, que desde San Isidro partió
para desembarcar en La Agraciada. Un congreso de patriotas reunido
en La Florida (agosto de 1825) confirmó la condición
de aquella provincia como parte integrante de las Provincias
Unidas del Río de la Plata. A su vez, el Congreso de
1824-1827 hizo expresa declaración de que aquel territorio
era argentino. Casi de inmediato (diciembre de 1825) el emperador
del Brasil, Pedro I, declaró la guerra.
Pero
antes, el Congreso había resuelto conferir a Las Heras
el gobierno nacional en carácter provisorio. Era inminente
el conflicto armado y Las Heras aceptó la responsabilidad
y envió una circular a las provincias exhortándolas
a luchar unidas, había obtenido del Congreso la sanción
de la ley del 11 de mayo, por la que se creaba un Ejército
de Observación sobre el Uruguay, que al mando del general
Martín Rodríguez se concentró en el Paso
del Molino, en los alrededores de la actual población
entrerriana de Concepción.
En
el mes de julio había renunciado al Poder Ejecutivo Nacional
que ejercía provisoriamente en virtud de disposiciones
de la Ley Fundamental, considerando incompatible la doble función
gubernativa. La renuncia no le fue aceptada por el Congreso;
reiteró su actitud cuando la guerra hizo necesario establecer
una autoridad nacional permanente. El 28 de enero el diputado
por Córdoba Dr. Bedoya, planteó en el Congreso
la creación del Poder Ejecutivo Permanente. Sancionada
la Ley Presidencial el 6 de febrero de 1826 fue elegido al otro
día presidente de la República don Bernardino
Rivadavia, quien asumió sus funciones el día 8.
Una
de las iniciativas de Rivadavia era la capitalización
de Buenos Aires, que tras apasionados debates entre unitarios
y federales fue aprobada por el Congreso el 4 de marzo. Tres
días después Rivadavia decretó el cese
de los poderes ejecutivo y legislativo en la provincia. La opinión
pública era contraria a la ley y muchos incitaron al
general Las Heras a resistir el decreto. Pero éste
-escribe Nocetti Fasolino- «valiente como el
que más al frente de sus legiones, entre el tronar de
los cañones y el fragor de las batallas, que se encrespa
cuando piensa que su patria pueda caer otra vez en su pasado
de opresión, no tiene carácter para luchar en
el campo político, frente a la arbitrariedad y a la incomprensión
reinantes. No puede permitir, como no lo consintió San
Martín, el participar en una guerra civil». Para
peor, la contienda fratricida debía encenderse cuando
las tropas argentinas y las naves de Brown se disponían
a defender el honor de la República. Por eso, en rasgo
digno de su patriotismo, aceptó la resolución
presidencial y se alejó de la función pública
decidido a establecerse en Chile. Había estado allí
en las dos etapas de la lucha por la libertad: en aquel período
de 1813-1814 que los chilenos llaman la «Patria vieja»
-su epílogo fue el sacrificio de Rancagua-, y en el otro
glorioso en el que San Martín y O'Higgins consolidaron
la independencia de la república trasandina. En ambos
peleó como un héroe por al emancipación
del país hermano. Era lógico que Chile, tan entrañable
en sus recuerdos, fuese el puerto buscado en esta hora amarga
de su vida.
En
mérito a sus antecedentes militares, el gobierno chileno
le confirió el grado de general. Paulatinamente los acontecimientos
que ocurrían en su patria le llevaron hacia el campo
político que nunca quiso deliberadamente pisar. Su simpatía
estaba con los que combatían a Rosas y su régimen.
En noviembre de 1843 el gobierno de Montevideo, en lucha contra
Rosas y Oribe, le confió una misión diplomática
ante el gobierno de Chile.
Entre
tanto, las persecuciones fueron dispersando a muchos grupos
de argentinos por tierras de proscripción. La Comisión
Argentina de Montevideo estuvo presidida por el Dr. Florencio
Varela, la Comisión Argentina de Chile por el general
Juan Gregorio de Las Heras.
En
Chile vive un proscrito cuya pluma golpea como un ariete al
régimen rosista: es Domingo Faustino Sarmiento. Las Heras
fue amigo del padre de don José Clemente Sarmiento, portador
a tierras cuyanas del parte de la victoria de Chacabuco.
Las Heras prestó asilo en su casa a Sarmiento, perseguido
por el gobierno del general Prieto, cuya acción educacional
había criticado el vehemente sanjuanino.
Otra
vez, acusado Sarmiento de malversación de los fondos
recolectados para auxiliar a los derrotados soldados de La Madrid,
Las Heras «sale apasionadamente en su defensa y lo
rehabilita públicamente de la calumnia y la injusticia».
Las Heras muere en territorio chileno y en 1906 sus restos fueron
repatriados.
El
general Garmendia y el almirante Howard fueron a Chile con fuerzas
que simbolizaban la recepción, por parte de nuestros
soldados y marinos, de los restos del camarada de San Martín.
El féretro, envuelto en las banderas de la Argentina,
Perú y Chile, fue embarcado en el crucero «25 de
Mayo» rumbo a la patria.
El
20 de octubre de 1906 el gobierno argentino recibió los
despojos. Una verdadera multitud acompañó el cortejo
hasta la Catedral, donde fueron sepultados sus restos junto
a los del general San Martín.
*
Primera versión el 28 de julio del 2007. Corregida y
actualizada.
Fuente:
Educar Argentina.
Caracteres:
16.955