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ECONOMÍA NACIONAL / TRABAJO EN NEGRO

TRABAJO EN NEGRO CAPITAL CONURBANO BONAERENSE NORTE DEL PAÍS

CIFRAS DEL INDEC Y EPH

Las cifras del INDEC muestran una realidad incontrastable, el trabajo no registrado es del 44,1 por ciento

El trabajo en negro no cede…


Por Elena Luz González Bazán especial para Villa Crespo Digital


27 de noviembre del 2006


Las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) reconoce, para el primer semestre del 2006, un trabajo no registrado o en negro del 44,1 por ciento, esto representa 4.77 millones de trabajadores que viven en las zonas urbanas del país, esta cifras fueron difundidas, además del INDEC, por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).

Las cifras del 2004 rondaban el 48 por ciento, o sea, la variación no es significativa, teniendo en cuenta que gran parte de los trabajadores del estado, tanto nacional, provinciales y municipales han pasado a las plantas transitorias o permanentes, saliendo de las formas contractuales y modificando esta situación laboral, estamos hablando de cargas sociales, aportes jubilatorios. Sin embargo, en el caso de las plantas transitorias la renovación sigue siendo por el lapso estipulado, ergo, la forma contractual continúa, es un gris oscuro, cuasi negro.
Por otro lado, tener claro que hay una estrecha relación entre el trabajo en negro y pobreza, desocupación y formas precarias de vida. Además, como información complementaria y no menor, esta situación laboral difundida por el INDEC hacia fines de septiembre del corriente año, habla de los 28 conglomerados urbanos. Nada se dice de la población rural, la que vive en poblaciones de menos de 2.000 habitantes o bien en zonas rurales dispersas.
En el trabajo Calidad de Vida e Infraestructura de la Población Rural, publicado en Agroalimentos Argentino II sostiene lo siguiente: ¨Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), la población rural argentina representa el 10,7% de la población total del país, considerando como población rural a todos aquellos que viven en poblaciones con menos de 2000 habitantes o en campo abierto. Sin embargo, a nivel internacional existe otra definición, que es empleada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE); según la cuál, la población rural es aquella que se encuentra en una densidad demográfica inferior a 150 habitantes por km2 y a una distancia de las zonas urbanas (aquellas con más de 100 mil habitantes) superior a una hora de viaje. De acuerdo a ésta última definición, la población rural argentina alcanzaría el 45% de la población total¨.

Esta población representa para el Censo poblacional del 2001: 3.875.000 personas, el 10,7 por ciento de la población total. Sobre esta realidad el INDEC y la Encuesta Permanente de Hogares EPH nada dice.
Cabe acotar que la tasa más alta de trabajo infantil se encuentra en estas zonas rurales y la informalidad laboral más elevada está en la rama primaria, esto es, el trabajo en la agricultura y ganadería. Esto se verifica con que ya no está en vigencia el Estatuto del Peón Rural sancionado y aplicado por el gobierno de Juan Domingo Perón en 1946. Al contrario en la actualidad rigen los decretos leyes de la última dictadura militar, donde se sostiene entre sus tantas aberraciones: ¨Fidelidad al patrón¨.

Además, las zonas del país más pobres tienen mayor nivel de trabajo en negro. Las regiones o ciudades con mejor nivel económico se expresan en menores niveles de trabajo no registrado o en negro. Este ejemplo es la Capital Federal.

Veam
os algunos espacios geográficos:
Conurbano bonaerense tiene un índice de informalidad laboral del 48,8 por ciento, tiene una realidad de pobreza superior a la media del país, 34,5 por ciento y de indigencia del 12,2 por ciento.
En el norte y noroeste el trabajo en negro es del 50, 5 por ciento y hay un pico devastador en el Gran Tucumán y Tafí Viejo, allí el índice es del 50,9 por ciento. En el nordeste es del 50,1 por ciento y la informalidad en Cuyo asciende al 46,2 por ciento.
El área metropolitana el 44,5 por ciento de los trabajadores están en la informalidad, con fuertes diferencias que divide la General Paz. Del lado de la Capital Federal, como ya dijimos, 33 por ciento de trabajo en negro, del lado de la provincia 48,8 por ciento.
Región Pampeana la tasa está en el 41,3 por ciento, por debajo de la media nacional y la Patagonia 24,9, excepto Neuquén.
Las ciudades principales del país: Córdoba: 45,8 por ciento, Rosario 37,9 por ciento y Mar del Plata 43,3 por ciento.

 

REGIÓN O ZONA

 

Capital Federal

TRABAJO EN NEGRO

 

33%

POBREZA

 

12,6%

INDIGENCIA

 

4,2%

Conurbano

48,8%

34,5%

12,2%

Gran Tucumán y Tafí Viejo

50,9%

47,9%

16,1%

Corrientes

50,1%

51,7%

17,6%

Formosa

50,5%

48,1%

16%

Gran Resistencia

50,5%

55,6%

30,5%

Posadas

50,1%

47,4%

18,1%

 

Con estas cifras se refleja, por un lado, los problemas de integración social y de las diferentes áreas geográficas del país. Así constatamos la intima relación entre marginación social y trabajo informal. El funcionamiento de un mercado laboral anclado a la pobreza que no cede, a pesar de los anuncios y crecimientos que sí favorecen a un determinado sector social, el que sigue concentrando las mayores riquezas.

Luego de la hecatombe de fines del 2001, en el 2002 arrojaba un guarismo escalofriante: 57,5 por ciento de pobreza e indigencia, en el 2003 baja al 54 por ciento, esto lo traducimos en 20,8 millones de personas pobres. Para el primer semestre del 2006, el 31,4 por ciento representa unos 13 millones de personas.
La contabilización de los aproximadamente dos millones de planes sociales es un enigma en los cálculos que hacen los organismos oficiales. Esos dos millones no parecen representar en los números de pobreza e indigencia más que un 0,3 y 0,7 por ciento respectivamente. Como tampoco representan cifras reales de pobreza total, esta exclusión de la masa rural y de las comunidades aborígenes.

Otra realidad muestra que el PBI per capita es un 6% superior al máximo nivel registrado en la década pasada (1998), la pobreza es todavía 2,6 puntos porcentuales más alta que en el primer semestre de 1998, sostiene la información, podemos inferir que ese PBI per cápita se concentra en los sectores de mayores recursos, llevando la brecha entre ricos y pobres al insulto de 38 veces.
Lo que intentamos mostrar es la correlación entre zonas prósperas, mayor productividad y mejores oportunidades laborales, menor nivel de trabajo no registrado y más calidad de vida.
Lo opuesto es zonas marginales o arrasadas, menor productividad, pocas o nulas posibilidades de trabajo que se expresan en pobreza e indigencia, desocupación y marginación, exclusión y mayor nivel de trabajo infantil, pésimas condiciones sociales, sanitarias y educacionales.

La exclusión social, la marginación educativa, el trabajo en negro, la sobreexplotación de la mano de obra femenina, de la niñez y adolescencia y la competitividad entre los miembros de una familia por trabajos pocos calificados, en las zonas más empobrecidas, es el testimonio claro de un país partido en dos o tres regiones geográficas. Un párrafo para la famosa competitividad: el sistema incluye la lucha de pobres contra pobres como una necesidad esencial de dominación. Esa lucha divide y esa división favorece al poder económico a través de la inducción de la competitividad. Para competir hay que matar al otro, se acabó la solidaridad, ahora está, me salvo, y para salvarme: te mato compitiendo, no importa a que precio. Prohibido ser SOLIDARIO.

En alguna otra etapa del neoliberalismo en ascenso se hablaba de los cuernos de la abundancia, el derrame y esas elucubraciones que convencieron a gran parte de la sociedad. Los guarismos económicos de crecimiento actual vuelven a la palestra, superávit fiscales, reservas y otros que siguen favoreciendo la concentración económica y la brecha entre ricos y pobres. No casualmente es que en estos espacios más empobrecidos es mayor el nivel de la brecha, superando la media nacional.
El asistencialismo no soluciona, por el contrario, es parte de las formas clientelares de este proceso histórico de desocupación, subocupación y marginación social. Donde la falta de trabajo, el trabajo en negro y el empobrecimiento, sumando los planes sociales han deteriorado hasta hacerla patrimonio de tiempos remotos a eso que se conoció como Cultura del trabajo.
Las políticas de Estado no están ausentes, o mejor dicho, estas formas actuales como se manifiestan en el modelo actual conforman la política del poder hegemónico que pergeñó esta realidad para nuestros países de América Latina. Subsumidas doblemente, por un aparato de Estado que emplea la coerción a partir de sus fuerzas represivas y las políticas económicas y sociales dictadas hacia países dependientes que no tienen independencia económica, ni soberanía política necesarias para un proceso transformador independiente.
Repito, el Estado, no está ausente…

Fuente IDESA Instituto para el desarrollo Social Argentino - fuentes propias 13 de octubre del 2006



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