DÍA
DEL PERIODISTA: ¿QUÉ CELEBRAMOS?
¿QUÉ CELEBRAMOS LOS PERIODISTAS?
LIBERTAD DE ESCRIBIR
¿QUÉ
PERIODISMO CELEBRAMOS?
Producción Periodística de Villa Crespo Digital
9
de junio del 2007. Actualizado el 7 de junio del 2016
"Yo
era reportero y era muy difícil reciclarme. Yo era un
mercenario honrado, hacía mi trabajo, cobraba por él
y decía: 'Aquí hay un muerto y una bomba'; qué
hijo de puta, como he dicho alguna vez. Yo podía mostrar
en plena guerra al niño llorando porque estaba ahí
y tanto me podían dar las bombas a mí como a él,
pero ahora hay un periodismo que lleva al niño y le dice:
A ver, cuando el serbio te violó, ¿te dolió
mucho?' y entonces, plano corto del niño y lágrimas.
Eso ya no me gusta porque no tienen derecho, no han estado ahí
(...) Como cada vez que me pedían más niños
y que facilitara niños a los estudios y a las señoritas
maquilladas, me fui. Me sentía muy viejo para reciclarme
como para pisarle el pie al niño para que llore".
Arturo
Pérez Reverte (novelista y periodista español)
"Soy
un testigo de hecatombes, el irónico y desaprensivo cronista
de estos días y estas muertes. Llego siempre en el momento
en que los hechos se producen para relatarlos en sus mínimos
detalles. Así soy, así me siento: un predestinado
a enumerar los episodios que toca vivir de una manera personal:
el capitalismo en decadencia, la enseñanza especializada,
las revoluciones de los pueblos, el tiempo de las democracias
y las democracias socialistas. Y los asesinos y los secuestros
políticos. Soy un testigo de hecatombes, entre ellas
la mía".
Gregorio
Santos Hernando
En
1938, el Primer Congreso Nacional de Periodistas que se realiza
en la provincia de Córdoba, establece como "Día
del Periodista" el 7 de junio en recuerdo del periódico
la "Gazeta de Buenos Ayres" fundada
por los juntistas de mayo el 2 de junio de 1810, con el objetivo
de dar publicidad a los actos de gobierno. En tal sentido, fue
un periódico escrito en Buenos Aires, Argentina, entre
1810 y 1821. Inicialmente fue redactada por Mariano Moreno con
la ayuda del sacerdote Manuel Alberti, y contó también
con colaboraciones de Manuel Belgrano y Juan José Castelli.
Dice
la Orden: "Desde el momento en qué un juramento
solemne hizo responsable a esta Junta del delicado cargo que
el pueblo se ha dignado confiarle, ha sido incesante el desvelo
de los individuos que la forman, para llenar la esperanzas de
sus conciudadanos. Abandonados casi enteramente aquellos negocios
a que tenían vinculada su subsistencia, contraídos
al servicio del público, con una asiduidad de que se
han visto aquí pocos ejemplos, diligentes en proporcionarse
todos los medios que puedan asegurarles el acierto; ve la Junta
con satisfacción, que la tranquilidad de todos los habitantes,
acredita la confianza con que reposan en el cielo y vigilancia
del nuevo gobierno.
Podrá
la Junta reposar igualmente en la gratitud con que públicamente
se reciben sus tareas; pero la calidad provisoria de su instalación
redobla la necesidad de asegurar, por todos los caminos, el
concepto debido a la pureza de sus intenciones. La destreza
con que un mal contento disfrazase las providencias más
juiciosas, las equivocaciones que siembra muchas veces el error,
y de que se aprovecha siempre la malicia, el poco conocimiento
de las tareas que se consagran a la pública felicidad,
han sido en todos los tiempos el instrumento que limando sordamente
los estrechos vínculos que ligan el pueblo con sus representantes,
produce al fin una disolución, que envuelve toda la comunidad
en males irreparables.
Una exacta noticia de los procedimientos de la Junta, una continuada
comunicación pública de las medidas que acuerde
para consolidar la grande obra que se ha principiado, una sincera
y franca manifestación de los estorbos que se oponen
al fin de su instalación y de los medios que adopta para
llamarlos, son un deber en el gobierno provisorio que ejerce,
y un principio para que el pueblo no resfríe en su confianza,
o deba culparse a sí mismo si no auxilia con su energía
y avisos a quienes nada pretenden, sino sostener con dignidad
los derechos del Rey y de la Patria, que se le han confiado.
El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes,
y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan
la execración con que miran aquellas reservas y misterios
inventados por el poder para cubrir los delitos.
¿Por
qué se han de ocultar a las provincias sus medidas relativas
a solidar su unión, bajo el nuevo sistema? ¿Por
qué se les ha de tener ignorantes de las noticias prósperas
o adversas que manifiesten el sucesivo estado de la Península?
¿Por qué se ha de envolver la administración
de la Junta, en un caos impenetrable a todos los que no tuvieron
parte en su formación? Cuando el Congreso general necesite
un conocimiento del plan de gobierno que la Junta Provisional
ha guardado, no huirán sus vocales de darlo, y su franqueza
desterrará toda sospecha de que se hacen necesarias o
temer ser conocidos, pero es más digno de su representación
fiar a la opinión pública la defensa de sus procedimientos
y que cuando todos van a tener parte en la decisión de
su suerte, nadie ignore aquellos principios políticos
que deben reglar su resolución.
Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que
salga a la luz un nuevo periódico semanal, con el título
de Gazeta de Buenos Ayres, el cual sin tocar los objetos que
tan dignamente se desempeñan en el Semanario del ,Comercio,
anuncia al público las noticias exteriores e interiores
que deban mirarse con algún interés.
En
él se manifestarán igualmente las discusiones
oficiales de la Junta con los demás jefes y gobiernos,
el estado de la Real Hacienda y medidas económicas, para
su mejora; y una franca comunicación de los motivos que
influyen en sus principales providencias, abrirá la puerta
a las advertencias que desee dar cualquiera que pueda contribuir
con sus luces a la seguridad del acierto.
La utilidad de los discursos de los hombres ilustrados que sostengan
y dirijan el patriotismo y fidelidad, que tan heroicamente se
ha desplegado, nunca es mayor que cuando el choque de las opiniones
pudiera envolver en tinieblas aquellos principios, que los grandes
talentos pueden únicamente reducir a su primitiva claridad;
y a la Junta, a más de incitar ahora generalmente a los
sabios de estas provincias, para que escriban sobre tan importantes
objetos, los estimulará por otros medios que les descubran
la confianza que pone en sus luces y en su celo.
Todos los escritos relativos a este recomendable fin se dirigirán
al señor vocal Dr. D. Manuel Alberti, quien cuidará
privativamente de este ramo, agregándose por la secretaría
las noticias oficiales, cuya publicación interesa. El
pueblo recibirá esta medida como una demostración
sincera del aprecio que hace la Junta de su confianza; y de
que eso no anima otro espíritu sus providencias que el
deseo de asegurar la felicidad de estas provincias".
Por
su lado, el 17 de junio de 1810, Manuel José Joaquín
del Corazón de Jesús Belgrano le propone, por
lo que afirman algunos historiadores, a Mariano Moreno la redacción
de un plan secreto: el Plan de Operaciones.
El 31 de agosto el Plan está materializado. Moreno lo
presenta a consideración de la Primera Junta de Gobierno
y logra el consenso del grupo.
ANEXO
Sobre la libertad de escribir
"Si
el hombre no hubiera sido constantemente combatido por las preocupaciones
y los errores, y si un millón de causas que se han sucedido
sin cesar, no hubiesen grabado en él una multitud de
conocimientos y de absurdos, no veríamos, en lugar de
aquella celeste y majestuosa simplicidad que el autor de la
naturaleza le imprimió, el deforme contraste de la pasión
que crece que razona cuando el entendimiento esté en
delirio. Consúltese la historia de todos los tiempos,
y no se hallará en ella otra cosa más que desórdenes
de la razón, y preocupaciones vergonzosas. ¡Qué
de monstruosos errores no han adoptado las naciones como axiomas
infalibles, cuando se han dejado arrastrar del torrente de una
preocupación sin examen, y de una costumbre siempre ciega,
partidaria de las más erróneas máximas,
si ha tenido por garantes la sanción de los tiempos y
el abrigo de la opinión común! En todo tiempo
ha sido el nombre el juguete y el ludibrio de los que han tenido
interés en burlarse y de su sencilla simplicidad. Horroroso
cuadro, que ha hecho dudar a los filósofos, si había
nacido sólo para ser la presa del error y la mentira,
o si por una inversión de sus preciosas facultades se
hallaba inevitablemente sujeto a la degradación en que
el embrutecimiento entra a ocupar el lugar del raciocinio.
¡Levante
el dedo el pueblo que no tenga que llorar hasta ahora un cúmulo
de adoptados errores y preocupaciones ciegas, que viven con
el resto de sus individuos; y que exentas de la decrepitud de
aquéllos, no se satisfacen con acompañar al hombre
hasta el sepulcro, sino que retroceden también hasta
las generaciones nacientes para causar en ellas igual cúmulo
de males!
En vista de esto, pues, ¿no sería la obra más
acepta a la humanidad, porque la pondría a cubierto de
la opresora esclavitud de sus preocupaciones, el dar ensanche
y libertad a los escritores públicos para que las atacasen
a viva fuerza, y sin compasión alguna? Así debería
ser, seguramente; pero la triste experiencia de los crueles
padecimientos que han sufrido cuantos han intentado combatirlas,
nos arguye la casi imposibilidad de ejecutarlo. Sócrates,
Platón, Diágoras, Anaxágoras, Virgilio,
Galileo, Descartes, y otra porción de sabios que intentaron
hacer de algún modo la felicidad sus compatriotas, iniciándolos
en las luces y conocimientos útiles descubriendo sus
errores, fueron víctimas del furor con que se persigue
la verdad.
¿Será
posible que se haya de desterrar del universo, un bien ;que
haría sus mayores delicias si se alentase y se supiese
proteger? ¿Por qué no le ha de ser permitido al
hombre el combatir las preocupaciones populares que tanto influyen,
no sólo en la tranquilidad, sino también en la
felicidad de su existencia miserable? ¿Por qué
se le ha de poner una mordaza al que intenta combatirlas, y
se ha de poner un entredicho formidable al pensamiento, encadenándole
de un modo que se equivoque con la desdicha suerte que arrastra
el esclavo entre sus cadenas opresoras.
Desengañémonos,
al fin, que los pueblos yacerán en el embrutecimiento
más vergonzoso, si no se da una absoluta franquicia y
libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo
alguno a las verdades santas de nuestra augusta religión,
y a las determinaciones del gobierno, siempre dignas de nuestro
mayor respeto. Los pueblos correrán de error en error,
y de preocupación en preocupación, y harán
la desdicha de su existencia presente y sucesiva. No se adelantarán
las artes, ni los conocimientos útiles, porque no teniendo
libertad el pensamiento, se seguirán respetando los absurdos
que han consagrado nuestros padres, y han autorizado el tiempo
y la costumbre.
Seamos,
una vez, menos partidarios de nuestras envejecidas opiniones
tengamos menos amor propio; dése acceso a la verdad y
a la introducción de las luces y de la ilustración;
no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del
interés universal ; no oreamos que con ella se atacará
jamás impunemente el mérito y la virtud, porque
hablando por el mismo su favor y teniendo siempre por árbitro
imparcial al pueblo, se reducirán a polvo los escritos
de los que indignamente osasen atacarles. La verdad, como la
virtud, tienen en sí mismas su más incontestable
apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen
en todo su esplendor y brillo; si se oponen restricciones al
discurso, vegetará el espíritu como la materia;
el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y
el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y
causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria".
"LA
GAZETA", 21 de junio de 1810