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MENSAJE
DE EVITA A LAS MUJERES ESPAÑOLAS
Producción
Villa Crespo Digital
5
de mayo del 2015
EVITA
EN ESPAÑA
MENSAJE
DE EVA PERON A LA MUJER ESPAÑOLA
MADRID, SÁBADO 15 DE JUNIO DE 1947
[Radio
Nacional de España, en su emisión del sábado,
a las 21,45 retransmitía por todas las emisoras españolas
y retransmitidas así mismo por la emisoras argentinas,
radió el siguiente mensaje de la excelentísima
señora doña María Eva Duarte de Perón
a las mujeres españolas]
¡Mujeres
de España!
Nuestro siglo no pasará a la Historia con el nombre de
"Siglo de las Guerras Mundiales" ni acaso con el nombre
de "Siglo de la desintegración atómica",
sino con este otro mucho más significativo de "Siglo
del feminismo victorioso".
La revolución social a que asistimos en esta hora de
veloz transición, alcanza no solo al obrero, quien reclama
justamente se le considere dentro de la sociedad como persona
humana informada por un alma trascendente y eterna, sino también
a la mujer, la cual exige todos los derechos imprescindibles
para el desarrollo de sus poderosas virtualidades.
Por eso, representante como soy de un país que es la
esperanza, no solo por su riqueza nativa sino por haber inaugurado
como ningún otro un nuevo orden de equidad social, de
armonía cristiana y de libertad, no puedo guardarme en
silencio el mensaje que, por mi intermedio, envía la
mujer argentina a la mujer española sobre todo a la mujer
que lucha como héroe, inadvertida del mundo, en la brega
cotidiana de la vida.
La mujer argentina se afana en primer lugar, por la estructuración
del hogar cristiano como vínculo indisoluble. Porque
si a la mujer no se le ha dado el señorío de la
fuerza física, se le ha dado el imperio del amor. Y sabemos
las mujeres sin necesidad de sutiles raciocinios, que solo en
el hogar y en el matrimonio indisoluble, puede el amor alcanzar
toda su expansión. Sabemos las mujeres que la decadencia
del amor, sin duda alguna, es una de las decadencias más
grandes que ahora padece el mundo; es resultado inmediato de
la paganización de la familia y de la desarticulación
del hogar.
La mayoría de los pensadores opuestos al cristianismo
no trepidan en reconocer que el matrimonio y la familia, tales
como los reclama la adusta moral cristiana, constituyen el único
ideal sociológico que puede colmar las aspiraciones más
profundas del amor y que todas las civilizaciones marcadas por
una franca decadencia se caracterizaron por una honda crisis
de vida familiar.
Cuando la corrupción de costumbres ha minado la vida
de la familia, entonces junto con el amor, pierde la mujer la
libertad. Porque ella sólo es libre en la esclavitud
del amor y solo es esclava en la libertad del amor en el que
desemboca el matrimonio no bien pierde sus dotes y prerrogativas
de eternidad.
Porque la mujer argentina se ha empeñado en mantener
a toda costa el hogar estructurado y porque se ha empeñado
además, en conseguir que en él se respire un perfume
de santuario de suerte que el esposo y el hijo sientan a Dios
como en un templo pequeño, por eso sabe que no le arrebata
ni un adarme de feminidad el participar en los movimientos de
recuperación nacional, colaborando con todos sus recursos
a la implantación de un mundo más justo, más
humano y más pacífico.
Menos tememos las argentinas a la mujer que pilota automóviles
, yates y aviones, que a la emancipada de la familia o a la
que toma el amor y el matrimonio como un "egoísmo
de dos" sin entender que de la solidez y de la fecundidad
del matrimonio depende el engrandecimiento de la patria.
La Iglesia, como nos lo ha enseñado siempre, ni ha prohibido
ni ha disuadido a la mujer de que ejerza de médico, o
de diputado o de embajadora con tal de que no abandone sus deberes
esenciales de madre, de hija y de esposa. Y si la evolución
de los tiempos la lleva a participar en la vida cívica
y a intervenir en las contiendas electorales, es ella quien
está encargada de conspirar al triunfo de un orden social
y familiar, en el que pueda compartir, el lado del hombre, los
frutos de la paz y de la justicia.
Por eso, ¡mujeres españolas! , os digo a todas,
a través del éter, lo que quisiera decir a cada
una de corazón a corazón, con esa efusión
y medias palabras con que nos entendemos las mujeres; Si no
han faltado agitadoras que soliviantaran las clases sociales
unas contra otras, con flamas incendiarias, ¿porqué
han de faltar otras mujeres que, de alma a alma, se digan un
mensaje de amor y de paz?
Faltaría a mi deber, el deber que me impone la Gran Cruz
de Isabel, si no secundara la misión de la gran reina,
quien como ninguna mujer de España se afanó por
dar unidad y libertad a esta tierra, batallando no solo contra
los invasores de su suelo, sino también contra los invasores
de su fe. Por eso, mujeres de España, a cuyo lado he
vivido los días más emocionantes de mi vida, quiero
hacer extensivo a vosotras cuanto dije no ha mucho a las mujeres
de América:
Trabajemos por la paz que libra a los pueblos de las amenazas
y de las agresiones y nos permite cerrar las heridas abiertas
por contiendas fraticidas. Trabajemos para afianzar la paz y
por impedir que una nueva guerra vuelva a asolar la Humanidad
con nuevos estragos y nuevos odios. Trabajemos por implantar
en el mundo los derechos fundamentales debidos a los seres humanos
y por desarmar los espíritus de los odios y prevenciones
originados por la diversidad de las razas, de los idiomas y
de las formas sociales de la vida. Se ha dicho que hemos venido
a formar un eje Buenos Aires-Madrid. Mujeres españolas,
no hemos venido a formar ejes, sino a tender arco iris de paz
con todos los pueblos, como corresponde al espíritu de
la mujer.
Trabajemos por la conquista de un mundo mejor, fundamentado
en el amor y no en el odio, mundo en el que anhelamos todos
construir y no destruir, y en el que florezca como una bandera
fulgurante de luz la libertad y la soberanía de los pueblos.
Trabajemos por la implantación de un orden de justicia
social cual lo requieren los principios proclamados por el general
Perón, en el que todas puedan gozar de una retribución
justa, en el que el obrero viva en condiciones dignas de trabajo
y pueda preservar su salud, elevar su "standard" económico
y desarrollar libremente las actividades lícitas en bien
de los intereses profesionales.
Unamos nuestros esfuerzos para que nadie padezca, para que nadie
se vea envuelto por miserias enervantes. Unamos nuestros corazones
para que los humanos, cualesquiera que sea su nacionalidad ,
su fortuna, su ideario, puedan vivir, réprobos y elegidos,
satisfechos y desheredados, de suerte que el mundo se trueque
en una gran familia bendecida por Dios en la que no resuene
otro canto que el canto del trabajo y de la paz.
Somos nosotras parte de una nueva fuerza que entra en las corrientes
humanas empeñada en sostener la civilización y
la cultura a que pertenecemos. En la lucha gigantesca en que
nos hallamos envueltas, las grandes y las pequeñas, las
afortunadas y las humildes, todas las mujeres debemos estar
dispuestas a cumplir nuestro deber, a fin de que el mundo se
vuelva lo que debe ser: Una gran confraternidad de todos los
pueblos, con trabajo y con paz.
Y antes de terminar, permitidme que os diga la impresión
que he recogido en vuestras ciudades y vuestros campos. He venido
por primera vez a España y, sin embargo, me ha parecido
retornar a ella después de una ausencia de mucho tiempo.
Como si mi alma, por misteriosas reminiscencias, se despertara
de un sueño de inconsciencia a las visiones de mis antepasados,
los cuales nacieron y gastaron sus ojos en la contemplación
de esas mismas ciudades y de estos campos de ensueño.
Me siento más argentina que nunca, precisamente porque
me encuentro en la madre patria. La suprema efusión y
amor sólo lo experimenta la mujer cuando une las trepidaciones
de su corazón efímero al ritmo eterno de las armonías
divinas. Por eso me siento ahora embriagada de amor y de felicidad,
porque mi sencillo corazón de mujer argentina se ha puesto
a vibrar en consonancia con los acordes eternos de la España
inmortal.
(Del
diario LA VANGUARDIA, Madrid, del 17 de junio de 1947