MUJERES
ANARQUISTAS
UN
EJE LAS ATRAVIESA: COMPROMISO
NI
DIOS, NI PATRÓN, NI MARIDO
Por
Elena Luz González Bazán especial para Villa Crespo
Digital
19
de octubre del 2015
Virginia
Bolten
Nacida en el Uruguay, Virginia viene a la Argentina y se instala
en Rosario, a fines del siglo XIX. En medio del clima de lucha
que envolvía a la ciudad, Bolten encabeza una ancha columna
de hombres y mujeres en la manifestación popular del
1° de mayo de 1890 en la plaza López. Su encendido
discurso hace que sea encarcelada por atentar contra el orden
social. Los rumores de la historia dicen que fue la primera
mujer que habló en un mitin obrero. Luego se trasladaría
a Buenos Aires. Por sus continuos discursos que infunden el
anarquismo, sufre la continua persecución militar. Forma
parte del Comité de Huelga Femenino, que movilizaba a
los trabajadores del Mercado de Frutos porteño. En 1907,
ya como miembro del Centro Femenino Anarquista, activa la huelga
de inquilinos. Por esto es deportada a su país natal.
Su lugar de residencia será Montevideo.
Juana
Rouco Buela
Llega a la Argentina en 1900 desde España y se instala
en Buenos Aires. A los quince años ingresa al movimiento
del 1° de mayo de 1904. Fue su primera participación
en un acto obrero. Tiempo después representa a las mujeres
de la "Refinería Argentina", de Rosario, en
el Congreso de la FORA. En 1907, organiza el Centro Femenino
Anarquista, y participa de la huelga de los inquilinos. Es deportada
y vuelve a España. A su regreso, como no puede hacerlo
en el país, se instala en Montevideo, y desde allí
inicia una fuerte actividad propagandística junto a Bolten
y María Collazo.
Ingresa
de forma clandestina al país, y en 1910 es detenida,
extraditada a Montevideo y encarcelada durante un año.
En 1914 viaja clandestinamente a París, y cuando es descubierta
desembarca en Brasil. Regresa nuevamente a la Argentina, e interviene
en los hechos de la Semana Trágica. Recorre el país
con el apoyo de los rurales y los industriales. En 1921, funda
en Necochea el Centro de Estudios Sociales Femeninos, y crea
el periódico feminista Nuestra Tribuna. En 1928, participa
en el Tercer Congreso Internacional Femenino. Muere a los 80
años, en 1969.
Rosa
Dubovsky
Nacida en Rusia y perseguida por el régimen zarista,
huye junto a su marido Adolfo hacia Turquía. Adolfo se
alista en el Ejército mientras hace el Servicio Militar,
y allí entrega un arsenal de armas a los revolucionarios.
Antes se casan en secreto: Rosa parte a Francia, y su esposo,
a Buenos Aires. En 1907, se reencontraron en Rosario, cuando
él trabajaba en los Ferrocarriles y ella trabajaba como
sombrerera.
En
la ciudad de Santa Fe, Adolfo milita en el campo anarco-sindicalista,
y Rosa concurre a las reuniones de mujeres anarquistas. Funda
una biblioteca, exclusivamente para mujeres, llamada Emma Goldman.
Después del golpe del ’30, el matrimonio y sus
seis hijos deben escapar a Buenos Aires, a pesar de la poca
seguridad. En 1936, muere Adolfo. Dubovsky comienza a trabajar
como empleada de la esterilla y tapicería. Participa
en la FORA y en la Federación Libertaria Argentina, hasta
1972, el año de su muerte.
EN
LA VOZ DE LA MUJER
“Yo
no digo que en la presente sociedad pueda una mujer tener el
grado de libertad que anhelamos, pero sí que en nuestra
futura y próxima sociedad, donde nada faltará
a nadie, donde nadie padecerá hambre ni miseria, allí
sí que querremos el amor libre completamente. Es decir
que la unión termine cuando termine el amor, y que si
yo, porque la gana me da, no quiero estar sujeta a ningún
hombre, no se me desprecie”.
(“¿Amemos?
No. ¡Luchemos!” en La Voz de la Mujer, núm.
2. Enero de 1896, Buenos Aires, reproducido por la Universidad
Nacional de Quilmes en 1997).
“Cuando
nosotras (despreciables e ignorantes mujeres) tomamos la iniciativa
de publicar La Voz de la Mujer, ya lo sospechábamos ¡oh
modernos cangrejos! que vosotros recibiríais con vuestra
macanística y acostumbrada filosofía nuestra iniciativa
porque habéis de saber que nosotras las torpes mujeres
también tenemos iniciativa y esta es producto del pensamiento;
¿sabéis?, también pensamos.
Apareció el primer número de “La Voz de
la Mujer”, y claro ¡allí fue Troya!, “nosotras
no somos dignas de tanto, ¡cá! no señor”,
“¿emanciparse la mujer?”, “¿para
qué?” “¿qué emancipación
femenina ni que ocho rábanos?” “¡la
nuestra”, “venga la nuestra primero!, y luego, cuando
nosotros ‘los hombres’ estemos emancipados y seamos
libres, allá veremos”. Con tales humanitarias y
libertadoras ideas fue recibida nuestra iniciativa. Por allá
nos las guarden pensamos nosotras. “¿No es verdad
que es muy bonito tener una mujer a la que hablaréis
de libertad, de anarquía, de igualdad, de revolución
social, de sangre, de muerte, para que ésta creyéndoos
unos héroes, os diga en tanto que temiendo por vuestra
vida (…): ‘¡Por Dios, Perico!’? ¡Ah!
¡Aquí es la vuestra! Echáis sobre vuestra
hembra una mirada de conmiseración (…) le decís
con teatral desenfado: Quita, allá, mujer, que es necesario
que yo vaya a la reunión de tal o cual (…) vamos,
no llores, que a mí no hay quien se atreva a decirme
ni a hacerme nada”. Si vosotros queréis ser libres,
con mucha más razón nostras; doblemente esclavas
de la sociedad y del hombre, ya se acabó aquello de “Anarquía
y Libertad” y las mujeres a fregar. ¡Salud!”.
FUENTES: varias. FOTOS e IMÁGENES: de varios sitios.
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