LA
GENIAL Y CONTROVERTIDA LOLA MORA
Producción
periodística de Villa Crespo Digital
19
de noviembre del 2016
Un
17 de noviembre, pero de 1867, aunque otros afirman que fue
el 22 de abril, nacía en Salta, otros dicen Tucumán,
una de las figuras que revolucionaron el mundo del arte latinoamericano.
HAGAMOS
UN REPASO POR SU HISTORIA Y SU VIDA
La
vida de Lola Mora se presenta desde un principio controvertido,
ambiguo, y no deja de sorprender a quienes se adentran en la
historia de esta particular mujer que fue pintora, escultora,
inventora, urbanista y se dedicó además a la búsqueda
de petróleo en la provincia de Salta.
Sobre su origen, que se disputan tucumanos y salteños,
una versión afirma que nació en Trancas, un pueblo
al norte de Tucumán lindando con Salta. Otra versión,
aceptada hacia la primera década de nuestro siglo, y
teniendo en cuenta documentación encontrada, sostienen
que nació en una estancia en la localidad de El Tala,
departamento de La Candelaria, en la provincia de Salta.
LA FUENTE DE LAS NEREIDAS
Algunos
historiadores, contradiciendo esta última versión,
aseguran que la artista nunca afirmó ser salteña.
Sobre su nacimiento también existen polémicas.
Algunos biógrafos consigan el 22 de abril de 1867 como
fecha de su nacimiento, mientras que otros aseguran que nació
el 17 de noviembre de 1866. Esta última fecha fue tomada
oficialmente y es por eso que el Congreso Nacional instituyó,
a partir de 1998, esta fecha como el Día Nacional del
Escultor y las Artes Plásticas.
Dolores
Candelaria Mora de la Vega fue la tercera hija del tucumano
Romualdo Alejandro Mora y la salteña Regina Vega. El
matrimonio tuvo 7 hijos en total: Paula, Regina, Dolores, José
Cruz, Alejandro, Romualdo y Ángela.
Su padre, de sólida posición económica,
preocupado por que sus hijas tuvieran una buena educación
las matricula en el Colegio Sarmiento, primer instituto para
niñas donde estudiaban las hijas de las familias tradicionales
de Tucumán. La vida de Lola transcurre apaciblemente
en la hermosa casona familiar, con excelentes calificaciones
en el Colegio, hasta que en 1885 mueren sus padres con diferencia
de unos pocos meses.
Su hermana mayor Paula se casa al poco tiempo y con la ayuda
de su esposo se hacen cargo de sus hermanos menores.
EL
INICIO EN EL ARTE DE LA PINTURA
En
1887 llega a Tucumán el pintor italiano Santiago Falcucci
quien comienza a dictar clases en el Colegio Sarmiento al que
concurre Lola Mora. Según el propio Falcucci a ella “le
gustaba mucho pintar flores, cosas de fantasías, caprichos
y sufría siguiendo un camino regular, metódico
y a escondidas pintaba y dibujaba cosas que a ella le gustaban”.
En 1892 la Sociedad de Beneficencia de Tucumán organiza
una exposición conmemorando el IV Centenario del Descubrimiento
de América y las jóvenes artistas exponen sus
trabajos con la supervisión del maestro Falcucci. Si
bien la producción de Lola es la mejor, las damas objetan
la presencia de una joven que no desciende de una familia tradicional
de la ciudad. Falcucci defiende a Lola amenazando a los organizadores
con el retiro de todas las producciones. Finalmente, Lola es
aceptada y la joven presenta el retrato Alberto León
de Soldati, un reconocido intelectual de la ciudad.
Dos
años más tarde Lola presenta una serie de retratos
de gobernadores de Tucumán que es muy bien recibida por
la crítica de entonces. Comienza de esta forma su relación
con los gobernantes y con el poder, algo que será una
constante en su vida y por lo que cosechará innumerables
críticas.
LOLA
MORA Y EL PREMIO ESTÍMULO
SU
VIAJE A EUROPA
A
medida que se va consolidando como artista plástica,
no se conforma con estudiar en el taller de Falcucci y empieza
a rondar en su cabeza la idea de viajar a Europa para continuar
sus estudios. Con el apoyo del presidente José Evaristo
Uriburu que refrenda una ley votada en el Congreso, la artista
es becada para viajar a Italia, donde el embajador argentino
Enrique Moreno se convertirá en un fiel apoyo, recomendándola
entre la gente ligada al arte y entre personas allegadas al
poder.
Por
esos años, Italia era un referente insoslayable en la
creación artística y Lola busca estudiar con uno
de los más prestigiosos maestros de la época:
Francesco Paolo Michetti. Pero estudiar con Michetti no es para
cualquiera y no bastan las cartas de recomendación de
Santiago Falcucci, su antiguo maestro, ni del embajador Moreno.
A la negativa del maestro se contrapone la insistencia y perseverancia
de Lola. Finalmente Michetti acepta como alumna a esta mujer
de treinta años, talentosa y con una personalidad formidable.
Más
allá de las lecciones de pintura que recibe del maestro
Michetti, Lola comienza frecuentar el estudio del escultor Giulio
Monteverde quien es el artífice del paso de la artista
de la pintura a la escultura.
En Italia, Lola no es una típica artista; no vive en
bohardillas e inmersa en un ambiente bohemio; más bien
todo lo contrario. Vive en el exclusivo barrio romano de Ludovisi,
haciendo gala de una buena posición económica,
cultivando la amistad de personajes poderosos como la reina
Margarita de Saboya y su nuera Elena de Montenegro, además
de diplomáticos, y gente adinerada.
Según
Carlos Páez de la Torre y Celia Terán, autores
de una biografía de la artista, “lo primero que
se impone de la personalidad de Lola Mora es la claridad de
los objetivos que supo fijarse. Si el solo hecho de habérselo
planteado ya es suficiente para otorgar singularidad a su figura,
en el lugar y el medio en que le tocó nacer, qué
decir cuando se tienen en cuenta sus pasos posteriores”.
REGRESA
A LA ARGENTINA
Lola
Mora regresa a Buenos Aires a mediados de 1900 y comienzan los
proyectos de una obra que se colocará en la Plaza de
Mayo y un bajorrelieve para la Casa de Tucumán. Es la
primera vez que una mujer realiza un monumento para colocar
en el centro de Buenos Aires, en un tiempo donde la sociedad
está marcada por los hombres.
Lola Mora comienza con el trabajo en lo que será La Fuente
de las Nereidas, más conocida hoy día como “la
fuente de Lola Mora”. Durante dos años se discute
si es conveniente su emplazamiento frente a la Catedral de la
ciudad, debido a sus desnudos, y finalmente se dispone en la
plazoleta de Alem y Juan D. Perón.
El
21 de mayo de 1903 se inaugura La Fuente de las Nereidas con
la presencia del intendente Alberto Casares, el pintor Ernesto
de la Cárcova y el paisajista Carlos Thays. Con la realización
de este monumento, la artista obtiene nuevas becas y nuevos
encargos como las cuatro estatuas del Congreso Nacional, el
monumento a Aristóbulo del Valle, la alegoría
de la Independencia y el monumento a Juan Bautista Alberdi.
Luego de la inauguración de La Fuente de las Nereidas,
Lola Mora trabaja en las estatuas que adornarán la escalinata
y la puerta del Congreso Nacional. Uno de los ayudantes de la
artista es el joven Luis Hernández Otero, un empleado
del Congreso que en esa relación de maestra y discípulo
se enamora de Lola, una mujer de 42 años, de quien se
rumorea su bisexualidad y de haber sido amante del presidente
Julio A. Roca.
En 1909 la escultora se casa con Hernández Otero y durante
los primeros tres años de matrimonio la pareja trabaja
en Roma. Por esos años se suceden las inauguraciones
de monumentos en distintos puntos del país pero crece
la polémica sobre las obras de Lola en el Congreso. El
diputado Pedro Agote pide trasladar las estatuas. Por esos años
crecen las ideas socialistas y radicales en contraposición
a los gobiernos conservadores a los cuales la escultora ha estado
ligada durante muchos años.
LA
DECADENCIA
Son
muchos los que afirman, por esos años, que la Argentina
de fines del siglo XIX y principios del XX, identificada con
el lujo, ampulosa, y extremadamente europeizada debe concluir.
Lola Mora, que para ellos encarna eso que ellos critican, sufre
las consecuencias. Las esculturas del Congreso son quitadas,
durante muchos años permanecen en un sótano y
tienen su destino final en la ciudad de San Salvador de Jujuy,
donde Lola Mora es nombrada Directora de Plazas y Parques de
la capital jujeña en 1915. Hoy se las puede ver adornando
las veredas de la Casa de Gobierno de Jujuy.
En 1917 Lola se separa de su esposo Hernández Otero y
un año más tarde el intendente de Buenos Aires,
decide el traslado de la Fuente de las Nereidas a la Costanera
Sur, su emplazamiento actual.
Lejos
están los tiempos de esplendor, del reconocimiento público,
de lujos y del buen pasar económico. Por esos años,
deja de lado la actividad artística y trata de llevar
adelante varios proyectos. Se dedica un tiempo a la prospección
de petróleo en Salta, participa como contratista en la
obra del tendido de las vías del Ferrocarril Transandino
del Norte, conocido mundialmente como el Tren de las Nubes,
desarrolla tareas como urbanista, realizando el trazado de calles
en San Salvador de Jujuy, además de tratar de desarrollar
un sistema de cinematografía color, que no resultó
exitoso.
Con
67 años a cuestas y agobiada por las deudas, Lola regresa
a Buenos Aires en 1933. Vive en un departamento junto a sus
sobrinas que son las encargadas de cuidarla. El gobierno le
otorga una magra pensión en 1935, gracias a las gestiones
de un diputado salteño.
Postrada en cama luego de sufrir dos ataques, Lola Mora muere,
a los 69 años, el 7 de junio de 1936. Sus obras permanecen,
con la pátina del tiempo, como fieles testigos de otra
época, de la Argentina esplendorosa de principios del
siglo XX.
FUENTES:
portales de Arte, biografías y fuentes propias.
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