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SAN
MARTÍN DE TOURS PATRONO DE BUENOS AIRES
20 DE OCTUBRE
Por
Elena Luz González Bazán
especial para Villa Crespo Digital
10
de agosto del 2016
En
1580 se lleva adelante una reunión donde se planteó
que la conquistada ciudad de Buenos Aires tenía
que tener un Santo Patrono, fue una prioridad esencial
aquel 20 de octubre de hace más de cuatro siglos.
Las
preguntas fueron las siguientes:
¿Cómo hacer la elección? ¿Quién
debía ser el protozoo de aquella larga lista
de ejemplos de la religión católica apostólica
y romana?
Las
respuestas llegaron prontamente, de tal forma se puso
en funcionamiento una leyenda de aquel día.
Esta
leyenda cuenta, dice, afirma que los ediles españoles
tomaron un sombrero e introdujeron en él los
sendos papelitos donde figuraban los nombres propuestos.
Alguna mano revolvió y extrajo uno de ellos,
era un niño. Cuando se desplegó el papel
enrollado apareció el nombre de San Martín
de Tours.
¿Quién habrá sido el que propuso
el nombre de un santo francés? fue la pregunta
que la mayoría de los presentes debió
hacerse.
Los españoles no querían a este patrono,
volvieron a introducir los papeles y en una segunda
extracción, para sorpresa de todos, apareció
el nombre de SAN MARTÍN DE TOURS.
Este
Santo Obispo de Tours poseyó los tres modelos
de santidad conocidos en el Mundo Antiguo:
• la del asceta que se despoja de todo lo mundano
para entregarse por entero a Dios,
• la del hombre de gobierno que ordena todo en
procura del reino de Cristo y lo demás lo recibe
por añadidura y
• la del celo apostólico y misional.
Todas
sus obras las realizó en permanente unión
a los misterios del Señor por medio de la vía
más eficiente: la oración.
Hijo de un tribuno romano, San Martín de Tours
nació en Savaria, actual territorio de Hungría,
hacia el año 316, cuando el entonces niño,
aún no santo, regresa con su familia a la península
itálica para establecerse en la ciudad de Pavía,
donde fue inscripto como catecúmeno. Sin embargo,
al igual que su padre, sintió la vocación
militar, razón por la cual, a los 15 años
de edad, se enroló en el ejército de Roma,
siendo destinado a la caballería de la Guardia
Imperial.
De
soldado del César a soldado de Cristo
Habiendo sido enviado su regimiento a la Galia, atravesaba
en una fría noche de invierno las puertas de
la ciudad de Amiens, cuando un individuo extremadamente
pobre se acercó a su caballo y le pidió
una moneda. Martín de Tours buscó en sus
alforjas y al no encontrar ninguna, desmontó
y tomando su capa, la cortó en dos pedazos con
su espada, dándole uno al mendigo y quedándose
el otro para sí. Una vez en las barracas del
cuartel romano, Martín debió soportar
las burlas de sus compañeros, pero esa misma
noche tuvo su recompensa: en sueños se le apareció
Nuestro Señor Jesucristo vistiendo el trozo de
capa que había entregado como limosna.
A
los 18 años, el joven soldado sintió la
necesidad de ser bautizado y, poco después, un
hecho asombroso lo llevó a abandonar la milicia
para abrazar la vida religiosa.
Era emperador de Roma por esos días el césar
Juliano, conocido en la historia por el apodo de “Apóstata”,
ya que habiendo conocido el cristianismo por intermedio
de los herejes arrianos, intentó instaurar nuevamente
el culto pagano.
La
historia cuenta que: Corría el año 356,
cuando los bárbaras tanto salios y camavios penetraron
en territorio galo, arrasando todo a su paso. Los romanos
concentraron sus fuerzas en Worms y hasta allí
se encaminó Juliano, para entregar a sus tropas
el incentivo en dinero con el que las mismas eran animadas.
Al llegar el turno de Martín, éste miró
al emperador y sin aceptar la dádiva exclamó:
“Hasta ahora, César, he luchado siempre
a tu servicio, permíteme hacerlo a partir de
ahora por Dios. Quien desee continuar a tu servicio
acepte entonces tu donativo; yo soy soldado de Cristo.
No me es lícito seguir en el ejército”.
A ello respondió el emperador: “Tu actitud,
mi querido Martín, más parece miedo a
la batalla que convicción religiosa; tu sabes
que los bárbaros nos atacarán mañana.
Sabes que debemos responder con contundencia porque
la seguridad del imperio peligra. Dices ser cristiano,
es decir que eres un cobarde. Tienes miedo de enfrentar
al enemigo”.
Luego
la historia comenta que el futuro Patrono de Buenos
Aires tenía claro que además de buen comandante,
Juliano era enemigo del cristianismo y que si titubeaba,
sus compañeros no sólo se reirían
de él sino del mismo Cristo, razón por
la cual, solicitó que le permitiesen formar en
la primera fila, sin armas ni escudo ni yelmo. “...
así mi internaré tranquilo entre los bárbaros,
demostrándote mi valor y fidelidad y que lo único
que temo es derramar sangre de otros hombres”.
Por la mañana, cuando la batalla estaba a punto
de comenzar, los bárbaros enviaron un parlamentario
y pidieron la paz. Los anales atribuyeron la victoria
a Juliano, pero algunos legionarios manifestaron que
el enemigo había entrado en pánico al
enterarse que, seguros del triunfo, había soldados
que marcharían a combatir sin armamentos.
EL
SOLDADO DE CRISTO
Luego
de su paso por el ejército romano y liberado
de su trabajo, Martín se traslada a Poitiers
para unirse a los seguidores de San Hilario, a quien
ayuda a exorcizar a numerosos poseídos en aquella
ciudad. Fue el mismo Santo el que le ordenó sacerdote
y le indicó, con su ejemplo, el camino a seguir.
Martín regresa por algún tiempo a su ciudad
natal y luego se va a Milán y posteriormente
a una isla cercana a Génova, su vida será
la de un ermitaño que vive en el silencio y la
oración.
San
Hilario lo convoca y vuelve a Poitiers. En la ciudad
cercana de Ligugé funda el que sería el
primer monasterio de Francia y un verdadero semillero
de obispos y sacerdotes defensores de la ortodoxia católica,
desde donde su fama comenzó a extenderse por
toda la Galia mientras se le unían los primeros
discípulos.
MISIONERO
Y APOSTOL DE LAS GALIAS
Ordenado
Obispo de Tours en el año 371, fijo allí
su residencia fundando el monasterio Marmontier, al
tiempo que emprende numerosos viajes misionales evangelizando
la región y poniendo en funciones las primeras
parroquias rurales. Simultáneamente emprende
una ardua lucha contra el paganismo, la adoración
de símbolos falsos y los cultos druídicos,
sumamente extendidos por aquellas comarcas.
En
su afán de difundir el Cristianismo debió
enfrentar a numerosos enemigos que intentaron obstaculizar
su accionar, en especial los amantes de las riquezas
y el lujo, que no veían con buenos ojos su ejemplo
de austeridad.
Al ser nombrado obispo de Tours, Martín intentó
rechazar el nombramiento por considerarse indigno, escondiéndose
de quienes lo buscaban en el interior de un granero.
Ocurrió que un ganso comenzó a dar fuertes
graznidos, delatando su presencia. Otro día intentó
cortar una encina adorada por los paganos y estos le
dijeron que se lo permitirían siempre y cuando
el árbol cayese sobre él. Así lo
hizo el sacerdote y cuando hubo terminado de cortar,
viendo que la encina se le venía encima, alzó
su brazo, hizo la señal de la cruz y el árbol
cayó sin tocarlo.
DRUIDISMO
El
druidismo es una religión basada en las creencias
de los antiguos celtas en un contexto cultural moderno
y sin anacronismos (tratando de llevar la cosmología
de los pueblos celtas al presente, adecuándola
al aquí y ahora) y que contiene una filosofía
propia aplicable a la vida diaria.
Encuentra sus raíces en la naturaleza misma,
que busca la conexión del individuo con la tierra,
el cielo y el mar, los tres reinos de la cosmovisión
celta y encuentra su expresión mediante su “reconstrucción”
a través de la información que se conserva
(casi toda transcrita por los primeros monjes cristianos
de Irlanda), así como de los descubrimientos
arqueológicos, la antropología, historia,
el folklore y la mitología.
La práctica del Druidismo implica una necesidad
vivencial y espiritual y conlleva la asunción
en la cotidianidad de sus creencias, fundamentos y de
su ética.
LA
MUERTE DE MARTÍN DE TOURS
Fallece
el 8 de noviembre del 397 de la era cristiana, en Candes,
Turena, a los 81 años de edad.
Según los que lo pudieron ver dicen que: Murió
apaciblemente, recostado en el suelo sobre cenizas,
confortable cama ante los ojos del Altísimo,
y supo rechazar violentamente al demonio que intentó
en aquel trance tentar su transparente alma. Sus restos
fueron conducidos al sepulcro en solemne procesión,
escoltados por una guardia de honor de más de
2000 de sus monjes.
Su
episcopado marca el triunfo del cristianismo en el Oeste
de las Galias y su tumba no tardó en convertirse
en centro de peregrinación.
Su
fiesta se celebra el 11 de Noviembre. Es santo de los
soldados, de los artistas, de los tejedores y fabricantes
textiles, junto a San Francisco de Asís, y Patrono
de Francia y Hungría, además de varias
ciudades, entre ellas Amiens, París, Utrech,
Aviñon y Buenos Aires.
Su
biografía fue reseñada por su discípulo
Sulpicio Severo en su célebre “Vida de
San Martín”. Allí nos habla de su
talla fuera de lo normal, de su apostura marcial y su
forma de predicar, que más perecían arengas
militares que homilías. Con ellas acusó
a emperadores, reprimió a herejes y defendió
a menesterosos, obrando varios milagros, entre ellos
la resurrección de algunos muertos. El propio
San Martín solía mostrar orgulloso las
numerosas heridas adquiridas en el campo de batalla
durante sus veinticinco años de servicios y ese
temperamento militar fue el que le ganó el apodo
de “Apóstol de las Galias” ya que
nadie había hecho tanto por la Francia Católica
hasta entonces. Por esa causa San Gregorio de Tours
lo invoco como “Patrón especial del mundo
entero”.
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PATRONO
DE BUENOS AIRES
Como
cuenta la historia aquella jornada de designación
del patrono fue en el 1580. Sus autoridades encabezados
por sus cabildantes y los alcaldes de la Hermandad y
los representantes del clero se reúnen y designan
al Patrono de Buenos Aires conquistada por los españoles.
En
las Actas del Cabildo consta lo siguiente: En la “Ciudad
de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María
de los Buenos Aires” es elegido este santo como
patrono.
La
costumbre española era consagrar cada nuevo lugar
fundado a un santo de la iglesia católica, institución
que contaba con amplia hegemonía e influencia
en todos los ámbitos de la vida social, pública
y privada, como así también en el orden
simbólico de la sociedad.
Como
dice el poeta Francisco Luís Bernárdez
en su Oración a San Martín, éste,
“no teniendo con qué socorrer al mendigo,
como aquella causa era justa, desenvainó la espada
que llevaba al cinto, rasgó por el medio su capa,
le alargó la mitad y siguió su camino,
llevando la otra mitad para cubrir espiritualmente al
pueblo argentino, que, con el andar de los años,
había de nacer aquí, donde nacimos”.
Esta es la breve historia, leyenda y andanzas del Patrono
de Buenos Aires: San Martín de Tours.
FUENTES: Fuentes portales religiosos e históricos
y fuentes propias.
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