REPORTAJE
ENDIABLADO
ROBERTO
JORGE PAYRÓ
Producción
de Villa Crespo Digital
2
de noviembre del 2016
-¡Váyase
usted al infierno!
-Inmediatamente,
señor Director.
II
En
la antesala no había nadie, y profundo silencio
reinaba en las oficinas infernales. Me atreví
a asomar las narices por la puerta de una especie de
alcoba, y quedé estupefacto: Satanás dormía
la siesta a las dos de la tarde, como cualquier funcionario
del interior. Debí hacer ruido porque mi hombre
despertó, y, restregándose los ojos y
en medio de un bostezo, preguntó malhumorado:
-¿Quién
es? ¿Qué se le ofrece? ¿A quién
busca?
-¿Tengo
el honor de hablar con el señor Satanás
en persona? Soy repórter... y venía...
-Sí,
sí: repórter; ya sé... Tengo muchos
aquí. Me aburren todo el día a fuerza
de preguntas...Son un verdadero suplicio... Usted también
querrá preguntarme, ¿no?
-En
efecto, y si usted me permite... El lugar que ocupa,
la importancia de sus funciones y la trascendencia que
tendrá su actitud en las actuales circunstancias,
tan erizadas de dificultades y peligros...
-Ta,
ta, ta, señor repórter. Está usted
muy atrasado de noticias, cuando no sabe que me he retirado
a la vida privada. Sí, amigo, sólo quiero
silencio y olvido, y que se me deje gozar en paz de
mis rentas... ¡Bastante he trabajado en esta última
cincuentena de siglos...!
A
todo esto, Satanás se había sentado a
la orilla del catre, y se abrochaba los botines de suela
angosta y larga, una de sus grandes invenciones.
-Sin
embargo -exclamé-, su opinión es tan decisiva,
influirá tanto en la marcha ulterior de los sucesos,
que sería un triunfo conseguir esa primicia y
darla a publicidad. Además, usted está
en el deber de decir una palabra y el director sabe
muy bien cuándo debe mandarnos al diablo...
-¡Pues,
amigo! -contestó Satanás, desperezándose
hasta descoyuntarse-, viene usted mal. No sé
nada de lo que ocurre, y no estoy para ocuparme de tonterías.
-Pero
¿no dicen que maneja usted el mundo en compañía
de la carne?
-Eso
fue, hace siglos... por inexperiencia. Siéntese.
Él
se tendió en un sofá, ofreciéndome
una silla.
-¿Y
ahora? -inquirí.
-Ahora,
la humanidad se maneja a su antojo, y, como anda dada
al diablo, y la vida es un infierno, poco tengo que
preocuparme de ella. Ella se lo guisa, ella se lo come,
y las zahúrdas de Plutón, como llamó
Quevedo a nuestra residencia, están más
pobladas que nunca...
-¿Ha
modernizado usted los sistemas?
-En
efecto: he adoptado el de las sociedades anónimas
y he convertido mi gran establecimiento en una compaò¬Ÿ
de que soy el principal accionista. Le presto mi nombre,
maneja mis capitales y me da mi parte de los dividendos
sin exigir nada de mi.
-Pero
las tentaciones...
-La
gente se tienta sola, amigo. Antes, me daba un trabajo
de todos los demonios para hacer pecar a unos cuantos
pobres diablos que no me dejaban tiempo para nada. Muchas
veces tenía que pasarme días enteros en
una miserable tentación, que solía fracasar
porque, por atender a éste, descuidaba a aquéllos,
y todo iba como el diablo. Hasta estuve por hacer bancarrota
en una ocasión...
-¿Los
gastos son muchos?
-Ahora
no. El sistema moderno tiene grandes ventajas: sin riesgos,
sin alternativas graves; no tengo sino una responsabilidad
limitada, y la empresa prospera a vista de ojo. El costo
del funcionamiento es pequeño, porque los hornos
eléctricos son muy económicos, exigen
poco personal y sustituyen con ventaja a las calderas
de pez hirviendo, sucias, antihigiénicas y de
un gasto bárbaro. Pero Botero lo maneja todo
por medio de conmutadores, desde su oficina, y los tres
condenados del motor y las dínamos, que trabajan
como unos ángeles, están hoy en el Paraíso
gracias a la sencillez de la maquinaria.
¡Oh!,
el infierno, confortable y bien alumbrado, está
limpio como una patena, y da envidia a los conservadores
retrógrados del Cielo, que ni siquiera tienen
pavimentos de asfalto...
-Muy
bien. Pero ¿qué hace usted para que no
disminuya la inmigración?
-Nada.
-¡Cómo
así! -exclamé con asombro.
-La
gente se ha hecho muy desconfiada, y no hay que despertar
sospechas con ofrecimientos de ninguna especie.
-No
comprendo.
-¡Inocente!
Si usted ofrece algo a su prójimo, así,
de buenas a primeras, le hace temer que haya trampa,
y se malogra el negocio. Ahora dejo que mis competidores
ofrezcan el Cielo, con estrellas y todo; yo me callo,
y, como es natural, la clientela toma el camino de mi
casa convencida de que no le daremos aquí gato
por liebre.
Y
Satanás se levantó, dando por terminada
la entrevista.
-Pero
¿y los pactos con el diablo? -pregunté
al despedirme.
-¡Oh!
¡Antigualla!, vieux jeu, engañabobos contraproducente.
¡Cuantos he tenido que protestar, al divino botón,
porque no me han pagado ni por ésas! Melmoth
se reconcilió. El mismo Fausto, a quien di plata,
juventud, una linda moza y qué se yo qué
más, me estafó al fin, me hizo el cuento
del tío... Ahora no doy, ni prometo nada... Los
ricos vienen porque tienen dinero, los pobres porque
quieren tenerlo... Y yo paso tranquilamente mi eternidad.
Buenas tardes.
-Para
servir a usted.
-Cuando
esté desocupado, véngase a mis five oclock.
Tenemos canto llano, y un predicador estupendo.
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