BALDOMERO
FERNÁNDEZ MORENO
SESENTA
BALCONES Y NINGUNA FLOR
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Por Elena Luz González Bazán especial para Villa Crespo
Digital
4 de septiembre
del 2011
En este
barrio se inauguró la biblioteca Baldomero Eugenio Otto Fernández
Moreno el 19 de diciembre de 1956. Desde aquella fecha, la Biblioteca
lleva el nombre de Baldomero Eugenio Otto Fernández Moreno, en
conmemoración al poeta biógrafo de la intimidad de lo
cotidiano.
Baldomero
Eugenio Otto Fernández Moreno nace en 1886 y muere en 1950 en
la ciudad de Buenos Aires.
Entre
1892 y 1899 vivió con su familia en España y al regresar
a la Argentina se graduó de médico y ejerció poco
tiempo su profesión en el interior del país. Perteneciente
a la generación posterior al modernismo, Fernández Moreno,
su nombre literario, descolló como poeta de lo cotidiano, de
las cosas sencillas, todo ello expresado en versos directos y armoniosos,
de raíz hispánica, afirman sus biógrafos.
Sus principales
obras son: Las iniciales Misal (1915), Intermedio provinciano (1916),
Ciudad (1917), Por el amor y para ella (1918), Campo argentino (1919),
Versos de Negrita (1920), Nuevos poemas (1921), Cantos de amor, de luz,
de agua (1922), El Hogar en e1 campo (1923), Aldea española (1925),
El Hijo (1926), Poesía (1928), Décimas (1928), Último
cofre de Negrita (1929), Sonetos (1929), Córdoba y sus sierras,
Mar del Plata, Montevideo (1931), Dos Poemas (1935), Romance y seguidillas
(1936).
Reunió
lo mejor de su producción en Antología poética
(1941). Sus obras en prosa: La mariposa y la viga (1947) y La patria
desconocida, hacen de él uno de los mejores prosistas de nuestro
tiempo. En textos como Quiosco o Guía caprichosa de Buenos Aires,
sin ajustarse a las leyes del verso, que fue su expresión literaria
más característica, Fernández Moreno logra encerrar
en pequeños cuadros, la sugestión de la poesía
más comunicativa.
Las características
de sus versos son sencillas y con toques de pintura excepcional sobre
los temas que trata.
Tuvo especial cuidado por la palabra, fue emotivo y supo revelar lo
esencial de aquello que lo rodeaba, siempre buscando el elemento poético.
No hacía
distinción entre una realidad poética y otra que no lo
fuera. Siempre consideró que si el hombre se permite ser poeta,
todo lo que mira puede transmutarlo en poesía. Consideraba que
podía ser poesía tanto una mata de hierba como una vereda
en la ciudad o en el campo, un molino, o las vísceras del cuerpo
humano.
Los seguidores de su obra es una variedad de escritores y poetas:
Jorge Luís Borges, Ezequiel Martínez Estrada.
Según
Borges, Buenos Aires fue "vista para siempre" en algunos de
sus versos. Ponderó al autor citando este breve poema:
Ocre y abierto en huellas, el camino
separa opacamente los sembrados.
Lejos, la margarita de un molino.
que por su paradigmática y mágica sencillez, nos descubre
la provincia y la pampa en breves trazos.
También
Ezequiel Martínez Estrada, que le dedicó páginas
al poeta, y lo señala como el poeta de Buenos Aires y de nuestros
campos y pueblos.
Leopoldo Lugones es también admirador de su obra.
SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR
Setenta
balcones y ninguna flor
Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor...
A sus habitantes, Señor, qué les pasa
Odian el perfume, odian el color
La piedra desnuda de tristeza agobia,
dan una tristeza los negros balcones
No hay en esta casa una niña novia
No hay algún poeta bobo de ilusiones
Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín
En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín
Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave...
Setenta balcones y ninguna flor.
BUENO ¿Y QUÉ?
Bueno,
¿y qué?
Aunque tuvieras, poeta,
un castillo en una cumbre,
un salón lleno de lumbre
y un gran sillón de vaqueta;
al llegar la noche quieta,
sobre mi hastío de pié,
me diría: bueno, ¿y qué?
y componiéndome el talle
me largaría a la calle,
a la calle y al café.
BREVE ELEGÍA
Breve
elegía
Era la sombra del amor,
la sombra del amor: no pudo ser.
Ya pasó por mi vida otro dolor,
ya pasó otra mujer.
No era su pecho mi cabezal,
no eran sus manos las guiadoras
por el camino triste y fatal.
No era el consuelo para mis horas,
no era la fuente para beber,
ni el tronco firme donde enredarme,
dar unas flores y envejecer.
Era la sombra del amor,
la soma del amor: no pudo ser.
Ya pasó por mi vida otro dolor,
ya pasó otra mujer.
TRÁFAGO
Me he detenido enfrente del Congreso,
y en medio del urbano torbellino,
he soñado en un rústico camino
y me he sentido el corazón opreso.
Una tranquera floja, un monte espeso,
el girar perezoso de un molino,
la charla familiar de algún vecino,
¿no valen algo más que todo eso?
Se ahogaban en la esquina algunas flores;
a formidables tajos de colores,
abríase el asfalto humedecido
como esbozando trágica sonrisa.
¡Quién va a fijarse en mí, si hay tanta prisa!
¡Quién va a escuchar mi voz, si hay tanto ruido!
FUENTES:
varias y propias.
Caracteres:
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