Producción
periodística de Villa Crespo Digital
24
de noviembre del 2011
Virgen,
mártir de la Iglesia primitiva, patrona de los músicos.
Fiesta:
Noviembre 22
Breve:
El culto de santa Cecilia, bajo cuyo nombre fue construida en Roma
una basílica en el siglo V, se difundió ampliamente
a causa del relato de su martirio, en el que es ensalzada como ejemplo
perfectísimo de la mujer cristiana, que abrazó la
virginidad y sufrió el martirio por amor a Cristo.
Durante
más de mil años, Santa Cecilia ha sido una de las
mártires de la primitiva Iglesia más veneradas por
los cristianos. Su nombre figura en el canon de la misa. Las "actas"
de la santa afirman que pertenecía a una familia patricia
de Roma y que fue educada en el, cristianismo. Solía llevar
un vestido de tela muy áspera bajo la túnica propia
de su dignidad, ayunaba varios días por semana y había
consagrado a Dios su virginidad. Pero su padre, que veía
las cosas de un modo diferente, la casó con un joven patricio
llamado Valeriano. El día de la celebración del matrimonio,
en tanto que los músicos tocaban y los invitados se divertían,
Cecilia se sentó en un rincón a cantar a Dios en su
corazón y a pedirle que la ayudase. Cuando los jóvenes
esposos se retiraron a sus habitaciones, Cecilia, armada de todo
su valor, dijo dulcemente a su esposo: "Tengo que comunicarte
un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela
por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel
se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias;
en cambio si me respetas, el ángel te amará como me
ama a mí." Valeriano replicó: "Muéstramelo.
Si es realmente un ángel de Dios, haré lo que me pides."
Cecilia le dijo: "Si crees en el Dios vivo y verdadero y recibes
el agua del bautismo verás al ángel." Valeriano
accedió y fue a buscar al obispo Urbano, quien se hallaba
entre los pobres, cerca de la tercera mojonera de la Vía
Apia. Urbano le acogió con gran gozo. Entonces se acercó
un anciano que llevaba un documento en el que estaban escritas las
siguientes palabras: "Un solo Señor, un solo bautismo,
un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todo
y en nuestros corazones." Urbano preguntó a Valeriano:
"¿Crees esto?" Valeriano respondió que sí
y Urbano le confirió el bautismo. Cuando Valeriano regresó
a donde estaba Cecilia, vio a un ángel de pie junto a ella.
El ángel colocó sobre la cabeza de ambos una guirnalda
de rosas y lirios. Poco después llegó Tiburcio, el
hermano de Valeriano y los jóvenes esposos le ofrecieron
una corona inmortal si renunciaba a los falsos dioses. Tiburcio
se mostró incrédulo al principio y preguntó:
" ¿Quién ha vuelto de más allá
de la tumba a hablarnos de esa otra vida?" Cecilia le habló
largamente de Jesús. Tiburcio recibió el bautismo,
y al punto vio muchas maravillas.
Desde entonces, los dos hermanos se consagraron a la práctica
de las buenas obras. Ambos fueron arrestados por haber sepultado
los cuerpos de los mártires. Almaquio, el prefecto ante el
cual comparecieron, empezó a interrogarlos. Las respuestas
de Tiburcio le parecieron, desvaríos de loco. Entonces, volviéndose
hacia Valeriano, le dijo que esperaba que le respondería
en forma más sensata. Valeriano replicó que tanto
él como su hermano estaban bajo cuidado del mismo médico,
Jesucristo, el Hijo de Dios, quien les dictaba sus respuesta. En
seguida comparó, con cierto detenimiento, los gozos del cielo
con los de la tierra; pero Almaquio le ordenó que cesase
de disparatar y dijese a la corte si estaba dispuesto a sacrificar
a los dioses para obtener la libertad. Tiburcio y Valeriano replicaron
juntos: "No, no sacrificaremos a los dioses sino al único
Dios, al que diariamente ofrecemos sacrificio." El prefecto
les preguntó si su Dios se llamaba Júpiter. Valeriano
respondió: "Ciertamente no. Júpiter era un libertino
infame, un criminal y un asesino, según lo confiesan vuestros
propios escritores".
Valeriano
se regocijó al ver que el prefecto los mandaba azotar y hablaron
en voz alta a los cristianos presentes: "¡Cristianos
romanos, no permitáis que mis sufrimientos os aparten de
la verdad! ¡Permaneced fieles al Dios único, y pisotead
los ídolos de madera y de piedra que Almaquio adora!"
A pesar de aquella perorata, el prefecto tenía aún
la intención de concederles un respiro para que reflexionasen;
pero uno de sus consejeros le dijo que emplearían el tiempo
en distribuir sus posesiones entre los pobres, con lo cual impedirían
que el Estado las confiscase. Así pues, fueron condenados
a muerte. La ejecución se llevó a cabo en un sitio
llamado Pagus Triopius, a seis kilómetros de Roma. Con ellos
murió un cortesano llamado Máximo, el cual, viendo
la fortaleza de los mártires, se declaró cristiano.
Cecilia
sepultó los tres cadáveres. Después fue llamada
para que abjurase de la fe. En vez de abjurar, convirtió
a los que la inducían a ofrecer sacrificios. El Papa Urbano
fue a visitarla en su casa y bautizó ahí a 400 personas,
entre las cuales se contaba a Gordiano, un patricio, quien estableció
en casa de Cecilia una iglesia que Urbano consagró más
tarde a la santa. Durante el juicio, el prefecto Almaquio discutió
detenidamente con Cecilia. La actitud de la santa le enfureció,
pues ésta se reía de él en su cara y le atrapó
con sus propios argumentos. Finalmente, Almaquio la condenó
a morir sofocada en el baño de su casa. Pero, por más
que los guardias pusieron en el horno una cantidad mayor de leña,
Cecilia pasó en el baño un día y una noche
sin recibir daño alguno. Entonces, el prefecto envió
a un soldado a decapitarla. El verdugo descargó tres veces
la espada sobre su cuello y la dejó tirada en el suelo. Cecilia
pasó tres días entre la vida y la muerte. En ese tiempo
los cristianos acudieron a visitarla en gran número. La santa
legó su casa a Urbano y le confió el cuidado de sus
servidores. Fue sepultada junto a la cripta pontificia, en la catacumba
de San Calixto.
Esta
historia tan conocida que los cristianos han repetido con cariño
durante muchos siglos, data aproximadamente de fines del siglo V,
pero desgraciadamente no podemos considerarla como verídica
ni fundada en documentos auténticos. Tenemos que reconocer
que lo único que sabemos con certeza sobre San Valeriano
y San Tiburcio es que fueron realmente martirizados, que fueron
sepultados en el cementerio de Pretextato y que su fiesta se celebraba
el 14 de abril. La razón original del culto de Santa Cecilia
fue que estaba sepultada en un sitio de honor por haber fundado
una iglesia, el "titulus Caeciliae". Por lo demás,
no sabemos exactamente cuándo vivió, ya que los especialistas
sitúan su martirio entre el año 177 (de Rossi) y la
mitad del siglo IV (Kellner).
E1
Papa San Pascual I (817-824) trasladó las presuntas reliquias
de Santa Cecilia, junto con las de los santos Tiburcio, Valeriano
y Máximo, a la iglesia de Santa Cecilia in Transtévere.
(Las reliquias de la santa habían sido descubiertas, gracias
a un sueño, no en el cementerio de Calixto, sino en el cementerio
de Pretextato). En 1599, el cardenal Sfondrati restauró la
iglesia en honor a la Santa en Transtévere y volvió
a enterrar las reliquias de los cuatro mártires. Según
se dice, el cuerpo de Santa Cecilia estaba incorrupto y entero,
por más que el Papa Pascual había separado la cabeza
del cuerpo, ya que, entre los años 847 y 855, la cabeza de
Santa Cecilia formaba parte de las reliquias de los Cuatro Santos
Coronados. Se cuenta que, en 1599, se permitió ver el cuerpo
de Santa Cecilia al escultor Maderna, quien esculpió una
estatua de tamaño natural, muy real y conmovedora. "No
estaba de espaldas como un cadáver en la tumba," dijo
más tarde el artista, sino recostada del lado derecho, como
si estuviese en la cama, con las piernas un poco encogidas, en la
actitud de una persona que duerme." La estatua se halla actualmente
en la iglesia de Santa Cecilia, bajo el altar próximo al
sitio en el que se había sepultado nuevamente el cuerpo en
un féretro de plata. Sobre el pedestal de la estatua puso
el escultor la siguiente inscripción: "He aquí
a Cecilia, virgen, a quien yo vi incorrupta en el sepulcro. Esculpí
para vosotros, en mármol, esta imagen de la santa en la postura
en que la vi." De Rossi determinó el sitio en que la
santa había estado originalmente sepultada en el cementerio
de Calixto, y se colocó en el nicho una réplica de
la estatua de Maderna.
Sin
embargo, el P. Delehaye y otros autores opinan que no existen pruebas
suficientes de que, en 1599, se haya encontrado entero el cuerpo
de la santa, en la forma en que lo esculpió Maderna. En efecto,
Delehaye y Dom Quentin subrayan las contradicciones que hay en los
relatos del descubrimiento, que nos dejaron Baronio y Bosio, contemporáneos
de los hechos. Por otra parte, en el período inmediatamente
posterior a las persecuciones no se hace mención de ninguna
mártir romana llamada, Cecilia. Su nombre no figura en los
poemas de Dámaso y Prudencio, ni en los escritos de Jerónimo
y Ambrosio, ni en la "Depositio Martyrum" (siglo IV).
Finalmente, la iglesia que se llamó más tarde "titulus
Sanctae Caeciliae" se llamaba originalmente "títulus
Caecilia", es decir, fundada por una dama llamada Cecilia.
Santa
Cecilia es muy conocida en la actualidad por ser la patrona de los
músicos. Sus "actas" cuentan que, al día
de su matrimonio, en tanto que los músicos tocaban, Cecilia
cantaba a Dios en su corazón. Al fin de la Edad Media, empezó
a representarse a la santa tocando el órgano y cantando.
Tomado
del libro: Vida de los Santos de Butler, vol. IV.
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