MUJERES
DE LA INDEPENDENCIA DE AMÉRICA LATINA
Por
Elena Luz González Bazán * especial para Villa Crespo
Digital
19
de julio del 2012
JUANA
AZURDUY
Muchas
mujeres participaron de estas formas de enfrentamiento: una de las
más conocidas es Juana Azurduy, recientemente declarada heroína
nacional por parte del gobierno boliviano. Entre los años
1960 y 1980, doña Juana Azurduy de Padilla recibió
varias condecoraciones y atributos de heroína por los distintos
estamentos públicos y privados.
La
Comisión Internacional de la Alianza de Mesas Redondas Panamericanas
la declaró ¨Heroína de las Américas¨
Juana
era una mujer de familia acomodada, había nacido en Chuquisaca,
Alto Perú (Bolivia) en 1780, de sangre mestiza, era hija
de un ganadero, queda huérfana de su madre a los 7 años.
El tiempo sin mamá la va moldeando, tenía una gran
destreza para montar a caballo. Esta maestría militar tuvo
que ver con su vida en medio del campo y los climas revolucionarios
de los cuales se fue empapando y participando.
El desprestigio sobre Juana pasó por las comparaciones degradantes
sobre sus habilidades para cabalgar, las cuales eran confrontadas
a la de los hombres, de esa forma se la injuriaba en su femineidad,
motejando sus cualidades y habilidades. Era parecida a un hombre,
por lo tanto no era una mujer, estas críticas fueron infamantes.
Con
estos cotejos y dudas impuestas sobre su condición de mujer
se le extirpó el mérito de pensar en la independencia,
en la lucha contra el conquistador. Se ignoró su nivel de
conciencia y compromiso con la Libertad de América.
Nacida
el 12 de julio de 1780 se casa con Manuel Ascensio Padilla a los
25 años. La revolución de mayo encontró a los
Padilla en colaboración con la revolución, con hombres
como Mariano Moreno, Juan José Castelli, Bernardo de Monteagudo
y Antonio Arenales, militar de carrera.
Padilla
se puso a las órdenes de Manuel Belgrano y pronto le valió
la persecución de su familia, Juana y sus hijos se refugiaron
en el monte y los hijos contrajeron disentería, lo que les
costó sus vidas.
Juana
comenzó a sumarse a los ejércitos libertadores, a
pesar de las negativas de Padilla, combatió en las zonas
del Alto Perú, desde el norte de Chuquisaca hasta las selvas
de Santa Cruz. Organizó el batallón de Los Leales.
Embarazada de su quinta hija participó en la batalla de Tarabuco
y le quitó el estandarte a un coronel español, esto
le valió la admiración de Belgrano quien le obsequió
su espada.
La
muerte de su marido y los encontronazos con los otros jefes libertadores
hacen que Juana decida irse, pasa entonces a revistar con Martín
Miguel de Güemes en el norte argentino. Hasta 1821 estuvo con
Güemes combatiendo, momento que llega la muerte de Güemes,
luego pasa por la peor de las pobrezas. Quien la homenajea, posteriormente,
es Simón Bolívar.
Destacar
la figura de Juana Azurduy de Padilla tiene que ver con la decisión,
la convicción, la conciencia de ser soberana y la irreductible
voluntad de tomar las armas como medio para lograrlo. Pero podemos
inferir y sostener, con potencia, que había una voluntad
política para ser independientes, por ende, Juana Azurduy
asume el lugar de guerrear, pelear y soportar el asedio realista
por ese convencimiento de ser autónomos. Luego vinieron las
armas, la habilidad para montar a caballo y hasta sobrellevar las
asechanzas que la dejarán sin sus hijos.
Su nivel político, su habilidad para alcanzar los lugares
que le tocó en cada instante de la lucha revolucionaria,
la hizo evitar las luchas internas, se separó de aquellas
disputas con otros jefes militares y prefirió batallar junto
a Güemes.
Por
otro lado su actitud de mujer con valor y fuerza ante la injusticia
y la adversidad nada tiene que ver con una imagen de heroína
y única. Juana fue Juana, pero era mujer, símbolo
y lucha de muchas mujeres que la siguieron, la antecedieron y la
admiraron.
Esta
distorsión, este mármol que tanto cuesta desactivar,
colabora para que la figura de Juana Azurduy no pueda ser imitada,
mejorada y adorada. Se la trastoca se la marmoliza, eso imposibilita
la emulación práctica. No evitan la admiración,
pero sí la superación. Por eso, si bien Juana no puede
ser ignorada es mejor que sea subida al mármol de los héroes
para desfigurar su ideología revolucionaria y abstraer su
figura como UNICA.
En
este sentido se buscó humillar sus lágrimas y dolores,
los que sufrió, sin aspavientos, cuando le tocó perder
hijos, pelear embarazada. Soterrar su lugar de madre para contraponerlo
a su destreza de jineta es manosear su figura esencial, fue una
mujer de la liberación Americana. Se desnaturalizó
su conciencia aduciendo los comportamientos varoniles, algo imperdonable
para su clase. Lo que no pudieron tolerar fue ese compromiso ideológico
y político que la identificó.
Los
pueblos de América se rebelaron y resistieron, las mujeres
fueron protagonistas, acompañaron o bien encabezaron las
contiendas.
El
tiempo final de Juana Azurduy transcurrió en Salta reclamando
inútilmente a Bolivia sus bienes confiscados. Recién
en 1825, el gobierno salteño le otorgó dinero para
su regreso. Cuando murió tenía 82 años, olvidada
y en la mayor pobreza. Se la enterró en una fosa común
sin los honores ni las glorias que merecían su accionar y
compromiso con la patria.
Juana Azurduy murió sola, sin parientes, sin amigos, en el
cuarto de una posada miserable, donde apenas había un catre,
una mesa, una silla y un puñado de fantasmas agobiados por
el largo camino recorrido.
Falleció
el 25 de mayo, sus contemporáneos no la tuvieron en cuenta.
El niño Sandi se dirigió a las autoridades chuquisaqueñas
para reclamarles las honras fúnebres que le correspondían
por el rango que tenía de Tenienta Coronela. Pero el mayor
de la plaza, Joaquín Taborga, le respondió que nada
se haría, pues estaban todos ocupados en la conmemoración
de la fecha patria.
Es
así, afuera, los hijos de la patria por la que ella había
resignado su bienestar, su vida, su familia, celebraban un aniversario
más de la Independencia. En esos festejos no había
lugar para tristeza, menos para la de la muerte de una Teniente
Coronel que ya muchos habían olvidado.
A
Juana la acompañaron el niño y un cura, sus restos
fueron depositados en un osario. “Se sepultó en el
panteón general de esta ciudad en fábrica de un peso”,
dice la partida de defunción. Es decir, que su muerte sólo
mereció una oración y el costo fue de un peso... el
homenaje llegó cuando aquel niño ya anciano, Indalecio
Sandi señaló la probable sepultura de Juana Azurduy,
los huesos encontrados fueron considerados, simbólicamente,
como pertenecientes a la Gran Guerrera de la Independencia Americana.
FUENTE: Libro MUJER, SOCIEDAD Y POLÍTICA – julio del
2007.
Caracteres:
6713
Mujer Sociedad y Política
https://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-836323731-mujer-sociedad-y-politica-elena-gonzalez-bazan-nl-_JM?quantity=1