23
DE SEPTIEMBRE
DIA DEL VOTO FEMENINO
Por Elena Luz González Bazán especial para Villa Crespo Digital
2 de octubre
del 2014
El 23
de septiembre de 1947, durante el gobierno del presidente Juan Domingo
Perón, se promulga en Argentina la Ley 13.010 que instituye el
voto femenino. El propio Perón, el pueblo, y la historia, le
asignaron a "Evita", Eva Duarte de Perón, un marcado
reconocimiento por su campaña a favor de los derechos políticos
de la mujer, resumiendo en ella la lucha que en el país se remontaba
a finales del siglo XIX.
En Argentina
las primeras mujeres que se ocuparon sobre el tema de la participación
política y el sufragio femenino fueron las militantes del Partido
Socialista y las anarquistas, que comenzaron la lucha por la igualdad
de derechos y de oportunidades a la par de los hombres, quienes contaban
con derechos cívicos casi desde el mismo momento en que se organizó
la Nación.
Estas
socialistas y anarquistas, siguiendo el ejemplo de las europeas, fundaron
entre 1900 y 1910 una serie de agrupaciones en defensa de los derechos
cívicos de la mujer. Y a ellas las siguieron otros grupos de
mujeres, menos radicalizadas pero tan progresistas como ellas, que tenían
reivindicaciones similares.
Al comienzo
del siglo XX, el modelo femenino en Argentina estaba cambiando. Las
mujeres aprendieron de los hombres, y de las noticias que les llegaban
desde Europa y Estados Unidos, que ellas también tenían
derechos. Aunque para la ley eran poco menos que minusválidas
o eternas menores de edad, que pasaban de depender de su padre a su
esposo, en caso de casarse. Quedaban fuera de la vida como ciudadanas,
no participaban de la vida política, y no tenían derechos
cívicos.
Ya a principios
del siglo XX, las más informadas y con un espíritu de
lucha más desarrollado, formaron lo que se conoció como
Unión y Labor para el Progreso Femenino y la Protección
del Niño en 1900, la Asociación de Universitarias Argentinas
en 1902, y en 1905, el Centro Feminista de Buenos Aires y la Liga de
Mujeres Librepensadoras, que eran todas agrupaciones que buscaron la
reivindicación de los derechos políticos de las mujeres.
A estas
se les sumaron las Agrupaciones Femeninas Sufragistas, en 1902 el Centro
Socialista Femenino, en 1907 el Comité Pro-sufragio femenino
y el Centro Femenino Anarquista; en 1919 el Partido Feminista Nacional.
Y en 1930, el Comité Argentino pro-voto de la Mujer.
Sin embargo, todavía a mitad del siglo XX la mujer argentina
seguía sin derecho a votar y continuaba sin ejercer sus derechos
cívicos. Aunque poco a poco, las primeras luchadoras empezaron
a ser acompañadas por otras progresistas menos radicalizadas
en sus reivindicaciones.
Luego del golpe de 1930, las agrupaciones femeninas sufrieron algunos
cambios; el conservadurismo que derrocó al radical Hipólito
Yrigoyen y tomó el poder de la mano de Uriburu y Justo, dificultó
parte de los reclamos femeninos que debieron abandonar la cuestión
de la mujer en general, y centrarse en la cuestión del sufragio
en particular.
Pero,
por otra parte, los partidos políticos comenzaron a sumar mujeres
dispuestas a pelear por lo suyo, y en 1933 se crea la Asociación
de Mujeres Radicales; en 1946 la Secretaría Femenina del Partido
Laborista, y la Secretaría Femenina de la Unión Cívica
Radical, y en 1949 el Partido Justicialista organiza su Rama Femenina.
Habían
pasado muchos años desde el comienzo de la lucha y no existía
ningún fundamento legal para la exclusión de las mujeres
a la hora de emitir sufragio, las trabas eran más bien las concepciones
sociales predominantes, anticuadas, desactualizadas, no acordes con
lo que sucedía en el mundo y con el protagonismo femenino a nivel
mundial.
Precisamente, esa ambigüedad legal permitió que en septiembre
de 1947, durante el primer gobierno de Perón, las mujeres obtuvieran
por primera vez derecho a participar de una elección y tener
los mismos derechos civiles que los hombres. La promotora de dicha ley
fue justamente Eva Perón.
Ya desde
la Secretaria de Trabajo y Previsión, Perón encaró
una política dirigida a las mujeres, y en ese ámbito creó
la División de Trabajo y Asistencia a la Mujer. Y el 26 de julio
de 1945, en un acto celebrado en el Congreso, Perón explicitó
su apoyo a la iniciativa del voto femenino. Se formó entonces
la Comisión Pro Sufragio Femenino, que elevó un petitorio
al gobierno solicitando el cumplimiento de las Actas de Chapultepec,
por las cuales los países firmantes que aún no habían
otorgado el voto a la mujer se comprometían a hacerlo.
El 3 de septiembre de 1945 la Asamblea Nacional de Mujeres, presidida
por Victoria Ocampo, resolvió rechazar el voto otorgado por un
gobierno de facto y reclamó que el gobierno fuera asumido por
la Corte Suprema. El lema de la Asamblea era: "Sufragio femenino
pero sancionado por un Congreso elegido en comicios honestos".
Los sucesos de octubre del 45 pospusieron el tema. La campaña
electoral de 1946 puso en evidencia que, ya fuera con el apoyo del laborismo
o con el de la Unión Democrática, la mujer, aún
sin derechos políticos, había ingresado en la política
argentina. Faltaba la legitimación.
Una vez
en la presidencia, Perón volvió sobre la cuestión
del sufragio femenino. Lo hizo en su Primer Mensaje al Congreso, el
26 de julio de 1946 y en el Plan Quinquenal.
En este
marco, Eva emprendió la campaña desde distintos lugares:
con los legisladores, con las delegaciones que la visitaban, con las
mujeres nucleadas en los centros cívicos, a través de
la radio y de la prensa... El mensaje de Eva iba dirigido a un conglomerado
femenino extenso, se instaló en las mujeres y ellas pasaron a
desempeñar un papel activo: se realizaron mítines, se
publicaron manifiestos y grupos de obreras salieron a las calles a pegar
carteles en reclamo por la ley. Centros e instituciones femeninas emitieron
declaraciones de adhesión. Las mujeres reconocían en Eva
Perón a su portavoz.
Es que
ya en 1946, tras las elecciones de febrero de ese año que le
dieron el triunfo a la fórmula Perón-Quijano, Evita pronunció
su primer discurso oficial en el que manifestaba su apoyo a los derechos
políticos de la mujer:
"La
mujer del presidente de la República, que os habla, no es más
que una argentina más, la compañera Evita, que está
luchando por la reivindicación de millones de mujeres injustamente
pospuestas en aquello de mayor valor en toda conciencia: la voluntad
de elegir, la voluntad de vigilar, desde el sagrado recinto del hogar,
la marcha maravillosa de su propio país. Esta debe ser nuestra
meta. Yo considero, amigas mías, que ha llegado el momento de
unirnos en esta fase distinta de nuestra actividad cotidiana. Me lo
indican diariamente la inquietud de vuestros pensamientos y la ansiedad
que noto cada vez que cruzamos dos palabras".
"La
mujer argentina supo ser aceptada en la acción. Se está
en deuda con ella. Es forzoso establecer, pues, esa igualdad de derechos,
ya que se pidió y obtuvo casi espontáneamente esa igualdad
de los deberes. El hogar, esa célula social donde se incuban
los pueblos, es la argamasa nobilísima de nuestra tarea. Al hogar
estamos llegando y el hogar de los argentinos nos va abriendo sus puertas,
que son el corazón ansioso del país. Todo lo hemos supeditado,
repito, al fin último y maravilloso de servir. Servir a los descamisados,
a los débiles, a los olvidados, que es servir –precisamente-
a aquellos cuyos hogares conocieron el apremio, la impotencia y la amargura.
Del odio, la postración o la medianía, vamos sacando esperanzas,
voluntad de lucha, inquietud, fuerza, sonrisa".
"La
mujer argentina ha superado el período de las tutorías
civiles. Aquella que se volcó en la Plaza de Mayo el 17 de Octubre;
aquella que hizo oír su voz en la fábrica, en la oficina
y en la escuela; aquella que, día a día, trabaja junto
al hombre en toda gama de actividades de una comunidad dinámica,
no puede ser solamente la espectadora de los movimientos políticos".
"La
mujer debe afirmar su acción, la mujer debe votar. La mujer,
resorte moral de un hogar, debe ocupar su sitio en el complejo engranaje
social de un pueblo. Lo pide una necesidad nueva de organizarse en grupos
más extendidos y remozados. Lo exige, en suma, la transformación
del concepto de la mujer, que ha ido aumentando sacrificadamente el
número de sus deberes sin pedir el mínimo de sus derechos".
"El
voto femenino será el arma que hará de nuestros hogares
el recaudo supremo e inviolable de una conducta pública. El voto
femenino será la primera apelación y la última.
No es sólo necesario elegir, sino también determinar el
alcance de esa elección".
Y el 23
de septiembre, tras la firma de la Ley, la CGT organizó una concentración
en Plaza de Mayo para celebrar su promulgación, y ante un público
numeroso que concurrió desde temprano, Eva Perón manifestaba:
"Mujeres
de mi patria: recibo en este instante de manos del gobierno de la Nación
la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo entre
vosotras con la certeza de que lo hago en nombre y representación
de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan
las manos al contacto del laurel que proclama la victoria. Aquí
está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de
pocos artículos, una historia larga de luchas, tropiezos y esperanzas.
Por eso hay en ella crispación de indignación, sombra
de ataques amenazadores, pero también alegre despertar de auroras
triunfales. Y eso último se traduce en la victoria de la mujer
sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados de
las castas repudiadas por nuestro despertar nacional".
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