23
DE SEPTIEMBRE DE 1850
JOSÉ
GERVASIO DE ARTIGAS
Producción
de Villa Crespo Digital
6
de mayo del 2015 *
José
Gervasio de Artigas muere en el exilio, en el Paraguay colonial,
el 23 de septiembre de 1850, fue indudablemente un hombre de la
independencia y caudillo oriental, prócer uruguayo e iniciador
del movimiento federalista. Nace en Montevideo (Uruguay) el 19 de
junio de 1764.
ARTIGAS
EN SU JUVENTUD
Las invasiones inglesas
Artigas
prestó también importantes servicios durante las invasiones
inglesas, está presente en la Reconquista de Buenos Aires.
Acerca de la participación que le cupo en este último
suceso, él mismo se encarga de contarlo en la siguiente exposición,
que consta en el "Expediente de servicios del vecindario de
Montevideo en la guerra contra los ingleses", existente en
el Archivo General de la Nación:
"Don
José Artigas, Ayudante Mayor del Cuerpo Veterano de Blandengues
de la Frontera de esta plaza, de la que es primer Comandante
el Sargento Mayor don Cayetano Ramírez de Arellano. Certifico
que hallándome enfermo en esta plaza, supe que se preparaba
en ella, de sus tropas y vecindario, una expedición a
las órdenes del Capitán de Navío don Santiago
Liniers, actualmente virrey de estas provincias, para reconquistar
del poder de los enemigos la capital de Buenos Aires, con cuyo
motivo me presenté al señor gobernador don Pascual
Ruiz Huidobro, a efecto de que me permitiese ser uno de los
de dicha expedición, ya que no podía ir con el
cuerpo de que dependo, por hallarse éste, en aquella
época, cubriendo los varios puntos de la campaña,
lo que se sirvió concederme dicho señor, ordenándome
quedase yo en esta ciudad (como lo verifiqué), para conducir
por tierra un pliego para el citado don Santiago Liniers, destinándome
después este señor al Ejército nuestro,
que se hallaba en los Corrales de Miserere, desde donde pasamos
a atacar el Retiro, en donde advertimos que la tropa, milicias
y demás gente de que se componía la citada expedición
y a un número de aquel pueblo, que se juntó a
ella en aquel paraje, se portaron con el mayor espíritu
y valor."
"Rendidos
los enemigos a discreción, regresé desde aquélla
a esta plaza con la noticia, por ser la comisión a que
me dirigía por el nombrado señor gobernador, que
es cuanto puedo decir bajo mi palabra de honor, en obsequio
de la verdad y de la justicia".
"Montevideo,
10 de junio de 1808.
José Artigas"
Ruiz
Huidobro amplía estos datos en el decreto que sigue:
"El
Ayudante Mayor de Blandengues don José Artigas acaba
de regresar de Buenos Aires en una comisión interesante
del real servicio en que fue destinado por mí, y en la
que estuvo por perecer en el río, por haber naufragado
el bote que lo conducía, en cuyo caso perdió la
maleta de su ropa de uso, apero, poncho y cuanto traía;
por cuya pérdida y los gastos que le ha ocasionado la
misma comisión, estimo de justicia se le abone por esta
Real Tesorería del cargo de usted, trescientos pesos
corrientes, y se lo aviso para su debido cumplimiento a la mayor
brevedad.
Dios guarde a usted muchos años".
"Montevideo,
15 de agosto de 1806.
Pascual Ruiz Huidobro"
Como
Popham, a pesar de la ruda lección que acababan de recibir
en la ex Capital del Virreinato, no quiso desistir en la empresa
de proseguir bloqueando las costas orientales, el Gobierno de Montevideo
dispuso que el cuerpo en que servía Artigas regresase inmediatamente
a Cerro Largo para contribuir a la observación del enemigo
y a la defensa de la plaza en caso de ser atacada por los buques
de la escuadra inglesa.
Enseguida
de su arribo, Ramírez de Arellano fue destacado a Punta Carretas,
para observar desde allí a los invasores, que desde el 29
de octubre se habían apoderado de Maldonado, En ese punto
permaneció hasta el 16 de enero de 1807, cuando los británicos
hicieron su aparición a la altura de la playa del Buceo.
De lo ocurrido seguidamente y después, dice Ramírez
de Arellano en los siguientes párrafos, de un informe expedido
por él, el 24 de febrero de 1808:
"En
la tarde del mismo día nos reunimos a las tropas que
salieron de la plaza a las órdenes del señor virrey,
y desde el saladero que llaman de Magariño se empezó
a hacer fuego de cañón a los enemigos, con lo
que se contuvieron sin pasar adelante; pero habiéndose
retirado nuestra tropa de infantería y dragones a un
saladero de la costa, me posesioné, para observar a los
enemigos, e inmediato a ellos, en el saladero de Zamora, desde
donde salían partidas de observación, hasta el
diecinueve al amanecer, en que los enemigos emprendieron su
marcha para esta plaza, e inmediatamente salí con toda
mi tropa y la de los regimientos de milicias de Córdoba
y Paraguay, con cuatro cañones, para contener al enemigo,
que traía fuerzas muy superiores, y a pesar de ser las
nuestras tan reducidas, se emprendió el fuego de una
y otra parte, llegando al extremo de atacarnos con bayoneta,
por cuya razón se dispersó nuestra tropa, quedando
entre muertos y heridos de los de mi cuerpo, de veinte a veinticuatro
hombres, y nos retiramos al matadero de Silva, donde se hallaba
toda la tropa de la plaza con el señor virrey, con quien
nos reunimos y fuimos atacados por los enemigos, que no pudiendo
resistirlos, se mandó retirarnos con dirección
a la plaza, siguiéndonos el enemigo con sus fuegos de
artillería y fusilería, que cesó luego
que avanzaron y posesionaron del paraje que llaman el Cristo,
y nuestro ejército quedó a la inmediación
del Miguelete, hasta que en la tarde del mismo día nos
retiramos a la plaza, de donde salimos el siguiente día
veinte por la mañana, en busca de los enemigos que se
hallaban emboscados en las quintas, casas y cercos del Cordón,
por lo que no pudieron ser vistos de nuestras avanzadas, causa
porque nos cercaron con sus fuegos de cañón y
fusil, por derecha, izquierda y frente, en parajes ventajosos,
que nos derrotaron y desunieron, obligando a todo nuestro ejército
a la retirada con mucho desorden, por no poder resistir a tan
superiores fuerzas, quedando muertos en aquella acción
como unos treinta hombres de mi cuerpo, varios heridos y algunos
prisioneros".
"Retirados
ya a esta plaza se mantuvo las tropas todas las noches y algunos
días en la muralla, sufriendo el más vigoroso
fuego de mar y de tierra, que hacía el enemigo sin intermisión
de día y de noche, hasta que habiéndose aproximado
como a medio tiro de cañón de la plaza, empezó
a batirla en brecha aunque consiguió abrir en el portón
de San Juan, continuando su fuego hasta las tres de la mañana
del día tres de febrero del citado ochocientos siete,
que avanzó el enemigo forzando la brecha y atacando dentro
de la plaza por derecha e izquierda, a fuego y bayoneta, en
cuya acción hubo de mi cuerpo bastante número
de muertos y heridos, el cual no se puede expresar con certeza,
porque se ignora de los prisioneros que llevaron a Londres,
excepto algunos que pudieron fugar y otros que los desembarcaron
en esta plaza por enfermos".
"En
esta acción y en las demás que tuvieron nuestras
tropas y todo el vecindario de esta ciudad, a pesar de su escaso
número y tan superior el del enemigo, hizo la más
vigorosa y obstinada defensa en todos los puntos a que fueron
destinados, sacrificando sus vidas e intereses, como es público
y notorio, por la religión, el rey y la patria, obrando
con el mayor honor, y en cuyo obsequio murieron muchos en acciones,
quedando otros inútiles, por haber perdido brazos, piernas
y otras heridas incurables".
"Del
citado mi cuerpo, concurrieron a las acciones conmigo, los capitanes
don Bartolomé Riego, don Carlos Maciel, don Felipe Cardozo,
el Ayudante Mayor don José Artigas, los alféreces
don Pedro Martínez, don José Manuel de Victorica
y los cadetes don Juan Corbera, graduado de alférez,
don Roque Gómez de la Fuente, don Prudencio Zufriategui
y don Juan Manuel Pagóla, que murió la noche del
ataque, habiéndose portado todos con el mayor enardecimiento,
sin perdonar instante de fatiga, animando a la tropa, sin embargo
de que no lo necesitaba por el ardor con que se arrojaban al
fuego de los enemigos".
Yo
no soy vendible, ni quiero más premio por mí empeño
que ver libre mi nación del poderío español.
Primera
versión publicada el 4 de mayo del 2010. Corregida.
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