DISCURSO
DE JUAN DOMINGO PERÓN / 11 DE NOVIEMBRE DE 1953
ESCUELA NACIONAL DE GUERRA
Producción de Villa Crespo Digital
11 de julio del 2015
Discurso pronunciado por el excelentísimo
Señor Presidente de la Nación General Juan Domingo
Perón en la Escuela Nacional de Guerra
Buenos Aires 1953 -Invitado por el señor
Ministro de Defensa Nacional, General de División D.
Humberto Sosa Molina, a escuchar una conferencia que dictaría
a los cursantes el señor Director de la Escuela Nacional
de Guerra, General de División D. Horacio A. Aguirre,
el Excelentísimo señor Presidente de la Nación,
General de Ejército D. JUAN PERÓN, asistió
el 11 de noviembre de 1953 al mencionado Instituto Superior,
en compañía del señor Ministro invitante.
Terminada la conferencia del señor General Aguirre, el
primer magistrado hizo uso de la palabra y vertió los
conceptos que se transcriben en este folleto.
Señores:
He aceptado con gran placer esta ocasión para disertar
sobre las ideas fundamentales que han inspirado una nueva política
internacional en la República Argentina.
Es indudable que, por el cúmulo de tareas
que yo tengo, no podré presentar a ustedes una exposición
académica sobre este tema, pero sí podré
mantener una conversación en la que lo más fundamental
y lo más decisivo de nuestras concepciones será
expuesto con sencillez y con claridad.
Las organizaciones humanas, a lo largo de todos
los tiempos, han ido, indudablemente, creando sucesivos agrupamientos
y reagrupamientos. Desde la familia troglodita hasta nuestros
tiempos eso ha marcado un sinnúmero de agrupaciones a
través de las familias, las tribus, las ciudades, las
naciones y los grupos de naciones , y hay quien se aventura
ya a decir que para el ano 2000 las agrupaciones menores serán
los continentes.
Es indudable que la evolución histórica
de la humanidad va afirmando este concepto cada día con
mayores visos de realidad. Eso es todo cuanto podemos decir
en lo que se refiere a la natural y fatal evolución de
la humanidad. Si ese problema lo transportamos a nuestra América
surge inmediatamente una apreciación impuesta por nuestras
propias circunstancias y nuestra propia situación.
Es indudable que el mundo, superpoblado y súper
industrializado, presenta para el futuro un panorama que la
humanidad todavía no ha conocido, por lo menos en una
escala tan extraordinaria.
Todos los problemas que hoy se ventilan en
el mundo son, en su mayoría, producto de esta superpoblación
y súper industrialización, sean problemas de carácter
material o sean problemas de carácter espiritual. Es
tal la influencia de la técnica y de esa superproducción,
que la humanidad, en todos sus problemas económicos,
políticos y sociológicos, se encuentra profundamente
influida por esas circunstancias.
Si ése es el futuro de la humanidad,
es indudable que estos problemas irán progresando y produciendo
nuevos y más difíciles problemas emergentes de
las circunstancias enunciadas.
Resulta también indiscutible que la
lucha fundamental en un mundo superpoblado es por una cosa siempre
primordial para la humanidad: la comida. Ese es el peor y el
más difícil problema a resolver.
El segundo problema que plantea la industrialización
es la materia prima; valdría decir que en este mundo
que lucha por la comida y por la materia prima, el problema
fundamental de l futuro es un problema de base y fundamento
económicos, y la lucha de futuro será cada vez
más económica, en razón de una mayor superpoblación
y de una mayor superindustrialización. En consecuencia,
analizando nuestros problemas, podríamos decir que el
futuro del mundo, el futuro de los pueblos y el futuro de las
naciones estará extraordinariamente influido por la magnitud
de las reservas que posean: reservas de alimentos y reservas
de materias primas.
Eso es una cosa tan evidente, tan natural y
simple, que no necesitaríamos hacer uso ni de la estadística
y menos aún de la dialéctica para convencer a
nadie.
Y ahora, viendo el problema práctica
y objetivamente, pensamos cuáles son las zonas del mundo
donde todavía existen las mayores reservas de estos dos
elementos fundamentales de la vida humana: el alimento y la
materia prima.
Es indudable que nuestro continente, en especial
Sudamérica, es la zona del mundo donde todavía,
en razón de su falta de población y de su falta
de explotación extractiva, está la mayor reserva
de materia prima y alimentos del mundo. Esto nos indicaría
que el porvenir es nuestro y que en la futura lucha nosotros
marchamos con una extraordinaria ventaja frente a las demás
zonas del mundo, que han agotado sus posibilidades de producción
alimenticia y de provisión de materias primas, o que
son ineptas para la producción de estos dos elementos
fundamentales de la vida.
Si esto, señores, crea realmente el
problema de la lucha, es indudable que en esa lucha llevamos
nosotros una ventaja inicial, y que en el aseguramiento de un
futuro promisorio tenemos halagüeñas esperanzas
de disfrutarlo en mayor medida que otros países del mundo.
Pero precisamente en estas circunstancias radica
nuestro mayor peligro, porque es indudable que la humanidad
ha demostrado a lo largo de la historia de todos los tiempos
que cuando se ha carecido de alimentos o de elementos indispensables
para la vida, como serían las materias primas y otros,
se ha dispuesto de ellos quitándolos por las buenas o
por las malas, vale decir, con habilidosas combinaciones o mediante
la fuerza. Lo que quiere decir, en buen romance, que nosotros
estamos amenazados a que un día los países superpoblados
y súper industrializados, que no disponen de alimentos
ni de materia prima, pero que tienen un extraordinario poder,
jueguen ese poder para despojarnos de los elementos de que nosotros
disponemos en demasía con relación a nuestra población
y a nuestras necesidades. Ahí está el problema
planteado en sus bases más fundamentales, pero también
las más objetivas y realistas,
Si subsistiesen los pequeños y débiles
países, en un futuro no lejano podríamos ser territorio
de conquista, como han sido miles y miles de territorios desde
los fenicios hasta nuestros días. No sería una
historia nueva la que se escribiría en estas latitudes;
sería la historia que ha campeado en todos los tiempos,
sobre todos los lugares de la tierra, de manera que ni siquiera
llamaría mucho la atención.
Es esa circunstancia la que ha inducido a nuestro
gobierno a encarar de frente la posibilidad de una unión
real y efectiva de nuestros países, para encarar una
vida en común y para planear, también, una defensa
futura en común. Si esas circunstancias no son suficientes,
o ese hecho no es un factor que gravite decisivamente para nuestra
unión, no creo que exista ninguna otra circunstancia
importante para que la realicemos. Si cuanto he dicho no fuese
real, o no fuese cierto, la unión de esta zona de l mundo
no tendría razón de ser, como no fuera una cuestión
más o menos abstracta e idealista.
Señores:
Es indudable que desde el primer momento nosotros pensamos en
esto; analizamos las circunstancias y observamos que, desde
1810 hasta nuestros días, nunca han faltado distintos
intentos para agrupar esta zona del Continente en una unión
de distintos tipos.
Los primeros surgieron en Chile, ya en los
días iniciales de las revoluciones emancipadoras de la
Argentina, de Chile, del Perú. Todos ellos fracasaron
por distintas circunstancias. Es indudable que, de realizarse
aquello en ese tiempo, hubiese sido una cosa extraordinaria.
Desgraciadamente,
no todos entendieron el problema, y cuando Chile propuso eso
aquí a Buenos Aires, en los primeros días de la
Revolución de Mayo, Mariano Moreno fue el que se opuso
a toda unión con Chile. Es
decir que estaba en el gobierno mismo, y en la gente más
prominente del gobierno, la idea de hacer fracasar esa unión.
Eso fracasó por culpa de la Junta de Buenos Aires.
Hubo después varios que fracasaron también
por diversas circunstancias. Pasó después el problema
a ser propugnado desde el Perú, y la acción de
San Martín también fracasó. Después
fue Bolívar quien se hizo cargo de la lucha por una unidad
continental, y sabemos también cómo fracasó.
Se realizaron después el primero, el
segundo y el tercer Congreso de México con la misma finalidad.
Y debemos confesar que todo eso fracasó, mucho por culpa
nuestra. Nosotros fuimos los que siempre más o menos
nos mantuvimos un poco alejados, con un criterio un tanto aislacionista
y egoísta.
Llegamos a nuestros tiempos.
Yo no querría pasar a la historia sin haber demostrado,
por lo menos fehacientemente, que ponemos toda nuestra voluntad
real, efectiva, leal y sincera para que esta unión pueda
realizarse en el Continente.
Pienso yo que el ano 2000 nos va a sorprender
o unidos o dominados; pienso también que es de gente
inteligente no esperar que el ano 2000 llegue a nosotros, sino
hacer un poquito de esfuerzo para llegar un poco antes al ano
2000, y llegar en un poco mejores condiciones que aquella que
nos podrá deparar el destino mientras nosotros seamos
yunque que aguantamos los golpes y no seamos alguna vez martillo;
que también demos algún golpe por nuestra cuenta.
Es por esa razón que ya en 1946, al
hacer las primeras apreciaciones de carácter estratégico
y político internacional, comenzamos a pensar en ese
grave problema de nuestro tiempo. Quizá, en la política
internacional que nos interesa, es el más grave y el
más trascendente; más trascendente quizá
que lo que pueda ocurrir en la guerra mundial, que lo que pueda
ocurrir en Europa, o que lo que pueda ocurrir en el Asia o en
el Extremo Oriente; porque éste es un problema nuestro,
y los otros son problemas del mundo en el cual vivimos, pero
que están suficientemente alejados de nosotros.
Creo también que en la solución
de este grave y trascendente problema cuentan los pueblos más
que los hombres y que los gobiernos.
Es por eso que, cuando hicimos las primeras
apreciaciones, analizamos si esto podría realizarse a
través de las cancillerías actuantes como en el
siglo XVIII, en una buena comida, con lucidos discursos, pero
que terminan al terminar la comida, inoperantes e intrascendentes,
como han sido todas las acciones de las cancillerías
de esta parte del mundo desde hace casi un siglo hasta nuestros
días; o si habría que actuar más efectivamente,
influyendo no a lo s gobiernos, Que. aquí se cambian
como se cambian las camisas, sino influyendo a los pueblos,
que son los permanentes, -Porque los hombres pasan y los gobiernos
se suceden, pero los pueblos quedan.
Hemos observado, por otra parte, que el éxito,
quizá el único éxito extraordinario del
comunismo, consiste en que ellos no trabajan con los gobiernos,
sino con los Pueblos, porque ellos están encaminados
a una obra permanente y no a una obra circunstancial.
Y si en el orden internacional quiere realizarse
algo trascendente, hay que darle carácter permanente,
Porque mientras sea circunstancial, en el orden de la Política
internacional no tendría ninguna importancia. Por esa
razón, y aprovechando las naturales inclinaciones de
nuestra doctrina Propia, comenzamos a trabajar sobre los pueblos,
sin excitación, sin apresuramientos y, sobre todo, tratando
de cuidar minuciosamente, de desvirtuar toda posibilidad de
que nos acusen de intervención en los asuntos internos
de otro estado
En 1946, cuando yo me hice cargo del gobierno,
la Política internacional Argentina no tenía ninguna
definición No encontramos allí ningún plan
de acción, como no existía tampoco en los ministerios
militares ni siquiera una remota hipótesis sobre la cual
los militares Pudieran basar sus Planes de operaciones.
Tampoco en el Ministerio de Relaciones Exteriores,
en todo su archivo, había un solo plan activo sobre la
política internacional que seguía la República
Argentina, ni siquiera sobre la orientación, por lo menos,
que regía sus decisiones o designios.
Vale decir que nosotros habíamos vívido,
en política internacional, respondiendo a las medidas
que tomaban los otros con referencia a nosotros, pero sin tener
jamás una idea propia que nos pudiese conducir, por lo
menos a lo largo de los tiempos, con una dirección uniforme
y congruente. Nos dedicamos a tapar los agujeros que nos hacían
las distintas medidas que tomasen los demás países.
Nosotros no teníamos iniciativa.
No es tan criticable el procedimiento, porque
también suele ser una forma de proceder, quizá
explicable, pues los pequenos países no pueden tener
en el orden de la política internacional objetivos muy
activos ni muy grandes; pero tienen que tener algún objetivo.
Yo no digo que nos vamos a poner nosotros a
establecer objetivos extra continentales para imponer nuestra
voluntad a los rusos, a los ingleses o a los norteamericanos;
no, porque eso sería torpe.
Vale decir que en esto, como se ha dicho y
sostenido tantas veces, hay que tener la política de
la fuerza que se posee o la fuerza que se necesite para sustentar
una política.
Nosotros no podemos tener lo segundo y, en
consecuencia, tenemos que reducirnos a aceptar lo primero, pero
dentro de esa situación podemos tener nuestras ideas
y luchar por ellas para que las cancillerías, que juegan
al estilo del siglo XVIII, no nos estén dominando con
sus sueños fantásticos de hegemonías, de
mando y de dirección.
Para ser país monitor como sucede con
todos los monitores ha de ser necesario ponerse adelante para
que los demás lo sigan. El problema es llegar cuanto
antes a ganar la posición o la colocación, y los
demás van a seguir aunque no quieran. De manera que la
hegemonía no se discute; la hegemonía se conquista
o no se conquista.
Por eso nuestra lucha no es, en el orden de
la política internacional, por la hegemonía de
nadie, como lo he dicho muchas veces, sino simple y llanamente
la obtención de lo que conviene al país en primer
término; en segundo término, lo que conviene a
la gran región que encuadra el país, y en tercer
término, al resto del mundo, que ya está más
lejano y a menor alcance de nuestras previsiones y de nuestras
concepciones.
Por eso, bien claramente entendido, como lo
he hecho en toda circunstancia, para nosotros: primero la República
Argentina, luego el Continente y después el mundo. En
esa posición nos han encontrado y nos encontrarán
siempre, porque atendemos que la defensa propia está
en nuestras manos; que la defensa, diremos relativa, está
en la Zona continental que defendemos y en que vivimos y que
la absoluta es un sueno que todavía no alcanzado ningún
hombre ni nación alguna de la tierra. Vivimos solamente
en una seguridad relativa pensando, señores, en la idea
fundamental de llegar a una unión en esta parte del Continente.
Habíamos pensado que la lucha del futuro
será económica; la historia nos demuestra que
ningún un país se ha impuesto en ese campo, ni
en ninguna lucha, si no tiene en sí una completa, diremos
unidad económica.
Los grandes imperios, las grandes naciones,
han llegado desde los comienzos de la historia hasta nuestros
días, a las grandes conquistas, a base de una unidad
económica. Y yo analizo que si nosotros sonamos con la
grandeza que tenemos la obligación de sonar para nuestro
país, debemos analizar primordialmente ese factor en
una etapa del mundo en que la economía pasará
a primer plano en todas las luchas del futuro.
La República Argentina sola, no tiene
unida económica; Brasil solo, no tiene tampoco unida
económica; Chile solo, tampoco tiene unid económica;
pero estos tres países unidos conforman quizá
en el momento actual la unidad económica más extraordinaria
del mundo entero, sobre todo para el futuro, porque toda esa
inmensa disponibilidad constituye su reserva. Estos son países
reservas mundo.
Los otros están quizá a no muchos
anos de la terminación de todos sus recursos energéticos
y de materia prima; nosotros poseemos todas las reservas de
las cuales todavía no hemos explotado nada.
Esa explotación que han hecho de nosotros,
manteniéndonos para consumir lo elaborado por ellos,
ahora en el futuro puede dárseles vuelta, porque en la
humanidad y en el mundo hay una justicia que está por
sobre todas las demás justicias, y que algún día
llega. Y esa justicia se aproxima para nosotros; solamente debemos
tener la prudencia y la sabiduría suficientes para prepararnos
a que no nos birlen de nuevo la justicia, en el momento mismo
en que estamos por percibirla y por disfrutarla.
Esto es lo que ordena, imprescriptiblemente,
la necesidad de la unión de Chile, Brasil y Argentina.
Es indudable que, realizada esta unión,
caerán a su órbita los demás países
sudamericanos, que no serán favorecidos ni por la formación
de un nuevo agrupamiento y probablemente no lo podrán
realizar en manera alguna, separados o juntos, sino en pequeñas
unidades.
Apreciado esto, señores, yo empecé
a trabajar sobre los pueblos. Tampoco olvidé de trabajar
a los gobiernos, y durante los seis anos del primer gobierno,
mientras trabajábamos activamente en los pueblos, preparando
la opinión para bien recibir esta acción, conversé
con los que iban a ser presidentes, por lo menos, en los dos
países que más nos interesaban: Getulio Vargas
y el General Ibáñez.
Getulio Vargas estuvo total y absolutamente
de acuerdo con esta idea, y en realizarla tan pronto él
estuviera en el gobierno. Ibáñez me hizo exactamente
igual manifestación, y contrajo el compromiso de proceder
lo mismo.
Yo no me hacía ilusiones porque ellos
hubieran prometido esto, para dar el hecho por cumplido, porque
bien sabía que eran hombres que iban al gobierno y no
iban a poder hacer lo que quisieran, sino lo que pudieran. Sabía
bien que un gran sector de esos pueblos se iba a oponer tenazmente
a una realización de este tipo, por cuestiones de intereses
personales y negocios, más que por ninguna otra causa.
ACómo no se van a oponer los ganaderos chilenos a que
nosotros exportemos sin medida ganado argentino a Chile! AY
cómo no se van a oponer a que solucionemos todos los
problemas fronterizos para la internación de ganado,
los acopiadores chilenos, cuando una vaca o un novillo, a un
metro de la frontera chilena hacia el lado argentino, vale diez
mil pesos chilenos, y a un metro hacia Chile de la frontera
argentina, vale veinte mil pesos chilenos! Ese que gana los
diez mil pesos no va a estar de acuerdo nunca con una unidad
de este tipo.
Cito este caso grosero para que los señores
intuyan toda la gama inmensa de intereses de todo orden que
se desgranan en cada una de las cosas que come el pobre roto
chileno y que producimos nosotros, o que consumimos nosotros
y producen ellos.
Ese mismo fenómeno sucede con el Brasil.
Por esa razón nunca me hice demasiadas
ilusiones sobre las posibilidades de ello; por eso seguimos
trabajando por estas uniones, porque ellas deberán venir
por los pueblos.
Nosotros tenemos muy triste experiencia de
las uniones que han venido por los gobiernos; por lo menos,
ninguna en ciento cincuenta anos ha podido cristalizar en alguna
realidad.
Probemos el otro camino que nunca se ha probado
para ver si, desde abajo, podemos ir influyendo en forma determinante
para que esas uniones se realicen.
Señores: sé también que
el Brasil, por ejemplo, tropieza con una gran dificultad: es
Itamaraty, que allí constituye una institución
supergubernamental. Itamaraty ha sonado, desde la época
de su Emperador hasta nuestros días, con una política
que se ha prolongado a través de todos los hombres que
han ocupado ese difícil cargo en el Brasil.
Ella los había llevado a establecer
un arco entre Chile y el Brasil; esa política debe ser
vencida con el tiempo y por un buen proceder de parte nuestra.
Debe desmontarse todo el sistema de Itamaraty
y deben desaparecer esas excrecencias imperiales que constituyen,
más que ninguna otra razón, los principales obstáculos
para que el Brasil entre a un diremos, unión verdadera
con la Argentina.
Nosotros con ellos no tenemos ningún
problema como no sea ese sueno de la hegemonía, en el
que estamos prontos a decirles: Son ustedes mas grandes, más
lindos y mejores que nosotros; no tenemos ningún inconveniente.
Nosotros renunciamos a todo eso, de manera
que ése tampoco va a ser un inconveniente. Pero es indudable
que nosotros creíamos superado en cierta manera ese problema.
Yo he de contarles a los señores un
hecho que pondrá perfectamente en evidencia cómo
procedemos nosotros y por qué tenemos la firmé
convicción de que al final vamos a ganar nosotros porque
procedemos bien. Porque los que proceden mal son los que sucumben
víctimas de su propio mal procedimiento; por eso, no
emplearemos e ningún caso ni los subterfugios, ni las
insidias, ni las combinaciones raras, que emplean algunas cancillerías.
Cuando Vargas subió al gobierno me prometió
a mí que nos reuniríamos en Buenos Aires o en
Río y haríamos ese tratado que yo firmé
con Ibáñez después; el mismo tratado.
Ese fue un propósito formal que nos
habíamos trazado. Más aún, dijimos: -Vamos
a suprimir las fronteras, si es preciso. Yo agarraba cualquier
cosa, porque estaba dentro de la orientación que yo seguía
y de lo que yo creía que era necesario y conveniente.
Yo sabía que acá yo lo realizaba,
porque cuando yo le dijera a mi Pueblo que quería hacer
eso, yo sabía que mi Pueblo querría lo que yo
quería en el orden de la política internacional,
porque ya aquí existe una conciencia político
internacional en el Pueblo y existe una organización.
Además, la gente sabe que, en fin, tantos errores no
cometemos, de manera que tiene también un poco de fe
en lo que hacemos.
Más tarde Vargas me dijo que era difícil
que pudiéramos hacerlo tan pronto, porque él tenía
una situación política un poco complicada en las
Cámaras y que antes de dominarlas quería hacer
una conciliación. Es difícil eso en política;
primero hay que dominar y después la conciliación
viene sola. Son puntos de vista; son distintas maneras de pensar.
El siguió un camino distinto y nombró
un gabinete de conciliación, vale decir, nombró
un gabinete donde por lo menos las tres cuartas partes de los
ministros eran enemigos políticos de él y que
servirían a sus propios intereses y no a los del gobierno.
Claro que él creyó que esto en
seis meses le iba a dar la solución; pero cuando pasaron
los seis meses el asunto estaba más complicado que antes
Naturalmente, no pudo venir acá; no pudo imponerse frente
a su Parlamento y frente a sus propios ministros a realizar
una tarea que Acaba ponerse los pantalones y jugarse una tan
decisiva frente a la política internacional mundial,
a su pueblo, a su Parlamento y a los reses que había
que vencer .
Naturalmente, yo esperé. En ese ínterin
es elegido presidente el General Ibáñez; la situación
él no era mejor que la situación de Vargas, pero
cierta manera llegaba plebiscitado en todo lo que puede ser
plebiscitado en Chile, con elecciones y sui géneris,
porque allá se inscriben los que quieren, y los que no
quieren, no; Es una cosa muy distinta a la nuestra. Pero él
llega al gobierno naturalmente. Tan pronto llega al gobierno,
yo, informe con lo que habíamos conversado, lo tanteé.
Me dice: -de acuerdo, lo hacemos. -Muy bien! El General fue
más decidido, porque los generales solemos ser más
decididos que los políticos. pero antes de hacerlo, como
yo tenía un compromiso con Vargas, le escribí
una carta que le e llegar por intermedio de su propio embajador,
quien llamé y le dije: vea, usted tendrá que ir
a con esta carta y tendrá que explicarle todo esto a
su Presidente. Hace dos anos nosotros nos metimos realizar este
acto. Hace más de un ano y pico que lo estoy esperando,
y no puede venir. Yo pido autorización a él para
que me libere de ese compromiso de hacerlo primero con el Brasil
y me Permita hacerlo primero con Chile. Claro que le pido esto
porque creo que estos tres países son los que deben realizar
la unión.
El embajador va allá y vuelve y me dice,
en nombre de su Presidente, que no solamente me autoriza a que
vaya a Chile liberándome del compromiso, sino que me
da también su representación para que lo haga
en nombre de él en Chile. Naturalmente, ya sé
ahora muchas cosas que antes no sabía; acepté
sólo la autorización, pero no la representación.
Fui a Chile, llegué allí y le
dije al General Ibánez: Tengo aquí con todo listo
y traigo la autorización del Presidente Vargas, porque
yo estaba comprometido a hacer esto primero con él y
con el Brasil; de manera que todo sale perfectamente bien como
lo hemos planeado, y quizás al hacerse esto se facilite
la acción a Vargas y se vaya arreglando así mejor
el asunto.
Llegamos, hicimos allá con el Ministro
de Relaciones Exteriores todas esas cosas de las cancillerías,
discutimos un poco poca cosa y llegamos al acuerdo, no tan amplio
como nosotros queríamos, porque la gente tiene miedo
en algunas cosas y, es claro, salió un poco retaceado,
pero salió. No fue tampoco un parto de los montes, pero
costó bastante convencer, persuadir, etcétera.
Y al día siguiente llegan las noticias
de Río de Janeiro, donde el Ministro de Relaciones Exteriores
del Brasil hacía unas declaraciones tremendas contra
el Pacto de Santiago: -que estaba en contra de los pactos regionales,
que ésa era la destrucción de la unanimidad panamericana.
Imagínense la cara que tendría yo al día
siguiente cuando fui y me presenté al Presidente Ibáñez.
Al darle los buenos días, me preguntó: -zQué
me dice de los amigos brasileños.
Naturalmente que la prensa carioca sobrepasó
los límites a que había llegado el propio Ministro
de Relaciones Exteriores, señor Neves da Fontoura. Claro,
yo me callé; no tenía más remedio. Firmé
el tratado y me vine aquí.
Cuando llegué me encontré con
Gerardo Rocha, viejo periodista de gran talento, director de
0 Globo, en Río, muy amigo del Presidente Vargas, quien
me dijo: -Me manda el Presidente Vargas para que le explique
lo que ha pasado en el Brasil. Dice que la situación
de él es muy difícil; que políticamente
no puede dominar; que tiene sequías en el Norte, heladas
en el Sur; y a los políticos los tiene levantados; que
el comunismo está muy peligroso; que no ha podido hacer
nada; en fin, que lo disculpe, que él no piensa así
y que si el Ministro ha hecho eso, que él tampoco puede
mandar al Ministro.
Yo me he explicado perfectamente bien todo
esto; no lo justificaba, pero me lo explicaba por lo menos.
Naturalmente, señores, que planteada la situación
en estas circunstancias, de una manera tan plañidera
y lamentable, no tuve más remedio que decirle que siguiera
tranquilo, que yo no me meto en las cosas de él y que
hiciera lo que pudiese, pero que siguiera trabajando por esto.
Bien, señores. Yo quería contarles
esto, que probablemente no lo conoce nadie más que los
ministros y yo; claro está que son todos documentos para
la Historia, porque yo no quiero pasar a la Historia como un
cretino que ha podido realizar esta unión y no la ha
realizado. Por lo menos quiero que la gente piense en el futuro
que si aquí ha habido cretinos, no he sido yo solo; hay
otros cretinos también como yo, y todos juntos iremos
en el -baile del cretinismo.
Pero lo que yo no quería es dejar de
afirmar, como lo haré públicamente en alguna circunstancia,
que toda la política Argentina en el orden internacional
ha estado orientada hacia la necesidad de esa unión,
para que, cuando llegue el momento en que seamos juzgados por
nuestros hombres frente a los peligros que esta disociación
producirá en el futuro, por lo menos tengamos el justificativo
de nuestra propia impotencia para realizarla.
Sin embargo, yo no soy pesimista; yo creo que
nuestra orientación, nuestra perseverancia, va todos
los días ganando terreno dentro de esta idea, y estoy
casi convencido de que un día lo hemos de realizar todo
bien y acabadamente, y que tenemos que trabajar incansablemente
por realizarlo, Ya se acabaron las épocas del mundo en
que los conflictos eran entre dos países. Ahora los conflictos
se han agrandado de tal manera y han adquirido tal naturaleza
que hay que prepararse para los Grandes conflictos y no para
los -pequeños conflictos.
Esta unión, señores, está
en plena elaboración; es todo cuanto yo podría
decirles a ustedes como definitivo.
Estamos trabajándola, y el éxito,
señores, ha de producirse; por lo menos, nosotros hemos
preparado el éxito, lo estamos realizando, y no tengan
la menor duda de que el día que se produzca yo he de
saber explotarlo con todas las conveniencias necesarias para
nuestro país, porque, de acuerdo con el aforismo napoleónico,
el que prepara un éxito y lo conquista, difícilmente
no sabe sacarle las ventajas cuando lo ha obtenido.
En esto, señores, estoy absolutamente
persuadido de que vamos por buen camino. La contestación
del Brasil, buscando desviar su arco de Santiago a Lima, es
sola mente una contestación ofuscada y desesperada de
una Cancillería que no interpreta el momento y que está
persistiendo sobre una línea superada por el tiempo y
por los acontecimientos; eso no puede tener efectividad.
La lucha por las zonas amazónicas y
del Plata no tiene ningún valor ni ninguna importancia;
son sueños un poco ecuatoriales y nada más. No
puede haber en ese sentido ningún factor geopolítico
ni de ninguna otra naturaleza que pueda enfrentar a estas dos
zonas tan diversas en todos sus factores y en todas sus características.
Aquí hay un problema de unidad que está
por sobre todos los demás problemas, y en estas circunstancias,
quizá muy determinantes, de haber nosotros solucionado
nuestros entredichos con Estados Unidos, tal vez esto favorezca
en forma decisiva la posibilidad de una unión continental
en esta zona de l continente americano.
Señores: como ha respondido el Paraguay,
aunque es un pequeño país; como irán respondiendo
otros países de l Continente, despacito, sin presiones
y sin violencias de ninguna naturaleza, así se va configurando
ya una suerte de unión.
Las uniones deben realizarse por el procedimiento
que es común: primeramente hay que conectar algo; después
las demás conexiones se van formando con el tiempo y
con los acontecimientos.
Chile, aun a pesar de la lucha que deben sostener
allí, ya está unido con la Argentina.
El Paraguay se halla en igual situación.
Hay otros países que ya están inclinados a realizar
lo mismo. si nosotros conseguimos ir adhiriendo lentamente a
otros países, no va a tardar mucho en que el Brasil haga
también lo mismo, y ése será el principio
del Triunfo de nuestra política.
La unión continental a base de Argentina,
Brasil y Chile está mucho más próxima de
lo que creen muchos argentinos, muchos chilenos y muchos brasileños;
en el Brasil hay un sector enorme que trabaja por esto.
Lo único que hay que vencer son intereses;
pero cuando los intereses de los países entran a actuar,
los de los hombres deben ser vencidos por aquéllos, ésa
es nuestra mayor esperanza.
Hasta que esto se produzca, señores,
no tenemos otro remedio que esperar y trabajar para que se realice;
y ésa es nuestra acción y ésa es nuestra
orientación.
Muchas gracias
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