EL
CAMPO, SUS PROTAGONISTAS Y LOS ALIMENTOS A NIVEL MUNDIAL
Es
un mundo que se va quedando sin tierra, sin agua potable,
sin oxígeno, es decir, sin aire.
En el momento actual, el mundo, ya superpoblado, tiene
3500 millones de habitantes. iQué será
en el año 2000, con siete u cocho mil millones
de habitantes!
Juan
Domingo Perón
Esta es otra exposición de Juan Domingo Perón
sobre la realidad en el mundo rural, sus protagonistas
y las necesidades a nivel mundial: los alimentos.
Perón habla al campo
Producción de Villa Crespo Digital
7 de julio del 2008
El
texto es del 25 de octubre de 1973, Juan Domingo Perón
ya estaba en la primera magistratura, entraba en su
tercer mandato presidencial, algo que nadie más
logró en la historia nacional.
En
ese momento, hace más de 35 años, Perón
pasa revista a lo que hicieron en los años
de su primer y segundo gobierno, frustrado el segundo
por el golpe del 16 de septiembre de 1955 y el mundo
del campo.
Lo
que era en ese momento, los 3.500 millones de habitantes
en el mundo y los más de 7.000 millones que
somos hoy. La necesidad de alimentos para tantos miles
de habitantes. Vale agregar con la mitad de hambrientos,
como en estos años.
Parte
de esta alocución de Juan Domingo Perón
fue leído por el diputado de la oposición
Adrián Pérez, el pasado viernes 4 de
julio en medio del debate que hoy se debate, discute
e interpela a oficialista y opositores de todo el
país.
Un
texto que vale la pena leer y releer.
25 de octubre de 1973
Señores:
En primer término, tengo el placer de saludarlos
y agradecerles la amabilidad que han tenido de llegar
a esta casa. Es indudable que, después de haberlos
escuchado en una rápida exposición de
motivos y de consecuencias, debo manifestarles la
inmensa satisfacción que experimento al comprobar
que los distintos sectores del agro argentino están
en una coincidencia absoluta, porque solamente la
coincidencia puede llevarnos a un fin constructivo.
Hace
veintiséis años me hice cargo del Gobierno
de la República. Era mi primer Gobierno. En
ese momento, la producción agropecuaria era
buena y el único recurso de la República.
La industria estaba, en cambio, bastante atrasada;
los alfileres que consumían nuestras modistas
eran importados de Francia. Fue necesario, por una
razón de equilibrio en la producción
y en la demografía del país, dedicarnos
a industrializarlo. Entonces nos lanzamos a la industrialización
con toda nuestra decisión y nuestro esfuerzo.
Las consecuencias fueron que en 1955 el país
estaba fabricando sus barcos, sus camiones, sus automóviles,
etc.; es decir que grandes posibilidades de desarrollo
industrial se habían producido en toda la República.
Esto era una cosa indispensable, porque el agro estaba
entonces en la tarea de producir para importar manufacturas,
perdiendo nuestra mano de obra y comprando caro lo
fabricado afuera y, algunas veces, con nuestra propia
materia prima.
En
un país como la República Argentina,
que tenía entonces más o menos cinco
millones de habitantes en el campo y el resto en las
ciudades y pueblos, era imperativa la industrialización.
Porque, en el fondo, nuestro problema no es que nos
gusta ser industriales; son las necesidades las que
lo imponen. Si nosotros no industrializábamos
el país, millones de habitantes que vivían
en los pueblos y ciudades estaban pesando sobre las
espaldas de los productores agropecuarios. Ellos eran
los que pagaban todo.
Recuerdo
que en ese entonces me contaba un galense, de esos
que tenemos en el Chubut, que en su pueblo había
un reloj con cuatro caras, que giraba y que a cada
cuarto del día aparecía una figura.
Primero aparecía el pastor, y decía:
"Yo cuido vuestras almas". Giraba otras
seis horas y aparecía el abogado, que decía:
"Yo cuido vuestros derechos". Giraba otras
seis horas más y aparecía el gobernante,
diciendo: "Yo gobierno para una vida ordenada".
Y daba otra vuelta y aparecía el agricultor,
que decía: "Yo soy el que pago a los otros
tres".
Esto era lo que ocurría en esa época
en la República Argentina. Si no se hubiera
producido el desarrollo industrial, se podía
seguir pensando que el agro argentino estaba sosteniendo
al resto del país.
De
manera que la industrialización se imponía
por una razón demográfica más
que de ninguna otra naturaleza. No podíamos
seguir en ese desequilibrio en la producción
con respecto a la demografía nacional. Eso
impuso necesariamente la industrialización.
Desde
entonces hasta ahora, la industria argentina se ha
desarrollado suficientemente, y los pueblos y ciudades
pueden sostenerse con su propio trabajo, sin estar
pesando sobre las espaldas de los productores agropecuarios.
Es decir, el país, en medio de toda su desorganización,
tiene en estos momentos un equilibrio entre el campo
y la ciudad, que es indispensable para los países
en desarrollo.
Frente
a esto, nosotros pensamos que el mundo actual está
desalentando el desarrollo tecnológico. Lo
está desalentando porque con eso se están
destruyendo las fuentes naturales de subsistencia
de la Tierra, especialmente materia prima y comida.
Está convirtiendo la Tierra en basurales, basurales
de plásticos por ahora, pero basurales al fin
...
A
los ríos los está transformando en cloacas.
Ya en la mayor parte del mundo no quedan aguas potables
en sus cursos. Eso nos está ocurriendo aquí,
en un país que tiene tres millones de kilómetros
cuadrados y no alcanza a tener veinticinco millones
de habitantes. ¡Cómo será en Europa,
y especialmente en los países de intensa superpoblación!
Los
bosques los estamos talando, es decir, suprimiendo
las grandes fábricas de oxígeno que
la Tierra tiene; y como si eso fuera poco, estamos
cubriendo el mar con una capa de aceite que no permite
la liberación de oxígeno.
El
hombre está abocado a un problema pavoroso
y a corto plazo. En la materia prima, se cuenta por
decenios el agotamiento. Estados Unidos se quedará
sin petróleo en pocos años y en un tiempo
más se quedará sin hierro. Eso en un
país de amplio desarrollo. Imaginen Europa,
que ya no tiene prácticamente nada de esto.
Es
un mundo que se va quedando sin tierra, sin agua potable,
sin oxígeno, es decir, sin aire.
En
el momento actual, el mundo, ya superpoblado, tiene
3500 millones de habitantes. iQué será
en el año 2000, con siete u cocho mil millones
de habitantes!
En
este mundo de 3500 millones de habitantes, la mitad
está hambrienta. En granos, Europa no cubre
sino el 69 por ciento de sus necesidades. El mundo
entero se está quedando sin proteínas;
y sin proteínas el hombre no puede vivir, como
no puede vivir sin oxígeno, sin agua o sin
tierra.
Este
es un problema que hay que pensarlo. Solamente las
grandes zonas de reserva del mundo tienen todavía
en sus manos las posibilidades de sacarle a la tierra
la alimentación necesaria para este mundo superpoblado
y la materia prima para este mundo superindustrializado.
Nosotros
constituimos una de esas grandes reservas; ellos son
los ricos del pasado. Si sabemos proceder, seremos
nosotros los ricos del futuro, porque tenemos lo esencial
en nuestras reservas, mientras que ellos han consumido
las suyas hasta agotarlas totalmente.
Frente
a este cuadro, y desarrollados en lo necesario tecnológicamente,
debemos dedicarnos a la gran producción de
granos y de proteínas, que es de lo que más
está hambriento el mundo actual.
Sería
demasiado redundante quizá seguir insistiendo
en esto, pero lo que ocurre para nosotros, como posibles
grandes productores, es que existe un inmenso mundo
de consumidores y los productores vamos siendo cada
día menos. Aprovechemos este momento para afirmar
una grandeza que es notable, porque se la hace con
el trabajo honesto de todos los días.
En
nuestra República, desde que comenzamos a pensar
en la necesidad de dejarnos de pelear por pequeñeces
y empezamos a pensar que todos tenemos un destino
común, como el país también lo
tiene, debemos despreciar esas insignificancias para
dedicamos a lo fundamental, que es engrandecer el
país, enriquecerlo y hacer un pueblo digno
y feliz.
En
este empeño, que ha sido siempre nuestra orientación
política, el 18 de noviembre de 1972 pensamos
que podíamos llegar al Gobierno y establecer
un pacto con todas las fuerzas políticas, superando
esas diferencias que el país había heredado.
Hablo
muchas veces de una comunidad organizada. Hablemos
de una comunidad organizada no solo en lo político,
sino sobre las grandes fuerzas de la producción
y del progreso, que es el único desarrollo
al que debemos aspirar.
Por
eso hicimos el pacto político que anuló,
diremos así, las controversias políticas;
que poco después, el 7 de diciembre, hizo posible
una inteligencia a base de coincidencias mínimas,
la que dio lugar, desde el 25 de mayo en adelante,
a aspirar a esa comunidad organizada que comienza
con el primer pacto entre los empresarios, los trabajadores
y el Estado, que a su vez hizo posible un equilibrio
más estable en la permanente lucha que se libra
por los beneficios, ya que nadie trabaja con fines
de beneficencia, sino de legítimo provecho.
Después
de eso, hemos seguido trabajando para crear una comunidad
organizada sobre la fuerza constructiva, no en la
destructiva, como pudo haber sido en otro tiempo.
El
acuerdo de ustedes o del agro con el Estado y con
el resto de las fuerzas económicas completa
este cuadro y completa esta comunidad organizada por
la cual nosotros hemos venido luchando y con la que
hemos soñado muchos años. Esta es la
verdadera organización porque es la constructiva,
porque es la productiva, la permanente, ya que los
hombres no tienen ni amigos ni enemigos permanentes,
sino intereses permanentes. Pongámonos de acuerdo
y unamos esos intereses, y la amistad podrá
ser más permanente de lo que nosotros mismos
soñamos.
Nuestra
política, desde hace ya treinta años,
se ha fundado, precisamente, en un equilibrio entre
las fuerzas de la producción y, dentro de ellas,
en un equilibrio entre los empresarios y los trabajadores.
Este equilibrio, hasta 1955, fue del 47% de beneficio
para el trabajador y, el resto del beneficio, para
el capital o la empresa. En este momento, esos índices
han variado: hemos caído en los beneficios
de los trabajadores al 33% y el resto es provecho
empresarial. Tenemos que restablecer el equilibrio.
Ese equilibrio se puede restablecer con facilidad
si aumentamos la producción y también
las ventas. Aun el mismo empresario del comercio minorista,
que funda su deseo en aumentar el precio unitario
de su propia mercadería, comete un grave error,
porque jamás, por el aumento de los precios
unitarios -hecho que provoca una inflación
que es terrible para todos y más con un pueblo
sin poder adquisitivo-, podrá tener un gran
porvenir.
El
secreto está en mantener ese perfecto equilibrio
del ciclo económico de la producción,
es decir: la producción, la transformación,
la distribución y el consumo cada uno de estos
cuatro factores es un factor de riqueza.
Algunos creen que se pueden enriquecer haciendo economías
y suprimiendo el consumo. No, ese no es el camino.
El camino es contar con una masa popular con alto
poder adquisitivo, que aumente el consumo. Entonces,
la ganancia no va a estar sobre el precio unitario,
pero se va a decuplicar por el aumento, diríamos
así, de la masa de las ventas. No hay que especular
con lo pequeño, sino buscar lo grande. Es el
volumen de ventas el que va a dar la gran ganancia,
y no el precio unitario de las mercaderías,
busquemos el resultado en lo grande. No nos dediquemos
a lo pequeño.
En
la producción ocurre exactamente lo mismo como
se acaba de decir aquí: debemos alcanzar los
márgenes de producción que la Argentina
puede ofrecer. El agro argentino está explotado
en un bajo porcentaje; esos índices pueden
aumentar setenta veces.
Pongámonos
en la empresa de realizarlo. Para eso necesitamos
que se cumplan dos circunstancias. Primera, desarrollar
una tecnología suficiente para sacarle a la
tierra todo el producto que ella pueda dar, sin tener
tierras desocupadas o cotos de caza, como todavía
existen en la República Argentina. Ese es un
lujo que no puede darse ya ningún país
en el mundo. Segunda, utilicemos esa tierra para la
producción ganadera (poner en contexto). La
República Argentina tiene 58 ó 60 millones
de vacas, cuando podría tener doscientos millones;
y ovejas, en la misma proporción. Pongámonos
a cumplir esos programas.
Todos
esos acuerdos, si el Gobierno y las fuerzas de la
producción trabajan unidos y organizados, podrán
alcanzar irremisiblemente esos objetivos. Los planes
que ha esbozado el Ministerio de Economía tienen
esa aspiración. Cada uno de ustedes tiene una
misión que cumplir. Cada argentino, en la ciudad
o en el campo, tendrá una misión que
realizar; el trabajo nuestro está en crear
esos objetivos e impartir esa misión, para
que un pueblo organizado y decidido las realice. Entonces,
no tendremos nada de qué arrepentimos en el
futuro.
Tales
deben ser nuestros objetivos y nuestras esperanzas.
Esperanzas que ustedes tienen que realizar en el sector
agropecuario y que otros realizarán en otros
sectores, tratando de que lo negativo sea lo mínimo.
El
sector bancario también tiene en el agro una
función que nosotros le habíamos asignado
con preferencia ya en el segundo gobierno justicialista.
El
agro debe estar dotado de suficiente crédito
para poder trabajar. En esto, no todo es la buena
voluntad y la decisión. También son
los medios. Un sistema bancario bien trazado y bien
orientado debe ser el apoyo más consistente
para el agro. Vale decir que la tierra ha de trabajarse,
como la industria ha de realizar o transformar.
Las
instituciones bancarias han sido creadas para eso,
y para eso deben ser utilizadas. En tal sentido, también
el Ministerio de Economía está decidido
a dar un apoyo financiero suficiente, a fin de que
el agro pueda desenvolver sus funciones en las mejores
condiciones.
Creo
que, si cumplen los planes que hemos trazado y si
se mantienen las organizaciones y compromisos que
se han establecido entre las fuerzas del trabajo y
el Gobierno, se puede alcanzar una etapa altamente
constructiva, echando así las bases de una
grandeza con la que todos soñamos por la que
todos debemos hacer un esfuerzo en la medida que a
cada le corresponda.
Finalmente, señores, les agradezco muchísimo;
me siento inmensamente feliz de poder contemplar estos
acuerdos, que son la base de realización y
sin los cuales no podría llegarse a un trabajo
organizado una comunidad que quiere triunfar.
Fuente:
PERÓN, Juan D.: Obras completas, tomo 24 (1),
Buenos Aires, Docencia, pp. 101-103.
*
Esta primera versión en medio de la pelea con
el campo en el gobierno anterior, vale para pensar
sobre un análisis que hacía Perón
ya hace casi medio siglo.
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