Por
Elena Luz González Bazán especial para Villa Crespo
Digital
22
de mayo del 2013. Actualización: diciembre del 2021
Este
barrio, hoy tradicional en la Ciudad de Buenos Aires, fue fundamental
cuando se decidió que aquel conglomerado de casas céntricas,
más concretamente, el Caso Histórico, se transformara
en la Capital de la República Argentina, en 1880. En 1886
junto a Belgrano y todo lo que quedaba en dicho recorrido conformarán
esa ciudad capital.
EL
CAMINO REAL
Camino
Real hoy es la avenida Rivadavia, la más larga, antes decían
del mundo, sí de la Argentina.
Había
alrededor de este Camino Real unas 30 casas, para la actualidad
con características históricas.
Por
una ley del año 2000, del mes de octubre se declara a estas
casas como parte del Área de Protección Histórica
(A.P.H.)
LA
MÁS ANTIGUA es la caso que perteneció a Antonio Millán,
el cofundador del pueblo de Flores junto a Ramón Francisco
Flores, estaba ubicada en Juan B. Alberdi al 2600, pero este monumento
que debió perdurar está casi derruido, quedando de
su estructura original casi nada.
Casona
Marcó del Pont construida entre 1850 y 1870 sobre la calle
Artigas 206, junto a la estación del Ferrocarril que comenzó
a circular en 1857, su impulsor fue Antonio Marco del Pont, de origen
español. En el año 1976 fue declarada Monumento Histórico
Nacional, siendo conservada hasta la fecha, gracias a la actitud
de los vecinos de Flores.
LA
HISTORIA OCULTA Y SANGRIENTA DE BUENOS AIRES
Hay
un pasaje que se llama La Porteña, en homenaje a la primera
locomotora del Ferrocarril del Oeste, o más precisamente:
Caminos de Fierro, que junto a La Argentina condujeron las primeras
formaciones ferroviarias.
En ese pasaje entre el Camino Real y la actual Yerbal, se encuentra
actualmente la escuela Fernando Fader. Desde el sótano se
puede acceder a unos pasadizos no abiertos al público. Por
bajo tierra recorre varias cuadras llegando a la Iglesia San José
de Flores.
¿Qué
se encuentra en las paredes del túnel?
Los grilletes usados para reprimir a los esclavos. Vale historiar
que Buenos Aires fue un punto neurálgico del virreynato y
la colonia en la introducción de esclavos provenientes de
África vía Brasil.
LA
ESCUELA MÁS ANTIGUA
Está
ubicada en Yerbal 2370, es la escuela museo Justo José de
Urquiza, tiene una galería de arte con unas 320 obras entre
pinturas y esculturas. En 1963, Benito Quinquela Martín donó
su primer cuadro: "Hora azul en La Boca", en ocasión
de apadrinar el museo existente.
APERTURA
DE CALLES
La
apertura de calles fue una constante en la novel ciudad capital,
en tal sentido, el Cabildo comisionó al regidor de policía
para que vigilara la construcción de edificios fuera de línea,
pero, siempre hay un pero, los vecinos hicieron caso omiso y de
tal forma muchas casas se construyeron indebidamente.
Millán
había vendido la franja norte limitada por la actual calle
Yerbal, la planta urbana de San José de Flores se recostaba
en el Camino Real y hacia el Sur estaba limitada por la ¨ruta
que viene de las Cañuelas por la puerta del finado Don Juan
Diego Flores para la ciudad¨, como denomina un monumento de
la época a la hoy Avenida Juan Bautista Alberdi.
En
cuanto a la primera chacra, el límite norte estaba donde
hoy se ubica la avenida Álvarez Jonte, en ese momento atravesada
por otro ruta principal que casualmente, el virrey Sobremonte utilizará
para salir de Buenos Aires colonial en 1806; era el
¨Camino al Monte Castro¨, hoy Avenida Gaona.
Mientras
Millán vendía, los Flores se quedaban con fracciones
de tierra por el norte y el sur.
Millán abrirá nuevas calles y el plano de 1825 aparecen
en forma simétrica, pero las mensuras y la posesión
fueron desprolijas, por esto, muchos propietarios avanzaron sobre
terrenos públicos y no públicos, que le pertenecían
y no.
LA
ANARQUÍA
La
crónica relata que en 1829 había un edificio que taponaba
la esquina de Varela y Rivadavia, ya que varios vecinos habían
erigido sus casas sobre la traza de Ramón Falcón.
En tal sentido el Departamento Topográfico hizo aprobar un
proyecto de nueva traza, en 1832.
Esto
consistió en rodear al pueblo con una ancha calle de circunvalación,
que servía de límite a las ¨irregularidades interiores¨
y amplió el casco urbano, incluyendo, dentro de las tierras
de los Flores, por el este con lotes de la propiedad lindera que
había pertenecido a los herederos del escultor Isidoro Lorea.
Este
nuevo diseño de calles se marcó con mojones de madera,
pero no se hizo obligatoria su apertura, lo que se esperaba que
en un futuro próximo los mismos vecinos tumbaran esos edificios
colocados indebidamente. Esto ocurre en el sur del pueblo que era
el más poblado, en el norte subsistieron hasta la segunda
mitad del siglo pasado, alrededor de 1850, extensas quintas indivisas
que sufrieron grandes daños en las guerras civiles y llegaron
durante el sitio de Lagos a desvalorizarse notablemente.
En
1856 la situación se había revertido. La población
urbana había crecido notablemente y la municipalidad local
consideró llegado el momento de abrir las calles al norte
de Rivadavia como estaba programado, ante la opinión contraria
de los propietarios afectados.
Las reacciones fueron airadas alegándose entre otros argumentos
¨la inseguridad en que vamos a quedar con nuestras familias
e intereses en medio de calles abiertas por todos lados¨. Los
propietarios habían realizados cuantiosas inversiones en
la zona. Los jardines de la señora Inés Indarte de
Dorrego diseñados y cuidados por jardineros franceses, constituían
un ejemplo atractivo del pueblo. Demás está decir
que está señora movió todas sus influencias
para neutralizar estas medidas, sus ocho hectáreas de costosas
arboledas y parque iban a ser divididas y atravesadas por cinco
nuevas calles.
Los recursos de amparo demoraron cinco años la efectividad
de la medida hasta que en julio de 1861, agotados los medios legales
y pacíficos, la municipalidad derribó los cercos y
abrió por la fuerza las vías programadas. Así
terminó el proceso de urbanización iniciado por Antonio
Millán y propuesto por el Departamento Topográfico.
26
DE FEBRERO DE 1870
La
municipalidad de Buenos Aires, el 26 de febrero de 1870 reciben
el nombre.
LA
IGLESIA DE FLORES
Imponente
sobre la avenida Rivadavia, esta iglesia comienza a contruirse en
noviembre de 1806. Son los propios vecinos que por su cuenta levantan
la primera capilla sobre la actual calle Rivera Indarte con frente
hacia el este. Era una construcción precaria, erguida con
materiales muy mezquinos, con techos de paja sostenidos por tirantes
de palmera. Al poco tiempo comenzó a mostrar filtraciones
de agua y graves rajaduras en sus paredes, con lo que amenazaba
a desplomarse sobre los feligreses.
Su
primer cura fue Miguel García, que ocupa el cargo del curato
en 1808, el primer trabajo fue reedificar la capilla.
García
había egresado de las universidades de Córdoba y Chuquisaca,
de una cultura poco común para la época. Con los años
llegó a ser presidente de la Legislatura y más tarde,
rector de la Universidad de Buenos Aires.
El
papel de García: se trataba de edificar una edificio sólido
y que durara en el tiempo. En tal sentido el padre García
recorrió los comerciantes de la zona y les pidió ayuda.
Logró que Ramón Francisco Flores donara doce mil ladrillos
de primera calidad. Bien poco pudo hacer con el escaso dinero así
obtenido, su feligresía era muy pobre y sus sucesores heredaron
un templo a medio construir.
Los
sucesivos párrocos, los Manuel José de Warnes, José
Ignacio Grela y Nicolás Herrera son los que deben continuar
y terminar la tarea.
Herrera llega a la parroquia en 1824. Para entonces, la capilla
resultaba pequeña y los vecinos del pueblo, no obstante las
cuatro misas del domingo, quedaban fuera sufriendo los rigores del
sol o las inclemencias del frío. Herrera introdujo importantes
reformas y se encargó de embellecer la iglesia con nuevas
imágenes, colocando en el centro del altar mayor la del patrono
San José, talla de notable calidad, del escultor Isidoro
Lorea.
Por
primera vez los vecinos pudieron escuchar música sacra proveniente
de un pequeño órgano de construcción local,
para el que se habilitó un nuevo coro de madera. Muchas de
estas mejoras como la pintura, el dorado de los altares, las verjas,
los cuadros, las campanas o los postes en el atrio para que los
paisanos pudieran los domingos amarrar sus cabalgaduras se hicieron
con generosas donaciones de vecinos de la capital, que por ese entonces
ya comenzaban a edificar sus casas de descanso en el pueblo.
Cuenta
la crónica que: contrariamente a sus antecesores, que militaron
en forma activa en el partido federal, Herrera manifestó
ingenuamente su simpatía por los unitarios y se solidarizó,
en 1829, con la revolución de Lavalle, lo que motivó
su remoción del curato al año siguiente. Nombrado,
más tarde, capellán de la cárcel, los federales
lo dejaron cesante en 1835, disgusto que provocó su muerte
el 7 de diciembre de ese año.
A partir de febrero de 1830 lo había sucedido el doctor Martín
Boneo, el mismo se dedicó a los dos proyectos prioritarios:
edificar una nueva iglesia y erradicar el pequeño cementerio
lindero trasladándolo a un lugar más amplio y menos
urbanizado.
En dos meses, Boneo consiguió entusiasmar a los vecinos que
apoyaron sus propuestas. De tal forma se abre una suscripción
pública en todo el partido. El juez de paz resolvió
destinar los importes de las multas a los contraventores para dicho
fin y los feligreses más humildes ofrecieron su trabajo personal,
cal, leña, pan, adobes y pequeñas sumas de dinero.
La
construcción de la iglesia no tenía contrarios, todos
la querían por lo que relatan las crónicas. Los de
más dinero fueron convocados, como el caso los terratenientes
Juan N. Terrero y Luis Dorrego y poco después obtuvo algo
más importante: la solidaridad del gobernador Juan Manuel
de Rosas, a quien nombró padrino del templo y quien jugaría
un papel decisivo para su concreción.
Con
Rosas, toda la sociedad porteña puso sus donaciones de diverso
género para la nueva iglesia, desde dinero hasta ladrillos,
rejas, verjas, puertas de cedro, manteles, alfombras o implementos
de culto. Se trataba de mostrar quien era más generoso.
Los nombres de Encarnación Ezcurra y su hermana María
Josefa, Manuel Vicente Maza, Lucio Mansilla, Ángel Pacheco,
Juan José Paso, José Rondeau, Gregorio Perdriel, Gervasio
Rosas, Juan José de Anchorena y tantos más fueron
los aportantes.
El
afamado ingeniero Felipe Senillosa, autor de los planos, toma a
su cargo la dirección de la obra en forma totalmente gratuita.
Finalmente,
la iglesia se inauguró el 11 de diciembre de 1831 con grandes
festejos populares que se prolongaron durante toda la semana. Lo
consagró el obispo Medrano con la presencia del gobernador
Juan Manuel de Rosas. El pórtico y la segunda torre se terminaron
de construir en 1833.
FUENTES:
varias y propias.
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