NOTA
RECOMENDADA
Inicio
de año con represión a los pueblos originarios.
Apenas
si transcurrió un mes de este nuevo año 2014,
y ya se amontonan en la crónica invisible para los grandes
medios de comunicación las represiones sufridas por los
pueblos originarios en conflicto por la defensa de sus tierras.
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NOTA
ESPECIAL
Diciembre
a pura bala.
Cuando
CORREPI presentó, el 29 de noviembre de 2013, la actualización
del Archivo de casos de personas asesinadas por el aparato represivo
estatal, aclaramos, como siempre, que –además del
mes de diciembre, que aún no había transcurrido-
en poco tiempo deberíamos sumar la infinidad de asesinatos
cometidos por el aparato represivo estatal durante 2013 de los
que nos enteramos –cuando nos enteramos- más tarde. |
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CORREPI
en el aire:
El tercer sábado de mes, cada dos meses, a las
16:00, escuchá el espacio de CORREPI en el programa Rebeldes
Stereotipos, por FM La Tribu , FM 88.7, o en www.fmlatribu.com.
Jueves por medio, entre 10:00 y 11:00, escuchá el espacio
de CORREPI en el programa En Otras Palabras, por FM En Tránsito,
FM 93.9, o en
www.fmentransito.org.ar.
Los jueves, alrededor de las 19:00, escuchá
la columna de María del Carmen Verdú en el programa
Aguantando de Pie que conduce, de 18:00 a 20:00, el periodista
Herman Schiller en Radio La Caterva. Seguilo en vivo en fmlacaterva.blogspot.com
o escuchá los programas anteriores enwww.ivoox.com. Teléfono
para mensajes: 4302-1203. Mail: fmlacaterva@gmail.com. |
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2014
(En
el ENA - Encuentro Nacional Antirrepresivo)
BOLETÍN
INFORMATIVO Nº 708
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BOLETÍN
INFORMATIVO Nº 708
Del
3 de febrero del 2014
Por
CORREPI especial para Villa Crespo Digital
10
de febrero del 2014
Sumario:
1.
Desaparecidos, una práctica que no desaparece.
2. El código de faltas cordobés, ni más ni menos
que los demás.
3. Violencia es el estado privatizando las calles.
4. Inicio de año con represión a los pueblos originarios.
5. Diciembre a pura bala.
Desaparecidos,
una práctica que no desaparece.
“Patricia
Dell´Orto, brutalmente torturada, gritaba: ‘No me
maten, no me maten, quiero criar a mi hijita. Llévenme
a una cárcel pero no me maten’. Luego se escuchó,
pum, pum, dos tiros en la cabeza mataban a Patricia y su compañero”.
Así atestiguó Julio López con su voz entrecortada
por el llanto y sus manos temblorosas en el juicio al genocida
Etchecolatz. El 18 de septiembre de 2006 lo desaparecieron por
segunda vez. Y volvieron a matar a Patricia y al grito de una
madre desesperada de ternura.
Ahora acabamos de conmemorar los cinco años de la desaparición
de Luciano Arruga en Lomas del Mirador. Su mamá habló
así: “... Me dijiste vos: ‘Hoy sé, soy
Luciano Nahuel Arruga, un pibito que vive en una villa’...
Vos me decías que estabas orgulloso de tus raíces,
de tu esencia... Cuando me caigo, cierro los ojos y te recuerdo...
Los que me quisieron despedazar y destrozaron tu vida me verán
de pie...”. Y el conjunto de los familiares presentes afirmaron,
“Ésta no es una década ganada para nosotros,
es el estado represor quien mata y desaparece a nuestros hijos”.
Los desaparecidos desde diciembre de 1983 son más de doscientos
en estas “democracias”. Allanado el camino con la
obediencia debida, punto final e indulto en los ’80, el
estado siguió la práctica usada masivamente por
la dictadura de la desaparición de personas, sea en el
marco de la represión preventiva como de la selectiva,
aunque con distintas formas y diferente sistematización.
Luego de detenciones y torturas, arrojan sus cuerpos a basurales,
zanjones o los dejan en lugares para simular un accidente, como
en las vías del tren. Algunos aparecen con cierta rapidez,
como sucedió con Jonathan Lezcano y Ezequiel Blanco en
Villa Lugano en 2009; otros, luego de muchos años el azar
ayuda a encontrarlos, como ocurrió con el niño Alejandro
Flores en Río Cuarto, hallado dieciocho años después,
mientras trabajaba una retroexcavadora en 2009. Otros no aparecen
nunca.
Los primeros desaparecidos en democracia fueron los mendocinos
Adolfo Garrido, Raúl Baigorría y Pablo Guardatti
en 1990; en el mismo año, Andrés Núñez
en La Plata; tres años después, Miguel Bru; y al
siguiente, los entrerrianos Héctor Gómez y Martín
Basualdo; en Paraná en 2002, Elías Gorosito; y,
en la llamada década ganada, desaparecerían Luciano
González en Corcovado; Facundo Rivera Alegre, “El
Rubio del Pasaje”, en Córdoba; y no olvidamos que
los desaparecidos son más de dos centenares, si bien los
más visibles para la sociedad son Julio López, Luciano
Arruga e Iván Torres. Siempre las mismas manos asesinas
de la policía, ahora con el aporte de la gendarmería
y la prefectura.
El trabajador salteño Daniel Solano, desaparecido en Choele-Choel
el 5 de noviembre de 2011, es ejemplo de la aplicación
de este método en la represión selectiva. Daniel
fue llevado como jornalero por Agrocosecha SRL para trabajar en
las plantaciones de manzana de la empresa Univeg Expofrut. Los
trabajadores comenzaron a organizarse contra la sobreexplotación
a la que los sometía el régimen de tercerización
laboral. La empresa tentó a Daniel para que informara sobre
la incipiente organización obrera. El compañero
se negó, sumándose activamente a la lucha. Fue visto
por última vez cuando lo detuvo la policía en la
madrugada saliendo de un boliche. Se sospecha que fue asesinado
en la comisaría 8ª. Este operativo es un complejo
entramado compuesto por compañías sin escrúpulos,
empresarios de la noche, fuerzas policiales de élite y
jueces a sueldo.
Cerrando el círculo dantesco, hoy el gobierno que se proclama
“defensor de los derechos humanos” nombra en la jefatura
del ejército al general de inteligencia Milani, un genocida.
Este señor impulsa una alianza con EEEUU contra el narcotráfico
que habilitaría a las fuerzas armadas a participar dentro
del territorio nacional, siendo ésta una injerencia prohibida
por la constitución que estos mismos políticos elucubraron.
La propuesta tiende a recuperar terreno perdido, pues los servicios
de inteligencia de EEUU ya trabajan desde hace mucho tiempo con
las policías de nuestro continente, a las que entrena y
prepara. Y más, estos gobiernos “progresistas”
de la región convocan a las instituciones policiales para
formar parte en la ONU de las supuestas fuerzas de paz. |
El
código de faltas cordobés, ni más ni menos
que los demás.
A
pesar de que el sistema de faltas y contravenciones es uniforme
en todo el país, incluida la ciudad de Buenos Aires, es
en la provincia de Córdoba donde es más visible
la lucha organizada contra el código de faltas. Además
de la lucha del FOCCOF (Frente Organizado Contra el Código
de Faltas), no hay organización cordobesa de trabajadores,
estudiantes, social o del tipo que fuere que no denuncie explícitamente
el carácter represor de las contravenciones.
La organicidad y dinamismo que tiene la pelea cordobesa contra
el código de faltas ocasiona, a veces, que se suponga que
se trata de un reclamo válido sólo en ese distrito,
que tendría un plus represivo sobre el resto del país.
Claramente eso no es así, ya que, como decíamos,
hay tantos códigos de faltas o contravencionales como provincias,
incluida la CABA, e incluso hay zonas en las que, además
de las contravenciones provinciales, existen normas similares
de tercer nivel, es decir, municipales, como ocurre en varias
localidades de Misiones, y en la propia ciudad de Córdoba.
Los códigos de faltas, el cordobés y los restantes
23, integran, junto a la facultad policial de detener personas
“en averiguación de antecedentes” o “para
identificar”, según la jerga de cada ley local, la
principal herramienta para imponer el control social con que cuentan
las policías y el conjunto del aparato represivo. Con las
faltas o contravenciones y con la Doble A, cualquier policía
puede detener a cualquiera, en cualquier lugar sin necesidad siquiera
de inventar una excusa. Si esa detención es cuestionada
por arbitraria e ilegal, el policía simplemente dirá
que aplicó el código de faltas o la ley de identificación,
y no habrá fiscal ni juez que ponga en duda su legalidad.
Tan importante es para el estado argentino, cualquiera sea el
gobierno de turno, que sus fuerzas de seguridad tengan estas facultades
para detener personas arbitrariamente, que hace más de
10 años prefiere sostener el incómodo rótulo
de “incumplidor de las condenas de la Corte Interamericana
de DDHH”, antes que resignarlas cumpliendo con su derogación,
como se lo ordenó la sentencia del 18/9/2003 en el caso
Bulacio.
En lugar de derogar un conjunto de normas que sólo sirve
para reprimir, ya que nada tiene que ver el empleo de las contravenciones
o la averiguación de antecedentes con la real prevención
del delito (tema en el cual, además, tendrían que
empezar por autodetenerse), cada tanto se ofrece, a gusto del
consumidor, algún proyectito más o menos potable
de reforma de los códigos existentes, como si fuese posible,
derogando un par de artículos y mechando alguna palabrita
como “derecho de defensa”, “garantía
de doble instancia”, “debido proceso”, etc.,
desaparecer lo que es la propia naturaleza del sistema contravencional:
contar con un “sub-derecho penal”, de control local
y en manos de las policías, para reprimir preventivamente
a pobres, jóvenes y minorías discriminadas; para
disciplinar y de paso explotar extorsivamente a quienes encuentran
su supervivencia material en la calle (vendedores ambulantes,
artesanos, personas en estado de prostitución, trapitos,
limpiavidrios, etc.) y, también, contar con una eficaz
herramienta para la represión a la protesta, frente a escraches,
cortes de calle u otras acciones de lucha, sin necesidad de recurrir
al más intrincado camino (al menos en el papeleo que tanto
les preocupa) como es el derecho penal formal.
En ese camino, en la ciudad de Córdoba el intendente Ramón
Mestre (hijo, heredero y homónimo del represor del Puente
de Corrientes en 1999 y del 20 de Diciembre de 2001) anunció
la creación de una comisión para reformar el Código
de Faltas Municipal, proceso que incluirá una serie de
audiencias públicas, y presentará un ante-proyecto
de reforma. Igualito que hicieron en la ciudad de Buenos Aires
en 2004, proceso que terminó con la reforma claramente
represiva que enfrentamos con tantas organizaciones en la jornada
del 16 de julio de ese año, con el costo de 17 trabajadores
presos por tres años.
Pero el tiro le ha salido por la culata, porque en un ataque de
sinceramiento, se designó como uno de los responsables
de la comisión de reforma al abogado y empresario José
Luis Palazzo, quien actuó como servicio “vocacional”
en la empresa EPEC durante la dictadura, ayudando a identificar
a los “subversivos” –es decir, a los trabajadores
más comprometidos en el gremio que dirigía Agustín
Tosco- en la planta.
La designación de un cómplice de la dictadura para
dirigir esa reforma al código de faltas pone en evidencia
de manera brutal que proponer o aceptar gustosos proyectos de
reformas sólo consolida el sistema contravencional, que
no es represivo porque esté viejo o mal redactado, sino
porque ésa, y no otra es su función. El actual código
contravencional de la CABA, que reemplazó los edictos policiales
batiendo palmas al grito de “progresismo”, fue cuidadosamente
empaquetado, a mediados de los ’90, con la etiqueta de “código
de convivencia urbana”, verdadera trampa cazabobos que permitió
que algunos, de buena fe incluso, creyeran que era un avance.
Fue un avance, pero para la represión. Quienes combatimos
los edictos ayer, y hoy lo hacemos con el código porteño,
sabemos que era más fácil cuestionar entonces una
norma sin legalidad de origen, que enfrentar hoy con éxito
las modernas faltas, dotadas de un aparato judicial propio y revestidas
de legalidad porque los diputados levantaron la mano para votarlo.
Por eso, frente al sistema contravencional, como frente a todo
el sistema de detenciones arbitrarias, nuestro reclamo es la derogación
lisa y llana, algo a lo que nunca accederá un gobierno
que necesite administrar eficazmente la represión, salvo
si el pueblo organizado lo pone en jaque y le impone su voluntad.
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Violencia
es el estado privatizando las calles.
En
estos últimos días hemos visto cómo el gobierno
nacional y el gobierno de la ciudad de Buenos Aires se dedicaron
a continuar reprimiendo y persiguiendo a los trabajadores, tanto
en sus puestos de trabajo como en cortes que realizaron en las
calles para reclamar por su situación laboral.
Los manteros de Once fueron desalojados de sus puestos de trabajo,
se les incautó la mercadería, se allanaron domicilios
a punta de pistola, se llevaron objetos personales y se amenazó
a los trabajadores, que respondieron con movilización.
Primero fue el corte en Pueyrredón y Rivadavia para reclamar
contra los desalojos llevados adelante por el gobierno, realizados
en conjunto por la secretaría de Uso de Espacios Públicos
de la ciudad y la policía metropolitana. Otros cortes y
marchas se sumaron en los días siguientes.
A su vez, mientras se realizaban los desalojos y allanamientos
(como siempre, en horas de la madrugada), los medios corrían
a preguntarle al comisionado de la metropolitana, Culchaw, por
qué tardaban en desalojar todos los puestos de una sola
vez y por qué no ponían custodia policial permanente
para evitar que los manteros volvieran a instalarse.
Tanto los medios hegemónicos como el gobierno de la ciudad
se centraron en criminalizar a los trabajadores, los primeros
acusando directamente a los puesteros, y el gobierno a través
de la declaraciones de Patricio Di Stefano, subsecretario de Uso
del Espacio Público de la ciudad, quien aseguró
que "todas las personas que trabajan en Once son parte de
una organización que maneja mucho dinero, una asociación
ilícita", de la cual, por supuesto, no dio ni el más
mínimo indicio. Es más, admitió que estos
desalojos se están dando en el marco de un plan del gobierno
de la ciudad para “despejar” (“limpiar”,
según el comisionado Culchaw) las veredas de vendedores
ambulantes. Arguyendo que no permiten la libre circulación
y que hacen competencia desleal, criminalizan a estos trabajadores
que, ante la precariedad de su situación económica
y laboral, se la rebuscan como pueden, poniendo un puesto en la
calle, aguantando las inclemencias del clima y la represión
del gobierno y la policía.
Como si se tratara de una suerte de “viveza criolla”
y no de una estrategia de supervivencia de aquellos que el sistema
prolijamente se encarga de correr a un costado cuando de estabilidad
laboral y condiciones de vida dignas se trata, este desalojo se
suma a todos los que el gobierno viene realizando (Retiro, Constitución,
Flores, Florida) y que promete seguir llevando adelante en más
espacios de la ciudad.
Del mismo modo, trabajadores de la fábrica Kromberg &
Schubert marcharon este miércoles 29 al ministerio de Trabajo,
reclamando por los más de 60 despidos que viene realizando
la empresa desde 2013 (54 de ellos despedidos en enero de este
año) y por las persecuciones que están sufriendo.
Fueron cercados por la PFA, camiones hidrantes e infantería,
que los dejaron encerrados, sin poder avanzar hasta el ministerio.
A la vez, trabajadores tercerizados de Aerolíneas Argentinas
intentaron realizar un corte frente al Aeroparque Jorge Newbery,
reclamando el pase a planta permanente, aumento de sueldo y denunciando
que la empresa Falcon no realizó los correspondientes aportes
a las obras sociales, como una especie de castigo por su reclamo.
A la vez que mandaba a la PFA a Aeroparque para impedir el corte
y a gendarmería a Ezeiza, Berni hacia declaraciones de
rockstar venido a menos, diciendo que "los ciudadanos comunes
estamos asqueados y hartos de que un grupo minúsculo, que
tiene derecho a manifestarse, corte la calle" y criticando
al gobierno de la ciudad por no haber impedido el corte de los
manteros de Once, básicamente acusando a Macri de no reprimir
lo suficiente, “obligando” al gobierno nacional a
“poner orden” en la ciudad. Mientras tanto, por la
Costanera no se podía circular, pero porque la cortaban
gendarmes y policías.
Así, se creen habilitados para hablar del espacio público
como si fuera propiedad de los gobernantes de turno, en la medida
en que ellos deciden quién y cómo se lo usa, y utilizan
las herramientas represivas y judiciales para impedir que lo hagan
los trabajadores, persiguiéndolos y recitando todos los
lugares comunes que los medios masivos de comunicación
se encargan de reproducir minuciosamente. De esta manera, intentan
hacernos sentir ajenos a esos lugares que deberíamos sentir
como nuestros, marcando la presencia estatal hasta en nuestra
propia subjetividad a la hora de salir a la calle. La única
forma de resistir esta política de desalojo y represión,
es organizándonos para pelear por nuestros derechos, tomar
la calle y que ésta sea realmente pública, no un
lugar lleno de policía, gendarmería, rejas y cámaras,
sino un espacio del que podamos apropiarnos, del que realmente
podamos participar y formar parte. |
Inicio
de año con represión a los pueblos originarios.
Apenas
si transcurrió un mes de este nuevo año 2014, y
ya se amontonan en la crónica invisible para los grandes
medios de comunicación las represiones sufridas por los
pueblos originarios en conflicto por la defensa de sus tierras.
El 7 de enero, en Chaco, la policía provincial reprimió
a miembros de la comunidad Qom en la localidad de Makallé,
que se manifestaban, con un corte parcial, sobre la ruta provincial
N° 16. Los gases y los balazos de goma dejaron ocho heridos,
incluyendo chicos, mujeres y ancianos, mientras el jefe del operativo
arengaba a su tropa: "¡Indios de mierda, hay que llevarlos
a todos al matadero, para que desaparezcan del todo!".
El 12 de enero, cerca de Abra Pampa, Jujuy, integrantes del pueblo
Kolla decidieron protestar por la forma inconsulta en que se organizó
el paso de los vehículos del Rally Dakar, violando sus
derechos preexistentes. Los efectivos policiales atacaron a los
manifestantes que cortaban la ruta a puro golpe, y se llevaron
detenidos a cuantos pudieron.
Alguien preguntó al jefe del operativo si tenían
alguna orden judicial para echarlos de la ruta. La respuesta no
dejó dudas: "No hace falta, tenemos orden directa
del gobierno de desalojarlos por las buenas o por las malas".
Casi al mismo tiempo, en Cachi, Salta, la comunidad diaguita Kallchakí
"Las Pailas", que viene resistiendo el avance sobre
su territorio de un proyecto inmobiliario privado, fue atacada
por más de medio centenar de policías, que ésta
vez sí tenían orden judicial para impedir que los
miembros de la comunidad siguieran evitando que se cerrara con
un portón el acceso a un camino comunitario. Por dos días
se extendieron la represión y la resistencia, que culminó
con decenas de detenidos, heridos y graves daños materiales
en un local comunitario y su biblioteca popular.
Chaco, Jujuy, Salta, sólo tres ejemplos de la represión
que a diario se descarga sobre los explotados. |
Diciembre
a pura bala.
Cuando
CORREPI presentó, el 29 de noviembre de 2013, la actualización
del Archivo de casos de personas asesinadas por el aparato represivo
estatal, aclaramos, como siempre, que –además del
mes de diciembre, que aún no había transcurrido-
en poco tiempo deberíamos sumar la infinidad de asesinatos
cometidos por el aparato represivo estatal durante 2013 de los
que nos enteramos –cuando nos enteramos- más tarde.
Hoy, solamente del mes de noviembre, ya conocemos cuatro casos
de gatillo fácil que no están incluidos en el listado
que llevamos a la Plaza de Mayo a fin del año pasado: Braian
Mogica fue asesinado el 19 de noviembre por el bonaerense Benjamín
Gabriel Yuguet. Brian Ezequiel Godoy (17) fue fusilado por un
policía el 25 de noviembre en Morón. Gabriel Gutiérrez
(25) fue asesinado el 30 de noviembre en Neuquén, después
que su testimonio fuera central para la condena del policía
que fusiló a Braian Hernández (14).
Ya en el mes de diciembre, registramos los siguientes casos: Gabriel
Leonardo Cuenca fue asesinado de un disparo el 3 de diciembre
en Corrientes por un policía que vio que había intentado
robar una cartera. El 12 de diciembre, en José Mármol,
un agente de la PFA fusiló a un adolescente del que no
conocemos el nombre. El mismo día, en un hospital de Córdoba,
murió Leandro Bustos, el joven que un mes antes había
recibido un disparo policial en un ojo en la puerta de su propia
casa. El 16 de diciembre, otro adolescente fue fusilado por un
bonaerense en Isidro Casanova. El 17, en Tucumán, durante
los saqueos, un policía baleó fatalmente a Aldo
Molina, de 45 años. El 19, en Mendoza, un policía
federal retirado mató de tres balazos a un joven que, desarmado,
trató de robarle el auto. El 24 de diciembre, en Floresta,
Ángel Duarte, de 40 años, estaba en un corte de
calle, protestando por la falta de energía eléctrica.
Murió tras un disparo del policía federal Nicolás
Encinas. El mismo día, en Villa Luro, alguien avisó
a Walter Foco, de 46 años, que había un auto con
tres sujetos sospechosos frente a su casa. Como hacía poco
lo habían asaltado personas de similar descripción,
salió con un arma a la calle. Eran policías federales,
y lo fusilaron por la espalda.
También crece la lista de muertos en lugares de detención,
como con los ejemplos de Cristian Leonardo Pereyra, que apareció
“ahorcado” en su celda de la UP 6 de Rawson, Chubut,
el 22 de diciembre; o Héctor Ramírez y Fernando
Rivarola, que murieron el 28 de diciembre en el penal Almafuerte
de Mendoza, después que los guardiacárceles instigaran
una pelea en la que otro preso, conocido “coche-bomba”,
los mató con una faca.
Apenas si un incompleto muestreo de cómo el aparato represivo
estatal ejerce a diario el control social a sangre y fuego. |
FUENTE:
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Martes, 1 Noviembre, 2016 17:00
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