El
choque decisivo fue inevitable, se produjo al día
siguiente.
En
la noche del 2 de febrero se reunieron con el General
Rosas, el General Pinedo y los Coroneles Chilavert,
Díaz, Lagos, Costa, Bustos, Hernández,
Cortina y Maza.
El
Coronel Chilavert aconsejaba no librar la batalla en
la posición de Caseros, pero dado lo avanzado
de la noche no podía llevarse a cabo un audaz
plan propuesto por este coronel.
A
las 22 horas, Rosas, en compañía de los
jefes mencionados, se dirigió a Caseros a efectos
de disponer sobre el terreno la colocación de
los cuerpos para la batalla.
Seguido
de sus edecanes y ayudantes, Juan Manuel de Rosas llegó
a la casa de Caseros y subió al mirador del edificio.
Desde allí se podía fijar la posición
del campamento enemigo por el fuego de algunos vivaques
que brillaban en la semioscuridad de la noche. Un silencio
profundo reinaba en el campo. 47.000 combatientes reposaban
tranquilamente a ambas márgenes del arroyo Morón.
Mientras
tanto, en una de las habitaciones de la casa se habían
reunido el General Pinedo, los Coroneles Chilavert y
Díaz y otros jefes con sus ayudantes, para ultimar
los detalles, croquis y órdenes para la batalla.
El
ejército comandado por Urquiza se aprestó
para el ataque, y con las primeras luces del alba se
dio lectura a la lacónica y vibrante proclama
del general en jefe:
"¡Soldados!
¡Hoy hace 40 días que en el Diamante cruzamos
las corrientes del río Paraná y ya estabais
cerca de la ciudad de Buenos Aires y al frente de vuestros
enemigos, donde combatiréis por la libertad y
por la gloria!"
"¡Soldados!
¡Si el tirano y sus esclavos os esperan, enseñad
al mundo que sois invencibles y si la victoria por un
momento es ingrata con alguno de vosotros, buscad a
vuestro general en el campo de batalla, porque en el
campo de batalla es el punto de reunión de los
soldados del ejército aliado, donde debemos todos
vencer o morir!"
"Este
es el deber que os impone en nombre de la Patria vuestro
general y amigo. Justo José de Urquiza".
Urquiza
destacó a los Regimientos de Caballería
correntinos, a órdenes del coronel Virasoro,
para distraer la atención del adversario sobre
el opuesto flanco derecho, mientras, simultáneamente,
el Ejército Grande cruzaba a la margen opuesta
del arroyo Morón.
Rosas,
a simple vista, desde el mirador de Caseros observaba
el pasaje de las columnas enemigas.
Cruzado
el arroyo por los primeros escalones de la caballería,
Urquiza hizo lo propio seguido de su Estado Mayor. En
horas de la mañana, el ejército había
tendido su línea de batalla a un kilómetro
de distancia del enemigo. Todos con uniformes de gala.
Del
lado de Urquiza la distribución del ejército
se hizo de la siguiente forma de los 24 mil hombres
y las 50 piezas de artillería. En el ala izquierda
y frente al edificio de Caseros, la División
Oriental; en el centro, la División Brasileña,
reforzada con la brigada argentina de Rivero y la masa
de la artillería (28 piezas), al mando de Pirán,
teniendo a sus órdenes a Mitre y a Bernabé
Castro; en la derecha, 5 batallones mandados por Galán
y las Divisiones de Caballería de Medina, Galarza,
Ávalos y Gregorio Aráoz de Lamadrid, a
disposición del Comandante en Jefe. A retaguardia
del ala izquierda, la reserva formada por las Divisiones
de Caballería de López y Urdinarrain.
En
el caso de Rosas, los 23.000 hombres, 56 piezas de artillería
y 4 coheteras se distribuyeron de la siguiente forma:
La derecha se apoyaba en el edificio de Caseros, el
cual era defendido por el batallón del Teniente
Alcaldes y sostenido por el fuego de 10 piezas de artillería.
Al Norte del edificio se había organizado un
martillo con un grupo de carretas, un foso y 2 batallones,
teniendo, además, 2 Regimientos de Caballería
como reserva de esa ala. El espacio entre las casas
y el palomar era guarnecido por 2 batallones con algunas
piezas. En el centro de la posición había
30 piezas de artillería a órdenes de Chilavert
y hacia la izquierda 3 batallones de la brigada Díaz.
En el ala izquierda, 3 divisiones de caballería
a órdenes del Coronel Lagos, teniendo 2.000 lanceros
formados en batalla y fuertes columnas de ataque. La
reserva la constituían las divisiones de caballería
de Sosa y Bustos.
Urquiza
proclamó ante sus soldados:
¡Soldados del Ejército Grande:
detrás de aquella línea se halla la Constitución
de la República y la libertad de la Patria!
Luego
a la división Oriental:
¡Orientales,
vosotros sois una de las más fuertes columnas
del Ejército Aliado y una de las fundadas esperanzas
de la causa de la libertad’. ¡Yo os anticipo
mis felicitaciones por vuestra conducta en este día,
que no dudo corresponderá a vuestra esclarecida
fama!
Por su lado Rosas, ordenó al Coronel Chilavert:
Coronel,
sea usted el primero que rompa sus fuegos contra los
imperiales que tiene a su frente. Sostuvo sé
en seguida un vivo fuego con las baterías aliadas
del centro. El humo de los disparos ocultaba las masas
de infantería desplegadas para el ataque.
Eran
las 10 de la mañana y todo estaba dispuesto.
Unas horas más tarde se rendían las tropas
rosistas.
El
20 de febrero el ejército de Urquiza hacía
su entrada triunfante en la Ciudad de Buenos Aires.
Recorrieron la calle Perú entre Campo de Marte,
actual la zona de Plaza San Martín y de la Victoria,
hoy Hipólito Yrigoyen.
Urquiza estaba rodeado por el gobernador de Corrientes,
Benjamín Virasoro, y el general Tomás
Guido. Además estaban los generales Pirán,
Madariaga, Francia, Medina, don Juan Pablo López,
Oroño, su ayudante, el Coronel Chenaut, y sus
secretarios, los doctores Ángel Elías
y Juan Francisco Seguí.
Estaban
también tres futuros presidentes de la República:
Urquiza, Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento;
otros eran Donato Álvarez, don Eustoquio Frías,
Obregoso, Galán, César Díaz, el
brigadier Márquez de Souza, de Brasil.
FUENTES:
varias y propias.
Caracteres:
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