NOTA
RECOMENDADA
Tortura
y muerte: cuando lo sistemático se pone máscaras
Carlos
Raúl Guirula (33) era un albañil de Posadas, Misiones.
Fue torturado hasta la muerte en una comisaría de esa
provincia. Su muerte no fue natural ni accidental, como intentan
hacer creer sus asesinos y el aparato que los respalda.
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NOTA
ESPECIAL
No
todo el Mundial terminó
El
pasado 13 de julio, durante el festejo de miles por la conquista
del segundo puesto de la selección argentina en el Mundial
2014, las policías federal y bonaerense se sumaron, repartiendo
gases y balas y deteniendo a más de 100 personas. |
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CORREPI
en el aire:
El tercer sábado de mes, cada dos meses, a las
16:00, escuchá el espacio de CORREPI en el programa Rebeldes
Stereotipos, por FM La Tribu , FM 88.7, o en www.fmlatribu.com.
Jueves por medio, entre 10:00 y 11:00, escuchá el espacio
de CORREPI en el programa En Otras Palabras, por FM En Tránsito,
FM 93.9, o en
www.fmentransito.org.ar.
Los jueves, alrededor de las 19:00, escuchá
la columna de María del Carmen Verdú en el programa
Aguantando de Pie que conduce, de 18:00 a 20:00, el periodista
Herman Schiller en Radio La Caterva. Seguilo en vivo en fmlacaterva.blogspot.com
o escuchá los programas anteriores enwww.ivoox.com. Teléfono
para mensajes: 4302-1203. Mail: fmlacaterva@gmail.com. |
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2014
(En
el ENA - Encuentro Nacional Antirrepresivo)
BOLETÍN
INFORMATIVO Nº 724
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BOLETÍN
INFORMATIVO Nº 724
Del
29 de julio del 2014
Por
CORREPI especial para Villa Crespo Digital
2
de agosto del 2014
Sumario:
1.
Tortura y muerte: cuando lo sistemático se pone máscaras.
2. El enemigo es un pibe en moto.
3. Córdoba: gatillo fácil, represión e impunidad.
4. No todo el Mundial terminó.
5. Policías cuentacuentos: La historia del lobo feroz.
6. Próximas actividades.
Agradecemos
a todos los compañeros y organizaciones que nos acompañaron
o enviaron mensajes solidarios ante la noticia del fallecimiento de
nuestra compañera Delia Garcilazo.
Tortura
y muerte: cuando lo sistemático se pone máscaras
Carlos
Raúl Guirula (33) era un albañil de Posadas, Misiones.
Fue torturado hasta la muerte en una comisaría de esa provincia.
Su muerte no fue natural ni accidental, como intentan hacer creer
sus asesinos y el aparato que los respalda. Guirula no soportó
la brutal paliza que le dieron: sus costillas reventadas a golpes
hicieron estallar sus pulmones. Le aplastaron el tórax,
le reventaron el bazo y sufrió hemorragias internas. A
pesar de su metro noventa, de sus cien kilos, de su cuerpo forjado
en el yugo del trabajo de la construcción, Guirula no pudo
más.
Mientras tanto, en el proceso de investigación a cargo
del juez Marcelo Cardozo, los once policías imputados siguen
sosteniendo que nada tienen que ver, aunque en sus declaraciones
se contradigan, se acusen unos a otros, intenten ocultar la obviedad
del hecho y la naturaleza del poder que detentan.
Carlos salió el viernes 18 junto a sus amigos hacia un
motel de la ciudad. Pasaron la noche junto a dos prostitutas en
una de las habitaciones del lugar. Cerca de las 4 de la mañana,
discutió con los encargados del lugar porque le pareció
excesivo el costo de dos botellitas de whisky del minibar. El
conserje llamó a la policía.
Inmediatamente llegaron desde la Seccional 13ª la comisario
Lourdes Tabarez junto a otros dos agentes. Luego llegó
otro móvil del Comando Radioeléctrico. La mujer
dice que pidió refuerzos porque el albañil estaba
“incontrolable”. El jefe del segundo móvil
dice que cuando llegaron, ya estaba reducido y sólo ayudaron
a subirlo a la caja de la camioneta.
El cuerpo de Guirula cuenta lo que los policías callan:
usaron gas pimienta, le dieron patadas, puñetazos, bastonazos.
De a uno, dos, cinco, siete. Todos y cada uno golpearon con saña
y crueldad. Los milicos dicen que se cayó y golpeó
mientras lo detenían, durante el forcejeo. Las cámaras
de seguridad del interior del albergue los retrucan.
Cuando llegaron a la comisaría, Carlos ya estaba muerto.
Lavaron la camioneta para eliminar toda evidencia, y lavaron el
cuerpo. El personal de turno hizo su parte en ese tramo.
El juez, aunque indagó a todos los policías, ya
muestra por dónde llevará la causa. Las fuentes
judiciales habituales adelantaron a los medios que “es difícil
esclarecer quién de los múltiples autores aplicó
los golpes mortales”. Es el verso de siempre en las causas
por tortura. Es la máscara del individuo, cuando mata colectivamente
la fuerza, el brazo armado del estado. No es un homicidio en el
que hace falta averiguar quién disparó o acuchilló.
Es una sesión de tortura por apaleamiento, y cada uno que
estaba presente es igual de responsable, cumpliera el rol que
cumpliera.
Padre de tres niños, separado de su compañera pero
compartiendo con ella techo y crianza, Carlos dejó de ser
sostén de su familia. El estado lo asesinó por haber
discutido un precio excesivo. El estado sacó a sus perros
guardianes para que no quede sujeto sin castigo, sin disciplinamiento,
sin vida que valga un mínimo gesto de queja.
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El
enemigo es un pibe en moto
Día
a día, en cada punto del país se ejecuta la represión
en los barrios, dando fundamento a lo que se replica y resuena
en cada manifestación en contra de la impunidad: “No
es un policía, es toda la institución”. Tres
episodios, en lugares distantes entre sí, ocurridos esta
semana, lo ratifican.
El 14 de julio, en General Baigorria, Santa Fe, Carlos Miño,
de 16 años, fue fusilado de un balazo en la cabeza por
el policía Carlos Eduardo I. de 33, quién justificó
el asesinato como defensa ante un asalto intentado por Carlos
y otro joven de 18 años con el que iba en moto. El otro
chico recibió un disparo en el omóplato y huyó,
aunque luego fue detenido en el hospital Eva Perón.
En el lugar del hecho sólo se encontraron 8 vainas de la
pistola policial; ni la pistola con la que el asesino alega que
intentaron asaltarlo ni rastros de que alguien más que
el policía haya disparado.
Así y todo, el juez José Luis Suárez dispuso
la imputación del efectivo como homicidio "con exceso
en la legítima defensa" sosteniendo que, aunque "el
uso de un arma de fuego ya era irracional ante el robo de un celular
y una billetera", el efectivo pudo incurrir en una "errónea
apreciación del peligro y de que la
agresión persistía". Es decir, al pensar que
estaban armados, sus disparos no fueron completamente homicidas.
El policía naturalmente quedó en libertad, con la
única limitación de tener informado al juzgado sobre
su domicilio. Ni siquiera agravó algo la situación
que la pistola Bersa no reglamentaria que usó, de su propiedad,
tuviera sólo permiso de tenencia, no de portación.
Asumieron su defensa los abogados Luis Tomasevich y Eduardo Campisciano,
ya conocidos por lides semejantes, pues defendieron al penitenciario
Julio Gerardo Vannucci, asesino de Brian López, el chico
de 15 años baleado el 14 de mayo de 2010 en el barrio Moderno
y al subcomisario Alejandro Scalcione por el homicidio
de su ex-pareja en 2009. Luis Tomasevich, además, fue el
vocero policial en las reuniones entre el gobierno y la policía
santafesina en los amotinamientos de diciembre pasado.
El 21 de julio, en el barrio San Martín, al sudoeste de
San Miguel de Tucumán, Daniel Alejandro Astorga, de 16
años, volvía en moto del cumpleaños de una
prima junto a su tío, cuando una partida policial los señaló
como autores de un supuesto robo y comenzó a dispararles.
Alejandro falleció de un tiro en la nuca, producto del
ataque de los policías Juan Víctor Espíndola,
Rodrigo Sebastián Gallardo, Bruno Carmelo Ciolfo y César
Luis Farías a bordo de dos motocicletas. Por ahora, los
policías están detenidos.
El 26 de julio, una moto entró a una estación de
servicio sobre la ruta 197, en pleno barrio bonaerense de Los
Polvorines. El acompañante se bajó, y le robó
la billetera al playero. Subió a la moto y, cuando se iban,
sonaron 9 disparos, de los cuales 5 hicieron blanco en las espaldas
de los pibes. Diego Verón cayó muerto de la moto
a pocos metros, con dos tiros recibidos por detrás. El
conductor siguió unas cuadras más, hasta que colapsó
y quedó malherido sobre el asfalto.
Es que, en otra dársena de la estación de servicio,
cargaba nafta un policía metropolitano de la Comuna 12
de apellido Ledesma, que esperó a que la moto se retirara
para gritar ornamentalmente “Alto, policía”
y vaciar el cargador de su Bersa reglamentaria 9 mm.
El pibe sobreviviente, de 20 años, padre de una nena de
dos años y de otro bebé que nacerá en tres
semanas, está internado en el hospital de Pacheco. Una
de las balas le atravesó el pulmón, la otra entró
por el glúteo y está incrustada en la parte de atrás
de la rodilla. Ya fue indagado por robo doblemente agravado. El
policía no está imputado por delito alguno.
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Córdoba:
gatillo fácil, represión e impunidad
En
abril pasado, en su intervención en la actividad pública
con motivo del plenario del ENA (Encuentro Nacional Antirrepresivo),
los compañeros de la Coordinadora Antirrepresiva de Córdoba
denunciaban el fusilamiento de Lautaro Torres por un policía
provincial. El viernes 18 de julio, su tío, Miguel Ángel
Torres (32) fue al Barrio San Roque a visitar al papá de
Lautaro. A la vuelta, entró a una librería, donde
no está claro si él u otra persona intentó
robar algo de dinero. Lo que sí está claro es que
Miguel no estaba armado, y que al salir del comercio recibió
un puntazo en la cabeza, y dos tiros de remate en el pecho, ya
caído en el piso, disparados por el dueño del lugar,
un comisario.
La familia de Miguel, encabezada por su hermana Sandra, que ya
venía encabezando marchas contra el gatillo fácil
tras el asesinato de Lautaro, realizó un corte de calles
en el barrio, donde el comisario asesino vive a escasas dos cuadras
de la comisaría local. “Vecino, vecina, la yuta te
asesina”, cantaban los pibitos de 6 o 7 años, que
ya tienen incorporada esta realidad, naturalizada en el barrio
y silenciada hacia afuera.
Una semana después, el viernes 26 a la madrugada, en otro
barrio, Los Boulevares, dos policías tirotearon a dos muchachos
que iban a comprar gaseosas para un asado. Alberto Fernando “Were”
Pellico (18) murió con un balazo en la nuca. Maximiliano
Peralta, de 17, con un tiro también por detrás en
una pierna, quedó detenido en la UCA sur, y sólo
fue liberado dos días después, gracias a la movilización
permanente en el lugar.
En un primer momento, en un intento por frenar las movilizaciones,
personal de la División Homicidios informó a los
compañeros de la Coordinadora Antirrepresiva que los policías
Chávez y Leyva estaban imputados por homicidio. La misma
información fue publicada por el diario La Voz del Interior
y otros medios, que debieron luego reproducir la desmentida de
la fiscal Jorgelina Gutiez, que “aclaró” que
no se ha tomado ninguna medida al respecto, ni judicial ni administrativa,
y que el único imputado en la causa es el sobreviviente,
Maximiliano.
La movilización de los familiares y vecinos de Were, acompañados
por la Coordinadora Antirrepresiva, permitió que trascendiera
que el policía Leyva ya había matado otro chico
en el barrio, cuya familia no tuvo antes la fuerza de salir a
denunciarlo.
Con más de un muerto por mes por el gatillo fácil,
la policía cordobesa justifica ante sus patrones para qué
querían los aumentos de sueldo del año pasado.
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No
todo el Mundial terminó
El
pasado 13 de julio, durante el festejo de miles por la conquista
del segundo puesto de la selección argentina en el Mundial
2014, las policías federal y bonaerense se sumaron, repartiendo
gases y balas y deteniendo a más de 100 personas. Al día
siguiente, los medios de comunicación, buscando amasar
la indignidad “ciudadana”, anoticiaron que todos los
detenidos en el distrito porteño habían sido puestos
en libertad.
Pasó en total silencio la resolución del titular
del juzgado de instrucción nº 10 de la ciudad de Buenos
Aires, que está publicada en el sitio oficial www.cij.gov.ar.
Allí el juez Fente explica que las irregularidades en las
detenciones fueron de tal envergadura, que no había manera
de retener a ninguno de los detenidos un segundo más. Casi
con amargura, pues seguramente hubiera preferido poder procesar
unos cuantos por cualquier delito, el magistrado reprochó
a la policía que no le informaron dónde ni cuándo
realizaron las detenciones; ni qué conducta se reprochaba
a cada uno. Como sucede habitualmente con las detenciones masivas
en movilizaciones (donde los jueces no se preocupan tanto de las
legalidades como lo hizo el juez Fente en este caso), la forma
en que se produjeron los arrestos demuestra por sí sola
que fueron al azar, entre los que quedaron rezagados o no pudieron
escapar, y no vinculadas a un hecho reprochable concreto.
Pero otra cosa sucede en La Plata. Pasadas más de dos semanas,
hay 19 personas que permanecen detenidas, y que sólo la
movilización de familiares y amigos permitió visibilizar
un poco.
Para evidenciar la lógica de las detenciones masivas basta
mencionar dos casos. Federico Gustavo Arroyo, estudiante de Economía,
fue detenido cuando salía de la casa de un amigo con su
novia, varias horas después de terminado el festejo. Lo
mismo le sucedió al marido de Karina Ruiz, que se bajó
del auto para ver dónde estacionar, lo interceptaron, le
intentaron pegar con la tonfa en las piernas, por lo que escapó,
pero lo alcanzaron los policías motorizados.
A Berni le decimos que, si quiere lograr una detención
masiva de “violentos” y “delincuentes”,
no hace falte que espere el próximo mundial, le basta con
dirigirse al departamento central de la Federal o la Bonaerense.
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Policías
cuentacuentos: La historia del lobo feroz
Hace
unos días circuló una noticia peculiar en la ciudad
de Corrientes. Con motivo de la Feria del Libro que se llevó
adelante en aquella localidad, la policía provincial incorporó
el proyecto Policías Cuentacuentos (sic). “Esto es
un proyecto que hicimos a nivel institución, con el objetivo
de acercarnos más a la comunidad. Es algo que venimos trabajando
en las escuelas periféricas con los chicos más pequeños.
Lo que hacemos es trabajar con los cadetes que están en
los últimos años de la escuela de oficiales, con
los que vamos a las escuelas a contar cuentos, como una forma
linda de integrar a nuestros estudiantes con los chicos y jóvenes”,
explicó el comisario inspector Miguel Fernández
al diario El Litoral.
No es un chiste mal contado ni una cargada la que anuncia el comisario.
La fuerza policial no sólo se organiza para defender los
intereses del opresor, sino que ahora también para entrar
en las escuelas de nuestros pibes y pibas, y aleccionarlos con
sus cuentos para “integrarlos”. Lejos de querer lavar
su alma represiva de cargo y culpa, este proyecto que demuestra,
con cara durísima, el interés del estado por instalar
en la sociedad una representación de las fuerzas como modelo
de las buenas conductas hechas por buenas personas, que hacen
cosas lindas por los chicos.
Fernández agregó: “Los cuentos, muchos de
ellos escritos por los mismos chicos, hablan de valores como la
amistad, el cuidado, la pertenencia, la solidaridad y todo aquello
que hace a la conducta humana, y que sirve para estrechar los
lazos con nuestros jóvenes”.
Aunque nos resulte imposible y delirante relacionar estas palabras
con la policía y cualquier otra agencia del aparato represivo
del estado, el sentido se torna evidente: la policía necesita
meterse, incrustarse en cada espacio social para ser naturalizados
a temprana edad como protectores y actores de la buena fe. Hoy
les leen tiernos relatos a los pibes (con pistola en la cintura,
no sea cosa que alguno se descontrole) y mañana, cuando
crezcan, si los cruzan en la calle de la misma “periferia”
que menciona el comisario, les contaran el cuento del lobo feroz:
mucho gatillo y mucho palo para el pobre, para el trabajador,
para el disidente.
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Próximas
actividades
Domingo
3 de agosto, desde las 12:00, en el parque Saavedra, Freire al
3900, jornada antirrepresiva con choriceada y música a
5 meses del fusilamiento de Gonzalo Crespo.
Sábado 9 de agosto, desde las 18:00, Peña Antirrepresiva
en ATE Moreno (Piovano 3077) organizada por CORREPI y CTA Moreno.
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FUENTE:
CORREPI
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Martes, 1 Noviembre, 2016 17:47
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