BOLETÍN
INFORMATIVO Nº 734
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BOLETÍN
INFORMATIVO Nº 734
Del
15 de octubre del 2014
Por
CORREPI especial para Villa Crespo Digital
17
de noviembre del 2014
Sumario:
1.
Córdoba: Noche de boliche y torturas en comisarías.
2. Bariloche: Una vez más, no hay justicia para los caídos
por la represión.
3. Gatillo blanco en EE.UU., otra vez.
4. Organizar el crimen "al servicio de la comunidad".
Córdoba: Noche de boliche y torturas en comisarías.
Cada
inicio de nota sobre un hecho de tortura en comisarías, no hace
más que reafirmar la lucha que sostenemos, aquella que pregona
que no se trata de uno o dos policías o agentes de cualquiera
de las fuerzas represivas, sino que hablamos de toda la institución.
A fines del mes de septiembre, se difundía por todos los medios
de comunicación el video grabado por los mismos policías
que torturaban a un joven que se encontraba esposado boca abajo y con
el torso desnudo. Las imágenes, por demás indignantes,
transmitían la impunidad con la que estos agentes represivos
violentaban y humillaban al joven al cual mientras le pegaban le exigían
que imitara sonidos de animales.
Esta vez, las torturas fueron en Justiniano Posse, Córdoba. Todo
comenzó en la madrugada del sábado 27 de septiembre, cuando
Ariel Hilves, su hermano y un amigo fueron a un boliche del lugar. En
un momento, uno de los chicos salió a la calle, y cuando quiso
volver a ingresar un policía se lo impidió y le echó
gas pimienta en el rostro. Ariel y su hermano intentaron ayudarlo y,
naturalmente, los tres fueron detenidos.
Ariel contó a los medios lo que pasó en la comisaría:
"Entraron como cuatro policías al menos, me pusieron una
bolsa de nailon en la cabeza. Con una mano me taparon la boca y me empezaron
a pegar. Yo me asfixiaba. El nailon se me metía en la boca. Intentaba
que no me peguen en el pecho para no quedarme sin aire. Se me pegaba
la bolsa, era imposible respirar". El mismo "tratamiento"
recibieron su hermano menor y el amigo.
La valentía de no quedarse callados, y de salir a denunciarlo,
con el apoyo de la movilización de toda la comunidad de Justiniano
que marchó el 1° de octubre repudiando la tortura, forzó
al jefe de la policía provincial, Julio César Suárez,
a pasar a disponibilidad a los tres agentes acusados, al tiempo que
licenció a otros ocho y desplazó al Jefe de la Departamental
Unión, Héctor Antonio Garis.
Suárez representa un cuadro perfecto para la institución.
Fue nombrado jefe provincial en 2013, luego del acuartelamiento y del
narco-escándolo policial. Fue el que dijo a los medios: "Si
delinquen, se tienen que ir de la fuerza: desprestigian el uniforme
y no lo vamos a tolerar".
En lo que va de su gestión, los barrios populares se llenaron
de policías, y Córdoba batió sus propios records
en materia de gatillo fácil, al son de otrras declaraciones del
Jefe Suárez: "Los delincuentes saben que si salen a robar
armados pueden tener la desgracia de terminar muertos".
Pero la lucha antirrepresiva en la provincia suma y sigue, como lo mostró
hace poco la primera Carpa Antirrepresiva Provincial, y como lo reafirmó
la marcha y actividad pública del pasado sábado en la
ciudad de Córdoba, en el marco del Séptimo Plenario del
Encuentro Nacional Antirrepresivo.
Bariloche:
Una vez más, no hay justicia para los caídos por la represión.
Otra vez, y como suele suceder, el poder judicial avaló la represión
al pueblo trabajador. El juez de Bariloche Ricardo Calcagno procesó
a algunos de los policías que se cobraron las vidas de Sergio
Cárdenas -un cocinero de 29 años- y Nicolás Carrasco
-un plomero de 16- en el marco de la represión a la manifestación
que sacudió la ciudad después del fusilamiento policial
de Diego Bonefoi en un barrio del Alto, pero por delitos menores y excarcelables.
Otra vez, cuando no pueden esconder la represión sistemática
bajo la alfombra y decir "aquí no ha pasado nada" con
una buena legítima defensa o un eficaz cumplimiento del deber,
recurren al plan B: que parezca un accidente, un error individual, un
exceso o desmesura o –como en este caso-, una riña.
El juez Ricardo Calcagno dijo en su fallo que los agentes Víctor
Darío Pil, Marcos Rubén Epuñan y Víctor
Hugo Sobarzo, ellos tres y nadie más que ellos tres, son coautores
del delito de "homicidio en riña", es decir, que ellos,
los dos asesinados y los 13 heridos sobrevivientes de los disparos con
munición de guerra, uno de ellos de gravedad, fueron parte, el
17 de junio de 2010, de un"súbito acometimiento recíproco
y tumultuario".
Poco importa que los policías utilizaran en sus escopetas proyectiles
"propósitos generales", cargados con letales postas
de plomo. Poco importa que dispararan a matar (y mataron) o que lo hicieran,
además, por la espalda, como en el caso de Carrasco.
Si no queda más remedio que procesar, que no haya costo político
para el estado, ni el gobierno que lo administra. Por eso los comisarios
Miguel Veroiza y Jorge Carrizo, segundo jefe de la Unidad Regional Tercera
y titular de la comisaría 28ª respectivamente, y responsables
del operativo, ni siquiera fueron procesados por homicidio en riña
como sus subordinados, sino por el aún más leve incumplimiento
de los deberes de funcionario público.
Como en el Puente de Corrientes, como el 19 y 20 de diciembre de 2001,
como en el Puente Pueyrredón, el argumento "técnico"
del juez es que no se puede establecer de qué escopeta vino cada
proyectil letal, porque para cotejar ese tipo de arma se necesita el
cartucho que contenía las postas, en cuyo culote queda la marca
de la aguja percusora. Y los policías que disparan con cartuchos
de guerra saben bien que antes de despejar el lugar e irse, los tienen
que recoger y desaparecer. Así, su propia conciencia de la criminalidad
de sus actos suma a la impunidad, y da argumentos a los jueces que los
exculpan, o les pegan un tironcito de orejas.
La resolución, que ya fue apelada por las defensas de los policías,
causó enorme rechazo en los familiares de los asesinados, que
también la apelaron, y suscitó el repudio de la Multisectorialcontra
la Represión Policial, que correctamente la definicó como
"amnistía anticipada"
Esta decisión en el terreno judicial acompaña los vientos
que soplan desde los otros poderes del estado: tanto el gobierno como
la oposición patronal vienen haciendo foco en la necesidad de
"ordenar" el "descontrol social" que se expresa
en las protestas callejeras, y de manera acorde han presentado distintos
proyectos de ley para regularlas, al mismo tiempo que el carapintada
K Sergio Berni se exhibe como garante de la ley en espectaculares operativos
contra los trabajadores despedidos o suspendidos de la zona norte del
conurbano bonaerense.
Gatillo
blanco en EE.UU., otra vez.
Otro
joven negro y pobre asesinado por la policía estadounidense.
Otra vez el muerto fue considerado "sospechoso" (no se sabe
de qué, por supuesto), perseguido y acribillado por un policía
blanco. No existe sorpresa alguna ya, apalear y asesinar negros pobres
es a esta altura algo así como un deporte popular más,
como el básquet o el béisbol, para los yanquis.
En esta oportunidad el asesinato se produjo en Sant Louis (Missouri)
y el cuento policial habla de un ataque inicial del muerto, como siempre
se dice y como, en la enorme mayoría de los casos, se desmiente
luego.
Pero esta vez hay un dato particular: el cuerpo del joven tenía
17 balazos. Sí, 17, lo que evidencia el nivel de odio y opresión,
la lógica deshumanizadora, la locura de esta gente que se autoproclama
gendarme del mundo en nombre del capital.
Las estadísticas respecto a la proporción de negros y
blancos en los asesinatos policiales es lapidaria; el propio FBI brinda
datos (recortados, naturalmente) que afirman lo siguiente: casi 3 personas
afroamericanas mueren por semana a manos de un policía blanco.
Las ONG y otras organizaciones militantes aseguran que la cifra es mucho
mayor.
La matanza que se hace con las personas negras en EEUU no termina nunca,
ni con una guerra, ni con leyes ni con un presidente que por primera
vez no es blanco. Siguen siendo los oprimidos, los despreciados, los
rigoreados, los muertos. Más allá de la oleada bienpensante
que vende ensayos sobre la multiculturalidad y del cine industrial culposo
que los muestra en puestos ejecutivos, los afroamericanos son masacrados
por un odio racista que tiene los peores aspectos del oscurantismo y
la caza de brujas y que, lejos de decaer, se reproduce en diversas formas.
"Leen el evangelio según Hitler a la hora de almorzar"
escribió el poeta, y ni él debe saber cuánta razón
tiene.
Organizar
el crimen "al servicio de la comunidad".
Durante
el mes de junio se registraron varios casos de robo en la zona de Olivos
con la misma modalidad -de tipo "escruche" (ingreso a las
viviendas en ausencia de sus dueños)-. Uno de estos casos habría
registrado una persecución, una vez que la policía hubiera
descubierto a la banda que operaba en el caso. Según diría
el informe posterior, los integrantes de la banda habrían abandonado
el vehículo en el que iban a determinada altura, donde se hallaron
las herramientas que serían utilizadas en el robo y algunos papeles.
Finalmente escaparon.
Aparentemente, a partir del hecho se habría abierto un sumario
policial que consignaba los elementos hallados y abría la investigación
para dar paso a la identificación de los integrantes de dicha
banda.
Al cabo de cuatro meses, el comisario segundo a cargo de la seccional
de Olivos Horacio Domínguez, fue detenido acusado de encubrir
a una banda de la zona que operaba con las mismas características
que registraron los casos antes mencionados, cohecho en grado de tentativa,
falsificación de instrumento público e incumplimiento
de deberes de funcionario público. Para ese entonces, el sumario
policial ya había sido manipulado y la consignación de
herramientas y documentación habían desaparecido.
No nos sorprende que estas cosas sucedan, aunque los medios hegemónicos
intenten figurarlas como eventos "insólitos". En todo
caso, lo destacado es que salgan a la luz. ¿Será que resultan
oportunas para abonar a la tesis del "policía corrupto"
(la oveja descarriada)?
Sabemos -y hemos comprobado durante todos estos años- que esto
pasa en todas partes, y que así como no es un evento aislado,
tampoco lo es la práctica, ni la particularidad de un efectivo
policial. Es toda la institución.
Ellos dirigen el crimen organizado y explotan el del chiquitaje, y allí
donde alguien se niega o los deja en evidencia es borrado del mapa.
No hablamos estrictamente de una cuestión de métodos,
sino de objetivos políticos: al estado no le importa necesariamente
cómo, lo que les importa es que el control social esté
garantizado.
Pero, como ya dijimos, esto no es algo que nos sorprenda. Al contrario,
es otro de los ejemplos que nos movilizan. Como sintetizara tan certeramente
años atrás el compañero Rodolfo Walsh: "La
secta del gatillo alegre es también la logia de los dedos en
la lata".
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CORREPI
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