NOTA
RECOMENDADA
Ottoboni
absuelto: otro triunfo de la lucha popular.
Hace
casi tres años y medio, un vigilador privado de la empresa
ARPA, que terceriza los servicios de seguridad en la planta
de FATE de San Fernando, acusó a un grupo de delegados,
de los que identificó a tres con nombre y apellido, de
amenazarlo de muerte a él y su familia, y de lesionarlo
gravemente.
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NOTA
ESPECIAL
¡Absolución de Mariano Skliar y Humberto Rodríguez!
El 6 de noviembre, ante el Juzgado Contravencional N° 10 de
la ciudad, se inició el juicio contra el compañero
Mariano "Maro" Skliar, Delegado General de la Junta
Interna de ATE en Promoción Social y Humberto "Pitu"
Rodríguez, Secretario Gral. Adjunto de ATE Capital, represaliados
con esta causa por el gobierno de Macri por ser referentes sindicales
de la lucha contra la precarización laboral en la ciudad. |
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El tercer sábado de mes, cada dos meses, a las
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Jueves por medio, entre 10:00 y 11:00, escuchá el espacio
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Los jueves, alrededor de las 19:00, escuchá
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o escuchá los programas anteriores enwww.ivoox.com. Teléfono
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2014
(En
el ENA - Encuentro Nacional Antirrepresivo)
BOLETÍN
INFORMATIVO Nº 738
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BOLETÍN
INFORMATIVO Nº 738
Del
12 de noviembre del 2014
Por
CORREPI especial para Villa Crespo Digital
18
de noviembre del 2014
Sumario:
1.
Ottoboni absuelto: otro triunfo de la lucha popular.
2. Que no nos falten.
3. ¡Absolución de Mariano Skliar y Humberto Rodríguez!
4. La policía en el crimen organizado: caja chica y control social..
5. Algo más sobre la reforma al código de procedimientos
penal.
6. Próximas actividades.
Ottoboni absuelto: otro triunfo de la lucha popular.
Hace
casi tres años y medio, un vigilador privado de la empresa ARPA,
que terceriza los servicios de seguridad en la planta de FATE de San
Fernando, acusó a un grupo de delegados, de los que identificó
a tres con nombre y apellido, de amenazarlo de muerte a él y
su familia, y de lesionarlo gravemente. Asistido por un abogado de la
empresa de neumáticos, hizo la denuncia penal y se constituyó
como querellante. El fiscal de San Fernando, Oscar Núñez
Barreto, tomó los dichos del vigilador a libro cerrado, y convocó
a indagatoria a los tres delegados, Ariel Godoy, Alejandro Crespo y
Víctor Ottoboni. Allí comenzó la pelea por su defensa,
que fue asumida en conjunto por CORREPI y CeProDH.
Apoyados a cada paso en la solidaridad y la movilización, fuimos
ganando batallas parciales. Primero, logramos que no se avanzara sobre
el resto de los delegados. Más tarde, y en una jornada que convocó
frente a la fiscalía de San Fernando a centenares de compañeros
de las principales fábricas de la zona, obtuvimos el sobreseimiento
de los delegados Godoy y Crespo. La patronal centró su ataque,
entonces, en el compañero Ottoboni, y sumó a la causa
penal un pedido de desafuero basado en la misma historia.
Durante todo el proceso, una y otra vez contamos lo que había
sucedido: en una jornada de paro, en el marco de un fuerte conflicto
gremial por discusiones paritarias y en contra del intento patronal
de instalar el peligroso sistema de "trabajo continuo", la
empresa mandó una patota de carneros, vigiladores privados y
capataces para tratar de quebrar a los obreros. Interceptaron a Víctor,
Alejandro y Ariel a la salida de los vestuarios y los provocaron, intentando
aislarlos de los demás trabajadores. Los compañeros no
se amedrentaron, lograron pasar el cerco de matones con el apoyo de
otros delegados de la planta y la seccional que acudieron a apoyarlos,
y reingresaron a la planta para denunciar lo ocurrido en asamblea.
En las tres jornadas del juicio oral, que empezó el 3 de noviembre,
quedó al descubierto la maniobra. Frente a las contradicciones
y vacilaciones del acusador y de sus testigos, todos parte de la patota,
se alzaron las voces de los trabajadores y delegados de FATE y de la
seccional San Fernando del SUTNA, que como un solo puño demolieron
la mentira. El lunes 10, la jueza Andrea Pagliani, aunque se negó
expresamente a pronunciarse sobre la sostenida política de hostigamiento
a los trabajadores organizados que denunciamos en los alegatos, tuvo
que absolver al compañero, después de admitir que ni el
fiscal ni el denunciante habían probado una sola letra de su
oscura versión.
Aún más importante, la sentencia reconoce que la causa
se inició en el marco de un conflicto gremial, al punto que se
hizo lugar a tres reclamos de la defensa: el fallo deberá ser
notificado al juzgado que tramita el pedido de desafuero de Víctor;
al ministerio de Trabajo de la Nación para a su vez informarlo
a la OIT, y al ministerio de Seguridad provincial, ya que la ley que
regula el ámbito de actuación de las agencias de seguridad
privada prohíbe su intervención en conflictos sindicales.
La absolución del compañero es un nuevo triunfo popular
que no hubiera sido posible sin la larga campaña por su defensa,
que cada trabajador asumió como propia, consciente de que era
un ataque a la clase en su conjunto. Confirmamos, con este resultado,
que el camino obligado es el de la lucha colectiva, la movilización
y la solidaridad incondicional.
Que no nos falten
Los asesinatos de esta semana vienen completitos: tres fuerzas diferentes
como protagonistas y con estrategias disímiles en el modus operandi,
pero dejando a la vista lo que con insistencia y convicción denunciamos:
que es todo un aparato al servicio de la clase que nos oprime, instrumentado
desde el Estado, garantizado con armas y expedientes.
La primera víctima se llamaba Franco Godoy y estaba alojado en
el pabellón 3 de la Unidad Penal n°42 de Florencio Varela,
Pcia. de Buenos Aires. En medio de unas semanas convulsionadas por peleas
entre detenidos, fuertes requisas y graves denuncias por los tormentos
padecidos, el martes por la tarde Franco intentó comunicarse
con una fiscalía porque sabía que otro preso quería
eliminarlo. La comunicación fue interceptada por un jefe de los
talleres que lo oyó decir "¡sáquenme de este
pabellón que me van a matar!". Recién al otro día
un guardia del Servicio Penitenciario Bonaerense se acercó preguntando
si todo estaba bien y ante la respuesta afirmativa, dio por terminada
su tarea y función. Minutos después Franco era asesinado.
Abandonado con total impunidad por el SPB, su muerte evidencia que los
perros no velan por su salud ni su integridad, los perros son guardianes
del orden que nos quiere bien muertos.
La segunda víctima, Sergio Miguel Vera Báez (36), de Dock
Sud, fue fusilada por un militar retirado del Ejército Argentino
de 51 años, cuya identidad no fue difundida. El hecho ocurrió
en Avellaneda el 1º de noviembre, cuando, según la versión
oficial, "un delincuente en moto intentó asaltar a un matrimonio
en la intersección de las calles Dr. Héctor Sande entre
Estanislao del Campo y Ricardo Gutiérrez, la mujer había
descendido del colectivo de la línea 10 y antes de entrar a su
domicilio fue seguida por dos motos. El esposo había salido a
esperarla con la intención de acompañarla por los posibles
robos que se producen en la zona y se encontraba armado, portando una
pistola Glock calibre 9 mm". Este buen vecino, que se defiende
a tiro limpio cual inexperto principiante al que la conmoción
lo desborda –atrás quedó la precisa y heroica formación
de años de servicio- le dio dos tiros en el pecho, uno en la
pierna izquierda y otro rozando la cabeza. Claro que el arma atribuida
a Sergio Vera no apareció, por lo que el militar recurrió
a la segunda parte de la historia oficial: seguramente algún
cómplice del muerto volvió a buscarla. Naturalmente, también,
el fiscal ya dio la bendición de la legítima defensa.
"La Matanza: acorralado por la Policía, se pegó un
tiro en la cabeza. Persecución y tiroteo en el conurbano"
dijo la prensa, y nos trajo como banquete a la tercera víctima
asesinada por otra fuerza: la Bonaerense, el 30 de octubre en Ramos
Mejía. Darío Leonetti vivía en la villa Puerta
de Hierro del barrio San Alberto de ese partido. Con otro pibe, intentó
robar a una mujer que entraba en su casa. La mujer se encerró
en la casa y llamó al 911. La policía cuando los chicos
estaban huyendo. No dudaron en hacerles comprender que el control lo
tienen ellos: les tiraron y mataron a uno, el otro pudo escapar. La
causa fue caratulada como "tentativa de robo calificado por el
empleo de arma de fuego, atentado y resistencia a la autoridad, y homicidio"
y, de nuevo, naturalmente, si agarran al que se escapó, cargará
con el paquete completo, incluida la muerte de su amigo.
¡Absolución
de Mariano Skliar y Humberto Rodríguez!
El 6 de noviembre, ante el Juzgado Contravencional N° 10 de la ciudad,
se inició el juicio contra el compañero Mariano "Maro"
Skliar, Delegado General de la Junta Interna de ATE en Promoción
Social y Humberto "Pitu" Rodríguez, Secretario Gral.
Adjunto de ATE Capital, represaliados con esta causa por el gobierno
de Macri por ser referentes sindicales de la lucha contra la precarización
laboral en la ciudad.
El conflicto se inició hacia fines de 2012, en el marco del reclamo
por aumento salarial para los trabajadores contratados bajo la modalidad
de locación de servicios, que estaban cobrando para ese entonces
entre $3.000 y $3.500, sumado al pliego de reivindicaciones que enfrentan
aún hoy dicha. Actualmente, el 35,4% de los trabajadores del
estado en su conjunto se encuentran en situación de precarización
laboral.
Ante la negativa y el abierto incumplimiento de las negociaciones por
la paritaria central y los ministros del GCBA, se resolvió realizar
un paro de 24 horas, con movilización a la sede central del Ministerio
de Desarrollo Social. Finalmente, como fruto de la lucha, se logró
un avance en cuanto al aumento de salarios. Sin embargo, como bien sabemos,
para los funcionarios del estado no hay mal que por bien no venga: aunque
la lucha arranque un derecho que debiera estar garantizado, el ejemplo
debe ser gráfico en lo que a disciplinar se refiere (nada es
gratis). Así, el saldo de las jornadas terminó con los
dos delegados de mayor visibilidad durante el conflicto encausados por
ejercer el legítimo derecho a huelga en defensa de los intereses
de los trabajadores.
Éste es un ejemplo más de los métodos que emplea
la política represiva del estado, desarrollada con creces por
la presidenta de la Nación a principios de año en la apertura
de las sesiones ordinarias del Congreso y aplaudida de pie por todo
el auditorio de la oposición patronal, explicitando cuan imprescindible
es el marco de acuerdos entre los distintos sectores de la burguesía
cuando de reprimir al pueblo trabajador se trata. Una misma política
de criminalización de la protesta expresada hoy en la larga lista
de los más de 5.000 compañeros judicializados por luchar
en todo el país, y bajo los más diversos colores de gobierno.
En este sentido, no nos sorprenden las prioridades de la fiscal de turno,
quien marcó el criterio del gobierno nacional pidiendo la absolución
a Humberto Rodríguez -militante oficialista de la corriente 2021,
parte de Unidos y Organizados- y en cambio, pidió días
de arresto para el compañero Maro Skliar, delegado de base y
uno de los referentes de la agrupación clasista ATE Desde Abajo.
Más claro, agua.
El próximo jueves 13 de noviembre conoceremos la sentencia. Nos
encontramos a las 08:00 en Irigoyen y 9 de Julio para movilizarnos a
los tribunales de la calle Tacuarí, para exigir la absolución
de los dos compañeros, porque no distinguimos en ello su pertenencia
política, sino que vemos en este proceso un ataque a la clase
trabajadora en su conjunto.
La
policía en el crimen organizado: caja chica y control social.
Esta
semana se conocieron varias noticias "delictivas" (siempre
recordando los aspectos valorativos, clasistas e ideológicos
que subyacen al concepto de "delito" tal como lo conocemos)
en las cuales integrantes de las fuerzas de seguridad tienen un papel
estelar, que actúa en muchos casos como condición de posibilidad
del hecho mismo.
Veamos: por un lado, policías ladrones y secuestradores de Tres
de Febrero y de Gral. Rodríguez, pertenecientes a un grupo organizado,
descubiertos por sus colegas luego de una denuncia al 911, en Moreno;
por el otro, un sargento dela Comisaría 27ª cae como líder
en Bajo Flores de una banda de narcotraficantes. Y la agencia Telam
nos informa que, en Santa Fe, un hombre fue encontrado con un arma,
detenido y llevado a la comisaría 7ª. Allí, dos oficiales
lo dejaron en libertad con el compromiso de que regresara a los 45 minutos
con $2.000 pesos. El hombre reunió $1.300 pesos y acordó
que volvería con el resto, pero antes hizo la denuncia en la
fiscalía. Se realizó una entrega "controlada"
del saldo, con dinero marcado, con lo que se pudo acreditar el delito.
Claro que los extorsionadores no están presos. Apenas si en disponibilidad,
cobrando algo menos de sueldo y sin trabajar.
La semana pasada también comentábamos un caso, y, si nos
remontáramos hacia atrás, boletín por boletín
y de forma indefinida, encontraríamos cientos o miles. Ahora
bien, este no es el mayor problema; lo peor es que si nos "remontamos"
hacia el futuro, también los vamos a encontrar.
La policía no sólo tiene el crimen "enquistado en
la Institución", tal como se suele decir eufemísticamente
en la prensa; la policía posibilita, fomenta y perpetra el crimen
organizado, es el crimen organizado, y no por una mera devaluación
moral o corporativa, sino también por la premisa institucional
de recaudar y controlar.
Que agentes de las fuerzas de seguridad aparezcan implicados en asuntos
de drogas o secuestros extorsivos ya no sorprende a nadie, al menos
en cierto sentido: son chorros que en cualquier jugada que pague bien
se anotan, entre otras cosas porque, merced a su función formal,
saben de todas esas jugadas.
Ahora bien, esto no se agota en lo económico ni se puede analizar
desde el reduccionismo del tipo: "y claro...tienen para elegir
si son chorros o policías, pero es lo mismo". Por el contrario,
este tipo de acciones también evidencian otras formas del control
social que las fuerzas de seguridad en tanto instituciones llevan a
cabo.
En una sociedad donde el delito y la transgresión a la ley es
gerenciada desde el propio estado que la dictó para abajo, en
la cual lo que se llama corrupción o llana delincuencia es un
hecho impuesto y extendido, casi una lógica (desde la coima exigida
para obtener un registro hasta la delincuencia legalizada de tantos
comerciantes), la policíava a tomar su tajada, pero no únicamente
en términos monetarios sino también organizando el delito,
reclutando pibes para robar para ellos, cobrando sumas para permitir
actividades prohibidas, demostrando todo el tiempo (siempre en barrios
pobres, generalmente frente a "peces flacos", en niveles superficiales
si se quiere, de "chiquitaje" si se considera la perspectiva
general de actividades ilegales) quién es el que manda en los
barrios, en la calle; quién es el que manda siempre (si no es
evitando el delito tal como se le pide, pues lo será participando
de él), quien controla todo, sea ese todo legal, ilegal o una
bandada de bellos gorriones "diamantes de Gould".
Algo
más sobre la reforma al código de procedimientos penal.
Todo el andamiaje legal es legitimador de las relaciones que el sistema
capitalista impone. La ley, lejos de ser un recurso del que disponemos
todos en iguales términos y condiciones, es una herramienta destinada
a satisfacer las necesidades de quienes dominan.
En esta lógica, que incluye privilegios por pertenencia de clase,
la burguesía sabe que la ley es un instrumento inmejorable para
disciplinar a quienes atenten contra su principal preocupación,
proteger y salvaguardar el derecho a la propiedad privada que esgrimen
como el principal y excluyente de todos los derechos.
En una sociedad que vive en permanente tensión, con el 30% de
su población empobrecida, con sus trabajadores peleando a la
precarización y a la tercerización laboral, con una inflación
que supera en más de diez puntos a la media de las paritarias,
la burguesía tiene en claro que debe ajustar sus normas de "convivencia".
Entonces lanza sobre nosotros una reforma legal que expresará
en el código lo que ya tenemos en las calles: profundización
y salto cualitativo del despliegue represivo del estado, políticas
criminales que seleccionan a los pobres y criminalizan su cotidianidad
y su protesta.
La reforma contempla una mayor persecución de los pobres: propone
que se expulsará a los extranjeros "ilegales" que cometan
delitos menores y sean sorprendidos "in fraganti " (con las
manos en la masa). ¿Quién ignora que la indocumentación
que tilda de ilegal a una persona, es un problema que aqueja a muchos
hermanos que viven en las barriadas más humildes? ¿Cómo
no vincular esto a las tomas de tierras y de fábricas, o los
cortes de ruta para reclamar derechos arrasados por la voracidad del
capital, todas conductas que el Código Penal castiga con esas
penas menores a las que hace alusión la reforma?
Un empresario extranjero que vacía o quiebra una empresa no recibirá
el mismo trato, un funcionario que se presta a la coima o a corrupciones
varias, tampoco. Ellos nunca son "ilegales".
La reforma apunta, además, a estigmatizar al pobre: establece
que la reincidencia será suficiente elemento para dictar la prisión
preventiva. Es decir, si alguna vez fue condenado, de ahí en
más será "casi" culpable, porque aunque después
se demuestre lo contrario, la espera funcionó como pena anticipada.
La reforma concede el poder absoluto de los jueces sobre los pobres:
podrán decretar la prisión preventiva si consideran que
el caso trae aparejado "conmoción social". Pensemos
en el corte de ruta con el gendarme carancho provocando. Si el juez
entiende que es un caso con aquella repercusión... ¿qué
pasará con los trabajadores detenidos?
En todos los casos, los discursos justificantes se basan en la inseguridad.
La clase trabajadora sufre las consecuencias de una sociedad que se
estructura en la injusticia y la explotación, en el consumismo
y la alienación y es en ese marco en el que debe leerse la cuestión
de la inseguridad. La burguesía está empeñada en
que los propios trabajadores adopten su modo de mirar el tema. Y a través
de los medios de comunicación también lo instalan.
Pero no será con leyes que cambiará la cosa. Mucho menos
con estas leyes. Toda propuesta de endurecer las respuestas del estado
siempre se han vuelto contra los trabajadores. Sólo con lucha
organizada se revierte la cuestión. Esa lucha que alguna vez
convierta en ley la igualdad y solidaridad entre los trabajadores y
les permita a ellos decir qué es delito y qué no.
FUENTE:
CORREPI
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Martes, 1 Noviembre, 2016 18:02
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